Librería
Español
Capítulos
Ajuste

El placer de mi entrenador (Parte 1)

Soy Sofia Turner y esta es la historia de cómo comenzó mi aventura con mi entrenador:

Soy nadadora profesional y estoy en las eliminatorias para representar a los Estados Unidos en los juegos olímpicos que se celebrarán el año que viene.

Estuve mucho tiempo buscando, junto con mis padres, un entrenador que se adecuará a mi madurez actual. Mi entrenadora anterior era buena, pero su intención siempre fue prepararme para competencias locales y no puedo negar que eso era a lo que tendía hace un tiempo, pero ya no. Quería llegar más lejos y es por eso que comenzamos a buscar un nuevo entrenador que tuviera la confianza en mi y en mi idea de llegar hasta los olímpicos.

Es ahí cuando encontramos a Erick. Un hombre de unos 38 años, con cabello de color castaño ligeramente canoso, musculado y con una mirada café penetrante que te hace estremecer por su profundidad.

Es un hombre muy atractivo, además de ser sumamente talentoso. Junto con mis padres supimos que era el indicado apenas los llego su curriculum. Es un exclasificado a los juegos olímpicos en nado sincronizado, que lastimosamente no pudo participar debido a una fractura que sufrió, que le impidió cumplir su sueño.

Es una leyenda y es todo un honor tenerlo como entrenador.

—¡Ve más rápido, Sofia! Sabes que puede hacerlo mejor —pese a mi concentración, mientras me impulso con velocidad a través del agua, escucho sus palabras y presiono más mi cuerpo para hacer caso a sus órdenes.

Llego a la otra punta y doy la vuelta para volver al inicio de la piscina, intentando mantener el mismo ritmo. Mis músculos arden por el esfuerzo, pero no paro. Tengo que mejorar mi tiempo para antes del sábado y trabajar sobre él para mejorarlo y así estar segura de ganar la clasificatoria.

—Tiempo —vuelvo a la superficie y me encuentro con la usual cara neutral que Erick le regala a todo el mundo.

—¿Y? ¿Qué tal estuve? —le pregunto, ina vez me coloco los lentes sobre la cabeza.

Hace una mueca. Ese gesto hace que mi estómago se refuerza. ¿Es que acaso no lo hice bien?

—Has superado tu récord, Sofia —dice como si nl fuera la gran cosa, pero para mí lo es todo.

Yo grito y nado en círculos por toda la piscina flotando de felicidad. Después de mi nado de felicidad, me vuelvo a acercar y apoyo mis antebrazos a la orilla de la piscina para seguir la conversación.

—¿Por cuanto lo superé? —le pregunto.

—Dos segundos y un poco más.

Salgo de un salto de la piscina y corro a abrazarlo, sin importarme el que yo esté mojada y él seco.

—Gracias por estarme ayudando, Erick. No sé qué haría sin ti.

Él no emite palabra, sorprendido por mi arrebato y puedo llegar a sentir como algo en su zona baja comienza a presionar contra mí. Sé perfectamente que es su miembro. Pese a no se correcto toda esta situación, no me aparto.Mas bien, comienzo a sentir como mi cuerpo reacciona ante el calor que se está creando entre nosotros.

Mis pezones se endurecen, mi piel se estremece. Nuestras respiraciones se vuelven más pesadas y los latidos deben ir a millones de kilómetros.

Me despego un poco y dirijo mi mirada a la suya. Sus ojos, pese a ser oscuros, se notan dilatados. Su boca está entre abierta y su mirada viaja de mis ojos a mis labios repetidamente.

Posa sus manos en mi cintura y mi piel quema ante el tacto que tiene contra él, pese a verse obstruida por el material del enterizo.

Seguramente no debo verme nada atractiva con el gorro y los lentes sobre mi cabeza, estando toda mojada, pero innegablemente mi cuerpo es el que se lleva el protagonismo. Mis pechos, pese a dedicarme a la natación desde que era solo una infanta, son sumamente sugerentes y llenos. Es algo que he heredado de mi madre, al igual que las curvas que componen mi cuerpo. La sangre latina que viene del lado de mi padre se hizo notar a través de ellas.

En pocas palabras, soy una mujer que no tiene los atributos para ser una nadadora de mi talla, pero de alguna manera, todo funciona y me siento no solo sexy, sino también poderosa.

Estamos unos segundos más en esta posición, hasta que Erick me aparta y niega con la cabeza. De inmediato mi cuerpo se congela y todo el calor que reinaba en él hasta hace un momento, desaparece.

—Es mejor que vayas a descansar. Ya es tarde y necesito que estés aquí temprano mañana —la frialdad reina en su voz.

Asiento, con una seriedad casi palpable, dándome vuelta para dirigirme a las duchas. Todo lo que acaba de suceder fue un error. Al menos ante sus ojos.

Para mi fue una experiencia excitante. Algo que nunca había experimentado.

Tengo 19 años. Mi vida ha girado siempre en torno a la natación y nunca tuve tiempo de ir a fiestas, hacer amigos o enamorarme. Es tal punto mi desconexion en ese punto que todavía soy virgen. Nunca me interesó ningun chico o algún hombre. Eso hasta que llegó Erick.

Desde que comenzamos a nadar fue un camino sin retorno en cuanto a mi placer. Nunca me masturbé tanto como lo he estado haciendo durante los últimos meses.

Si bien, antes lo hacía regularmente para destensarme y no sobrecargar de estrés, ahora es algo excesivo. Estoy caliente todo el tiempo y ahora es uno de esos momentos.

Me apresuró a tomar mi toalla y corro a la ducha una vez me he desnudado completamente y tengo las cosas necesarias para mí baño.

Abro el agua caliente y la reguló con la fría. Mientras guindo la toalla y dejo todo en su lugar. Una vez creo que el agua está en la temperatura perfecta, dejo que la misma corra sobre mi y me moje completamente. Es relajante, pero no funciona para bajar la excitacion que atraviesa a mi cuerpo.

Abro los ojos para confirmar que no hay nadie más en el baño. Cuando estoy segura de que estoy completamente sola, no lo pienso dos veces y me llevo mis manos a mis pechos y comienzo a tirar de mis pezones con regularidad, imaginando que en vez de ser mis manos, son las de Erick las que me complacen.

Suelto un gemido al imaginar sus manos grandes y rudas sobre mi pecho. Imaginando la presión por el placer de tenerlos entre sus manos.

Continuo tocándome el pecho derecho, mientras mi otra mano baja a mi centro y tomo entre mi índice y el pulgar mi clitoris para frotarlo.

El calor y la humedad que me rodea, solo crea un ambiente más sensual. Me apoyo contra la pared y me complazco imaginando que es él el que genera todo esto sentimiento a mi cuerpo.

Me acerco a mi centro e introduzco dos dedos en mi interior, mientras continuo frotando mi clitoris con la palma de mi mano y presiono mi pecho derecho con fuerza.

De un momento a otro abro mis ojos y diviso a Erick mirándome desde la distancia, por la zona de los casilleros. Me mira fijamente y yo continuo tocándome mientras mis ojos están anclados a los suyos.

Es todo hipnótico e increíble. El placer que estaba sintiendo se multiplico por tres al saber que él se encontraba viéndome.

¿Estaré generando algo en él? ¿Estará empalmar por escuchar mis gemidos y suspiros, mientras pronunció su nombre? Ante la curiosidad, decido salir de la ducha, sin importarme que el agua escurra por el suelo, dejando mi mirada anclada a la suya.

Una vez lo alcanzó, me quedo a unos metros de distancia, permitiendole vislumbrar mi cuerpo desnudo de pies a cabeza. A medida que sube sis ojos, el recorrido que hacen, provoca un calor en cada una de las zonas por las que se detienen.

Mis ojos se fijan en algo y bajo la mirada al pantalón deportivo de Erick, donde no está esforzándose por ocultar su notable erección.

Él se da cuenta que me encuentro hipnotizada por su virilidad y la reacción que tiene al detallar cada rincón de mi cuerpo.

—¿Qué se supone que haces, Sofia? —pregunta con dificultad.

—¿Qué se supone que haces tú, Erick? —contraataco, usando su propia pregunta, mientras me acerco lentamente a él, contorneando las caderas de un lado al otro, lo que provoca que respire con mayor dificultad.

Cuando estoy justo frente a él, intenta retroceder, pero yo me acerco nuevamente. Seguimos en este juego en silencio, hasta que choca contra uno de los casilleros y no tiene a donde más ir.

—Dime, Erick, ¿qué era lo que hacías mirandome mientras me bañaba? —le pregunto sensualmente, cruzando los brazos sobre mis pechos, haciendo que resalten mucho más.

Se relame los labios son despegar sus ojos de ellos, antes de disponerse a hablar.

—Escuché que me llamabas y me acerqué a ver si estabas bien.

—¿Y qué más?

—Nada más.

—Mentira —me acerco más, al punto de que casi se tocan mis senos con su fuerte y corpulento pecho—. No me digas que apenas me viste tocándome no te quedaste porque querías escuchar como genial tu nombre. No me digas que esto —acerco mi mano de forma temblorosa a su miembro aún erecto y lo acaricio con un intento de seguridad. Sale de mi un suspiro fusionado con un gemido al sentir su dureza. Es la primera polla que toco y es impresionante como se siente contra mi mano—, no es porque no me deseas. Muchas veces has demostrado lo contrario.

Suspira pesadamente y niega con la cabeza.

—No deberías estar haciendo esto. Eres una niña y soy tu entrenador. Esto no está bien.

—Pero si no está bien, ¿por que se siente tan bien? —la sensibilidad que desprende mi voz es una que nunca creí que podria llegar a salir de mi.

Acerco mis labios a su cuello y deposito varios besos a lo largo de él.

—Tienes que detenerte, Sofia —me dice.

—¿Y si no quiero? —sigo, mientras continuo besando su cuello.

—Voy a perder el control y no habrá vuelta atrás.

—Quiero que pierdas el control y no vuelvas atrás —le digo con voz desafiante y es ahí cuando todo se va a la mierda y sus labios se posan sobre los míos de forma brutal y necesitada.

Es un torbellino de besos y lenguas chocando. Es un beso que desde afuera puede que no sea agradable, pero refleja la necesidad y las ganas que tenemos el uno del otro.

Erick toma mi cabello y nos da vuelta, estampandome contra los casilleros, haciendo un ruido fuerte, pero que no nos inmuta en el momento, solo nos importa el placer que se puede llevar a generar en el otro.

Baja su boca hasta mis pechos y los toma entre sus manos y chupa con hambre y ansia. Pasa de un pecho al otro y le da la atención que necesita cada uno.

Enredo mis dedos entre su cabello y lo presiono más contra ellos. Sentir su boca succionando mis pezones es como estar en el cielo. Es un tipo de placer que nunca experimenté y que nunca creí posible. Es tal el placer que su tarea me está causando que llego al orgasmo.

—¡Oh mi dios! —grito y siento cómo mis piernas se entumecen y se debilitan. Él me toma entre sus brazos y me sostiene, apoyándome contra los casilleros.

—Eres sensible, pequeña —dice al separar su boca de mi pecho—. Vamos a ver que tan sensible eres allá abajo —Esboza una sonrisa mientras se pone de rodillas y me insta a abrir las piernas.

Ahora se viene lo bueno.

Descarga la aplicación ahora para recibir recompensas
Escanea el código QR para descargar la aplicación Hinovel.