*CAPÍTULO 4*
El reloj marcaba las ocho menos diez cuando Sharon se levantó y caminó hacia su amplio closet , hurgó entre todo lo que tenía en busca de algo que se ajustara a la ocasión. Está era una nueva Sharon, una llena de un gran y nuevo propósito en la vida, su apariencia sobria, serena, recatada, ya no servía de nada, necesitaba renovar su guardarropa ya que de ahora en adelante necesitaba cosas más. . . atrevidas.
-¡Aja!- exclamó complacida- tú, eres el más apropiado – sacó un bello vestido rojo, con la espalada descubierta, y su falda amplia que caía en hermosos pliegues, era algo que por lo general no usaría sino para una ocasión muy especial, pero aquella lo requería – deslumbraré el día de hoy- las acompañó de unas sandalias doradas y un bolso del mismo color, argollas, collar, y todas las prendas necesarias para sentirse poderosa en su apariencia – perfecto – dejó todo sobre la cama y se fue directamente a la ducha, Veinte minutos más tarde cuando salía del cuarto de baño, su madre le esperaba sentada en el borde de la cama acariciando el vestido con ojos que brillaban de esperanza.
-¿Vas a salir, Sharon? - no podía ocultar la alegría que sentía, verla fuera de su habitación y tan hermosa, sólo podría ser una buena señal.
-Si- afirmó con una amplia sonrisa.
-Y. . . ¿A dónde vas, hija mía?
-Digamos que es una salida de negocios.
-¡Qué alegría que decidas reanudar todo, mi vida! - internamente elevó una plegaria de agradecimiento a Dios.
-Si madre, ahora déjame sola, necesito llegar temprano.
-¿Qué te traes entre manos, Sharon McWayer? -quiso indagar un poco. Aunque estaba feliz de que saliera, había algo en ella. . . diferente. Sus ojos tenían un extraño brillo, y una sonrisa ladeada no se borraba de su cara.
Era complicado, observaba a su hija sabiendo de que era su niña, la hija que había tenido, la hija que había criado, pero algo había cambiado, algo dentro de ella se había transformado, sus ojos ya no brillaban con amor, con inocencia, con ternura, ahora, por el contrario, tenían un extraño brillo, un evidente dolor, mostraban una profunda tristeza, pero sobre todo; irá, una ira contenida y desmedida, algo había ocurrido y ella necesitaba saber qué pasaba en la vida de su hija, cómo podría ayudarla, tenía una herida y debía sanarla
-Nada que tengas que temer- dijo mirándola fijamente para luego darle la espalda.
Media horas más tarde bajaba al encuentro de su familia, había secado su cabello, y se había colocado buen maquillaje, el vestido se ajustaba a cada una de sus curvas.
- Estas preciosa, hermanita. Parece que vas a conquistar un corazón- Sharon sonrió, su hermano podía ser muy perspicaz.
-Gracias, Henrry.
-Me alegra que hayas decidido salir un rato, supe que los preparativos de la boda te harían reaccionar- el semblante de Sharon cambio completamente, sus ojos reflejaron un brillo amenzante que hizo que su hermano abriera mucho los ojos.
-No habrá boda – dijo tomando un poco de zumo de naranja. Trabajaba en controlar su respiración, intentando no tener una explosión emotiva frente a su madre y su hermano intentaba hacer tajante, parca, mostrando sólo lo necesario
-¿Qué?- preguntaron madre e hijo al unísono.
-Como escucharon, no habrá boda, es así de simple no hay nada que decir, no hay nada que explicar, sencillamente no habrá matrimonio, así que pueden ir cancelando cualquier preparativo que se hubiese adelantado para dicho evento.
-Pero. . . ¿Qué sucedió?
-Entonces, ¿a dónde vas?
-A vengarme- dijo con una sonrisa que causaba escalofríos.
-¿Vengarte? – Henrry estaba totalmente desconcertado, jamás había escuchado a su tierna hermana hablar de venganza y menos había visto todo el odio que se reflejaba en aquellos hermosos, pero ahora fríos ojos - ¿de quién?, ¿Por qué? ¿Cómo?
-Voy a vengarme de Kittyanyelis Johnsom y Colt Marsh.
-¿Kitty y Colt? – dijo su madre gimiendo horrorizada al escuchar la manera tan despectiva con la que se refería a su novio y su mejor amiga.
-Un momento Sharon, aquí hay algo que no has dicho aún- la miró con preocupación.
-¿Qué pensarían si les dijera que encontré a mi prometido y a mi mejor amiga haciendo el amor?, ¿me entenderían entonces?.
-¡Santo Dios! - exclamó su madre llevándose ambas manos al pecho, era difícil procesar lo que su hija decía, Colt siempre había sido un buen muchacho, había mostrado su amor desmedido hacia hacia Sharon, cómo era posible que ahora la engañara y precisamente con su mejor amiga.
-¿Qué estás diciendo?- su hermano se mostraba evidentemente sorprendido.
-Lo que escucharon. Ahora, me pagaran tan humillante traición, y lo haré de una manera contundente y dolorosa.
-Hija, vengarte no te dejará nada bueno, solo te envenenará el alma.
-Mi alma ya está envenenada, madre- dijo con profundo odio - con un veneno lento pero letal, veneno que arde, que quema, que consume - escupió aquellas palabras con irá contenida- jamás en mi vida me había sentido tan traicionada, tan humillada, tan desvalida, he perdido a dos de los seres que más amaba en mi vida, mi prometido aquel que había jurado amarme, protegerme, valorarme con quién iba a casarme... y mi mejor amiga, mi mejor amiga, cómo se supone que debo afrontar esto.
-Yo no iré en tu contra nena, acaba con ellos, porque si yo consigo a Colt lo mataré con mis propias manos.
-¡Henrry! – le reprendió su madre horrorizada, aquellos no parecían ser sus hijos, no los dulces jovencitos que ella había educado.
-No hermano, ese placer lo tendré sólo yo, no le mataré, pero convertiré su vida en una terrible pesadilla. Debo irme – dijo Sharon y se puso en marcha.
Al llegar a su destino, caminó hacia la recepción dedicándole a la secretaria una ámplia sonrisa.
-Buenos días.
-Buen día señorita, ¿en qué puedo ayudarle?
-Usted No puede ayudarme en nada- dijo seca- solo quisiera que me comunique con el señor Knox.
-Permítame anunciarla – la secretaria tocó el botón del interlocutor- señor, disculpe que le interrumpa, pero tengo a una señorita que desea verle.
-Estoy desocupado Margaret, hazle pasar.
-Si, señor – soltó el botón- adelante por favor – dijo señalándole la puerta, Sharon batió su espesa melena frente a ella.
-Gracias – Margaret no comprendió ¿Por qué aquella odiosa y estirada mujer le produjo una punzada de envidia?, con su hermoso cabello, ese vestido tan lindo y esa sonrisa parecía que no existía nada en el mundo que pudiese preocuparle, no como ella que debía ocuparse en trabajar duramente para mantener a una madre moribunda, dos hermanos menores, y un pequeño hijo que representaba toda su vida.
Benjamín Knox era un hombre alto, fornido, muy atractivo, con facciones dulces, ojos brillantes y una ámplia sonrisa, se puso de pie para recibirle.
-Buenos días- ella sonrió seductora, una sonrisa acorde a su nueva personalidad. Se acercó con movimientos graciosos, tambaleando su silueta de un lado a otro.
Benjamín carraspeó.
-Buenos días, tome asiento señorita. . .
-Sharon – dijo con un ronroneo sensual- Sharon McWayer – aleteó las pestañas.
-Es todo un placer señorita McWayer.
-Oh no. . . por favor, llámeme Sharon- se humedeció los labios en un gesto tentador- me agrada mucho mi nombre.
-Así lo haré – dijo algo turbado- a ver. . . ¿en qué puedo ayudarte Sharon?
-Mmm... digamos que necesito un pequeño favor- le dedicó una encantadora sonrisa qué hubiese deslumbrado hasta el corazón más duro.
-Por supuesto, el que quieras.
Sharon se puso en pie y comenzó a deambular por la habitación muy provocativamente.
-¿El que quiera?
-Si está dentro de mis posibilidades, no te lo negaré Sharon – Ella se acercó con pasos firmes colocó sus manos a medio escritorio y se inclinó hacia adelante, la tela se corrió un poco, dejando al descubierto buena parte de sus cremosos senos, Benjamín carraspeó varias veces y se aflojó el nudo de la corbata.
-Quiero. . . que despidas a Kittyanyelis Johnsom.
-¿Qué? - exclamó poniéndose en pie - ¿pero, por qué?
-Algo personal. . . dijiste que no me negarías nada. . . será un favor que sabré agradecerte siempre – Sharon enarcó una de sus bien cuidadas cejas.
-Lo siento Sharon pero no puedo hacer eso, Johnsom es una excelente empleada, me costaría mucho trabajo llenar la vacante.
-Ben querido, sé que podemos llegar a un acuerdo, se acercó a él, lo tomó de la mano y lo llevó para que ocupara nuevamente la silla, luego se sentó sobre sus rodillas, lo miró directamente a los ojos y acarició sus hombros- no te preocupes, yo conseguiré el remplazo, con un empleado diez veces mejor que ella- Benjamín miró sus labios y estuvo a un ápice de ceder.
-No – carraspeó- definitivamente no.
-Es un pequeño favor, Ben.
-Lo siento pero no puedo complacerte -Sharon le miró furiosa, se puso en pie y lo miró ceñuda.
-No aceptaré un no por respuesta, quise intentarlo por las buenas pero en vista de que no piensas colaborar. . .
-¿A qué te refieres?- la miró ceñudo, sin comprender nada.
-Si no despides a Johnsom. . . destruiré tu empresa.
-Pero, por favor – dijo con sorna- ¿cómo harás eso?
-¿No te dice nada mi apellido?- enarcó una ceja.
-¿McWayer?. . . – Benjamín pensó y de pronto abrió sus ojos como platos- eres la hija de Edwin McWayer, como no pude reconocerte, eres la heredera de. . .
-Exactamente– le interrumpió sonriendo maliciosamente- haré que tu empresa desaparezca totalmente y que no quede de ella, ni los recuerdos. . .está en tus manos la decisión- abrió sus manos hacía él, cómo queriéndo acentuar sus palabras.
Un largo silencio reinó hasta que Benjamín bajo la inquisitiva mirada de Sharon, pronunció las palabras que ella quería escuchar.
-De acuerdo – suspiró y Sharon sonrió.