Librería
Español
Capítulos
Ajuste

Capítulo 4

Había algo de la última conversación de Mateo que no se me iba de la cabeza, ¿mis padres y yo éramos lo único que tenía? ¿Y su familia? Había oído alguna vez a papá y mamá hablar sobre ello, pero en cuanto aparecía yo, cambiaban de tema y disimulaban, ¿qué era eso que tanto ocultaban? Me muero de curiosidad.

— Hola, Mila — Saludo a la mujer, que como todas las mañanas me sirve el desayuno.

Como todas las mañanas, charlamos un poco de los estudios, de su pierna... y como a cabezota no me gana nadie, empiezo con mi intento de sacarle información de Mateo.

— Oye, Milagros... — Le sonrío lo más dulce que soy capaz — ¿Que ha pasado con los padres de Mateo?

— ¿A qué te refieres, cielo? — Le extraña mi pregunta.

— Pues... ya sabes, ¿dónde están?

— Ay, Alejandra. Sus padres murieron... — Veo tristeza en sus ojos y quiero parar de preguntar, pero necesito saber algo más.

— ¿Qué les pasó?

— Hay cosas que es mejor no saber — Mueve la cabeza lentamente a los lados — Tú eres demasiado joven todavía Alejandra, todo a su tiempo.

— ¡Jo, Mila, todo el mundo con lo mismo! — Protesto, cruzándome de brazos — ¡Me veis como una niña que ya no soy! Solo quiero saber más acerca de él.

— ¿Y por qué tanto interés en Mateo, cariño? — Me pregunta con ternura.

— Nada en especial.

— Tal y como me has dicho, estás creciendo. Hay cosas que debes ir aprendiendo, como no empezar algo en lo que luego no puedas echar marcha atrás, ¿me entiendes? — Se sienta a mi lado y pone una mano en mi brazo.

— No muy bien...

— Cielo, sé que Mateo es un hombre apuesto... — ¿Apuesto, esa palabra no se usaba en el siglo pasado? Una pequeña sonrisa asoma en mi cara sin querer, pero Milagros la ignora y sigue hablando —...y que tú eres una jovencita muy peculiar. Pero la familia es lo primero, ante todo.

— Lo sé — Le sonrío, cogiendo ambas manos y apretándolas con dulzura — No te preocupes. — Pero la que me preocupo soy yo, nadie puede saber mis sentimientos hacia Mateo, y no me gusta que Milagros ya lo insinúe o sospeche.

Me despido de ella enseguida, no quiero seguir hablando del tema y que pueda atar cabos. Santiago es el que me lleva al instituto y Raúl me espera en la puerta para darme un abrazo de bienvenida.

— Hola, bonita — Me sonríe, tan guapo como siempre está. — Esta tarde podremos vernos, ¿verdad?

— Sí, claro, ¡es viernes! Parecía que no iba a llegar nunca el fin de semana…

Me da un pequeño beso en los labios y entramos al instituto.

Raúl hace a veces cosas como esas, y en cierto modo me gustan, es uno de los chicos más atractivos del instituto, sin ninguna duda. Pero muchas veces siento que estoy jugando con él. Creo que le doy esperanzas de que lleguemos a algo que yo... no quiero. Estoy enamorada, de la persona equivocada, si. Pero lo estoy y no puedo evitarlo.

Cada vez que veo a Mateo, el corazón se me acelera, los ojos se me agrandan y la sonrisa se me ensancha, ¿cómo ignorar todo eso?

Por fin terminamos las clases del último día de la semana. Santiago nos lleva a Raúl y a mí a casa. Desde que recuerdo, todos los viernes por la tarde mi mejor amigo los pasa conmigo.

Juntos charlamos, tocamos la guitarra, a veces, hasta improvisamos canciones juntos... y debo decir que no nos sale nada mal.

Hoy mamá no come con nosotros, papá y Mateo sí.

A mi padre y bueno, casi a cualquier persona del mundo que tenga sentido común, le cae muy bien Raúl.

Mi amigo tiene la virtud de camelarse a cualquiera enseguida.

— ¿Y qué tal las clases? — Nos pregunta papá. — Espero que los dos estéis aprobando todos.

— Pues claro papá, si somos los dos unos empollones, ¿a que sí?

Raúl ríe, asintiendo. Supongo que esto de no tener amigos ni vida social, nos ayuda en el tema de los estudios.

No creo que ni mi amigo ni yo seamos raros, ni nada parecido... simplemente estamos tan a gusto juntos, que no necesitamos unirnos a ningún grupo, ni tener otros amigos. Somos él y yo, una fortaleza imposible de romper a estas alturas.

Espero que mis sentimientos por Mateo tampoco terminen tirando por la borda esta amistad.

— ¿Vamos arriba? — Le pregunto a Raúl una vez terminada la comida.

— Claro.

— ¡Hasta luego papi! — Beso su mejilla repetidas veces — ¡Adiós, Mat! — Rodeo su cuello con mis brazos, dándole un beso lento en la mejilla.

Se despiden de nosotros, que subimos hasta la sala que nosotros llamamos de cine. ¿Que por qué? Pues porque es como una mini sala de cine, con sus butacas, un proyector que ocupa toda una pared, una pequeña nevera con bebidas y un armario con todo tipo de guarrerías, como palomitas, chuches... vamos, bombas de calorías.

Y claro, no pueden faltar las estanterías llenas de películas, colocadas por género, a gusto de papá.

— ¿Qué te apetece ver? — Le pregunto a Raúl, poniéndome de puntillas en una de las estanterías y buscando alguna película interesante.

— A ti — Sonríe — Aquí a mi lado.

— ¡Tonto! — Me muerdo el labio, moviendo la cabeza a ambos lados y acercándome a él — En serio, ¿qué quieres hacer?

— Pues... besarte — Se acerca a mí, dándome un nuevo beso en los labios e intentando profundizarlo después, pero me levanto rápidamente, un poco incómoda.

— Raúl... no tan rápido. — Me aclaro la garganta.

— Perdona, Ale. A veces no me puedo contener...

— No pasa nada. Pero quiero ver una película, ¿vale?

— Bien, elige tú.

Vuelvo a la estantería, al género de acción, ya que me apetece algo movido.

— ¿Qué tal esta? — Pregunto, mostrándole la carátula de la película Black Haw, derribado.

— La que tú quieras, en tu compañía cualquiera será buena.

Preparo todo y me coloco a su lado, pongo la película y a pesar de estar interesante, Raúl se queda dormido a los veinte minutos.

— ¡Oh, genial! — Pongo los ojos en blanco, dejo la película en pause y a Raúl descansando, cerrando la puerta de la sala a mis espaldas.

Involuntariamente voy hacia la zona de reuniones, donde por supuesto están papá y Mateo acompañados de otros dos hombres.

Por suerte, desde el pasillo puedo verlos, ya que la sala donde están está rodeada por una gran cristalera.

Me fijo en Mateo, ojalá algún día mi Mateo. Con su traje azul, su camisa blanca y su corbata azul y verde perfectamente anudada a su increíble cuello, pero, ¿qué no tiene Mateo increíble?

Está hablando, dirigiéndose a esos hombres con decisión y firmeza, yo le sonrío desde fuera, sé que me puede ver y espero que mire hacia mí para saludarle con la mano, mandándole un beso.

Desde ahí noto cómo se pone un poco nervioso, por lo que me alejo antes de que papá me vea, volviendo a la sala donde mi amigo duerme plácidamente.

***

Raúl se ha marchado hace un buen rato, después de su siesta hemos terminado de ver la película pero sus padres no quieren que llegue demasiado tarde a casa.

Yo, después de cenar, hago lo de cada día, hay cosas que no deben cambiar nunca.

— ¿Sabes que no debes interrumpir a un hombre de negocios? — Mateo sale como cada noche, reuniéndose conmigo en el porche, el lugar que considero nuestro, solo mío y de Mateo.

— Perdona — Apoyo la guitarra a mi lado, en el balancín del porche donde estaba tocando y le miro. — No sabía que iba a distraerte.

— No pasa nada, Alejandra — Tuerce la cabeza, mirándome contento — Solo salía a tomar el aire.

Lo miro, en medio de la noche, con el aire alborotando su pelo castaño con reflejos rubios. Es hermoso, un hombre que quita el aliento de lo guapo que es. Ladeo la cabeza y como siempre, suelto lo primero que me viene.

— Oye Mat, ¿estás enamorado?

— ¿A qué viene esa pregunta, Alejandra? — Alza una ceja, mirándome extrañado.

— Soy muy curiosa... — Me muerdo el labio inferior, observándole con picardía. Me levanto, poniéndome frente a él. — ¿Sabes una cosa? — Me acerco a su oído, susurrando.

— ¿El qué? — Mueve la cabeza para alejar el contacto de mis labios con su oreja.

— Yo sí que estoy enamorada... ¿te gustaría saber de quién?

— No creo que sea buena idea confesarme a mí algo así, Ale. No... — Ya está, se pone tenso enseguida.

— Tranquilo, es un secreto que nunca le he dicho a nadie — Le interrumpo, besando su mejilla con dulzura. — Buenas noches, Mateo.

— Buenas noches, Ale — Veo como suelta todo el aire, aliviado cuando me alejo.

A veces soy demasiado directa, soy consciente de ello, pero si no, siento que nunca voy a llegar a ningún lado, si no soy yo misma quien da el primer paso, estaré siempre a la espera de qué va a suceder, y con Mateo no quiero que sea así…

Descarga la aplicación ahora para recibir recompensas
Escanea el código QR para descargar la aplicación Hinovel.