Su lobo
El corazón de Nebraska se detuvo un momento, el lugar, donde antes estaba su hija completamente solo. La omega se levantó alarmada buscando por los alrededores pero solo quedaba el bulto de ropa en el suelo y nada más. Una de las razones que le preocupaba de su hija es que su peculiar olor no era fácilmente detectable, no dejaba rastro, por lo que no podía saber a dónde se había ido.
Nebraska entro en pánico. No podía ser. Había pequeñas marcas lobunas en el césped. Se agachó y las repasó con la punta de sus dedos abriendo los ojos con sorpresa.
Priscila se había convertido en lobo.
Eso no era una buena noticia. Ella no estaba en tiempo todavía. Su cuerpo no tenía la fortaleza para hacerlo o eso era lo que ellos habían creído. Estaba en la mitad del tiempo. Además la primera transformación era la más peligrosa. Siempre era aconsejable que uno de los padres estuviera junto al cachorro.
En la primera transformación se perdía la noción de todo, a tal punto que los más jóvenes podían correr kilómetros sin medir su fuerza. Las emociones eran demasiado fuertes y si no se tenía cuidado el cachorro podía perecer de cansancio.
El pánico aumentó dentro de ella hasta que el calor del vínculo con Hades la envolvió pudiendo volver a respirar. En los últimos años se había hecho tan fuerte que él podía saber a precisión como se sentía ella y consolarla. Incluso sus pensamientos se entrelazaban si estaban cerca. Después de perder sus poderes pensó que este rasgo, el puente que había creado especialmente para su esposo, lo había perdido pero solo se había debilitado.
—¿Qué pasa?— la voz de él se oyó preocupada— No es normal que estés así de alterada—
—Pris, Pris, ella...— Nebraska ya se quitaba la ropa para transformarse pero un olor conocido llego a ella y sus manos se detuvieron. Acaso era...
Una pequeña loba corría desbocada por el bosque buscando ese aroma dulce con el que tanto anhelaba tener cerca a pesar de todas las advertencias de su familia. Lo había captado mucho antes que nadie y su cuerpo solo reacciono por reflejo. Pero ahora no podía ubicarlo, todo a su alrededor era intenso y por momentos perdía la noción se lo que estaba haciendo, de a donde tenía que ir, qué tenía que hacer.
Además su velocidad no era constante. Por muy leves periodos sus patas era como si no tocaran el suelo y todo pasara a una inmensa velocidad a su alrededor. No podía decir que era una sensación agradable. Cada vez que esto ocurría sus patas tocaban el suelo, adoloridas de golpe y le tomaba minutos recuperar la dirección.
Además sus sentidos estaban tan atentos que era abrumador. Podía oler muchas cosas que la aturdían, el musgo fresco, la tierra, las diferentes flores que no podía ver. Sus oídos palpitaban, hasta el leve movimiento de las hormigas sobre los troncos de los árboles eran como golpes directos a su cerebro.
Corría, corría como loca, ya no sabía a dónde, solo quería estar cerca de aquella ancla que la mantenía cuerda dentro de la tormenta de nuevas sensaciones en su interior. Todo volvió a volverse borroso pasando por su lado hasta que se detuvo de golpe con un tronco en su camino, que la hizo tambalearse hacia atrás y caer sentada en sus traseros.
Gimió de dolor. De su morro goteaba sangre que salpicó también sobre sus ojos. Intentó quitarlo con las patas delanteras, el olor del líquido viscoso era demasiado intenso y repulsivo e inundaba toda su nariz.
Gimió otra vez, quería a su padre, quería a su madre, a sus hermanos ¿Dónde estaba? No quería estar sola. Y aun así su cuerpo quería seguir corriendo a pesar de que en su cabeza solo anhelaba estar con su familia. El dolor ahora le permitía que su conciencia estuviera de vuelta aunque fuera solo un poco, pero lo suficiente para detenerse en su lugar a pesar de que esto le causó un intenso dolor en sus patas de la tensión.
De su garganta salió un gemido lastimero, ella solo era una simple cachorra.
—Tranquila, no llores— unas botas se detuvieron delante de ella. Priscila no podía saber quién es su nariz estaba llena de sangre obstruyendo sus fosas nasales.
Aquella persona se arrodilló delante de ella y lamió la punta de su morro con cuidado. Acto seguido el dolor fue historia. Como por arte de magia y Priscila se quedó muy quieta. Mantenía los ojos cerrados pues la sangre no le permitía abrirlos pero hizo un esfuerzo.
Pronto, con un pañuelo, la sangre fue quitaba de su piel y por fin ella pudo ver y oler nuevamente solo para ser invadida por aquella deliciosa fragancia. El olor de un macho alfa, de su lobo. Movió la cola exasperada. Él había venido y estaba precisamente delante de ella.
—Alguien está contenta con verme, a ver quién es la pequeña cachorra— el hombre acarició la cabeza, solo podía sentir una suave fragancia florar saliendo de la cachorra totalmente diferente.
Acción errónea, un calor abrasante y demandante recorrió su brazo que lo hizo retroceder y quedarse mirando a la loba sentada que parecía atenta a él olvidándose de todo a su alrededor.
—Priscila— la voz de Hades resonó fuerte cerca de ellos casi como un gruñido.
Su imagen se proyectó tan rápido que parecía difusa. Había utilizado su habilidad en un momento de desesperación al recibir el mensaje mental de Nebraska que su hija había desaparecido. Pero se llevó una gran sorpresa con lo que se encontró.
—¿Layan?— Hades retomó su imagen humana tan pronto como llegó— ¿Priscila?— miró después a la loba y no había duda, su hija tenía un olor característico. Se acercó a ella y la cargó entre sus brazos, al loba lamió su mejilla con entusiasmo.
—¿Esa es Priscila?— la voz de Layan sonó sorprendida —¿Estás jugando conmigo Hades? Solo no nos hemos visto en 7 años, de qué me perdí—
El lobo lo miró por encima del hombro.
—Tampoco te extrañé Layan— notó que su hija miraba al otro alfa con atención queriendo ir con él Te explicaré después— comenzó a caminar pero se detuvo Y no te acerques a mi hija—
Layan alzó una ceja.
—No creo que sea a mí a quien tengas que decirle eso— el pelirrojo metió sus manos en los bolsillos de su pantalón.
Hades gruñó y después prestó atención a su hija ahora que la adrenalina estaba pasando. Priscila estaba en su forma de lobo, muy joven como para que aquello pasara pero César le había advertido la última vez que lo había consultado, debían pasar años antes de que ocurriera pero ya no había vuelta atrás. Y lo que más le preocupaba es que ella no había pedido precisamente la conciencia como ocurría con los demás cachorros. Ella estaba tan atenta al lobo caminando a su espalda que daba miedo.
—Pris, transfórmate— le ordenó Hades acomodándola en sus brazos.
La loba alzó sus orejas y giró la cabeza hacia un lado. Hades se alarmó al ver restos de sangre manchando su pelaje pero no encontró ninguna herida.
—Vamos preciosa, si tu madre te ve así se va a preocupar si te ve en ese estado preciosa— besó su morro.
Esto pareció surtir efecto en la cachorra y asintió con la cabeza como su comprendiera y cerró sus ojos. Poco a poco su cuerpo fue tomando tamaño, el pelaje disminuyendo, sus dedos formándose, su cabeza llenándose de cabello oscuro en hondas que le cayó sobre su rostro, y todo sin mostrar la menor expresión de dolor. Como si aquello fuera realmente fácil para ella, algo totalmente atípico, siempre la primera transformación era como el infierno pero ella solo lo hacía sin problemas.
Una vez en su forma humana Priscila rodeó el cuello de su padre con sus brazos y recostó su barbilla sobre su hombro mirando hacia atrás. Layan estaba tan impresionado por lo ocurrido en los últimos 5 minutos que apenas si podía hablar
Una gota de sudor corrió por su sien. La chica lo enfocaba tan fijamente con aquellos enormes orbes plateados que su cuerpo se sentía pesado. La última vez que la había visto era cuando ella había nacido, tan pequeña que cabía en sus brazos pero aun así demasiado poderosa. Ahora, años después evitando visitar a Nebraska o las reuniones con Hades solo para no cruzar camino con ella, precisamente sus caminos se habían interceptado encontrándose no con una simple cachorrita, sino con una niña que aparentaba más años de los que tenía.
Si, hades tenía que explicarle y mucho.