Capítulo 1
—¡Mira lo que hiciste, estúpida criada!—protesta la pelirroja, aunque el incidente ha sido su culpa. Dio un paso atrás mientras coqueteaba con otro invitado sin darse cuenta de que yo estaba pasando con una bandeja con varias copas llenas de champán.
—Por favor discúlpeme, señorita. Déjeme ayudarla—me veo obligada a decir, finjo estar apenada porque de no ser así puede que me echen de aquí. Saco un pañuelo que cuelga de mi cinturón para limpiar la mancha antes de que esta se impregne totalmente en la tela de su vestido.
—No seas tonta, acabas de arruinar un fino vestido, un estúpido pañuelo sucio no le quitará la mancha—me acusa alzando la voz ocasionando que los demás invitados giren en nuestra dirección para presenciar el incidente. La música se detiene e inmediatamente los susurros comienzan.
—Tal vez podamos quitar la mancha—sugiero tratando de dar una rápida solución—el personal es muy diligente cuando se trata de cosas así.
—Se ve que no eres más que una limosnera cualquiera, mira esto—alza la parte del vestido blanco que ha sido empapado—lo van a arruinar aún más de lo que ya hiciste.
—Pero es que usted chocó contra mí—me excuso, aunque bien sé que no servirá de nada, personas como ella no entienden de razones.
—¿Estás diciendo que fue mi culpa?—cuestiona haciéndose la ofendida, su estúpida pregunta solo pone en evidencia lo hueca que está su cabeza, pero en aquel lugar no puedo más que ser sumisa ante su estupidez, aunque puede que por el escándalo que está armando quizás ya he perdido mi empleo.
—No, pero...
—Pero nada. Ahora vas a pagar el costo de este vestido—chasquea la lengua y luego se burla—por supuesto, lo que cuesta este vestido es una cantidad que jamás en tu vida verás junta.
El hombre con el que ha estado coqueteando solo se ríe, aunque trata de disimularlo.
—¿Qué sucede aquí?—escucho la voz de mi tía Moira, como siempre el tono que usa es elegante y sereno, nada logra perturbarla.
—Sucede que está muerta de hambre, derramó vino blanco sobre mi vestido y ahora tiene que pagar por el.
Mi tía Moira asiente, mira el vestido y el caos que la loca invitada ha creado en cuestión de segundos.
—Entiendo, señorita—dice en tono sereno—el costo de su vestido le será remunerado y si así lo desea podemos arreglar la macha para que pueda seguir disfrutando de la celebración.
—Muy bien—me mira con desdén.
—Por favor sígame—le señala el pasillo donde la afluencia de invitados es menor que en ese lugar, ella le sonríe al tipo detrás de ella y él, como un perro en celo, le toma la mano y va detrás de ella—recoge este desastre y cuando termines ven a mi oficina— se dirige a mí, ir a su oficina solo significa problemas y de los grandes.
Asiento e inmediatamente ella se retira para guiar a la pareja qué, sospecho, solo han usado la excusa del vestido para follar a gusto en una de las habitaciones de invitados. ¡Qué asco!
Las personas que han presenciado el pequeño espectáculo que la pelirroja ha protagonizado, por supuesto, con mi pequeña, aunque imprevista colaboración, se giran volviendo a lo suyo como si aquello no fuese relevante y sí, agradezco que no lo sea porque en ese sitio una sirvienta como yo no debe serlo.
Me agacho sobre el piso y tomo los pedazos de las copas que se han esparcido por todo el suelo, los colocó en la misma bandeja que aún tengo en las manos, pero justo antes de terminar la recolección, el filo de un pedazo me corta el dedo, la herida es fina, pero extrañamente brotan gotas considerables para el tamaño de la herida.
—¡Coño!—digo sin recordar en donde me encuentro, sin embargo, al levantar la vista me doy cuenta de que sigo siendo solo un fantasma que pasa desapercibido para personas como esas, además de que el grupo musical toca a un tono que puede considerarse medio alto por lo que nadie me ha escuchado. Me levanto de mi sitio y esquivo a los invitados hasta llegar al pasillo de servicio, el único lugar en donde me siento una persona normal, por así decirlo, al menos ahí, el personal si nota mi presencia.
—¿Oye qué paso?—me pregunta Anna, otra sirvienta a la que han usado como camarera, al igual que a mí— una invitada me hizo tirar las copas.
Me dirijo hacia la esquina donde se encuentran varias bolsas negras de basura, mucho de lo que hay ahí son desperdicios de comida y alguno que otro utensilio roto que llega a romperse accidentalmente ya fuese por un invitado o por alguien del personal. Dejo caer los pedazos de vidrio en el interior y vuelvo con mi bandeja vacía.
—Me corté el dedo—le muestro mi herida a Anna y ella la examina un momento. Ella es dos años menor que yo, estudia enfermería, por lo que es muy buena aliviando heridas laborales que un trabajo como el nuestro provoca, por suerte ese trabajo es únicamente por el verano, por lo que faltan tres semanas para que ella se vaya y me deje sola.
—¿Qué sucede? —cuestiona, desde su lugar de trabajo, Brian, un chef que lleva trabajando más de tres años en la mansión de los Mitchell y que, además de Anna, es muy cordial conmigo. Él luce un hermoso cabello rubio cenizo debajo de su gorro de chef, es alto y algo fornido, además es un experto en la cocina y solo con eso ya es el tipo ideal para mí, pero el único problema es que todas las chicas están enamoradas de él por lo que mi papel para acercarme a él es únicamente de amiga, sobre todo por la competencia que tengo, es lo mejor si quiero evitar problemas con las demás chicas.
—Ciara se cortó—le informa Anna.
—¿Pero está bien?
—Si no es nada, aunque no sé si sobreviva al regaño de la señora Moira—se burla. Brian se limpia las manos con un trapo de cocina y se aproxima a nosotras.
—¿Qué paso?—cuestiona intrigado.
—Una loca me hizo tirar las copas y algunas se derramaron sobre su vestido— explico encogiéndome de hombros, no es algo que me enorgullezca, pero tampoco tengo de que avergonzarme porque en primer lugar ha sido esa loca la culpable de todo— y ahora seguro que me van a despedir.
—No exageres—dice Brian animándome— no creo que tu tía te despida por un algo tan estúpido como eso.
—Es mi tía, pero es el ama de llaves y antes que nada debe cumplir con su deber o al menos eso fue lo que me dijo cuando me contrato, tal vez su palabrería si va en serio.
—Vaya, no pensé que de verdad fuese tan fría como dicen que es— expresa Anna. Lo dice porque ella no tiene nada que temer, ya que es muy diligente en su trabajo y además de eso es hermosa, a pesar de que debemos sujetar nuestro cabello, ella es la única que puede usarlo suelto, por supuesto, porque su cabello es corto, pero ese corte le hace lucir fresca y juvenil, además de que sus ojos verdes aportan mucho a su encanto.
—No lo es—alega Brian abriendo los ojos para reprender a Anna, me toma por los hombros y sonríe—solo explícale lo que paso, es tu tía, lo entenderá.
—Hablando del rey de roma—musita Anna alejándose de nosotros para volver a su trabajo, Brian y yo giramos hacia el pasillo y efectivamente, ella nos observa desde el pasillo por el que varias personas vienen y van con platillos y copas con diferentes tipos de bebidas.
—Ciara, ven a mi oficina—ordena con severidad en su tono de voz. Algunos de mis compañeros de trabajo se quedan paralizados ante su presencia, es igual que ver a un fantasma, otros ni siquiera se atreven a detenerse de sus labores para evitar ser regañados por ella.
—No te preocupes, ve—indica Brian dándome un empujón hacia el pasillo, mi tía ya ha desaparecido, lo que me hace sospechar que la situación es más grave de lo que yo creí.
Me encamino hacia la oficina de mi tia, ese único pasillo es exclusivamente para los servicios de la mansión, además tambien se encuentran algunas habitaciones en donde viven los empleados más importantes y de los que prácticamente la familia dispone a todas horas como el chef principal y sus ayudantes, asi como los tres mayordomos y el ama de llaves, pero como mi tia Moira dispone de una pequeña propiedad no muy lejos de la mansión no es necesario que viva aqui, además de que ella tambien tiene dos asistentes que aprenden de mi tia para cuando vaya a jubilarse y exista alguien de confianza que la sustituya cuando su turno termine.
Al estar frente a la puerta doy tres golpes, tal y como ella me había indicado que hiciera al entrar a trabajar ahi.
—Adelante—su voz suena igual de cruda que antes. Es la primera vez que ingreso ahi para ser regañada—cierra la puerta.
Doy un par de pasos y me quedo parada a mitad de la oficina, no veo el caso de sentarme.
—Es una insensatez sermonearte cuando sé que tú no tuviste la culpa—pronuncia más relajada, pero sin apartar la vista de un documento en su escritorio—no es la primera vez que ocurre algo semejante, pero de igual forma debes tener cuidado con esas personas, a veces ocasionan este tipo de incidentes apropósito solo por diversión, sin embargo, para lo que ellos es diversión para personas como nosotros significa problemas, no debes fiarte de ninguno de ellos ¿De acuerdo?
Suspiro, al menos no me ha regañado, no obstante, sé que el costo del vestido saldra de mi salario.
—¿Y el vestido?—cuestiono apenada.
—Por suerte para ti, la señora Mitchell es precavida y conoce muy bien al tipo de personas que invita, por lo que cualquier incidente dentro de su propiedad es remunerado gracias al seguro que contrató, así que no tendras que pagar nada, sin embargo, no puedes irte de aquí sin un castigo adecuado o pensarán que tengo favoritismo hacia ti solo porque somos familia—advierte alzando la vista hacia mi.
—Pero no hice nada—me quejó.
—Claro que no, pero te vieron la cara de tonta y eso es más que suficiente para poder castigarte. Haber si con eso aprendes a ser mas lista que ellos.
—Dale—suspiro—¿Cual será mi castigo?
Se lleva la mano hacia el menton, un gesto que utiliza siempre que reflexiona.
—Limpiaras el salon de juegos—ordena satisfecha—el señor y su hijo jugaron hasta tarde el dia de ayer y debido a los preparativos del compromiso, aun no se ha limpiado el desastre que dejaron, asi que ese sera tu castigo.
El salon de juego es grande o al menos eso es lo que Anna me ha mencionado, ese lugar no pertenece a mi área de limpieza por lo que yo no conozco su interior, pero sé como llegar alli.
—¿Es todo?
—Si. ¿Acaso quieres más?
—No—niego con la cabeza.
—Cuando termines debes reunirte con toda la servidumbre, le daremos las felicitaciones al joven Aidan por su compromiso.
—De acuerdo—sonrio feliz de que las consecuencias de tirar las copas no pasaran a cosas mayores.
Para agradecerle me acercó a ella y hago lo que sé que le molesta mucho, la abrazo y le susurro al oido “Gracias” para después darle un beso en la mejilla.
Luego de mi atrevimiento me separo de ella entre pequeñas risas, Moira hizo lo que cualquier niño hubiese hecho al recibir un beso, limpiar su mejilla con un pañuelo al alcance de su mano.
—Pareces una niña—se queja—vuelve al trabajo antes de que me arrepienta.