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Capítulo 3 Somos familia.

Felipe no podía creer que al fin había tenido sexo, eso a lo que tanto le temía pero que también deseaba, Ming, se mostró muy considerado con él, y Felipe se comenzó a preguntar si esto era amor, no estaba seguro, no era como lo que les contaba Eros o Zafiro, sus hermanos mayores, no se parecía a lo que vio de pequeño con su prima Dulce y Tiago, aunque le gustaba estar con su profesor, pero en el mes que llevaban juntos ninguno de los dos había hecho referencia a estar en una relación, Ming lo había presentado a uno que otro amigo como Felipe, un conocido, nada más y él no tenía amigos aun en ese país, pero aunque los tuviera no iba a presentar a su profesor como novio, ya que Ming solo decía “Eres mío” como si eso explicara todo, a veces se sentía alagado y otras tantas se molestaba, pero ahora no era tiempo de pensar de más en cosas absurdas se dijo una y otras vez, ya tendría tiempo de charlar con “su profesor”, por ahora lo único que quería era terminar de ducharse y descansar… al lado de Ming, o mejor aún entre los brazos del primer hombre con el que había estado.

— Min…Shun. — se corrigió sobre la marcha y no porque recordara la charla con Ming, sino por la forma fría en que lo vio. — No sabía que tienes un tatuaje, es muy… grande. — dijo sorprendido al ver la espalda del hombre y el dragón rojo que la cubría al completo.

— Esto es una marca con una razón, tiene un porque para estar allí, no como las estupideces que tú tienes. — Felipe se sintió mal, más que eso, Ming ni siquiera le había preguntado por sus tatuajes, solo lo estaba juzgando, pero no se mostraría como un joven quejumbroso, él era Felipe Zabet— Ángel, claro que no se mostraría frágil, aunque en el fondo lo era.

— ¿Estupideces? Han Shun Ming, todo lo que toca mi piel se convierte en arte, tú mismo lo dijiste, soy hermoso, por lo que todo lo que me rodea también lo es, ¿qué te hace pensar que mis tatuajes serán la excepción?

— Felipe… — comenzó a protestar el mayor al verlo salir de la ducha y colocarse la bata de baño.

— Cierra la puerta al salir, y la próxima vez espera una invitación para venir, no me gustan las sorpresas.

Felipe estaba molesto y herido, era la primera vez que estaba con alguien a ese nivel de intimidad, no sabía que esperar o hacer, pero definitivamente recibir un regaño por sus tatuajes, en especial acompañado de la mirada desaprobatoria de Ming lo molesto demasiado, pero también le fue honesto, a Felipe no le gustaban las sorpresas, las odiaba, aun recordaba como sus hermanos regresaron sorpresivamente de la universidad, y como se casaron de la misma forma y aunque ese era un recuerdo feliz, muchas cosas malas pasaron luego, cosas que Felipe relacionaba a las sorpresas y era por eso que no le gustaban en ningún sentido.

Ming no estaba dispuesto a tal comportamiento, estaba pensando seriamente en decirle a Felipe que tan importante era el apellido Ming en país X, mejor aún estaba dispuesto a decirle que él era el sucesor del drago rojo y por ello tenía ese tatuaje, por lo que lo mejor que podía hacer era complacerlo y tenerlo feliz, pero cuando se estaba terminando de vestir, recibió la llamada de uno de sus hombres, el clan lo necesitaba con urgencia, por lo que solo salió con la intención de advertirle que hablarían cuando regresara, pero solo le basto con verlo dormir como un buen niño, para que el enfado disminuyera.

— Eres demasiado hermoso como para castigarte, pero aun así no tientes tu suerte. — Felipe se removió un poco, pero no se despertó, aun con Ming hablando en su oído, el asiático dejo un beso en su frente y salió de la misma forma en la que entro, por la puerta principal con la llave que le había robado a Felipe.

Felipe dormía profundamente, pero no estaba tranquilo, escuchaba a alguien llamándolo, pero no comprendía lo que decía, solo sabía que era alguien que quería, y su corazón se aceleró con desespero, a tal punto que terminó por pegar un salto en su cama, y solo cuando abrió los ojos comprendió que había estado soñando, aunque no recordaba que, se levantó y camino por su departamento, estaba solo, Ming ni siquiera había dejado una nota, pero no era eso lo que lo molestaba, era otra cosa, algo que ni él comprendía. Tomo un vaso de agua y estaba a punto de volver a su cómoda cama cuando la puerta de su departamento fue abierta, arrancándole un grito de la impresión.

— Tranquilo Felipe, soy Conall Bach, nos vimos en el entierro de Dulce, no sé si me recuerdas. — Felipe no solo estaba aturdido por su visita y no era la única, tras el hombre de traje negro ingresaron seis hombres más, que estaban armados.

— No te recuerdo, a decir verdad, no le preste atención a nadie ese día. — respondió al tiempo que daba un paso hacia atrás, el hecho de que ese hombre nombrara el funeral de Dulce le removió las entrañas, era un niño cuando eso sucedió y, aun así, lo recordaba, pero solo el dolor, no los rostros de quienes fueron aquel día a rendir sus respetos.

— Lo comprendo, no te asustes, pero debes venir con nosotros ahora mismo. — dijo Conall, al ver como Felipe había retrocedido dos pasos.

— ¿Qué? No, ¿Por qué?

— Debes llamar a tu madre, ella te explicara, dime que necesitas empacar y mis hombres se encargaran, no podemos perder tiempo. — en la mente del joven solo una cosa se repetía… su sueño.

— Algo le sucedió a uno de mis hermanos. — dijo en un susurro, y tuvo que apoyar una de sus manos en la pared, para lograr mantenerse en pie.

— Lo siento, Lucero solo me dio la orden de venir por ti. Llama a tu hogar y dime que necesitas…

— Solo la documentación. — respondió tratando de recordar el número de su madre, era tantos los nervios que sentía que no pensaba con claridad, solo podía ver los rostros de sus hermanos pasar frente a él, mientras se preguntaba que sucedió, y a quien, ¿sería la loca de Ámbar? ¿acaso el temperamento de Stefano al fin lo había llevado a un problema ralamente grave? ¿o seria Mateo? A cuál de sus hermanaos le había sucedido algo.

— ¿Necesitas ayuda? — indago el hombre mayor y tuvo que obligarse a hablar.

— No… no recuerdo el número de mi madre. — Conall le regalo una sonrisa condescendiente, trato de recordar lo que era ser un joven con preocupaciones mínimas, pero no pudo, él había cargado con ser un Bach desde niño, hombres con nervios de acero y mujeres con mentes brillantes, eso eran los Bach.

— ¿No la tienes agendada como mamá? — pregunto lo obvio y Felipe quería golpearse, completamente rojo por su estupidez, tomo su teléfono y llamo a su hogar.

— ¿Ma? — dijo con voz temblorosa, podía escuchar los grito de Amir a lo lejos.

— Feli, hijo, gracias a Dios que estas bien, debes regresar, todos deben regresar. — dijo con apuro y desespero, Candy precisaba ver a sus niños, necesitaba comprobar por ella misma que estaban bien.

— ¿Qué sucede? — cuestiono porco dispuesto a moverse son saber quién de sus hermanos estaba en problemas.

— Solo regresa con Conall…

— ¡¿Qué es lo que pasa?! Yo soñé… — Felipe dejo de hablar al percatarse de la mirada intrigada de Conall lo último que quería era que lo tildaran de loco.

— ¿Qué Feli? Que soñaste hijo. — respiró derrotado, era su madre, la conocía, no se detendría.

— Soñé que me llamaba… Vicky. — dijo sorprendiéndose incluso él mismo, ya que cuando despertó no podía estar seguro de quien lo llamaba, pero ahora lo estaba.

— … — la línea quedo en silencio, y Conall lo veía sorprendido.

— Dios mío, ¿Qué le paso a Vicky? — el shock que le había causado Conall al abrir de repente su puerta e ingresar con todos esos hombres se había esfumado, en este momento Felipe solo podía pensar en Victoria, su hermana.

— Se la llevaron… Felipe, alguien secuestro a Victoria.

Felipe término con la llamada y comenzó a caminar hacia fuera, necesitaba regresar a Nueva York, tenía que saber que era lo que le había sucedido a su hermana, ¿cómo fue que alguien pudo ingresar en la mansión Zabet? Porque para Felipe alguien había ingresado en su mansión, su hermana era ciega y no le gustaba salir, pero a mitad de camino una mano grande lo detuvo, o quiso hacerlo, Felipe estaba tan preocupado por su hermana que solo reacciono a esa acción que pretendía detenerlo, el delgado joven tomo la mano de Conall y giro, doblándola de tal forma que estaba a punto de romperla.

— Tranquilo Felipe, soy yo. — Dijo con dolor y con su otra mano hizo una señal a sus hombres para que bajaran sus armas.

— Mierda, lo siento, yo estoy… estoy muy nervioso, quiero ir a mi casa, necesito ir con mi mamá. — no quería, no debería, pero Felipe sonaba como un niño asustado, quería regresar al refugio de su hogar, que sus padres le dijeran que todo era una broma, que al fin alguien le había hecho una broma a él.

— Lo comprendo Felipe, y nosotros te llevaremos, solo que no puedes ir en pijama, ponte, aunque sea un abrigo. — y solo entonces Felipe recordó que apenas unos minutos atrás estaba durmiendo.

— No puedo creer que ese niño flacucho lo sometiera tan fácil jefe. — murmuro uno de los hombres cuando ya estaban de camino al aeropuerto, Felipe veía por la ventana, pero, aunque estaba ocupando toda sus pensamientos en Vicky, podía escuchar a los hombres susurrar.

— Ese niño, es Felipe Zabet, y es un Ángel, que su rostro de inocente no te engañe, de todos ellos la única que es débil es Victoria, es por eso por lo que la secuestraron. — la última frase de Conall lo molesto, más que eso, lo enfureció y Felipe pocas veces se enojaba a ese punto.

— Si crees que Vicky es la más débil de nosotros es porque no nos conoces en realidad, pero ya lo veras por ti mismo, todos la subestiman por ser ciega, pero ella podría ser mejor asesina que Hades, solo la detiene la dulzura de su corazón. — dijo al tiempo que sus ojos brillaban con cierta advertencia de que cuidara sus palabras.

— Lo mismo dijo Lucero, pero lo cierto es que la secuestraron y no opuso mayor resistencia. — rebatió Conall y no por contradecir a Felipe, sino tratando de comprender como fue que se la habían llevado tan fácil, lo que ambos desconocían era que Vicky se había dejado llevar por salvar a Rosita, su hermana adoptiva.

— Desde que éramos niños se nos instruyó para poder sobrevivir en caso de un secuestro, ya sabes, somos asquerosamente ricos, pero además somos sobrinos y primos de asesinos, a eso súmale que Zafiro esta con Neri el líder de la mafia rusa y Eros… con Lucero, debes saber mejor que nadie cuantas personas quieren llegar a un Bach. — Conall no podía rebatir aquel hecho. — A diferencia de ustedes, a nosotros nos gusta la libertad, estar rodeado de tanto custodios… no es una opción, no desde que nos traicionaron y por ello murió mi prima. — Conall comenzaba a comprender todo aquello que Lucero les había contado.

— Están entrenados para matar. — Felipe dejo salir una sonrisa triste, que acompaño de un suspiro antes de responder.

— Tenemos sangre de asesinos, lo llevamos en nuestras venas, pero solo llegado el caso sabremos si todos somos capaces de matar, por ahora, solo mis padres, mis tíos, Hades, Eros y Zafiro se han atrevido a hacerlo.

— ¿Crees que Victoria lo hará? ¿crees que pueda escapar?

— Creo que ella hará todo lo que este en sus manos para regresar a nosotros, cueste lo que le cueste, somos su familia.

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