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FALL DOWN:

Imaginar la caída estrepitosa de un astro tan hermoso como el Sol, sería algo inaudito, imposible de imaginar, indescriptible y horrible, la luz se iría con él, y los seres humanos no están preparados para el monto de oscuridad que vendría con ello, no podrían con el dolor de saber que la desolación será parte de su sí mismos a cada paso y, la llama de la vida se extinguirá poco a poco, entonces, ¿así se siente caer?, imaginar que el corazón es el sol y el alma la luna sería un buen indicio, necesitando de ambos para mantenerte vivo, el cuerpo sin un corazón no funciona, el cuerpo sin alma, está igual de muerto, y saber que, aquello impensable viene de la mano de quién nunca podría ser posible, de quien te ha ofrecido el manto de protección que te ha mantenido con vida, quien ha sido tu cielo, de la estrella más brillante y hermosa, de la que proveía de luz a tu alma, dejando esta marchita y vacía, carente y triste, ¿Qué queda?, Sólo eso, caer,

CAPÍTULO I: CAER.

Y, ¿caer duele?. No, es saber quien te dejó ver el precipicio lo que mata.

ALEXANDRE BUBOIS

Duele, duele mucho, era lo único que podía pensar entre mientras el quinto trago caía por su garganta y quemaba, lento y caliente, burbujeando hasta desaparecer en su estómago, dejando un ligero picor a su paso.

Alexandre estaba herido, herido y dolido por alguna razón que ni siquiera tenía sentido por el mínimo hecho de que la persona que lo provocaba ni siquiera era consciente de eso.

Leonel no lo amaba, y Alexandre nunca había tenido el valor suficiente para decirle cuánto lo deseaba, posiblemente fue lo mejor, Alexandre no estaba preparado para un rechazo, de hecho no lo estaba para nada en lo absoluto, demasiado apegado, demasiado enamorado, tan tímido y tan solitario que no podía darse el lujo de perderlo.

Ni siquiera toda la imaginación de Alexandre y los múltiples posibles y horribles escenarios que había creado en su mente durante toda su vida respecto a cómo de la manera más drástica y patética posible terminaría su relación con Leonel pensó en esto.

Voy a casarme.

No, Alexandre simplemente no estaba preparado para eso.

Su enamoramiento por Leonel empezó posiblemente como el de cualquier adolescentes, mucha cercanía y sonrisas tímidas, el cuidarse la espalda el uno al otro, ser amigos en las buenas y las malas, amistad que creció y fortaleció con el paso del tiempo así como cualquier cosa referente al pelinegro que creciera en su interior.

La adolescencia es dura, con ella vienen cambios y uno de estos es dejar atrás esa niñez preciada para comprender que el mundo está lo suficiente jodido para ir por él con una sonrisa.

La vida es como una llama que quema, profundo y reduce a cenizas en un abrir y cerrar de ojos el alma de quien sea su víctima, sin embargo Alexandre sobrevivió, de hecho podría decir que lo único que habría podido matarlo fue la primera vez que Leonel se acercó con una sonrisa en el rostro y le dijo.

Tengo novia.

Y Alexandre tembló, por dentro rodl en él se removió en disgusto y sólo pensó en que posiblemente de una manera no muy bonita perdería a quien consideraba su mejor amigo, para ese entonces con apenas doce ni siquiera se le pasaba por la cabeza que esas sensaciones le iban a arrastrar a un abismo asqueroso y frío del que nunca podría salir.

Alexandre lleva ocho años enamorado de su mejor amigo, y lo peor es que este no lo sabe.

Porque es demasiado estúpido para ver como los orbes del castaño simplemente destellan con solo verlo y su atención se concentra en su persona dejando de existir cualquier otra cosa.

También cabe la posibilidad de que el miedo al rechazo, la angustia e incertidumbre heterosexual de Leonel haya orillado a Alexandre a tomar la decisión de nicna decirle la verdad.

Quizás incluso el hecho de que el peligro si bien no era homofóbico Alexandre a veces podía denotar la incomodidad en sus hombros tensos cuando sus amigos Dean y Lucius se ponían demasiado cariñosos.

Y Alexandre no quería eso con él.

El rubio había aprendido a conformarse con las sonrisas, besos en las mejillas, apodos mimosos y abrazos de osos que el pelinegro le regalaba en cualquier lugar mientras lenrepetia que era suyo y nunca podría irse.

Le hacía sentirse querido.

Bien.

Necesitado.

Y Alexandre sabía que no era sano, de hecho a su alrededor todos posiblemente sabían su secreto, y si bien le decían que se alejara y tomara otro camino él, no se creía capaz de hacerlo.

¿Qué le diría a Leonel cuando preguntara el por qué su mejor amigo había decidido tomar distancia?.

Si lo hacía, Alexandre tendría que ser sincero y dejar en tela de verdad todo lo que ha estado ocultando por años, las sonrisas falsas, las felicitaciones carentes de sentido, los bueno deseos lleno de veneno, las veces que lloró hasta la madrugada cuando Leonel le presentaba una chica nueva, cuando los veía besarse incluso cuando se quedaba en casa del peligro y sin poder hacer más nada que moderna la almohada para calmar sus desesperados gritos y lamentos de ira tenía que oír el placer que le provocaba fundirse en el interior de la chica que ocupara su cama.

Y aún así, Alexandre siempre se quedó.

Porque realmente no r la razones para irse, era su culpa, en su mente él había cometido el error de enamorarse de su mejor amigo, de velo más allá de lo fraternal, de querer verse bonito para él, de sacarle una sonrisa, de que recibir su atención, sentir sus brazos y por esos soñados te amos que nunca serán destinados a él.

Me voy a casar.

Y Alexandre lloró, hace tiempo no lo hacia, de hecho habían comenzado a apagar su frustración, soledad y tristeza con sexo, habían muchos hombres dispuestos a eso, y Alexandre sabía o atractivo que era, todos sus candidatos era altos, fuertes, con tatuajes y cabello negro, el típico bad boy que le encendía lo suficiente para tener una simple rollo y no recordar su nombre después.

La primera vez fue cuando delante de todos durante una fiesta donde asistieron las amistades que compartían en común, Leonel le canto a Rose, una bonita chica de cabello negro, piel blanca y hermosa, con una particular forma de ser entre dulce y venenosa que en su muy particular opinión era imposible de odiar, esa noche Alexandre tuvo que por como este se le declaraba delante de todos, y gritaba que la amaba.

Alexandre estaba lo suficientemente dolido, como si tuviera derecho para largarse de ahí, irse a un bar y terminar en las sabanas de un desconocido que jamás volvió a ver.

Leonel se enteró al mes de comenzar con tal récord, al comienzo parecía furioso, cabe decir que Alexandre era virgen, por un momento el rubio creyó que quizás todo no estaría perdido, si la reacción del pelinegro era esa, podría tener un poco de interés en él, así que con esa idea terminó llevando uno de sus ligues a las reuniones de amigos, lo único que Alexandre puede recordar claramente es la risa irónica de Leonel al mirar al chico que le acompañaba y nunca más siquiera voltear a mirar cuando se enteraba de que Alexandre parecía no importarle con quien compartía cama.

Alexandre había pasado muchas cosas, perdido buenos hombres porque su inservible amor parecía tenerlo segado, así que ahora sólo le quedaba llorar, sin merecerlo, porque Leonel era feliz, estaba enamorado de una hermosa chica y había decidido unir su vida a esta.

¿Y él qué?.

Alexandre lloraba y tomaba como idiota, llamando la atención de todo en el bar, sonrió y negó pidiendo otra botella al bartender, no le importaba, no tenia trabajo, estaba solo y su corazón lo suficiente roto para importale unanreverenda mierda lo que cualquiera pudiera decir.

Alexandre Dubois había caído, lo suficiente bajo para sufrir en silencio durante años por un amor que nunca sería correspondido, las humillaciones se las creaba el mismo, muriendo por un hombre que nunca volteo a verlo, perdiendo el tiempo y dejado correr su vida, y ahora, Leonel daría otro paso, mientras él, se quedaba atrás.

El hueco era húmedo y oscuro, había caído en él, y no sabía cómo salir.

Estiró la mano a tiendas buscando el celular, respondiendo al tercer tono aún medio dormido.

—¿Si?.

—¿Es Leonel Cassell?—frunció el ceño y se incorporó de la cama quedando sentado, antes de levantarse y salir de la habitación evitando despertar a Rose.

—Sí, él habla.

—Buenas noches señor Cassell, le hablamos desde Londres's Hospital,tenemos un paciente con el nombre de Alexandre Dubois, sale usted como su contacto de emergencia.

Leonel tembló, para ese instante lo suficiente despierto, miró alrededor intentando localizar su abrigo y tirándoselo encima, tomando llaves, billetera y colocándose los zapatos.

—¿Está bien?—la mujer al otro lado se tomó un segundo antes de responder.

—Debería venir, señor Cassell.

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