Sinopsis
Ella cree qué los ricos son unos odiosos, pero debe trabajar para uno. Él piensa que puede tener a toda chica que él desee porque es un rico heredero. Una noche de copas podría cambiar la percepción que uno tiene del otro y por supuesto, despertar sentimientos que ninguno creyó sentir por el otro. Aidan está a punto de casarse, por lo que decide festejar su compromiso con lo mejor que el dinero puede comprar, pero durante la celebración se ve involucrada una sirvienta. Ciara está ahí por culpa de muchas situaciones, pero no esperaba que la obligaran a beber por diversión. El asunto se sale de control cuando ambos rozan sus labios, la sensación es increíble por lo que se dejan llevar por el momento y la pasión. Al día siguiente, al despertar, ambos se dan cuenta de que pasaron la noche juntos y peor aún lo disfrutaron. Mientras los días transcurren, Aidan y Ciara tratan de olvidar el incidente, pero es imposible para ellos controlar el deseo que sienten uno por el otro, sobre todo porque se ven la cara todos los días. Después de que un joven le presta atención a Ciara, Aidan no podrá evitar sentir lo que estaba tratando de evitar, pero su próxima boda, su familia y sus círculos sociales serán un impedimento que le prohíben tener un romance con Ciara, aunque dicen que lo que es prohibido tiene el mejor sabor.
Prefacio
—¿Crees poder llegar sola?—pregunta Moira con voz ronca, por como se escucha su voz es evidente que no está bromeando al decir que está muy enferma como para poder venir por mí.
—Eso creo— digo no muy convencida de mis propias palabras, es la primera vez que viajo a Stone sola—¿Los taxis aquí son confiables?
Escucho un resoplido en el auricular del teléfono, supongo que es un quejido por el dolor en su garganta.
—No sé como fui a enfermarme sabiendo que vendrías—se quejó regañándose a sí misma—espérame ahí, tardaré un poco, pero creo llegar antes del anochecer.
—No te preocupes, creo que ya estoy lo bastante cerca.
—¿Estás segura?—insiste—puedo levantarme de la cama e ir enseguida.
—No, estaré bien. No te preocupes, puedo llegar por mi cuenta, ya llegué hasta aquí sola—justifico, ya no soy una niña pequeña, pero después de lo que he pasado supongo que ella desea protegerme en medida.
—De acuerdo—suspira—volveré a llamarte en un rato, espero que tengas señal, a veces falla.
—Está bien, te veré en un rato.
Cuelgo la llamada y después doy un largo suspiro. Levantó la vista y observo el panorama a mi alrededor, me he preparado mentalmente para esto, es un cambio radical en mi vida, pero lo necesito, aunque es difícil asimilarlo una vez estando aquí.
No tengo más opción que seguir adelante. Me encamino arrastrando mi maleta por las calles antiguas de la pequeña ciudad de Galway hasta encontrar una terminal de taxis que pueda llevarme a Kylemore, por supuesto, tengo en cuenta que el viaje me costara un ojo de la cara, pero no importa si con ello puedo alejarme de todo lo malo que dejo atrás.
—D-disculpe—expreso tratando de ser firme, pero vacilo bastante al pararme frente a un hombre apoyado sobre un taxi, tiene apariencia de ser el dueño—necesito un servicio...
—Adentro—interrumpe señalando hacia el interior de la estación, el tipo no parece ser muy amable, pero aun así le agradezco.
En el interior descubro que debo formarme en una pequeña fila que solo está conformada por tres personas delante de mí, después de quince minutos de espera finalmente me atienden.
—¿En qué podemos ayudarla, señorita?—pregunta un anciano alegre mostrando una sonrisa, lleva puesto un uniforme azul y sobre su pecho se puede leer su nombre en una placa dorada: Fionn.
—Necesito un traslado a Kylemore—digo algo nerviosa porque no sé cuánto tendré que pagar, no llevo mucho en efectivo, pero espero que tengan una terminal bancaria en caso de que no cuente con el dinero suficiente.
El hombre frunce el ceño ocasionando que sus arrugas se noten aún más, luego se coloca unos anteojos para poder revisar en lo que parece ser una agenda sobre su escritorio.
—Usualmente, un viaje tan largo debe agendarse—explica retirándose los anteojos que le hacen lucir un tamaño de ojos más grande—así que veamos si tengo alguien disponible.
Se hace a un lado y toma un teléfono fijo, de esos que aún tienen un cable pegado al auricular y al que se le debe girar los números. Mientras tanto desvío la mirada y observo a mi alrededor, el sitio es pequeño y algo rústico.
—Bien—dice el hombre al volver a prestarle atención—¿Quince minutos? ¡Perfecto!
Luego cuelga y vuelve la vista hacia mí.
—El viaje tendrá un costo de 30 euros—anuncia con una sonrisa confiada. Encorvo los labios, es demasiado dinero, de hecho, es todo lo que llevo encima, pero no veo otra opción, sé que están estafándome, pero ya no quiero seguir arrastrando mi maleta por la ciudad para encontrar un servicio de taxis que sea más conveniente y económico.
—De acuerdo—saco mi dinero, no muy convencida y luego se lo entrego.
—Por favor, tome asiento. Enseguida vendrá su transporte— y me señala un par de asientos que tienen vista hacia una ventana por la que se puede apreciar el pasar de la poca gente que transita.
Saco mi teléfono del bolsillo y tal y como lo había mencionado Moira, la hermana de mi mamá, no hay señal telefónica.
Después de quince minutos de espera, me atrevo a preguntarle al anciano sobre mi transporte, no quiero seguir esperando ahí.
—¿Tardará mucho?—le cuestionó, no obstante, un segundo después me arrepiento, no quiero que piense que tengo prisa por irme, sobre todo porque puede aumentar la tarifa del trayecto.
—No, no, no—dice ladeando la cabeza.
Un segundo después escucho el sonido de un motor y posterior a eso un auto amarillo con la leyenda "taxi" sobre el techo aparece estacionándose frente al local.
—Ahí está—expone el hombre como si no me hubiese dado cuenta, le dedico una media sonrisa, algo molesta por la espera y voy por mi equipaje, una maleta color azul que compre de segunda mano, no es la mejor, pero me funciona bien.
Mientras alisto mis cosas, el conductor del taxi baja de su vehículo y entra al lugar haciendo sonar la pequeña campana colocada sobre la esquina de la puerta.
—¡Hey Fionn!—expresa emocionado, aunque prácticamente gritó—¿Y mi cliente?
El anciano me señala, pero instintivamente doy un paso hacia atrás, no esperaba que el conductor fuese tan joven, de hecho demasiado joven, incluso más que yo.
—¿Qué tal?—se acerca a mí y toma mi maleta del suelo.
"Por el amor de dios no la vayas a tirar" grito para mis adentros.
Estoy tentada a regañarlo al ver como toma mis cosas como si fuesen una caja de cartón sin la leyenda "frágil"
Sé que en su interior no hay nada de valor que pueda romperse, sin embargo, no quiero que mi ropa termine desparramada a media acera por su falta de cuidado. Lo sigo hasta afuera, donde baja bruscamente mis cosas hacia el suelo para abrir el porta equipaje.
—Oye—finalmente abro la boca—¿Podrías tener más cuidado?
Mi voz suena más severa de lo que pense. Los hombres que conversan a la orilla de la calle, apoyados sobre el otro taxi se me quedan mirando y el taxista que se supone me llevará, gira hacia mi, alza una ceja y sonrie.
—¿Llevas algo de valor que pueda romperse?—niego con la cabeza avergonzada—¿Entonces porque te quejas?
—Mi maleta puede romperse—expongo al ver que la toma nuevamente, pero esta vez tiene algo de cuidado al introducirla en el interior del auto.
—Jamás he maltratado, roto o quebrado algo en mis cinco años manejando—impugna azotando el porta equipaje, tal vez molesto por mi actitud—suba, señorita.
Da la vuelta al auto y se sube sin volverme a dirigir la palabra, los taxistas que nos observan solo sueltan una pequeña risa antes de volver a sus asuntos. Hago lo mismo, pero tal vez en un intento de desquite, arranca el auto antes de que logre acomodarme sobre el asiento del pasajero. Respiro hondo y suelto un sonoro suspiro, sé que esto no me ayuda aminorar mi molestia, pero sé que quejarme solo empeorara la situación y no quiero que me baje cuando ya he pagado tanto por mi viaje.
Para olvidar lo sucedido me colocó mis auriculares y pongo una canción al azar, no estoy de humor para detenerme a elegir algo que me agrade, posteriormente dirijo la vista hacia el panorama, a donde sea que observo veo un paisaje verde, kilómetros y kilómetros de bosque, pero en cierto punto del viaje, una gota cae sobre el parabrisas y a esta le siguen muchas más, pronto el paisaje verde es de una tonalidad grisácea, apenas puede distinguirse la carretera, pero el conductor no se detiene aunque si reduce la velocidad. A nuestro paso encontramos algunos autos estacionados a la orilla de la carretera.
—¿Por qué se detuvieron?—pregunto, en un intento de disminuir la tensión entre los dos. Retiro mis auriculares para escuchar su respuesta.
—La lluvia es demasiado densa para continuar—explica, pero a diferencia de los demás él continua con el trayecto.
—¿Y nosotros porque no nos detenemos?
—¿Tiene mucha prisa no es así?— su tono de voz me suena a burla,
—No, no tanta como para continuar bajo una lluvia así—expongo algo molesta por su actitud petulante, supongo que estaba tomando represalias por como le hable antes—oye si te ofendí, por favor no lo tomes a mal, es solo que acabo de mudarme y estoy algo nerviosa.
—¿Y se desquita conmigo?—reclama mirándome por el espejo retrovisor, me ataca alzando la ceja reprobando mi comportamiento.
—Amm no, disculpa, si lo hice.
Súbitamente suelta una carcajada y limpia de su rostro una lágrima imaginaria.
—No hace falta que se disculpe, señorita. No ha sido la primera vez que alguien me grita y tampoco creo que sea la última—dice entre risas.
—¿Entonces eso significa que...?
—Estaba jugándole una broma, disculpe.
Perpleja me limito a cruzar los brazos, caí en la broma de un taxista. Divertido para él, molesto para mí, así que, aunque él se anima a recomendarme lugares para visitar, quizas para hacerme olvidar mi molestia, apenas lo escucho. La poca luz del día desaparece con la noche y después de una hora el taxista se detiene
—Llegamos—dice con orgullo, pero al mirar alrededor no veo más que campo, una autovía que lleva algún lugar del bosque y un camino de terracería que se ha vuelto fango gracias a la lluvia.
—Esto no es Kylemore—protesto casi al borde de las lágrimas creyendo que me ha estafado.
—Claro que si, esta es una sección de Sterling Falls, pero ya no puedo continuar más.
—¿Qué? ¿Porque no?—me quejo, pero él sale del auto y extrañamente me abre la puerta trasera.
—Los dueños de este lugar no permiten que los taxis entren más allá de este camino, si quiere continuar debe ir a pie por allá—y señala el camino lodoso el cual esta completamente oscuro y de no ser por las luces del taxi no se distinguiria nada.
—Pero voy a ensuciarme los zapatos y son los únicos que traje—revelo sin querer.
—Lo siento mucho, pero ya no puedo ayudarla, además no creo que un poco de lodo la vaya a matar, si se mantiene firme puede que llegue sin una macha en su ropa antes de que vuelva a llover—sugiere tomándome el pelo, es un insensato por permitir que vaya sola por ese camino en medio de la oscuridad y peor aun con lodo alrededor. No es que el fango me moleste, sino que soy una completa idiota al caminar en suelo inestable, es seguro que caiga y termine con una mascarilla de lodo en el rostro.
—Por favor, al menos ayúdeme a cruzar el camino.
—Disculpe, ya es demasiado tarde y debo volver a casa—va al porta equipaje y saca mis cosas, mi maleta y mi bolso en el cual llevo algunos documentos oficiales y mi cartera, la cual ahora está vacía gracias a ese viaje. No tengo más opción que bajarme, tomo mis cosas, aunque por su peso es imposible llevarlas cargando, deben ensuciarse si quiero trasladarlas por ese camino—que le vaya bien.
Me parece que ese deseo no es exactamente lo que quiso decir. Camino hasta la orilla para poder sacar un abrigo, se siente mucho frio después de la lluvia, pero al ponérmelo encima, escucho el pitar del claxon de un auto no muy lejano, al buscar con la mirada el origen de ese sonido, veo un par de luces, al principio son distantes, pero no tardan mucho tiempo en aproximarse hasta donde yo me encuentro.
Repentinamente un automóvil se hace visible, por lo que alcanzo a ver no es uno cualquiera, llego a observar que se trata de un deportivo, pero ese mismo auto logra ensuciarme con el lodo que trataba de evitar cuando pasa a mi lado, me cubre por completo e incluso mi equipaje.
Atónita miro mi cuerpo, cierro mi puño cuando el conductor del taxi se echa a reír burlándose de mi desgracia, solo puedo mirarlo con desdén, dirijo mi vista hacia el camino por donde se fue el automóvil, no sabia como, pero de alguna forma, aquel que habia convertido mi primer dia en una miseria me las pagaria.