Capítulo 6 — Ser Precavido
Jueves, 18 de Febrero. Sala de control, 12:56 horas.
—Reiji, ¿Le contaste todo esto a Yaakov? — Alekséi demanda saber.
—Por supuesto, señor Magnus. Apenas me dí cuenta de que nuestras defensas habían sido penetradas, lo consulté con el jefe Yaakov cuando vino esa misma mañana — admite el Omega, buscando rápidamente la grabación de la conversación que tuvo ese día con su primo —. Si quiere puedo enseñarle el video. Sé que usted prefiere que cuando algo así ocurra se lo notifique directamente, pero me dijo que se dirigía a su oficina en ese momento y que él personalmente le pasaría la información. Sólo por eso no lo llamé, señor. ¿Hice mal?
Alekséi puede sentir la preocupación en su tono. Sin embargo ahora no le podría importar menos tratar de ser condescendiente con nadie ya que estaba furioso, sus extremidades se sentían calientes por la rabia acumulada. Yaakov le había estado ocultando la totalidad de los hechos, aunque todavía no quería estudiar la alternativa de que su primo sería capaz de traicionarlo.
«En este estilo de vida que hemos escogido, no podemos confiar realmente en nadie», pensó en las palabras que su mentor le había dicho al poco tiempo de haberlo reclutado.
Tendría que enfrentar a Yaakov lo más pronto posible.
—Necesito que tan pronto llegue Yaakov, le digas que vaya a mi oficina, Reiji. Sin rodeos, directamente a encontrarse conmigo. ¿Me has entendido? Y mándame una copia de esa grabación — con voz cortante y mirada desafiante, ignorando su anterior pregunta.
—Sí, señor. Entendido — Reiji se sintió intimidado por el tono de autoridad que usó Alekséi y a través del olor que despidió, pudo darse cuenta de que estaba realmente enfadado.
Sin decir nada más ni mirar hacia atrás, el Alfa salió de aquel lugar y se dirigió a paso firme directo a su oficina, toda la información que recibió por parte de Reiji lo dejó descolocado, profundamente irritado, con el presentimiento de que entraría en erupción ante la mínima provocación.
Era obvio que Yaakov cuando fue a contarle lo sucedido, le ocultó los detalles más importantes sobre el acontecimiento con el supuesto espía y si lo que quería lograr era no preocuparle, pues tuvo el efecto contrario. Sus pulmones estaban congestionados contra su caja torácica, podía percibir el aumento precipitado de su flujo sanguíneo y tenía los puños tan apretados, que sus nudillos se tornaron blancos, con las uñas clavándose en sus palmas, atravesando la piel.
No toleraba que le mintieran, mucho menos sobre un asunto de tal relevancia.
«Más le vale tener una jodida buena excusa para esto», piensa a medida que se adentra en su oficina. Los subordinados que lo acompañan de pie afuera de la puerta haciendo guardia. Se dirige hacia el minibar situado en una de las esquinas de la habitación y se sirve un vaso de whisky.
Con el recipiente medio lleno con dos cubos de hielo, se sienta en la silla de su escritorio y enciende un cigarrillo. Da una profunda calada, expulsando el humo lentamente mientras divaga en su mente. Toma pequeños sorbos del licor de vez en vez, observando con aire ausente los minutos correr en el reloj de su ordenador.
Después de una hora que se le hace eterna, Reiji le comunica a través de un mensaje que Yaakov ya se encuentra en La Mansión y que va en camino a verlo. El Alfa se endereza y vigila fijamente la puerta esperando a que su primo haga su aparición.
Está molesto y el hecho de haber tenido que aguardar una puta hora por él, sólo ha logrado que la molestia evolucione en una ira ardiente. Al transcurrir unos segundos, escucha el golpeteo en la entrada y sin esperar la invitación, Yaakov irrumpe en silencio. Se detiene brevemente, observando al Alfa con un atisbo de inseguridad, quien lo tiene preso bajo el poder acerado de su mirada.
—¿A qué jodidos esperas para cerrar la maldita puerta? — Alekséi ruge, entrecerrando los ojos —. Tienes algo que aclararme, Yaakov, y antes de siquiera abrir la boca, te aconsejo que pienses bien lo que vas a decirme.
Yaakov simplemente se queda allí atónito, con los ojos abiertos de par en par. Luego asiente con tirantez, recobrando algo de valor y cierra la puerta. Se dirige a paso lento hacia Alekséi para sentarse frente a él, pero Yaakov está sumamente nervioso. Sabía que se enteraría de que le había ocultado información, pero no pensaba que iba a ser tan pronto. Se sintió increíblemente estúpido, nunca debió haber subestimado la astucia de su primo.
—Escucha, Magnus... — logra articular sin tener el coraje de verlo directamente a los ojos, notó como sus manos temblaban y el sudor empezaba a correr por sus sienes.
—¡Y una jodida mierda, Yaakov! — exclama, golpeando con violencia su escritorio, sobresaltándolo —. ¡Me mentiste! — el vaso que tenía allí se tambaleó momentáneamente antes de caer al suelo causando un estruendo al partirse en pedazos —. ¿Cómo se te ocurre ocultarme información tan crucial?
Alekséi protesta, nivelando su tono de voz a uno profundo y ronco. Esto en vez de calmar a Yaakov, tuvo el efecto contrario, poniéndolo todavía más inquieto.
—Me haces parecer un jodido imbécil. ¿Pensaste que no me iba a enterar? — reclama, chasqueando los dedos frente a su cara para obligarlo a centrar su atención en él —. Te recuerdo que soy el jefe de esta maldita organización, me debes tu lealtad y tu sinceridad como mi empleado. El hecho de que seas mi familia no te da derecho a hacerme quedar como un incompetente de mierda. ¿Si me estás entendiendo?
Yaakov asiente, haciendo un esfuerzo máximo en mantenerle la mirada que sentía que le traspasaba el alma. Su lobo aullaba de dolor ante la coacción, sometido e indefenso ante el desconcertante poder de su familiar.
—Habla y es mejor que lo que me vayas a decir sea jodidamente convincente — Magnus le advierte, colocando los codos en los apoyabrazos y cruzando las manos sobre su estómago.
Yaakov trata de estabilizar su respiración, necesitó de toda su fuerza de voluntad para que no le temblara la voz al hablar.
—Magnus, mi intención nunca fue importunarte ni mucho menos hacerte quedar como un inútil en frente de nadie. No sólo eres mi jefe, además de eso eres mi familia y te debo mi vida — dándose palmaditas mentales por haber logrado mantenerse firme —. Me diste las riendas de este trabajo a mí, lo que significa que si algún problema surge, soy yo el que debe solucionarlo.
»Pensé en decírtelo, pero después me dijiste que te estabas preocupando y que tenías un mal presentimiento con el asunto de la embarcación, no quise añadir más leña al fuego. Por eso no te conté todo lo que pasó con el cabrón que logró infiltrarse en nuestro sistema — metió la mano en el bolsillo de su chaqueta y sacó un paquete de cigarrillos. Se llevó uno a la boca y lo encendió, todo bajo el escrutinio atento de Alekséi —. Hoy cuando salí, además de ir a buscar el camión al taller, fui a visitar con varios de nuestros hombres a diversos de nuestros supuestos aliados, a ver si encontraba alguna pista sobre quién pudo haber traspasado nuestras defensas...
—¿Y? — se vio interrumpido, Alekséi ansioso por saber lo que había averiguado.
—No he logrado dar con nada aún. Todos han tenido coartadas suficientemente creíbles, tampoco es como que confíe ciegamente en cada uno de ellos, pero envié a nuestros hombres a vigilarlos para salir de dudas. Y a varios de nuestros enemigos más arraigados también. Tengo confianza con que pronto daremos con alguna pista que nos lleve directamente hacia el culpable.
Magnus no puede evitar estar decepcionado y frustrado. Quien quiera que haya tenido las bolas y la astucia para lograr burlar su firewall, era claro que estaba interesado en la mercancía que llegaría el sábado.
—Me parece que tu proceder en este asunto no fue del todo sensato, Yaakov — se inclina sobre su asiento para apoyar los codos en el escritorio —. Ocultarme algo no es exactamente lo más inteligente que has hecho, lo que estás ocasionando con eso es que pierda la confianza en ti. Sabes que mi paciencia es del tamaño del grafito de un puto lápiz y sin embargo te pareció divertido ponerme a prueba — juntando levemente las cejas, gruñendo cada palabra para ejercer énfasis en su declaración.
—¿Qué? Joder, Magnus. Estás equivocado — alega Yaakov, ya exasperado por tratar de convencerlo —. No hice esto para molestarte, ponerte a prueba ni mucho menos desafiarte. Sólo quiero darte a entender que puedo manejar asuntos como estos y que puedes confiar en mí para solucionar tus problemas — se pasa la mano por el cabello en un acto de desespero, antes de dejarla caer fuertemente sobre su muslo —. Sé que lo que hice fue estúpido, lo admito, nunca debí haberte ocultado algo así. Pero quería demostrarte que soy completamente capaz de mantenerte a ti y a la organización a salvo.
Alekséi se queda en silencio durante varios minutos analizando cuidadosamente su confesión. Sigue pareciéndole estúpido y poco sensato el proceder de su primo, pero entiende un poco a lo que se refiere. Él había estado en el mismo puesto con Yurik en los primeros años trabajando a su lado, queriendo probar constantemente su valía y su intrepidez.
—Te entiendo — concede finalmente, después de relajarse un poco —. Pero eso no cambia el hecho de que fuiste total e irrevocablemente estúpido — lo señala con el dedo —. Debiste habérmelo dicho, Yaakov. Por tu bien, espero que algo como esto no vuelva a ocurrir. Puedes demostrarme tu utilidad sin necesidad de hacer idioteces así. Más te vale no volverlo a hacer. No doy segundas oportunidades, nadie sabe eso mejor que tú.
El Alfa de menor rango siente un inmenso alivio al escuchar las palabras de su jefe, a pesar de haber culminado con una amenaza.
—Lo siento, Magnus. Sabes que jamás te traicionaría. Te debo más de lo que te puedo ofrecer — admite, tratando de que su honestidad toque al contrario.
—Ya deja de decir tonterías y de rememorar constantemente el pasado — Magnus se acomoda una vez más, revisando la hora en la pantalla de su ordenador. Habían pasado cuarenta minutos discutiendo —. Al final lo mejor será posponer el negocio con Franchesco.
—¡¿Qué?! — Yaakov grita, levantándose con un brinco de su asiento —. ¡No, Magnus! Vamos, podemos encargarnos de eso sin problemas. Nuestros hombres están más que listos, no es necesario aplazar nada — procura convencerlo.
—No es lo más prudente, Yaakov — elevando también su tono de voz, pero sin llegar a vociferar —. Te recuerdo que el espía está al tanto de nuestro proceder, no podemos arriesgarnos así.
—Joder, Magnus. Bien puede tratarse de una sola persona intentando joderte y sacarte algo de dinero. Llevas más de un mes arreglando esto con Graziani, no creo que esté muy feliz si te echas para atrás ahora — apoyando las palmas abiertas en el escritorio del Alfa, mirándolo detenidamente para que cambie de opinión.
—Me importa una mierda los sentimientos de Franchesco, no quiero arriesgar la vida de mis hombres, tampoco apostar mí dinero en ello — contraataca decisivo —. Puede que tengas razón y se trate de un sólo hombre. Pero, ¿Y si no? ¿Si es de otra organización? — apunta, Yaakov parece estar pensando en una respuesta adecuada para no arrojar todo a la basura.
—Escucha, no dejes que esto se convierta en un problema mayor de lo que realmente es. Podemos manejarlo, nuestros hombres están más que capacitados para el trabajo, además cuentas con "La Pandilla". ¿Recuerdas? — haciendo las comillas con sus dedos y mirando al Alfa con gesto burlón —. Vamos, Magnus. Podemos hacernos cargo de esto. Es más, acepto la completa responsabilidad si algo sale mal, que de antemano te digo que no sucederá.
Alekséi lo reconsidera, Yaakov puede notarlo. Quiere confiar en el éxito de la misión, pero le sigue pareciendo muy riesgoso después de todo lo sucedido.
—No lo sé, Yaakov... — articula en voz baja.
—Vamos, compañero. Confía en mí — usando la última carta bajo su manga —. Nuestros súbditos están acondicionados, todos los arreglos están listos, lo único que hace falta es que Fred termine los explosivos y así...
—Ya están terminados.
—¡Mierda, Fredek! — Yaakov grita por la sorpresa —. ¡Casi me cago en los pantalones del susto que me has dado! — incluso había sostenido su arma, dispuesto a usarla —. ¿Cuánto tiempo llevas ahí?
—Acabo de entrar — encogiéndose de hombros —. Estabas tan absorto hablando que no lo has notado.
—Por Dios, debes dejar de aparecerte así de repente, la próxima podría pegarte un tiro sin querer — lo acusa, dejándolo pasar para seguir persuadiendo a Alekséi —. ¿Ya ves? Ahora todo está listo, Magnus. Es muy tarde para dar marcha atrás, hay que seguir con el plan.
El Alfa suspira y se dispone a prender otro cigarrillo. Quiere creer en la palabra de su primo y confiar en que en realidad todo saldrá bien, pero a la vez eludir comprometer la supervivencia de sus subordinados, así también su reputación como negociante.
—Lo pensaré — ofrece esa corta rama de olivo, sin realmente dar un “sí” concreto —. Organiza una reunión con los demás para mañana, allí daré mi decisión final, por ahora déjame hablar con Fred — hace un gesto hacia a su hermano, que se encuentra de pie junto a la puerta con la expresión neutra que acostumbra tener.
Yaakov oscila, balanceándose con incomodidad, hasta que asiente sin tener otra salida.
—Está bien, pero antes de irme te vuelvo a asegurar que todo saldrá bien, me comprometo a ello. Déjalo en mis manos — hace una breve pausa antes de continuar —. Deberías de relajarte un poco, Magnus. Sal con alguna chica, pasas demasiado tiempo centrado en el trabajo, te hace falta distraerte, si sabes a lo que me refiero — termina lo último en voz baja y guiñándole un ojo con una sonrisa pícara y repleta de descaro.
—No — responde cortante —. No estoy de humor. Además sabes que me he vuelto muy precavido con todo ese asunto. No quiero volver a caer en la misma mierda — le da una última calada al cigarro antes de apagarlo en el cenicero.
—Vamos, Magnus. No todas las mujeres están locas — suelta una pequeña risita —. Además, no tienes que hacer grandes esfuerzos para conseguir compañía, ya que prácticamente te llueven, cabrón suertudo.
Alekséi sonríe engreído. Era cierto, no muchos podían celebrar la victoria de rechazar sus hechizantes ojos castaño claro, el cuerpo fornido y voluminoso, su estilizado cabello rubio oscuro y ni hablar de los ventajosos centímetros que tenía su polla. Es inusual para un nativo contar con ese tipo de rasgos, razón por la cual atribuyó que su madre era posiblemente extranjera.
Es pura suposición, ya que nunca supo absolutamente nada de la mujer.
—¿Celoso? — con un tono suave, tratando de aguantar la risa ante la expresión molesta de Yaakov.
—Por supuesto que sí, imbécil. Ya quisiera yo tener un poco de eso. Quiero decir, no es que me faltan, pero tampoco tengo un festival esperando devorar mi sexi cuerpo — levantando una de sus cejas mientras hace ademán hacia su figura, expresando lo obvio de sus palabras.
—¿Eso quiere decir que no te basta con Lev? — cuestiona, fingiendo una expresión de asombro —. Vaya, tendré que avisarle de tu decisión, no creo que le guste ser la segunda opción.
—No. Te. Atrevas. — Yaakov le advierte con un gruñido —. Deja a mi Omega fuera de esto.
Ahí es donde Alekséi no puede retener más la carcajada y estalla. Después de unos segundos de verlo reír, Yaakov no puede evitar contagiarse de su risa y termina por hacerlo él también.
—Bien, ya basta de pendejadas — dice mientras se dirige a la puerta —. Me voy, llámame si me necesitas de nuevo.
—Yaakov — Magnus lo llama antes de que cierre la puerta —. Espero que no haya una próxima vez — no necesitó agregar nada más para que su primo supiera exactamente a lo que se refería.
Se observan durante unos segundos, luego Yaakov asiente y se marcha, dejándolo a solas con su hermano. Fred se queda inmóvil, allí parado sin flaquear en su actitud meditabunda. Hasta que se dirige a su escritorio y coloca encima la caja de madera que estaba sosteniendo, se deja caer en una silla y cruza los brazos sobre su pecho.
—Hay cuarenta y cinco — le informa —. Estoy aquí por si necesitas más, iré a prepararlos — su tono es bajo y neutral.
Alekséi asiente. Su pequeño hermano cambió mucho de actitud con el pasar de los años: pasando de ser un adorable, travieso, alegre y juguetón zorrito, a un adulto distante, sigiloso y silencioso.
Aunque él sabía claramente la causa de su alteración abrupta de personalidad, nunca supo cómo abordar el tema con él. Los sentimentalismos no eran su fuerte, se había obligado a enterrar tanto sus emociones que a veces olvidaba de que existían. «Tal vez ya ni tengo», pensó fugaz, sin querer dedicarle más esfuerzo a ese perturbador planteamiento.
—Creo que eso es suficiente. Aunque estoy replanteando todo el negocio con Franchesco Graziani. No creo que sea prudente concretarlo — sus miradas nunca se abandonan, ni siquiera en los breves momentos en donde permanecen ambos mudos.
—¿Por?
—Alguien irrumpió un nuestro sistema de seguridad y tuvo acceso a nuestros datos, y según Reiji, tenía bastante interés sobre la información que tenemos almacenada sobre la embarcación — Fred parece pensar en algo durante unos instantes, oprimiendo los labios.
—Pensé que los hombres estaban preparados para hacer frente a cualquier escenario — dice finalmente.
—Sí, pero igual es un riesgo que no quiero tomar. ¿Tú lo harías? — presiona, tratando de sacarle más conversación.
—No estoy al tanto de todo. ¿Pero no crees que retractarse a estas alturas te haga quedar como un cobarde?
Vaya, Alekséi no se había planteado esa posibilidad. Su atención estaba sobre la posible traición de su primo que no evaluó la complejidad del asunto y su hermano que no sabía todo, le había dado en el punto débil de su orgullo.
Alekséi Magnus no era débil, no era flexible y mucho menos era un cobarde.
Trabajó mucho para llegar hasta donde se encontraba, pasando por encima de muchos y sin dejarse doblegar por los obstáculos que se le interponían. En muchas ocasiones demostró su fortaleza y su increíble genio para llevar la batuta en los negocios y en los combates. Yurik le enseñó bien, después de todo.
No quería caer en la equivocada opción de tomar una decisión descabellada sólo por salvar su ego, tendría que evaluar muy bien su manera de proceder en todo este lío.
—Lo discutiremos mañana en la reunión que realizaré — revela por fin —. Le dije a Yaakov que se encargara de todo.
—Perfecto — Fredek asiente mientras se levanta de su asiento y se dirige hacia la salida —. Estaré pendiente.
—Fred — su hermano le llama antes de que logre escabullirse —. ¿Cómo estás?
El Alfa procura que su tono suene lo más calmado e imparcial posible, ocultando el leve deje de nerviosismo que verdaderamente sentía en ese momento. Fredek le ofrece la vista de su perfil, sin llegar a verlo directamente.
—¿Por qué quieres saberlo?
—Porque me importa, eres mi hermano, eso no ha cambiado — se pone de pie con precaución, rodea el escritorio y apoya la cadera en el borde —. ¿Cómo estás? — insiste —. ¿Puedo hacer algo por ti? ¿Has tomado tus supresores?
El Omega se queda callado por un corto lapso. Luego se voltea y lo enfrenta. Su semblante no exterioriza expresión alguna como es habitual, pero luego una leve sonrisa se dibuja en sus labios.
—Todo está bien. Yo estoy bien, no necesito nada y mis supresores los he conseguido con ayuda de Lev, así que no te preocupes. Mis celos los paso solo de todas maneras, como siempre. ¿Algo más? — persevera, retomando el gesto cerrado e introvertido.
El Alfa, resignado, suspira profundamente antes de responder.
—No. Por los explosivos, no es necesario que hagas más, según Yaakov no harán falta. Además, aún no me decido qué hacer. Nos vemos mañana en la reunión.
El Omega asiente y se va, dejando a su hermano en un mar agitado de pensamientos contradictorios. Alekséi se pasa el resto del día intentando llegar a una vía de acción que logre dejar a todos contentos, pero sobretodo: ilesos.
—Joder... ¿Qué se supone debo hacer?