Capítulo 5
Tragó con cierto esfuerzo. - Dorian, ¿por qué insistes en ser amable conmigo? Mira, conozco gente como tú que no hace nada sin recibir algo a cambio. Dime ¿qué es lo que quieres? - La caída de la presión arterial fue terrible.
La ira fue provocada por el hecho de que había usado ese pedazo de papel para poner fin a su libertad de elección y no porque hubiera otras opciones.
El joven arqueó las cejas, quedaba una presión aterradora, otra ronda estaba por comenzar y ella estaba tan cansada de luchar contra una roca.
Dorian lo quería todo e inmediatamente no admitió respuestas.
-¡Me estás haciendo enojar mucho Jane! - la expresión vuelve a cambiar,
volviéndose tan lúgubre y enojada que le dan ganas de llorar.
-¡Me importa un comino! - con los ojos reducidos a dos rendijas, Dorian acercó su rostro al de ella hasta quedar a un puñado de centímetros de su boca, luego dio un paso atrás y se giró hacia las puertas del ascensor que se abrieron.
Jane notó que la manga arremangada de Dorian era lo suficientemente alta como para exponer un parche de tatuaje negro y rojo en su antebrazo, pero no podía entender qué representaba el diseño.
Mientras caminaban hacia la oficina, Jane se preguntó por qué seguía siguiéndolo en lugar de huir. Y no entendía por qué insistía tanto en que ella se quedara. Entonces, la repentina comprensión de quién era realmente Dorian la golpeó. Un hombre acostumbrado a que las cosas se hicieran a su manera, siempre tomaba el control y daba órdenes, y no tener un elegido significaba ante los ojos de los demás que tenía menos gloria o lo que fuera.
-No te preocupes por no tener uno elegido, no mermará tu imagen, tu identidad fuerte y poderosa. - Terminó su discurso mirándolo a los ojos, mientras le dedicaba una sonrisa irónica.
Por el rabillo del ojo vio a Dorian hacer una mueca y abrió la puerta enojado.
La escena que apareció ante él fue impactante, los mismos hombres presentados en la sala de reuniones estaban allí, ante sus ojos en una situación bastante aterradora.
Los pies de Alex colgaban en el aire mientras luchaba por respirar, sus manos agarraban los dedos de Logan, pero el agarre del hombre pareció apretarse cuando notó a los recién llegados.
El rostro de Alex se puso rojo, con la boca bien abierta en un intento de respirar y liberarse. Pero cuanto más luchaba, más fuerte su mano apretaba su garganta.
-¡Ni siquiera puedes respirar! - Dijo Logan con malicia, una sonrisa divertida apareció en sus labios cuando miró a Dorian. Lo dejo ir.
Alex se desplomó en el suelo y luego logró levantarse sobre un codo y masajearse la garganta con ambas manos.
Un grito escapó de los labios de Jane, corrió hacia el joven para ayudarlo a levantarse, un hombre tan alegre ciertamente no podía merecer tal trato. Sus ojos eran una emoción encontrada, ya no tenían la misma luz que cuando los había visto unas horas antes. Emanaban tristeza, ansiedad, terror y angustia.
Jane observó a Logan mientras éste sacaba un paquete de cigarrillos del bolsillo del pecho y le daba golpecitos
a un cigarrillo. Se llevó el paquete a la boca y tiró con los labios, luego pasó a desvestir a Alex y finalmente Jane se encontró con sus ojos grises. Su apariencia era poderosa, tenía diferentes venas que pulsaban diferente y eran mucho más grandes de lo normal con ese color mulato que brillaba a través de su piel.
Las pocas veces que lo había visto le había dado la misma percepción que Dorian.
-¿Qué pasa por tu cabeza? ¡Casi lo matas! - Alex puso mi mano en su brazo, con los ojos muy abiertos como los de una oveja asustada.
-¡No te preocupes Alex, ellos son los que deben preocuparse por sus malos tratos! ¿Cómo puedes dejar que te trate de esta manera? - su voz salió quebrada, siempre se dejaba arrastrar a situaciones que no le concernían. Demasiado altruista para poder permanecer quieto y en silencio.
Cuando Logan se acercó a Dorian para susurrarle algo, Alex se levantó de un salto y corrió hacia la puerta que lamentablemente encontró cerrada.
Logan giró la cabeza rápidamente hacia el sonido de la cerradura que se bajaba repetidamente, chirriando mientras caminaba en su dirección.
-Eres solo una niña- anunció el mulato mientras apretaba la mandíbula sobre el rubio.
Eso fue demasiado, Jane cayó sobre Logan con una rabia feroz como una pantera recién salida de un circo.
"Déjalo, déjalo", gritó a todo pulmón. Con un movimiento felino el otro la empujó demasiado rápido, fue tan brutal que cayó con el culo al suelo pero no se desanimó, se levantó con la misma fuerza y velocidad. Súper motivado para no dejar que se salga con la suya.
Pero Dorian apareció frente a ella, - ¡Mejor no inmiscuirse en asuntos ajenos! - las palabras fueron amables, pero el tono de voz casi inflexible lo delató.
-No, no por favor no lo hagas-, los ojos de Jane inmediatamente se dirigieron hacia la voz suplicante de Alex, vio una
mancha oscura formándose en la zona de la entrepierna del pantalón a lo largo de toda la pierna.
Logan estaba frente al joven, susurrándole palabras al oído.
¿Qué podría decirle que fuera tan aterrador que lo hiciera llorar?
El hombre miró primero a Dorian, luego a Jane y luego a Alex.
Jane se humedeció los labios, maquillados con abundantes capas de brillo labial, ganando coraje.
-No, no quiero dejarlos solos, haz algo. ¿Por qué no intervienes? - anunció en voz alta con voz clara y sonora. Dorian se sobresaltó levemente y solo giró la cabeza, prendiéndole fuego con una mirada tan puramente intensa que conmocionó al universo entero.
-No te dije ya que no tienes que preocuparte, a Alex no le pasará nada. - responde, con un tono de mando en su voz.
Las pequeñas palmas de la joven golpearon repetidamente la puerta cerrada, saber que Alex encerrado en esa habitación con ese monstruo le rompió el corazón. ¿Cómo puede una persona estar tan loca hasta el punto de confiar en esta subespecie de culto?
-Es absurdo. ¿Cómo puede existir un ser humano así? ¿Qué clase de personas eres? - ella niega con la cabeza, él sonríe enojado.
Dorian lentamente se recogió el cabello con ambas manos, en un gesto involuntariamente sensual, permaneciendo con los ojos cerrados, perdido en quién sabe qué lucha interna por mantener la calma.
Extendió la mano y tomó el rostro de Jane.
Presionó con fuerza a propósito su mejilla derecha, para que ella no lo desafiara.
Mientras tanto sus ojos estaban encadenados llenos de resentimiento, ¿cuál era el punto de usar palabras que no podían explicar la exactitud de sus sentimientos?
Los ojos podrían decir más de lo que la voz podría admitir.
Lo que pretendía ser una advertencia se convirtió en una verdadera caricia. En un instante los resentimientos quedaron a un lado en esa guerra de miradas, solo sintieron ganas de un abrazo o algo más.
Los tomó con una delicadeza sorprendente, su mano y la colocó sobre su pecho, donde bajo capas de piel, músculos y huesos el corazón latía tan rápido que podría haber explotado en cualquier momento.
-Alex no es ingenuo, sabe defenderse. Si no lo hace, habrá una razón: el tono de voz, tranquilizador como el de quien dice la verdad.
-No le pasará nada. - susurró, mirando asiduamente sus labios.
Con un tirón brutal, la atrajo hacia él, usando una fuerza que los hizo a ambos explotar, como llamas cubiertas de gasolina, más cargadas e inexorables que nunca.
-Tu cuerpo se inflama con solo la proximidad del mío, parece que no podemos hacer nada al respecto. ¡Yo te pertenezco! - y como hipnosis, Jane, al escuchar estas palabras, despierta del estado de estupor en el que se encontraba.
-¡Detenlo ahora! - Sí, ella lucha, pero él es más fuerte y la mantiene prisionera.
La respiración de Dorian desciende hasta tocar su oreja. -No niegues que somos como imanes. Hubo un momento al principio en el que no quería intentar algo como esto... Pero ahora, lo sé, Jane, estoy lista. - Dorian libera una mano y la desliza por su columna, sujetando sus muñecas con la otra.
Llega al dobladillo de la falda y la levanta, tocándose el muslo.
-¡Tú eres mía y yo soy tuyo, ni tú ni yo podemos hacer nada al respecto!-
Todo esto es inaceptable para Jane, pero su cuerpo parece tener una opinión completamente diferente. Una oleada de deseo la asalta, Dorian la empuja contra el escritorio, sosteniendo sus manos detrás de sus caderas, empujándola hacia atrás y presionando su intimidad.
Más que violencia, hubo pasión, ardiente, abrumadora, sufriente y atormentada.
Los músculos de la parte inferior de su abdomen se contraen en una pelusa de deseo, mientras Dorian acaricia sus piernas, sus dedos se deslizan debajo de sus bragas y buscan su carne ya húmeda.