Priscila 7 años
Nebraska llevaba de la mano a su hija mientras a su lado Rodrigo y Nicolás la acompañaban. Hades iba delante conversando algo con Noa y Alan y parecía divertido pues estos dos se carcajeaban constantemente. El lobo les sacudió la cabeza como si fueran cachorros muy jóvenes y eso parecía avergonzarlos. La omega sonrió levemente. Eso era lo que se había imaginado para una familia. Un padre para sus hijos y una felicidad plena como esposa.
Hades había tenido trabajo constantemente por lo que a veces solo podrían reunirse para almorzar y cenar y después de ponerse al día con lo que hacía cada uno de ellos y preguntar si necesitaban algo, volvía a sus tareas. En la noche caía casi muerto en la cama y había momentos que dejaba que ella lo bañara y le diera un masaje. No le molestaba para nada hacerlo. Era verdad que había trascurrido un poco más de 7 años después de la gran tragedia pero el tiempo se medía en los lobos de una forma diferente, tanto que los años pasaban como si fueran días.
Todavía quedaban secuelas de aquellos sucesos y aunque habían logrado restaurar a la manada de hierro y ubicado a todos sus integrantes aún no tenían un líder. No había nadie que cumpliera con las expectativas necesarias como alfa. Aunque había rumores de una loba que estaba siendo entrenada por Layan que pronto podría tomar el lugar de reina. Eso aligeraría parte de la carga del líder del Consejo de llevar dos manadas.
Nebraska se detuvo en la parte trasera del inmenso patio de la mansión. Esa tarde, después de poder escaparse Hades, les sabía propuesto salir a correr. Quería enseñarle a Priscila como era la transformación a pesar de que a ella le faltaran algunos años para desarrollarse. Los lobos no alcanzaban su capacidad hasta alrededor de los 15 años, pero con lo avanzado que estaba el desarrollo de la niña era mejor precaver.
A diferencia de los cachorros de su edad Priscila ya caminaba a los 6 meses, hablaba a la perfección a los 8 y podía leer por si sola al cumplir su primer año cuando esto eran cosas que los lobos comenzaban a mostrar síntomas a partir de los 3 años. Además el cambio estaba siendo visible ya en su cuerpo. Parecía una niña incluso más alta para su tiempo y con rasgos más maduros. Era como si el crecimiento de ella se viera fraccionado a una cuarta parte del tiempo normal, cualquiera podría decir que tenía al menos 10 años más de los que realmente tenía. Internamente era algo que les preocupaba tanto a Hades como a Nebraska, aunque ellos no comentaban nada a las demás personas a excepción de César. Él estaba al tanto de la situación e investigaba sin obtener muchos resultados.
Cada día que pasaba el alfa tenía que reconocer que Priscila se parecía más a su madre, aun así había detalles que las diferenciaban, era hermosas, cada una a su estilo. Se sentía bendecido por todo el cariño que estaba recibiendo en estos años. Cuatro lobos que tanto como lo ayudaban lo ponían en problemas, una lobita que a pesar de ponerse molesta con él algunas veces, con un simple beso ella lo disculpaba y una formidable esposa que lo apoyaba en todo momento incondicionalmente y a la que le entregaría el mundo si fuera necesario.
—Sonríe como un bobo, alfa— Alan se burló después de notar que este miraba a Nebraska y Priscila sentarse sobre el césped.
—Me parece que hay cierto cachorro que se está tomando varias atribuciones y ya no me respeta— Hades se recargó contra él sin utilizar todo su peso— Tienes alguna idea de algún correctivo para él— se cruzó de brazos y le sonrió con una sonrisa lobuna.
Alan se tensó y corrió contra Nebraska abrazándose contra su cuello.
—Ma, me quieren castigar— actuó como un cachorro pequeño, eso siempre funcionaba.
—¿Hades, qué le hiciste?— Nebraska regañó al alfa acariciando la mejilla de su hijo.
—Ma, fue culpa de Alan— Rodrigo le comentó al oído.
—Lo sé, pero tú no digas nada— le respondió ella de la misma forma.
—Nebraska, me parece que tú y yo tenemos que hablar seriamente esta noche— se fingió indignado
—Sí, seriamente— Noa pasó por el costado haciendo una mueca— Sabemos muy bien de qué hablan ustedes cuando la puerta está cerrada de noche. Por eso no nos dejas dormir con ella—
—Noa— le reprendió Nicolás tras sus palabras dejar estupefactos a sus padres que solo tenían la boca abierta— Nosotros tendremos nuestra oportunidad de raptar a nuestra madre y tenerla para nosotros, no critiques al acaparador del alfa—
—Cachorros, mídanse, su hermana está aquí— los regañó Nebraska avergonzada con Hades y tapando los oídos de su pequeña, sus hijos verdaderamente habían ganado demasiada confianza al relacionarse con el alfa en los últimos tiempos.
Los machos se burlaron como si aquello fuera parte de su rutina. El ambiente se sentía realmente bien. Priscila no comprendía sus comentarios y solo se mantenía sonriendo sentada en las piernas de Rodrigo.
—Bueno vamos a correr, tengo trabajo en la tarde y necesito despejar la mente. Quién me acompaña— Hades se incorporó quitándose la camisa.
Los chicos se miraron y asintieron con la cabeza, correr con el alfa se había convertido en una tarea realmente retadora. El lobo tenía una agilidad digna de su capacidad muscular y patas largas y fuertes y el objetivo de ellos desde la primera vez que lo hicieron era pasarlo. Noa y Alan incluso habían utilizado sus trucos intentando derribarlo pero era demasiado rápido y solo terminaba burlándose de ellos.
Rodrigo dejó suavemente a su hermana al lado de su madre antes de dejarle un beso en la cabeza y unirse al grupo. Los cinco lobos pronto estuvieron desnudos transformando sus cuerpos, dejando que sus pieles se cubrieran de espeso pelaje y aparecieran todos sus rasgos lobunos. Hades fue el más rápido en hacerlo, mientras mayor era la edad más fácil se volvía la transformación.
Recordaba sus primeros años y maldecía ser lo que era. Su madre siempre los había apoyado pues si padre estaba realmente ocupado con la reunificación y gracias a ella el dolor era más soportable, pero de igual forma no eran buenos recuerdos. Los huesos se quebraban, se encogían, se estiraban, cambiaban al igual que los músculos y todo eso era mandado directamente a su cerebro. A esta altura ya ni siquiera lo sentía pero sus hijos todavía lidiaba con eso pues les tomó un tiempo considerable llegar a su forma original.
Se notaba que eran hermanos, todos ellos tenían un pelaje parecido, con alguna que otra mancha que los diferenciara, además de su altura. Noa era el más pequeño de todos pero el diablillo era por lejos el más rápido del grupo, cosa que molestaba sobre todo a Alan que nunca podía pasarlos. Nicolás a pesar de ser el segundo hermano era el más corpulento y más alto, tal vez porque siempre estaba entrenando cuando tenía un tiempo libre con el objetivo de tener la fuerza de proteger a sus hermanos. En cuanto a Rodrigo, su pelaje era el más oscuro y su tamaño mediano a pesar de ser el mayor. Hades había decidido que debía entrenarlo más.
—Amor voy a correr con los cachorros— Hades se giró hacia ella revisando por última vez el estado estable de su hija.
—No todos ellos son cachorros— Nebraska le rectificó.
—Es más fácil hablar en plural y además a ellos no les molesta— alzó los hombros a pesar de que el ceño fruncido de Nicolás y Rodrigo le indicaban que no estaban de acuerdo con eso pero ya era una batalla perdida, para hades ellos serían siempre sus cachorros aun si por sus venas no corriera su sangre.
Nebraska los vio irse y se giró hacia su hija acariciándole el pelo. A Priscila siempre le gustaba que la estuvieran tocando por lo que sonrió cuando esta le sobó la cabeza.
—Tu hermano mayor hizo un desastre en tu cabello— Rodrigo había insistido en aprender a peinarla después de ver a Nicolás hacerlo— Déjame arreglarte para cuando ellos vengan—
—Si ma— Pris se corrió poniéndose delante de ella.
Nebraska desató el reguero de torpes trenzas y una calidez la recorrió. Su hijo poco a poco se estaba mezclando con su familia y hacía su mejor esfuerzo. A pesar de todas las preocupaciones sentía que podía respirar tranquila al menos por ahora. Trenzó nuevamente el cabello de Priscila y besó su cabella abrazándola. Su hija tenía un olor suave, casi parecido al jazmín, relajante y ligero que daba ganas de fundirse con él y sumía a la omega en una tranquilidad increíble.
—Ma, tengo hambre— Priscila jugaba con los dedos de su madre —Podemos comer algo mientras pa regresa—
—¿Qué quieres comer?— Nebraska miró por donde se habían ido los machos sabiendo que tardarían al menos una hora en regresar, siempre se emocionaban mucho y Hades aprovechaba para hacerles el recorrido por la manada.
—Cualquier cosa que me des está bien— un olor llegó a ella que le hizo quitar la atención de su madre. Un delicioso aroma que era mejor que toda la comida que le pudieran dar.
Nebraska suspiró, su hija era poco exigente para algunas cosas. Se giró para buscar en la cesta que habían traído con demasiada comida. Había desde panecillos, hasta un trozo de carne que Hades y Alan habían insistido después de llegar a la conclusión que necesitarían proteína.
—Pris, quieres algo dulce o salado—
Esperó la respuesta de su hija, pero esta nunca llegó—
Nebraska abrió los ojos alarmada y se giró encontrando solo un bulto de tela en el suelo. Estaba sola.