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3

 DECLARANDO LA GUERRA 

 

—¡Bon dia, gente! —una chica entra al cuarto con una sonrisa en su cara. Trae una maleta color verde junto con una mochila. 

—Hola —le digo. Estaba sentada en mi cama viendo alguna revista. Me estaba muriendo del aburrimiento aquí. 

—Oi —saluda. 

—¿Eres... de Brasil? —quise adivinar. Hablaba portugués así que dudé si era de Brasil o Portugal. 

—Si, lo siento —se disculpa tomando la cama junto a la puerta— Me llamo Flavia y olvidé que aquí no hablan mi idioma —empieza a desempacar. 

—Soy Amarantha. Y soy de Francia —me presenté. 

—Francia —se queda pensativa— ¿Has ido a la torre Eiffel? —me pregunta con curiosidad. 

—Si, muchas veces. 

Mi padre y yo íbamos a pasar navidad y año nuevo con mis abuelos en Paris y siempre íbamos a la torre Eiffel, nos tomábamos fotos etc. Era uno de mis lugares favoritos. La ciudad del amor. 

—Wow es increíble. Siempre he querido ir a Paris a la torre Eiffel —suspira. 

Flavia era tez blanca, cabello rojizo y tenía varias pecas en su cara. Era muy bonita a decir verdad. Me sentí insuficiente a su lado. 

—Algun día lo harás. 

—Este lugar está más o menos bien. Mis padres decidieron enviarme aquí porque dicen que será algo mejor para mi futuro y bla bla bla —Flavia roda los ojos mientras guarda su maleta abajo de la cama. —¿Qué hay de ti? 

Me tensé al tener que explicar el por qué vine aquí. No le diría que el chico que me gusta publicó fotos de mi desnuda en redes sociales. 

—Mi padre también quiere un mejor futuro para mi —miento.

—Así son los padres —dice yendo y viniendo del ropero. Estaba guardando su ropa. La mía la había guardado hace unas horas. —¿Y si salimos de aquí? Me gustaría conocer el lugar —dice. 

En eso la puerta se abre y una chica entra. Es pelo negro, baja y usa lentes. 

—Hola, soy Mell y el director me envió para darles un recorrido por las instalaciones —dice. 

—Genial —me puse de pie—Me moría del aburrimiento. 

—Justo a eso íbamos —se une Flavia. 

Salimos de los dormitorios mientras Mell empezaba a decirnos un tema aburrido sobre cómo se originó este colegio y por todo el prestigio que ha pasado. Miraba a Flavia poner cara de aburrimiento y yo estaba igual. 

—Aquí los chicos juegan hockey sobre hielo. 

Estábamos pasando por un enorme campo de hockey que estaba cubierto sobre hielo tal y como Mell lo dijo. Wow, tenían su propio campo de hocke sobre hielo y además que habían barandas alrededor. De seguro hacen algunos partidos. Que cool. 

—Súper. ¿Recibiremos clases de eso? —inquiere Flavia. 

—No, en realidad es como un deporte más para varones. Es algo así como un pasatiempo. Claro, hay torneos en los que participan varios colegios. Las chicas también juegan con los chicos. Pero solo a veces. 

—Me gustaría probar —le digo. Me llamaba la atención ponerme patines y patinar allí. Fue una sensación nueva. Es como si el campo me llamara. 

—Tendrías que hablar con el capitán del equipo. Y no creo que te deje entrar. Su grupo está completo y Gina es un poco... complicada. 

—¿Quien es Gina? ¿La capitana?—quise saber.

—No. Es prima del capitán del equipo. El Capitan del equipo es Elder William. Y es... 

—Mell, a ti te estaba buscando. Ven, necesito que me hagas este trabajo urgente —llega un chico con aires de grandeza y me pasa empujando para llegar donde Mell. 

—¿Por qué no te fijas? —espeté— Dios, en este colegio deberían enseñar modales. 

El chico me daba la espalda. Era mucho más alto que yo y usaba una chaqueta de cuero. Flavia y Mell se quedaron calladas justo en el momento en que el chico se dio la vuelta hacia mi. Parecía que no le hizo nada de gracia que lo haya ofendido. 

Jesus, qué guapo es. Tenía el cabello negro despeinado, era tez blanca y era muy lindo. 

—¿Y tu quien eres? —se rió. 

¿Le hacía gracia?

—Soy Amara —me crucé de brazos— A quien pasaste empujando hace unos segundos. 

—Amara —juega con mi nombre— Seguro eres nueva. Es comprensible —dice— Mell, ¿acaso no le dijiste las reglas? —le pregunta a la chica sin quitar su vista de mi. 

—No tuve tiempo. Amara, él es Elder William—responde Mell en un tono más tímido. 

—Yo me encargaré de ti —me dice Elder acercándose peligrosamente a mi— Primera regla: no me hables porque no somos iguales. Segunda regla: el que manda en este colegio soy yo. No ese inepto que tenemos de director. Yo. Y tercera regla: en este colegio se hace lo que yo diga. Así que vete con cuidado, Amara, sino quieres vivir en un infierno. Haré como que lo que me dijiste no sucedió. Por ser nueva —me guiña un ojo. 

Me reí en su cara. 

—Por Dios, ¿quien te abandonó de pequeño? ¿Por qué tienes esos aires de dios si no eres más que un simple chico común y corriente? Así como tú tienes tus reglas, yo tengo las mías—lo enfrenté, mirándolo a los ojos y retándolo. Dandole a entender que conmigo nadie podía. Juré que ningún hombre me humillaría jamás— Primera regla: yo le hablo a quien se me da la gana porque quiero y porque puedo. Segunda regla: no obedezco órdenes ni de ti ni del inepto a quien tenemos como director. Y tercera y última regla: en este colegio todos pueden hacer lo que tú digas pero yo no. A mi no me mandas. Mejor ve y manda a los perros de tu casa, Eider —le sonreí maliciosa para después tirarle un pequeño beso en el aire. —¿Nos vamos, chicas? —pasé a su lado y me encaminé por los pasillos con las chicas. A pesar de que había enfrentado a ese chico me sentía un poco nerviosa. 

—¡Amara! ¿Que hiciste? —me dice Mell cuando giramos hacia otro pasillo. 

Elder se quedó sin decir nada. 

—Eso fue genial, me encantó —Flavia aplaude orgullosa. 

—Solo hice lo que sentí que tenía que hacer. 

—Pero retaste a Elder William, ¿no sabes lo que significa? —Mell estaba pálida. 

—No. No le tengo miedo a ese tipo —suspiré aliviada. 

—Así como es de mandón y grotesco es guapo y sexy, ¿o me lo vas a negar? —me molesta Flavia. 

—He conocido mejores —apresuramos el paso— ¿que nos vas a enseñar ahora? —le pregunto a Mell. 

—Estoy procesando lo que acaba de pasar —me dice. 

Flavia y yo reímos un poco. 

Elder William no me va a intimidar, a pesar de saber que quizás se vengará de mi yo estaré muy atenta y preparada. No sé por qué sentía que le había declarado la guerra al diablo.

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