No me abandones
Mia Madson
- Mia, ¿por qué haces tanto escándalo? Ahora vienes con esta locura de un mes, quiero que lo firmes pronto -me tiende el papel.
- ¿Y si no lo hago? ¿Qué hará mi maridito? - coge mi copa de vino y la lanza contra la pared.
- ¿La tuya? - lo fulmino con la mirada-. Firmaré Geovane, pero tienes que prometerme que seguirás casado conmigo y mantendremos la farsa un mes más. Sólo así puedo firmar estos papeles, ¿lo tomas o lo dejas? - Le tiendo la mano - ¿Trato hecho? - No me cogió la mano, así que le di la última carta - O no firmo nada - fui tajante - Y entonces seguiremos casados igual porque el proceso de divorcio tardará más que eso o incluso una anulación.
- Eres una manipuladora Mia Madson, de la peor calaña - se enfureció conmigo - Por eso te odio.
- El sentimiento es recíproco, firmaré los documentos, pero se quedarán conmigo - cogí un bolígrafo y firmé el acuerdo de divorcio - En un mes a contar desde hoy te los devolveré y entonces podrás pedir el divorcio.
Geovane se acerca a mí y nos miramos fijamente, nuestros rostros están cerca, nuestros cuerpos también, él quería intimidarme, y yo también lo miraba fijamente, no huiría de esa pelea, nuestras respiraciones estaban muy alteradas, mi pecho subía y bajaba con tanta velocidad y sus ojos se clavaban en los míos, podría jurar que el odio se estaba convirtiendo en otro tipo de sentimiento, porque sus ojos bajaron hasta mi boca y la observaron, nos quedamos ahí unos segundos que parecieron horas hasta que soltó una frase sacándonos de esa escena.
- Manipulador de pacotilla - sus labios casi rozaron los míos y pude oler el vino - Debe ser por eso que la gente habla tanto de ti - se dirigió a la puerta del despacho y me dejó allí sola.
- No hables así de tu prometida, cariño - reí y me dejé caer en la silla, casi sin creerme lo que había pasado allí.
Cogí la carpeta con los papeles y me la guardé en el bolso, y me sentí un poco decepcionada con la actitud de Geovane, sé que nuestro matrimonio no era real, que era una farsa, pero al menos podría haber esperado al final de la fiesta de bodas para pedirme que firmara el acuerdo de divorcio. Volví a la fiesta de mi boda y me dediqué a beber vino, un vino estupendo por cierto. Mi marido vino a mi encuentro, me cogió del brazo y me dijo que nos íbamos de la fiesta, y tal como había hecho me arrastró hasta llegar a su madre, que estaba hablando con algunas personas de la sociedad.
- Mamá, ya me voy. Sólo he venido a avisarte", la madre de Geovane abre mucho los ojos.
- Hijo mío, ya sé que te acabas de casar -se ríe-, pero no tienes por qué salir corriendo así -sonríe, y también la gente que está a su lado.
- Me voy - dice él ya yéndose y ella lo abraza.
- Geovane, Paola va a volver - le advierte mi suegra y parece que se enoja aún más conmigo, como si yo tuviera alguna culpa - pensé que debías saberlo, hijo mío - ella vuelve a sonreír como burlándose de mí y me dice que se acabó el juego.
- Adiós mamá, iré a buscarla y solucionaré toda esta situación - algunas personas, se acercan a nosotros para saludar a los recién casados, pero él solo esboza una sonrisa y me saca de allí.
- Adiós sobrina política - grito y suelto una sonrisa y me mira con el ceño fruncido, creo que no le caigo muy bien, en realidad, estoy segura, porque no soy la nuera que ella quería.
- Deja de tomarle el pelo a la gente - me arrastra hasta su camioneta, abre la puerta y me dice entre dientes apretados - Sube Mia.
- Tranquilo marido, me apetece otra copa de vino, está tan rico -le vuelvo a preguntar, quiero provocarle.
- Entra en el coche, Mia Madson, ahora.
- Sólo un vaso más de vino.
- Entra en el coche -después de que me grite me asusto y me quedo paralizada.
Entonces mi marido se me echa encima y me pongo entre su camión y él, nuestras miradas se cruzan y su respiración afectada hace que la mía haga lo mismo, nos quedamos un rato mirándonos, me humedezco los labios y mantengo su atención en mi cara, igual que en la oficina los dos nos quedamos paralizados mirándonos sin entender lo que estaba pasando, alguien grita el nombre de Geovane sacándonos de esa nube de lujuria.
- Sube a la camioneta, por favor - me dice en voz baja y yo hago lo que me pide.
Me pongo el vestido dentro cerrando la puerta, él lo observa todo, la gente que estaba allí en esa fiesta nos estaba mirando, solo me di cuenta cuando subí a la camioneta y estoy segura que dirán que siempre termino metida en algún lío y esta vez no fue diferente, estaba protagonizando otro pequeño espectáculo con mi marido, un escándalo más a mi lista y chasqueo la lengua y espero que no me cause otro lío o alguna foto filtrada. Todo lo que hago acaba convirtiéndose en noticia, después del primer lío en el que me vi envuelta acabé siendo la "favorita" de los fotógrafos.
Él, antes de subir al coche, pegó un puñetazo en el lateral y parecía muy nervioso, no dijo ni una palabra más y su cara no era la mejor, a veces daba un pequeño golpe en el volante, parece que después de nuestro intercambio de miradas estaba aún más irritado conmigo. Estábamos en una carretera peligrosa, Geovane empezó entonces a correr, parecía molesto, resoplaba cada cinco minutos. El tiempo estaba despejado, pero las nubes grises se habían apoderado del cielo muy deprisa y ahora todo estaba oscuro, se parecía mucho al humor del hombre que estaba a mi lado, y parecía que se acercaba la lluvia, daba miedo y parecía que iba a llover. El viento golpeaba el camino de tierra y levantaba una nube de polvo, y yo me estaba asustando de Geovane que conducía cada vez más rápido perdido en sus pensamientos.
- Geovane, puedes ir más despacio.
- Quédate quieto, mocoso manipulador -empezó a correr aún más deprisa.
- Geovane, no quiero morir, puedes ir más despacio, corres demasiado deprisa -mi voz temblaba de miedo.
Cada vez que hablaba, él aceleraba más y más. Entonces me dio un ataque de rabia y empecé a abofetearle. El hombre parecía fuera de sí, y yo no quería morir, me quedaban demasiadas cosas por hacer con mi vida, demasiados secretos por desentrañar.
- Basta, Mia.
- Para. De. De. Correr. Con. ese. Coche, no quiero morir - Lo atropellé - Parece que estás loco.
Entonces frenó el coche que se paró de golpe, y yo ni me di cuenta de que me había quitado el cinturón de seguridad y estaba arrodillada en el asiento, salí despedida hacia delante, pero las ágiles manos de Geovane me sujetaron y acabé en su regazo, esta vez respiraba con dificultad, porque la situación me daba miedo y mi ajustado vestido me estaba dejando sin aliento, otra cosa que me dejaba sin aliento era estar sentada en el regazo de ese hombre, su mano sujetaba mi cintura, ambos éramos una mezcla de confusión y manos, porque la mía estaba en su traje y podía sentir lo musculoso que era su pecho, miré hacia abajo y él también, y sus ojos se detuvieron en el escote de mi vestido que fue elegido especialmente para provocarlo, y no era mi intención provocarlo de manera sexual.
Y puedo decir que fue bastante provocador, el escote profundo tenía un tul color piel, que me dejaba expuesta, sus manos se movieron y terminaron en mi pecho, fue todo tan rápido que ni siquiera tuve tiempo de asociar lo que era.
Solo pude soltar un gemido, su boca estaba en mi cuello y una de mis manos sujetaba su pelo, segundos después su boca estaba donde mis ojos se habían fijado, mis gemidos se intensificaron, la sensación de su boca en mi piel, la lengua que jugaba cada vez con más velocidad y me dejaba perdida en el deseo. Una mezcla de sentimientos y emociones, algo desconocido para mí, lo bien que se estaba allí hasta que un trueno nos devuelve a la realidad. Nos miramos y rápidamente vuelvo a meter mi pecho en el vestido y me bajo de su regazo. Geovane parece perdido, igual que yo. Acaba diciendo algo que no quería oír, sale del camión y se dirige hacia la puerta del copiloto.
- Sal del coche -señalando al exterior.
- ¿Qué? - Estoy asombrada - ¿Vas a dejarme aquí sola con este tiempo lluvioso?
- Sal de mi coche, mujer manipuladora. Lo hiciste a propósito.
- Geovane, ¿no me harás esto? - Estaba fanfarroneando.
- Sal del coche, antes -me lanzó una mirada y se quedó tan perdido como yo- Mia solo sal del coche.
- Soy yo la que no quiere seguir contigo, loco de atar - me va a decir que suba, me cruzo de brazos y espero, estoy segura, pero no pasó - Imbécil.
Geovane se subió a su camioneta y me dejó ahí parada, mirándolo y sin creer lo que me iba a hacer, el carro me dejó en una nube de polvo, mi vestido blanco se ensució y yo ahí parada sin creer lo que me estaba pasando.
- Imbécil - le di un plátano - Vete idiota y déjame aquí, en esta carretera sola. Haz como si yo no existiera en tu vida.
Ya he tenido bastantes problemas en mi vida, pero esta vez creo que me he superado. No sabía adónde iba, si a casa de su familia o a la ciudad. Mi móvil se había quedado sin batería, algo que ocurre a menudo.
Las gotas de agua empezaron a caer del cielo, no me lo podía creer, mi mala suerte como novia y lo desafortunada que era, nunca he tenido suerte en el amor, de hecho no sé si la he tenido o no, pero con Geovane sé que no la tendré. Comencé a caminar, no podía quedarme ahí parada, después de unos minutos me di cuenta que él no regresaba y me quedé en medio del camino junto a mi esposo. Estaba oscuro y llovía, el viento frío me daba más frío. Me quité los zapatos, sería más fácil caminar y me dirigí hacia la ciudad y caminé durante un largo rato. A lo lejos, un faro iluminó la oscuridad, entonces el miedo me golpeó: ¿seguir por la carretera y pedir ayuda o esconderme?
- ¿Qué hace una novia sola en medio de la carretera? - me dijo el hombre del coche.
- Digamos que la han abandonado -me encogí de hombros.
- Ven, sube, te llevaré a casa - Matteo, el hermano de Geovane estaba allí y me llevaría.