Capítulo 3 [Sorpresas]
Janelle Bullrich
Febrero 21.
Empiezo a despertar cuando siento la lengua de algo lamiendo mi cara. Es Rufus mi cachorrito, bueno no es tan pequeño, pero igual sigue siendo mi bebé. Es un Siberian Husky así que no es muy grande. Lo jalo de sus patitas intentando no hacerle daño metiéndole a la cama para dormir otro rato. Y el sueño vuelve, aun tengo tiempo para dormir cinco minutos más. Por lo que me acomodo mejo, o eso intenté hasta que oí como van abriendo despacio mi puerta. Asomo mi cabeza por encima de la cobija, y mi rostro de felicidad va aumentado a medida que la veo acercarse. No lo puedo creer...no puedo.
— ¡Janelle! — es mi prima. Esa niña loca que adoro.
Hoy cumple doce años y la amo tanto que casi se me hace imposible que ella esté aquí. Dios, la extrañaba demasiado. Y que haya venido de Australia hasta aquí para pasar conmigo, me hace muy feliz.
—¡Amelia! ¡No lo puedo creer! Dios, estas hermosísima—Rufus sale corriendo hacia ella—. Se supone que solo vas a tener doce años y estas mucho más preciosa que yo, te envidio de verdad— le digo mientras salgo de mi cama a abrazarla con todas las fuerzas y la miro de pies a cabeza mientras ella no deja de sonreír —. Has iluminado mi día.
—Me vas a hacer llorar y sabes que no me gusta—replicó y me reí.
—Ven aquí, quiero que me cuentes como es tu vida en el internado, ¿Conociste a algún chico guapo, te gusta alguien? ¡Ay por Dios quiero saberlo todo! — exclamo más emocionada que nunca.
—Este... Janelle—se puso roja—si me gusta un chico, pero yo no le gusto— dice cabizbaja. La miro, preguntándome ¿Qué es lo que acaba de decir?
—Para—le pedí y levanté su rostro— primeramente, eso es imposible. Dudo mucho que en Australia haya alguna niña más hermosa que tú así que óyeme bien, tu deja tus nervios y le vas a hablar—abrió los ojos exageradamente—. Si, Amelia sé que suena descabellado, pero tienes que intentar saber si en realidad no le gustas, no pierdes nada... espera ¿han hablado alguna vez? — le pregunto cuando me doy cuenta que no se ni siquiera sé quién es, yo no quiero que mi niña sufra por ningún idiota.
Ella tiene que hacerlos sufrir si es el caso, pero mientras yo viva esta niña no va a llorar por ningún hombre.
—Si, él está en mi clase de álgebra y la semana pasada tuvimos que hacer un trabajo juntos, pero me puse tan nerviosa que me porté muy torpe, es más, él se reía de los gestos que hacía cada que me tropezaba— me dice un poco apenada.
—Haber niña, si lo hiciste reír, no importa de la manera que lo hayas hecho, ya tienes cuatro puntos con él. Cuando regreses a Australia me vas a escribir todos los días, quiero estar informada y así te podré ayudar para que él quiera estar contigo hasta que te aburras nena, ¿oíste? — le digo, como si yo fuera la maestra en casos de hombres, yo, que desde hace una semana no me he podido sacar de la cabeza al hombre de ojos grises.
—Si, lo haré, solo no me hagas hacer muchas de esas cosas raras de seducción porque dudo que pueda hacerlo— la miro y estallo en risas recordado aquella vez que le quise enseñar algo de eso y ella empezó a ponerse nerviosa, así que mejor no le enseñe nada.
Sé que es menor aun, pero desde ya tiene que darse cuenta que en cualquier circunstancia, un hombre es demasiado débil ante una mujer, o eso creo.
—Descuida no será nada sobre eso. Algo que sí te pido es que, ante cualquier circunstancia, siempre se tu misma, y si no le gustas, pues él se lo pierde— digo sin mucha importancia — ¿Cuántos años tiene?
—Tiene dieciséis años—me dice bajando la mirada, por poco y me atranco con mi propia saliva.
—Te admiro y te respeto— le digo sin creerlo— pero no dijiste que está en tu clase de...
—Álgebra. Si, es que en el anterior instituto donde estuvo no le daban álgebra, o algo así, y tiene que recibir la materia desde el curso en el que estoy— me quedé pensando. Eso es raro, pero está bien.
— Bueno preciosa te veo en la tarde, tengo que irme al instituto, te amo y si ves a mi hermana, avísale que en la noche salimos, las tres—le aviso mientras me encamino a la ducha.
— ¿A dónde nos vamos? — pregunta.
— En la noche lo sabrás—digo observando su rostro de molestia y se cruza de brazos—. No te pongas así. Es una sorpresa—suavizó el rostro y sonreí—. Si sales cierra la puerta con seguro—le pido.
—Espero que sea una buena sorpresa, porque sabes que no me gusta quedarme con la intriga—bufa advirtiéndome y se encamina a la salida.
Al acabar de vestirme, bajo y cojo lo primero que veo en la cocina que son dos manzanas y salgo. No encontré a mis padres por ningún lugar, supongo debieron ir a la empresa, —ellos son arquitectos, se conocieron allí y no se han separado jamás— hasta lo que sé. Eso es bueno, una relación madura.
Subo a mi Bugatti y manejo lo más rápido que puedo, evitando pasarme del límite de velocidad, estoy a punto de llegar atrasada.
Cuando por fin llego al gran instituto Golden Britch, noto que mi amigo está parado en la entrada. De a poco me voy acercando y cuando me ve. Observo su rostro demacrado, como si no hubiera dormido toda la noche.
—¿Sucede algo? — le pregunto y no me mira.
Se aclara la garganta y respira hondo antes de responderme.
—Si Janelle.
—¿Qué?
—Ayer me acosté con Layla...—dice agachando la cabeza. Y lo miro sorprendida. Este día me va a traer demasiadas sorpresas.
—¡Mierda Josh! ¿En qué estabas pensando cuando paso eso? — le reclamo.
—Lo siento. Se que me equivoque, pero... fuimos a hacer la tarea del señor Miller, y una cosa llevo a la otra y de pronto la estaba besando.
—¿Es una equivocación? —ironicé—. Vaya que sabes cómo hacer sentir mal a una mujer. Si ella te llega a escuchar sabes que talvez no te vuelva a hablar, niñito.
—No Janelle. Es que ustedes más que nadie, saben que no me sé expresar bien respecto a estas situaciones—se incomodó—. Fue instinto, Janelle, estábamos haciendo el trabajo y solo la besé—soltó, pero me daba un poco de gracia su rostro de sorpresa, miedo y confusión. Me evité reír.
—Como en el Bar—recordé.
—¿De qué hablas? —pregunta frunciendo las cejas.
—Mierda, de verdad esa noche debiste estar muy borracho. Ese día la besaste, yo los vi, pero no dije nada, pensé que si lo recordarías— le digo sorprendida negando. Y alcanzo a verla—. Y hablando del rey de roma...
—Hola chicos — saluda Layla como si nada llegando hacia nosotros, mientras yo la veo sorprendida porque no demuestra nada menos que alegría. Como siempre. Y Josh ni siquiera la mira—¿Sucede algo? Demonios Josh, te ves fatal — dice ella y levanto las cejas volteando a ver a mi amigo.
Por poco y suelto una carcajada, miro a Josh que talvez esta igual de sorprendido que yo.
—¿No tienes nada importante que contarme? — le pregunto mientras alzo mis cejas.
—Ah sí, hoy no podré salir con ustedes, tengo una cita con el chico nuevo—dice y juro que ya no se en dónde meter la sorpresa que me cargo ahora, siento que mis ojos por poco y se me salen.
Esto es irreal.
—En fin, este mundo es de locos—murmuro suspirando—. Ustedes son de locos— digo negando mientras riéndome y me adelanto sola al instituto.
Y así pasamos toda la mañana, cuando tuvimos receso salimos juntos, Layla me hablaba del chico nuevo, Ostinn. Mientras que Josh no nos dirigió palabra alguna, y en su momento se levantó hecho una furia y se fue con sus amigos, me sorprendió que Josh se comportara así, hubiera esperado eso de Layla, pero de él jamás.
Pero así es la vida, jamás terminas de conocer a una persona.
—Por cierto, hoy vino Amelia—dije alegre.
—Iré a visitarla, me hace falta distraerme un poco.
—¿Segura que no tienes nada que contarme? —cuestiono y por inercia las dos volteamos a ver a Josh que se encontraba con sus amigos.
—No, la verdad. ¿Aun tienes la identificación falsa de Amelia? —preguntó de repente.
—Por supuesto.
—¿Hoy es su cumpleaños verdad? —asentí—. ¿Qué tal si salimos?
—Pero es lunes Layla—le reproché e hizo un puchero—. Bueno, si Amelia acepta saldremos esta noche—eso pareció alegrarle la vida— aunque la quería llevar a un lugar, pero se quedará toda la semana, así que la llevaré otro día.
—El chico nuevo...
—No, si viene él, no—me apresuré a decir y frunció las cejas—. Es noche de chicas Layla.
—Y si llevas a Cael—negué cansada—él es divertido. O mejor. Intenta contactar a Strauss—dijo con una sonrisa levantando sus cejas. Abrí los ojos y me acomodé en mi lugar.
—No, claro que no...
—Yo tengo su número—lo pensó—. O bueno, lo tiene mi padre. Pero no me sería difícil contactarlo—sonrió con picardía y la oferta era tentadora, pero...
—No. Noche de chicas—repetí.
Pero luego se lo pediría. Talvez me dé ganas de hablar con él un momento. O talvez no.
—Está bien. Eres tan aburrida cuando quieres. Le diré a Ostinn para quedar otro día—rodó los ojos y me reí.
Creo que romperé la primera regla y a como dé lugar intentaré que estén juntos. Porque, aunque sorprendentemente ella no demuestre lo mucho que le afecta lo de Josh, lo está haciendo.
Pues bueno, se me hace fácil romper corazones, ¿qué tan difícil puede ser unir a estos dos?
Megan Bullrich
Escucho discutir a mis padres y salgo de mi habitación.
—Mamá, papá—los llamo y me prestan atención.
—Hija...
—¿Sucede algo?
—Si—responde papá—. Hija tenemos que hablar contigo y tu hermana.
—Janelle aún no ha llegado, pero lo hará pronto. ¿Qué sucede?
—Sé que conoces a tu hermana, de hecho, mucho más que nosotros—suspiró y me acerqué a la sala—. ¿Crees que nos perdonaría, si...?
—Si, ¿Qué?
Me acerco y mi madre no dice nada. Mantiene la cabeza agachada con lágrimas en sus ojos.
—Megan—escucho a Amelia.
—Amelia, ayúdanos—solloza mi madre y Amelia se acerca.
—¿Qué pasa? —preguntó.
Y los dos se quedaron en silencio. Mi corazón estaba saltando en mi pecho con fuerza.
—Vendimos a tu hermana—jadeó mi madre y fue como si me tiraran un balde de agua helada.
—¿Qué hicieron, que? —reclamé y volteé a ver a Amelia que se había quedado en un estado de shock, mirándolos.
—Eso...—tartamudeó Amelia—. ¡Ustedes no le pueden hacer eso a ella! —gritó y me acerqué a tomarla de los hombros.
—Teníamos una deuda...
—¿Tenían? —cuestioné molesta y Amelia comenzó a llorar.
Mis padres asintieron y Amelia se soltó de mi bruscamente.
—Significa que le cargaron un problema que no es de ella, y pagará las consecuencias—soltó mi prima—. Ustedes no pueden cortar su felicidad así—sollozó.
—Lo sé Amelia, pero...
—No hay, pero, tío. Y siéndoles muy sincera, espero que no les perdone—suelta furiosa—. ¡Ella no se merece esto! ¡Es su hija! Como pudieron—sollozó—. La pondrán muy triste...
Murmuró alejándose de nosotros. Volteó a mirarme molesta y salió a la parte trasera de la casa.
—¿Por qué no me vendieron a mí? —cuestioné calmada con unas lágrimas desbordándose por mi rostro—. ¿A quién?
Se quedaron callados y negué.
—Él la quería a ella—susurró mi madre y volteé a ver a mi padre.
—Y tú, que otro argumento tienes—me molesté y ni siquiera se atrevían a mirarme—. Vamos, al menos habla para decirme a quien la...
Me costaba demasiado creer esto.
—Strauss—pronunció y me paralicé.
—Están mal de la cabeza—sollocé mirándolos mal—. Los amo mucho, pero en este momento ustedes no pueden hacerse llamar padres—los dos levantaron los rostros mirándome—. Espero que soporten la rabia de Janelle, y la entiendo y a apoyaré. Porque yo no les voy a ayudar en nada—escuché un auto afuera—. Iré a tranquilizar un poco a mi prima, que mi hermana ya llegó.
Los dos se miraron y suspiré subiendo a la habitación en la que Amelia está. ¿En qué cabeza cabe tal cosa?
—Megan—dijo Amelia con lágrimas en sus ojos—. Diles que no la obliguen, ella no será feliz—murmuró.
—Lo sé—lloré—. Todo saldrá bien y esperemos a que Anton no sea tan idiota como parece. Ella es fuerte, mucho más que yo. Lo logrará—susurré.
—Espero que sí, o me la llevo a Australia, no dejaría que sufra nunca—murmuró en mis brazos.
—Yo también haré lo posible para que no sufra—dije eso más para mí que para ella.