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Priscila 3 años

Noa caminaba por los pasillos de la mansión con su hermana entre sus brazos. La pequeña reían jugando con los cabellos del lobo mayor jalándolos con cuidado. Su hermano había logrado escaparse con la princesa después de robársela a Alan y Nicolás que insistían en pasar el tiempo con ella, pues ese día sus padres estaban sumamente ocupados.

—Hoy hermanita, vamos a aprender cosas nuevas— el lobo le sonrió pellizcándole la mejilla rosada.

—¿Qué vamos a aprender? —la niña sonreía  mientras entraban en la inmensa biblioteca general de la manada.

—Siran me dijo que te enseñara sobre las grandes manadas— dejó a Priscila sentada en el medio de la alfombra y se dirigió a unos de los estantes cogiendo un libro grande de cubierta de piel.

Volvió y lo dejó sobre el hombre tomando el lugar de su hermana. Priscila curiosa tocó el material del libro y se emocionó. Gateó hasta el regazo de su hermano y se sentó allí cómodamente. Noa besó la cabeza de su hermana, Catalina nunca había sido tan cariñosa con ninguno de ellos, si, se mantenía a su lado pero evitaba la mayor parte del tiempo su contacto. Por su parte Priscila le gustaba ser cargada, tomar sus manos y darles besos, sobre todo a su madre, ella no contaba precisamente, Pris era uña y carne con la loba, a su padre y a su hermano mayor Rodrigo que de vez en cuando vacilaba si devolvérselo, pero quien podía negarse a aquellos hermosos plateados de la niña.

Noa abrió el libro buscando un capítulo en específico.

—Mira Pris— señaló el mapa que abarcaba los dos páginas— Este es el mapa central donde están las grandes manadas de esta zona. Aquí estamos nosotros— rodeó la zona de la manada de Plata que se extendía incluso donde anteriormente estaba la manada gris— Esta es la manada de hierro, por el momento no tiene alfa o reina y está siendo cerciorada por el Consejo— Después desplazó su dedo aún más allá. En ambos extremos del mapa habían dos zonas con una coloración diferente, una tan blanca contrastante con la zona tan roja que había incluso partes negras.

—¿Noa qué son esas?— Pris miró hacia arriba con el dedo extendido hacia el libro.

—Ah, esas zonas, nunca he ido a ellas, son las manadas más alejadas. Son la manada de hielo y de fuego, pertenecientes a los alfas gemelos. Serán idénticos en apariencias pero su carácter son precisamente como el nombre de cada una de sus manadas— sonrió Nao recordando la única vez que había tenido un acercamiento a ellos.

Los alfas eran igual de grandes que Hades, con un imponente y extraño cabello plateado, una característica que era totalmente extraña en cualquier lobo. Ya de por si era extraño que eran gemelos y con el cabello de aquella coloración, fueron simplemente fenómenos, pero una vez que demostraron sus habilidades callaron los hocicos de todos y pocos años después ya eran la cabeza principal de sus futuras manadas.

—Pa también es gemelo con tío—dijo inocentemente Priscila —Y ellos se parecen mucho—

—Si, Hades y Leoxi se parecen bastante aunque, hizo memoria, no, quizás no se parecen tanto— se burló.

—¿En qué no nos parecemos?— la voz del Comandante resonó en la habitación acercándose a ellos—

—Tío Leo— Priscila le sonrió y le alzó los bracitos para que la cargara.

El lobo se acercó con una sonrisa de medio lado y se dejó caer en la alfombra cansado, el día había sido realmente agotador y necesitaba unos minutos para el mismo hasta que oyó su nombre. Noa lo miró con una gota de sudor en la sien y una sonrisa traviesa. A pesar del carácter duro del lobo, ya sabía que no le haría nada. Él y Alan habían establecido una relación con el lobo después que este los sometiera a cierto entrenamiento del que no quería acordarse, culpa de su padre adoptivo que quería que estuvieran preparados por si algo ocurría en el futuro.

Leoxi agarró a su sobrina y la dejó que trepara sobre él hasta agarrarse a su cuello y dejando varios besitos en su mejilla.

—Tío, estás sucio—

—Qué hace mi sobrina diciéndome esas cosas— la reprendió Leoxi con una sonrisa y alborotándole la maraña de rizos oscuros— Tu tío estaba trabajando hasta ahora mismo fuera de la mansión, que esté totalmente limpio es un milagro—

—Pris es muy quisquillosa— se burló otra vez Noa cerrando el libro.

—No te detengas— le dijo Leoxi— Sé que le estabas en enseñando sobre nosotros—

—Si tío, aprendí que hay varias manadas, hay una de fuego, otra de hielo y hermano— se giró hacia el lobo menor —No me mencionaste la manada de Lailai—

—¿Lailai?— ambos lobos se miraron confundidos. No conocían a nadie que se llamara Lailai, no, nadie cercano, a menos que...

—Preciosa— Leoxi le giró la cabeza hacia arriba — ¿Dé quién estás hablando?—

Priscila hizo un puchero que hinchó sus regordetas mejillas.

—De mi lobo, ese de cabello rojo, con el que me casaré— mostró una gran hilera de dientes blancos.

Una vena palpitó en la sien de Leoxi.

—¿Priscila, estás hablando de Layan, el líder del Consejo?— la vio asentir con energía agitando su cabello.

Leoxi fingió una sonrisa. Había escuchado del tema mucho antes de que la cachorra naciera de los labios de su reina pero había pensado que era una broma. Además Layan apenas si tenía tiempo de estarlos visitando por lo que los caminos de la loba y él no se habían cruzado en todo ese tiempo

— Mi hermosa sobrina, lo siento pero no te casarás con ese lobo, primero sobre mi cadáver—

La sonrisa se desvaneció del rostro de Priscila siendo reemplazadas por gruesas lágrimas que escaparon de sus ojos. Acto seguido un fuerte sollozo invadió toda la biblioteca dejando a los dos lobos petrificados. Priscila se llevó las manitos a sus ojos y los cubrió levantándose torpemente del regazo de su tío donde había estado sentada y caminó como pudo hacia la puerta. Sus piernitas eran cortas a pesar de que parecía un poco más grande para su tiempo.

Noa y Leoxi solo se miraban estupefactos mientras los gritos sollozantes de la pequeña se esparcían por los pasillos.

Hades oyó a su hija llorar y soltó todo lo que tenía en sus brazos corriendo hacia ella con la velocidad digna de su habilidad. La encontró caminando apoyándose de la pared.

—Papááááá— alzó las manitas cuando lo olió. Tenía los ojos cerrados de tantas lágrimas.

El alfa se arrodilló y la cargó preocupado. Ella sollozaba contra su hombro sin consuelo. Hades oyó a Noa y a Leoxi correr hacia él y los miró dubitativo.

—¿Qué le pasó que está llorando así?— movía a su hija entre sus brazos sobándose la espalda para tranquilizarla.

—Que Leoxi se lo negó— respondió Noa rascándose la mejilla.

—¿Qué negó?— Hades se estaba desesperando, se ponía en muy malas condiciones cuando veía a alguien derramar lágrimas así, fuera de su familia o de su manada.

—Tío no quiere que me case con Lailai— la respuesta sollozante de la niña le pareció cómica a pesar de estar en un mar de llanto.

—¿Pris, quién es Lailai?— le limpió inútilmente una de las mejillas con el pulgar.

—Layan— concluyó Leoxi solo causando que el rostro del lobo se congelara.

—Claro que no— gruñó Hades— Claro que no te casarás con él— recalcó

Los sollozos de Priscila se detuvieron un segundo y ella se separó un poco de su padre mirándolo con los ojos muy abiertos. Esta vez, el sollozo que le siguió fue aún más fuerte pudiéndose escuchar bastante lejos. Alguien no estaría contenta con aquello, alguien de cabello oscuro y ojos violáceos.

—¿Qué le están haciendo a mi hermana?— Nicolás apareció detrás del alfa y agarró a Pris llevándola contra su pecho —Tranquila Pris, respira— pero la niña lloraba a moco tendido.

—Nosotros solo...— Leoxi justificó.

—Sí, ya sé, escuché toda la conversación, pero— se giró hacia Hades— Alfa disculpe si soy irrespetuoso, pero ella es muy cachorra como para entender ciertas cosas, aún si es más inteligente de la media, no puede entender la razón de su negación—

Nicolás dio una reverencia y se dio media vuelta.

—Me la llevaré hasta que todos se calmen y puedan hablar como lobos civilizados— y se alejó de ellos calmando a la niña que empapaba su camisa.

—Creo que ma no estará muy contenta cuando escuche lo que acaba de pasar— Noa sonrió tímido, esa noche Nebraska les iba a gritar a todos, incluyendo a los que no estaban allí. Era raro verla hacerlo pero cuando se molestaba era de temer.

—Noa, no eches más sal en la herida— Hades suspiró y se llevó el cabello hacia atrás. Se imaginaba el rostro de su reina, ya habían tenido esa conversación que había quedó con solución inconclusa, un lobo sin comprender, una loba molesta y ambos sin hablarse por todo un día. El peor día de su vida. Por suerte él había cedido porque Nebraska era implacable cuando se trataba de sus hijos. Siempre los ponía antes que todos, incluso de él. No era que le molestara mucho pero en ciertos asuntos era un real problema porque...

¿Cómo demonios le explicas a una lobezna de 3 años que no puede estar con la persona que ella quiere? Pues, no, no puedes

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