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Capítulo 8 — La Embarcación

Sábado, 20 de Febrero. Mansión Magnus, 18:40 30.

Yaakov estaba monitoreando hasta el último e insignificante de los elementos antes de partir hacia el puerto. Alekséi lo había dejado a cargo de esta operación y no quería defraudarlo, le demostraría que era completamente competente y confiable para manejar cualquier situación, especialmente si era durante su ausencia.

Ya estaban todos los hombres debidamente equipados y dispuestos a ir a la guerra. Desde ayer había estado explicando en repetidas ocasiones y de mil formas distintas las funciones de cada uno. No hay cabida para errores, Alekséi jamás dejaría que lo olvidara si algo llegase a salir mal.

Así que allí estaba, de pie en el frente de La Mansión, observando a todos los hombres abordar los autos y comenzar a emprender su camino hacia el muelle en donde recibirían la mercancía. Él, antes de seguir su ejemplo, se dirige hacia Fredek y Lev que se encontraban presenciando el espectáculo desde la entrada.

—Bueno, ya nos vamos. Díganle a Reiji que esté al pendiente de las transmisiones y que le comunique todo a Magnus — intercalando su mirada entre ambos Omegas.

Fredek simplemente asintió y se adentró hacia el interior sin contribuir en nada más.

—Espero que traigas tu culo intacto, Yaak — Lev le acaricia gentilmente la mejilla —. Tal vez así te deje entrar en mi habitación de nuevo.

El contrario lo atrae hasta su cuerpo y une los labios con los de su pareja, sintiendo como una corriente eléctrica se expande desde la cima de su cabeza hasta la punta de los dedos de los pies, inhalando el dulce olor que desprende su compañero destinado.

Un aroma a vainilla y fresas, que desde el día que lo conoció lo cautivó completamente. Mordió levemente su labio inferior, a lo que Lev abrió sutilmente su boca permitiendo al Alfa ingresar su lengua, pudiendo degustar su delicioso y embriagante sabor.

Al cabo de unos segundos se separó de él y miró con deleite esos profundos ojos negros que tanto adoraba, nublados por la pasión.

—Volveré antes de que te des cuenta de que me fui, mi príncipe — sonriéndole de medio lado y dejando un pequeño beso en la punta de su nariz.

Lev sonrió y vio con un deje de nostalgia como su gran Alfa lo soltaba e ingresaba en el camión destinado a transportar la mercancía. «Vuelve a mí, Yaakov», pensó, antes de recobrar la valentía para girar, apartar la mirada de su compañero alejándose por la carretera y confiar en que todo estaría bien, tal como le fue jurado.

El puerto quedaba a dos horas de distancia de La Mansión. El chófer del camión era uno de los subordinados, mientras él iba en el asiento de al lado con la garganta obstruida y la adrenalina quemando en su torrente sanguíneo. Delante de ellos iban 4 Suburban negras con 10 hombres cada una, dirigiendo la caravana de autos un lujoso BMW M6 Gran Coupé plateado, pilotado por Nikon, teniendo a Adrik de copiloto.

Yaakov no estaba nervioso, pero si ansioso de llegar tan pronto como fuera posible para poder establecer el perímetro y finalizar de una vez por todas con el bendito acuerdo que tenían con el italiano: Franchesco Graziani.

Se dispuso a fumar un cigarrillo cuando a lo lejos pudo divisar el final de su ruta. Le hizo una seña al conductor para que aumentara la velocidad mientras tecleaba rápidamente un mensaje a Adrik para que estuviera alerta. Adentrándose habilidosamente en el terreno del dique en donde realizarían la transacción, Yaakov baja y ladra órdenes a todos los hombres para que tomen posiciones en rincones tácticos del lugar.

Adrik, seguido de los nueve principiantes, obtiene su rifle y emprende camino hacia uno de los almacenes mientras le indica a cinco de los esbirros que se encaminen hacia el otro para posicionarse de acuerdo a sus instrucciones. Nikon por su parte se ocupa de instalar cámaras por los alrededores, a través de las cuales Reiji podrá mantener al tanto a Alekséi durante la operación.

No hay paciencia, tiempo ni disposición para equivocarse. Hasta los autos son estacionados en una alineación estratégica por si hay la necesidad de cubrirse de una lluvia de balas. Yaakov le avisa al chofer que lo trajo que coloque el furgón cerca del emplazamiento de descarga, en donde se supone llegará "La Signora In Nero".

Al pasar la media hora y con todos en posición, atentos y en alerta, el Alfa saca su móvil, teclea rápidamente y entra en llamada con Reiji.

—Dígame, Jefe Yaakov — responde el Omega al primer tono.

—Reiji, ya todo el perímetro está asegurado, ¿puedes ver?

—Sí, jefe. Claramente. Las imágenes ya están siendo transmitidas al señor Magnus. Todo está monitoreado, nada ni nadie entrará sin que yo lo vea primero — le informa confiado desde el otro lado de la línea.

—Genial, mantenme al tanto de cualquier novedad.

—Sí, Jefe — dando por finalizada la llamada.

Yaakov echa un último vistazo a su alrededor, se recarga en el camión, enciende un cigarrillo y se dispone a esperar la llegada del navío. Al pasar la hora y media faltante para que se cumplieran las veintitrés horas, pudo distinguir a lo lejos varias pequeñas luces parpadeando sobre el agua, indicando que un buque se avecinaba. A través del comunicador en su oído le informa a los demás que estén alerta, con los sentidos agudos. Ya era hora de dar marcha al plan.

Es paciente mientras "La Signora In Nero" lanza el ancla en la marea tranquila, anunciando su llegada. Varios de los sujetos a bordo, altamente armados, descienden tomando actitudes defensivas a los laterales, cautelosos, recelosos y en guardia.

Justo después se deja ver Rocco Giordano, ese hijo de puta Alfa de Anaconda, mano derecha de Franchesco, con su oscuro semblante y firme porte, vestido entero de negro, resaltando aún más su alta y delgada figura. Hace un gesto de reconocimiento hacia Yaakov, indicándole que se podía acercar sin temor de que lo último que vería iban a ser sus sesos volando en el aire.

Tan pronto como la distancia se reduce, ambos se saludan con un tenso apretón de manos, cuando la verdad es que Yaakov quiere estrellar su puño en la nariz de ese maldito y regocijarse al ver su asquerosa sangre goteando sin control.

—Vaya, cuánto tiempo, mi querido Yaakov. Hubiese preferido hablar directamente con el dueño del circo, pero me tendré que conformar con uno de sus payasos — su acento italiano enfático en cada frase, sonriendo mientras alza una de sus cejas.

Él y Rocco nunca se habían llevado del todo bien, los jefes de ambos bandos lo sabían. Y a pesar de que se moría por sacarle a patadas los dientes, su profesionalismo iba primero y se negaría a desechar la confianza de Alekséi cayendo en el juego sucio de esa serpiente.

—Vamos, Rocco. Dejemos la mierda de lado y terminemos con esto, ¿te parece? — agregó con molestia, chasqueando la lengua —. Tengo una acogedora cama y un lindo Omega esperándome en casa, así que salgamos de esto rápido y evitemos mirarnos más del tiempo necesario.

—Oh, por favor. ¿Dónde está tu sentido del humor? — riéndose levemente ante la evidente ofensa de su contrincante —. Pensé que eras más divertido.

—Te cedí el puesto — Yaakov hace ademán con las manos en dirección a los esbirros para que se apuren en trasladar la mercancía al camión —. A ti te queda mejor lo de payaso.

Rocco se le queda mirando fijamente con una expresión de diversión en el rostro. No puede evitar sentirse un poco irritado ante la falta de seriedad en el hombre, pero se rehúsa a dejarse llevar por sus provocaciones.

Pasan los minutos y ya faltaban pocas cajas por abordar, cuando siente el teléfono vibrar dentro de su chaqueta. Al comprobar la pantalla se percata de que es una llamada de Reiji y le da al botón verde sin vacilar.

—Dime, Reiji, ¿Qué suc...

—¡Jefe! — exclama con temor —. ¡Ahora mismo están intentando hackear nuevamente el sistema de seguridad! — enuncia con rapidez, Yaakov puede escuchar a través del teléfono el sonido de sus dígitos chocando contra el teclado.

—¿De qué mierda estás hablando, Reiji? — replica entre dientes y en voz baja para evitar que Rocco lo escuche —. ¿Exactamente qué está sucediendo?

—Estaba vigilando las cámaras de seguridad hace unos segundos y de repente los monitores empezaron a tener interferencia, pensé que podría tratarse de una falla momentánea de la señal, debido a que están en un sitio remoto y rodeado de agua, pero... — hace una breve pausa, en ningún momento el Alfa dejó de escuchar el teclado, a pesar de que Reiji estaba balbuceando con atropello —. Están intentando sacarme de la red, estoy haciendo todo lo posible para bloquearlo, pero mis defensas están siendo derribadas súbitamente, jefe. No sé cuánto tiempo logre aguantar hasta que me saque totalmente — puede contagiarse de su desespero mientras le relata lo que sucede.

—Reiji, tienes que impedir que tome el control, contamos enormemente con esa medida de seguridad. ¿Tienes alguna idea de lo que pretenden hacer?

—Probablemente deshabilitar las cámaras de seguridad en el puerto y puede que también dejarlos incomunicados. En una zona tan remota, podría pasar algo e impedirles que soliciten refuerzos. Demonios, estoy perdiendo el dominio, Jefe. No sé cua... — el zumbido de la estática es la alarma que le advirtió a Yaakov que la llamada murió. Se quedó contemplando el móvil en su mano durante largos segundos antes de poder enfocarse nuevamente.

—¿Sucede algo, Yaakov? — pudo percatarse del deje de burla en el tono utilizado por la serpiente, pero en ese instante su mente estaba demasiado acelerada, tratando de idear un plan para sacarlos a todos, y a la mercancía, intactos de ese calvario.

—No — le responde cortante —. Enseguida vuelvo.

Se aparta por unas cuantas zancadas del núcleo en donde se está desenvolviendo todo, exigiéndole a los hombres que se apresuren. La mercancía tenía que terminar de ser descargada y colocada en el camión al menor tiempo posible. Una vez lejos de oídos curiosos, acerca su muñeca a sus labios para comunicarse con Adrik en el techo de uno de los almacenes.

—Adrik, ¿Me escuchas? — rogando porque aún los auriculares funcionen. Si las cámaras ni los teléfonos eran una opción, eran la única vía de comunicación que les quedaba.

Para su alivio, obtuvo contestación.

—Sí, Yaak. ¿Qué sucede? — responde el Omega.

—Tenemos problemas. Reiji se contactó conmigo hace unos minutos y me dijo que nuestro sistema ha sido nuevamente hackeado. Hemos perdido las cámaras de seguridad y la comunicación por los celulares — relata diligente, empezando a ponerse nervioso por primera vez en lo que va de noche.

—Joder, Yaakov. Estamos completamente fuera de rango. ¿Crees que sea obra de Rocco?

—No lo sé, el tipo parece relajado y de todas maneras tiene muy pocos asistencia aquí como para atreverse a intentar algo. Conozco al maldito, prefiere sacrificar a quien sea mientras él no salga lastimado — hace una breve pausa —. Algo no me está gustando. ¿Todo bien allí arriba?

—Los alrededores del puerto están en calma, nosotros somos los... Espera — se interrumpe de repente en medio de sus palabras —. Puedo ver unos vehículos aproximarse en la distancia, Yaakov.

—¿Qué? — cuestiona nervioso el Alfa —. ¿Cuántos?

—No lo sé todavía, están muy lejos. Pero no son pocos. Esto está mal, Yaak. Debemos irnos rápido de aquí — le propone y honestamente Yaakov no podría estar más de acuerdo con él.

Se acerca hacia el camión y empieza a ordenar a gritos a los hombres que terminen de embarcar las cajas: “¡Pero ya!”, haciendo uso de su voz de mando para que notaran que iba jodidamente en serio. Su vista se encuentra con la de Rocco, que parece extrañado por su cambio de actitud.

—Nos has jodido, ¿No es así? — interroga con un gruñido entre dientes, tomándolo del cuello de su camisa para atraerlo a su rostro —. ¡Nos has tendido una jodida trampa, maldito infeliz!

—¿Pero de qué carajos estás hablando, bastardo? — recrimina ofuscado, recitando un par de obscenidades en italiano mientras trata de liberarse del poderoso agarre del lobo —. No tengo ni puta idea de a qué te refieres.

—¡Y una mierda! — Yaakov le grita antes de empujarlo, aprovechándose de cada gramo de su poder —. ¡Has hackeado nuestra red de seguridad y ahora tus hombres vienen a intentar jodernos! ¡¿No es así?! — apuntándole con furia apenas contenida.

Rocco le mira con detenimiento y el ceño fruncido antes de hablar. Para ese momento, ya todas las cajas habían sido cargadas.

—Nosotros no hemos hecho una mierda, Yaakov. Podremos ser traficantes, pero hasta nosotros tenemos nuestros códigos — alzando la voz y enfrentándolo a sólo centímetros de su rostro —. Así que más te vale tener cuidado con lo que dices, la próxima vez no tendrás tanta suerte por tener una lengua tan larga, ¿capisci?

Dicho esto, le da comandos a sus súbditos para que aborden la nave y salir pirados de allí antes de que los problemas lleguen a cargárselos también.

—¡Yaakov! — escucha Adrik a través del auricular en su oído —. ¡Tenemos que irnos, ahora mismo! — puede sentir como suelta las palabras con esfuerzo, dando a entender que se estaba desplazando mientras se comunica con él —. Una gran jodida cantidad de autos están acercándose, logré contar ocho, pero no sé si seguirán llegando más. Estoy bajando del almacén, ya le di indicaciones a los demás para abandonar este lugar.

—¡Nikon! — convoca, a lo que su compañero llega hacia él desde donde estaba anteriormente —. Ya escuchaste, hay que irnos lo más pronto posible de aquí, aseguren el puto camión y vámonos. ¡Ahora!

Dicho esto, Yaakov se apresura hacia el cargamento, pero antes de poder subir, aparecen camionetas negras blindadas de las cuales comienzan a descender enemigos disparando a todo lo que se mueve y respira. El Alfa logra refugiarse detrás de unos barriles que habían cerca, sacando la pistola de la funda dentro de su chaqueta, comienza a devolver los disparos.

El lugar entra en un parpadeo en un terrible caos, mientras que más vehículos los siguen abordando. Sus aliados se encuentran rodeados, acorralados por los intrusos que no les dan tregua con los impactos, haciendo llover balas sobre sus cabezas. A lo lejos pudo observar como Rocco y sus acompañantes estaban también intentando defenderse, pero encendieron el motor del barco, escapando para dejarlos a ellos a su suerte.

—¡Usen los explosivos! — gritó a la deriva Yaakov, teniendo esperanza de que su voz fuese escuchada por sobre los fuertes estallidos y estruendos.

Para su fortuna, explosiones causaron destellos luminosos y espesas nubes grises de humo, hiriendo a numerosos de los enemigos, dándole oportunidad al Alfa de poder aventurarse a la cabina de la furgoneta, ingresando con éxito.

El chófer se encontraba muerto en su interior al ser alcanzado por una bala justo en la sien, Yaakov lo arroja hacia afuera, gira la llave y lo enciende.

—¡Adrik, Nikon! ¡Respondan! — habla a través del comunicador.

—Estoy con Nikon, pero está herido. Un cabrón le disparó en un costado. Logramos ingresar en una de las camionetas. Tenemos que irnos ahora mismo, Yaak. Nos están rodeando rápidamente — jadeante, haciendo un esfuerzo para ser escuchado a través de tanto caos.

—Ya yo estoy en el camión, voy a arrojar un explosivo. Al detonar, arrancaré a través de la confusión y aprovecharemos para escapar. ¿Entendido?

—De acuerdo. Pero rápido, Nikon está perdiendo mucha sangre — le informa antes de cortar la transmisión.

Yaakov saca del bolsillo de su pantalón uno de las pequeñas bombas fabricadas por Fred. Toma un par de respiraciones, armándose de valor, abre la puerta y lo tira hacia la intemperie. Logra caer debajo de una de las camionetas, causando que estalle en una densa y enorme masa de fuego y escombros.

Aprovechando, Yaakov presiona el acelerador y escapa presionando a fondo el pie en el pedal, maniobrando entre disparos y detonaciones a su alrededor. Conduce y conduce hasta que por el retrovisor no logra divisar ni el muelle ni nadie persiguiéndoles para acabar con su cometido. Para su consuelo, puede ver el auto de Nikon, junto con una de las Suburban de la organización en su cola.

«¿Pero qué carajos sucedió?», se preguntó a sí mismo mientras seguía conduciendo, rumbo a La Mansión. La operación fue un rotundo desastre, pero por lo menos lograron salir de allí con la totalidad de la mercancía.

Ahora sólo quedaba llegar rápidamente a la organización para poder contar las pérdidas.

—Magnus va a matarme…

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