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La partida

Es extraño como se siente el sonido en mi casa. Es una mansión a pie de playa en California y sin embargo y a pesar del acostumbrado sonido del mar siento algo más...unas pisadas o no lo sé, algo va mal.

Tengo  meses de embarazo y mis gemelos están muy sanos dentro de mi. Saber que son dos fue una sorpresa que no esperaba pero que recibí muy emocionada sobre todo por no poder tener a mi marido conmigo para sentir lo que sentí cuando lo supe.

Nuevamente oigo como alguien camina a mi alrededor y pienso rápidamente como alcanzar la pistola en la mesilla de noche pero para cuando voy a moverme ya es demasiado tarde, una mano se aprieta alrededor de mi cuello intentando matarme.

Trato de luchar contra la asfixia que me provoca pero cada vez me queda menos aire. Grito en medio de silencio un nombre que conozco muy bien cuando veo los ojos de quien me intenta matar y entonces empiezo a morir. Ya no me queda aire, mis bebés deben estar ahogándose dentro de mi y me arden los pulmones al tratar de darme oxígeno pero no lo consiguen.

Empiezo a caer en un pozo oscuro que me confirma que estoy muriendo.

Un golpe en mi sien me hace saltar asustada y es cuando finalmente...me despierto.

Me llevo la mano al cuello asustada y empapada en sudor entiendo que solo estaba soñando. Una pesadilla que me ha dado la visión de lo que podía pasar si sigo dando largas a lo que tengo que hacer.

—¿Como dormiste? —me pasa Adhila un vaso con zumo de naranja por encima de la encimera —. Tienes mala cara.

—¡Fatal! He tenido un mal sueño y creo que son esas notas las que me están condicionando.

Ella me pasa la mermelada de fresa y se sienta frente a mi con su café. Es una gran amiga. La conocí aquí cuando me mudé y estos dos meses ha estado siendo mi apoyo. Es rusa y conocía a mi marido, ahora tiene toda la información de lo que acontece y se empeña en que vuelva a Rusia a recuperar mi vida allí para mis hijos pero todavía no me decido. Me costó salirme de aquello pero siento que a pesar de todo, no soy feliz ahora tampoco. Me llegan anónimos todas las semanas, mensajes que amenazan la vida de mis niños si no regreso y hasta el sueño premonitorio de anoche no sentí el peligro de mi negativa.

Adhila es abogada, y una gran amiga. Fue casualidad o no...no lo sé pero no me importa, es la única persona que tengo para apoyarme y me cuida muchísimo. Hace un mes casi muere por interponerse entre un coche y yo y ahora, es todo lo que tengo. De Samuel solo me quedan llamadas telefónicas y no quiero volver a confundirlo, me alegro que esté libre y mejor. Es todo.

—Tengo que irme a Rusia, Nikky.

—¡Lo sé! —respondo y nos miramos.

—Ivanov necesita que vuelva y si los Moskav no le sostienen la candidatura tengo que ir por otro posible apoyo.

Ella trabaja para un político que quiere que si vuelvo, mi apellido le de soporte para su candidatura pero no me he decidido aún. En estos mundos la desconfianza es algo extremadamente común. Él es un tipo prepotente y peligroso pero sabe que yo tengo el poder máximo allá, aunque me mantenga aquí por el momento. Esas notas me las puede enviar cualquiera pero hasta ahora, no había pensando volver. Incluso todo empeora al saber que Adhila se va.

—Organiza una cena con él hoy mismo —ella me mira asombrada —. Vuelvo a Rusia.

—¿En serio? ¿Estás segura?

Sus ojos grises me miran feroces. Sabe que cuando ponga un pie en la nación toda la mafia lo sabrá y se reactivarán muchas cosas. Adhila es morena, preciosa y poderosa. Una mujer altiva y capaz que se ha vuelto mi mayor soporte y si tengo que volver, que sea con ella.

—No voy a esconderme más y tengo que retomar el control de mi linaje antes de que nazcan mis herederos. Ahora estoy sola y cuanto antes cierre estos capítulos...mejor.

—Ivanov no está aquí en Estados Unidos —me comunica —. Tendremos que organizar una reunión a medio camino.

—Que sea en París —exijo pidiendo por Internet una cita con mi obstetra en Rusia —. Esta misma noche cenamos allá.

Paso el resto del día organizando la partida. Las citas que tenia pendiente las anulo y comunico a mi medico de aquí que me iré para allá. Yo sabía que este momento llegaría pero no pensé que fuera tan pronto una decisión tomada.

En el inicio me sentí renuente a volver pero luego supe que no me quedaría lejos...el cabrón de mi marido está vivo y yo voy a volver a quitarle todo el poder directamente en sus narices. Él renunció a mí y yo le haré desear no haberlo hecho nunca. Piensa que no sé nada pero Adhila habla con él, la ge pillado y aunque confío en ella por la forma en que me protege, no le he dicho que la espío y grabo sus conversaciones con Ian. Es la única forma de verlo...igual de sexy que siempre y no sabe que él solito se ha metido en la boca de la loba.

(...)

Cuando aterrizamos en París los hombres re Ivanov nos reciben en la pista y vamos en distintos coches hasta el restaurante donde cenaremos.

La adrenalina corre por mis venas al entrar en el mundo del crimen otra vez y saber que mi marido está al tanto de que hago arreglos para volver y no se puede acercar a mi me provoca deseos internos, arrancando algún gemido incluso... de satisfacción. Será una cena y una vuelta interesante.

—No solemos trabajar para mujeres —sostiene con arrogancia.

Es un tipo prepotente como nadie, altanero y misterioso. Muy guapo. Ojos negros profundos detrás de un pelo sedoso oscuro cayendo por su frente y pintando algunas canas. No disimula que le gusta lo que ve en mi y eso me hace sonreír internamente al imaginar a Ian enfadado. ¡Que se joda!

—Pues aquí está —señalo en derredor con mi índice y una uña perfectamente arreglada —,junto a todos sus hombres puestos a mi servicio.

—Usted es la única, señora.

—Por supuesto —confirmo afirmando ceñuda —. Aunque yo no soy una mujer cualquiera. Yo soy la mujer.

—Sí —masculla soltando el humo de su puro —...lo sabemos; pero se comenta que tiene una hermana gemela.

Me sorprende que tenga esa información pero no dejo que mi asombro me delate, no puedo mostrar debilidad porque entre otras cosas mi única fisura es mi marido y ese, no está aquí.

—Los hermanos, incluso si son gemelos no son más que eso...hermanos —Sonríe guapo como él solo —. Nadie se compara conmigo, señor Ivanov. Lo sabrá en su momento.

—Créame que desde ya puedo verlo.

—¿Entonces tenemos un trato? —extiendo la mano esperando la suya que no

tarda en unirse a mis dedos.

—¡Soy todo suyo, señora Moskav!

—Una declaración interesante, señor Ivanov —me besa la mano y sonrío.

Solo espero que Ian esté viendo mi descarado coqueteo con su futuro asesor del equipo de gobierno. Este juego peligroso y exquisito es algo que estoy tan preparada para jugar como si se tratara de una maldita ruleta rusa. Cuento las horas para estar con mi esposo otra vez y darle de su propia medicina engañosa.

Si fuera más noble incluso me daría lastima con Ian pero como no es el caso...¡que comience la partida!

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