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El traslado

Esa misma noche llego a Moscú después de haber cenado con el ruso en París.

Me alojo en un hotel que gestiona Adhila y sé que mi marido está al tanto de todos mis movimientos. Aunque de lo que no es consciente es del juego al que se está atreviendo a perder teniéndome como adversaria.

Ya imaginaba que estaba vivo cuando Adhila apareció por mi vida casi como si fuera un ángel de la salvación absoluta. Era increíble que una desconocida tuviera poder para sacar a Samuel de la cárcel cuando el único que podía hacerlo estaba muerto. Luego se hizo mi mejor amiga y no soy mujer de tener a otras pululando a mi alrededor sin que nos llevemos mal y finalmente, su interés infinito por los detalles de mi embarazo me hicieron sospechar al punto de descubrir que efectivamente trabajaba para Ian.

Ahora, en este momento estoy enfadada con él. Si quería hacerse pasar por muerto no necesitaba fingir conmigo y, si Alessio forma parte de todo esto —ese es un cabo que aun tengo suelto —, imagino que algo muy gordo se esconde detrás de esta maniobra criptica de Ian.

—Ha llegado un vestido para ti.

Adhila me informa que un anónimo pretendiente me ha enviado un regalo y unas flores de lirio blancas, estoy segura de que ambas sabemos de quien se trata.

Me mantengo fingiendo y paso el día examinando los detalles de mi regreso a Rusia, a pesar de que ya estoy en su suelo.

Ya sabía que mi nuevo socio planea una actividad como recibimiento para mi aunque los demás no sepan en sus inicios que estoy aquí, ya llegará el momento de que lo hagan pero lo importante es que para el negocio, en esta fiesta de negocios y secretos, esté la constancia de mi presencia.

La familia de mi marido no espera que venga a construir un camino distinto sobre el que ellos asumen que tiene derecho a andar. Ni siquiera les he visto después de la supuesta muerte de Ian y no saben de mis hijos, no tenía pensando volver hasta que supe que él aún vivía. Si mi marido va a resucitar por motivos que desconozco...yo lo haré mejor y primero.

Ceno y me preparo para irme a la fiesta justo cuando recibo la notificación de que Ivanov me llevará y Adhila estará regresando a Estados Unidos unos días más. No puedo imaginar para qué pero llego a pensar que estará aquí mismo, reuniéndose con mi marido.

Pero muy a propósito de todo eso, la noche me sorprende y comienza el juego nada más subir al coche de Ivanov.

Al llegar la noche me recoge el coche del ruso y dos camionetas más le acompañan. Me recibe en los ascensores del hotel y su brazo me guía hasta la salida don de abordamos sus autos.

Voy a volver a mi casa mañana en la tarde cuando todo Moscú sepa que estoy de vuelta pero por ahora prefiero que el traslado a mi vida por derecho de organización se haga en el más estricto silencio. Todo a su tiempo y este es para otros menesteres.

—No es una fiesta de máscaras común —me informa. Ya me lo esperaba. Pero no digo nada, dejo que me explique.

—Continúa...

—Las máscaras están diseñadas para que nadie se reconozca —explica pasándome una caja roja de terciopelo brillante —. Solo algunos sabrán quienes son los otros. El resto hará uso y disfrute de la mascarada y cuando todo acabe se irá a casa sin saber con quien ha pasado la noche.

—¡Excitante! —comento.

Mi máscara es me deslumbra cuando la veo. Es una réplica del tamaño de mi rostro de Campanilla, el Hada de Peter Pan. Sus alas cubren mi rostro y hay una especie de código detrás, en el broche.

—Las máscaras tiene un código que será desbloqueado al final de la fiesta. Hasta entonces nadie que entre podrá verse los rostros.

—Interesante.

Miro mi vestido de seda dorado cayendo por las curvas que quedan en mi cuerpo y me siento más hermosa aún. El escote es increíble y mi panza de embarazada se disimula en la caída del vestido, me veo increíble y la máscara es un absoluto acierto. Una auténtica belleza. Casi una obra de arte.

—Espero que se la pases bien y disfrute de la fiesta en su honor. Solo algunos sabemos que ha sido diseñada para recibirla. Los demás asistentes asumen que es un entretenido más pero los que tienen que saber,sabrán en su momento.

Asiento y permito que me coloque la máscara. Siento como se ajusta a mi rostro y un extraño sonido me indica que el código se ha activado.

No entiendo la intención de celebrar una fiesta en mi honor cuando nadie puede ver quien soy pero sé que esto es cosa de mi marido y voy a disfrutar mucho poniéndolo cachondo en la distancia. Y si se acerca, entonces jugaremos otras manos él y yo.

¡Que empiece a girar la rueda del destino!

Me presentan un sin número de invitados y todos de la misma forma, solo se podría reconocer a alguien por la voz pero para eso tendría que ser gente muy conocida entre si o los mismos que hayan asistido en conjunto.

Llegan coches uno detrás de otro haciendo del evento una cosa inesperada y prominente hasta que tengo la señal que esperaba durante toda la noche.

El incómodo e inconfundible sonido me hace mirar al cielo buscando lo que espero encontrar, entonces es que mi corazón se acelera al alzar los ojos y verle. El muy demente ha llegado como nadie más podría hacerlo ...parado con las piernas separadas y una mano aguantando su postura de macho poderoso asomado al helicóptero de pie fuera de el, exactamente en el estribo.

Si antes me ponía encendida...ahora me deja en llamas y nunca nadie más que él podrá apagar el fuego que provoca en mi.

—Nuestro último invitado ha llegado —susurra el ruso en mi oído —. Es un poderoso político pero no habla. Prefiere observar callado todo lo que pasa a su alrededor.

Casi rompo a reír cuando recuerdo los gritos que me da mientras me ordena cada cosa que quiere de mi pero tengo que fingir que no sé quien es y que voy a obedecer y respetar sus costumbres.

El helicóptero toca suelo y mi mirada se vuelve puro llama cuando el fuego en la suya impacta en mi cuerpo. Me lleno de deseos antiguos y aunque muchas suspiran al ver semejante poderío, yo sé que es mío, que soy la dueña de cada espacio de ese hombre que está de pie en el estribo de un helicóptero con una máscara de cristal negro ocultando cualquier identidad de su hermosos rostro.

Solo hay un Ian Moskav... y pertenece a mí, a su mujer y señora.

No hay suficientes cristales que puedan guardar los secretos de su esencia de mi. Sé quién es y siempre lo sabre incluso por encima...de recordar quien soy yo.

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