La mascarada
Es tan cabrón como lo recordaba. Me arde el pecho solo de saber que está aquí, cerca de mi y mirándome como sé que que le gusta. Es como si hubiéramos vuelto a los tiempos en la catedral cuando no podía tocarme pero no disimulaba si deseo de hacerlo.
Niego sonriendo detrás de mi máscara y me alejo del brazo de Ivanov. Decido darle la medicina de los celos a Ian y dejarlo observar de lejos mis encantos en brazos de otro.
Hay candelabros que alumbran este el suelo hasta la altura de las ventanas. Todo el suelo alfombrado en negro contrastando con el blanco de las flores en los jarrones. Lirios blancos exactamente.
La lujosa fiesta está llena de expertos en entretenimiento y una orquesta tocando de fondo. No se si soy yo pero todo luce tan lúgubre como la mafia misma, un tanto gótico y erótico a la vez. Hay mujeres bailando en jaulas ambientadas con tubos de metal para seducir a los invitados, incluso a las mujeres y tengo que felicitar a Ivanov por tan exquisita fiesta de regreso en mi honor.
—Es todo de un gusto...—balbuceo un poco buscando la palabra en mi mente —...peculiar y elegantemente oscuro. Casi turbio y peligroso, diría yo.
—Aqui de ha reunido la crema de la mafia rusa —explica indicándome el paso —, no podía ser de otra manera.
—Pensé que vería a su mujer aquí.
—No hay una mujer en mi vida, señora Moskav —me da la vuelta para abrir conmigo el baile —...hay muchas y usted es la única importante.
—Me siento halagada, pero me refería a una pareja emocional para usted.
Comenzamos a bailar luego de una elegante reverencia y poco a poco los demás se unen a nuestra acción hasta que la pista se llena de gente y dejamos de ser punto de atención.
—No forma parte de mis planes entregar mi corazón —masculla mirando algo detrás de mi —. Sobre todo porque no lo tengo.
—Su humor negro me encanta, Ivanov —concedo con sinceridad.
—Eso es porque no es para nada un chiste, señora.
—Es difícil creer que un hombre tan guapo no tenga una lista de candidatas.
—¿Está coqueteando conmigo? —me da un giro y vuelvo a sus brazos. Ambos sonreímos.
—Estoy siendo honesta y no, yo no he coqueteado en mi vida. No voy a empezar ahora que pertenezco a alguien.
Puedo sentir los ojos de ese alguien desandando mi cuerpo. Lo imagino en alguna esquina intentando pasar desapercibido mientra me ve en otros brazos. Perfecto para darle donde más le duele.
—He decidido hacer negocios con usted porque sé que podemos hacer grandes cosas juntos y me interesa su posición política —se va directo al tema —. Propongo que empecemos a colaborar en dos días. Usted desde la cámara política y yo desde el núcleo de la mafia en la ciudad. Tengo una cita con el futuro presidente del sistema.
—Necesitaré un poco más de ese tiempo pero lo intentaré —nos detenemos al parar la música —. Tengo que reclamar la posición de mi marido a mi suegro y luego tendremos bandera blanca para todo.
He mentido.
No necesito nada. Solo de ponerme delante de ese viejo ya tengo el poder, no necesito decir siquiera algo. Pero...aún tengo que jugar con Ian y de momento no pretendo apresurar mis horas de recuperación con el idiota de mi marido.
—Esperaré su llamada.
El resto de la noche lo paso pululando entre los hombres más grandes y notoriamente ricos de la fiesta. Manos que me reclaman y bailes sensuales que provocan a mi marido, donde sea que esté escondido. Está claro que lo está pasando en grande cuando no ha venido hasta mi. Pensarlo me llena de ansias, y de resquemor también...no quiero pensar lo que sea que esté preparando.
En algún momento de la noche decido irme al bar, pedir algo sin alcohol y salir hasta una terraza donde ver las estrellas con la esperanza de que me siga y empecemos a jugar.
No pasan ni diez minutos y me doy cuenta de que me observan, sé perfectamente quien es y me encantaría que Adhila estuviera aquí para ver su cara cuando apareciera Ian pero los dos son muy listos y es evidente que se cubren las espaldas
—¿Te vas a quedar ahí, solo mirándome?
Me doy la vuelta para encararlo. Me recuesto en el balcón y pongo los brazos extendidos sobre el muro de piedra antigua. Él se pone contra el marco de la puerta y me observa en silencio. Su máscara del Capitán Garfio casi me hace reír. Es tan descarado.
—De acuerdo —vuelvo a hablar yo porque ya sé que no dirá nada —. Te confesaré algo y te pediré otra cosa...Hace semanas que nadie me toca. He estado viéndote por un rato y tu aura oscura me recuerda a alguien. Me apetece que me hagas tuya...y que sigas aquí indica que también me deseas aunque no digas nada.
Espero que mi descaro al ofrecerme le ponga rabioso y se destape su identidad pero como no lo hace le provoco más. Este juego de mascarada me empieza a fascinar.
Me adentro en la habitación a sus espaldas y dejo que mi olor le irrigue el olfato y me sonrío al oírlo mascullar algo en ruso. Me pongo contra la esquina de la cama y recupero su mirada en mi al darme la vuelta.
Muevo la tela de mi vestido para dejar a la vista mis pechos llenos, los pezones se ponen más duros de lo que ya estaban bajo la tela cuando sus labios se abren ligeramente y sus manos se vuelven puños ansiosos por apretarmelos. Es tan él que me enciendo. Me enloquezco y casi puedo sentir el resbalar del deseo entre mis piernas.
—Solo quiero un encuentro fugaz, un instante animal —cierro los ojos tocándome los senos para seducirlo —. Que me tomes y hagas tuyo mi placer. Mi cuerpo será un templo que dejaré que disfrutes y veneres y al final de todo estaremos en una espiral de sexo salvaje del que solo saldremos plenos y satisfechos. Sin nombres, ni memorias más allá del momento.
Me mira y aprieta la mandíbula. Está enfadado, justo lo que quería...que sienta que me ofrezco a otro porque él me lo permite al apartarse de mi. Las líneas de sus mejillas se marcan de lo mucho que aprieta los dientes y a riesgo de que se vuelva en mi contra por los celos, me quito la ropa dejando por completo mi cuerpo desnudo. Le hago saber que no llevo ropa interior y luego me subo a la cama y me pongo de rodillas, agarro entre mis manos unas cuerdas que caen del techo y sedienta de deseo, exijo:
—¡Tómame ya o vete para que otro disfrute de mi!
Al siguiente segundo le tengo detrás. Es como si fuera un vampiro avanzando a toda velocidad tomando mi mandíbula, girando mi rostro hasta el suyo y cuando va a meter la lengua entre mis labios me alejo...
—Mi boca nunca —jadea ansioso —. Mis besos le pertenecen a un hombre que ya murió. Nunca más nadie me besará. Él me dejó y ahora ofrezco mi cuerpo a tí y a todo aquel que desee pero nada más.
Quiero que sepa que no puede tener todo lo que quiera de mi. Que jamás le daría a otro lo que pida pero ni siquera Ian volverá a tener todo de mi porque me ha dejado sola todos estos meses y si pudo renunciar a mi amor...sabrá estar sin mis besos.
Asiente y lo siguiente que hace me indica que ha picado el anzuelo y está dispuesto a jugar...y a perder conmigo.