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Capítulo 5 — Antes de la Tormenta

Jueves, 18 de Febrero. Mansión Magnus, 12:15 horas.

Alekséi caminaba a paso firme junto con dos subordinados malhumorados siguiéndole los talones a través de los largos pasillos de la mansión con un único objetivo en mente. La charla de ayer con Yaakov, para su paz espiritual, surgió efecto.

Su estado de ánimo se estabilizó a pesar de que ese inquietante sentimiento se rehusaba a abandonar su pecho. Confiaba en su primo, pero no podía evitar querer confirmar con sus propios ojos que todo estuviera en orden y listo para buscar, procesar y transportar la mercancía que había negociado con Franchesco Graziani.

Al dar unas cuantas zancadas más, arriba a su destino: la Sala de Control, lugar de trabajo de Reiji. Es una habitación amplia con dos grandes ventanales, en la pared izquierda está ubicado un refrigerador, con una estantería al lado llena de alimentos y snacks solicitados por el Omega. En la pared derecha un amplio sillón de cuero negro, con dos mesas de madera en sus costados adornadas por coloridos floreros.

Y al final está situado un escritorio de metal con varios monitores de diferentes pulgadas, dos grandes estanterías con diversos dispositivos electrónicos y un teléfono fijo, programado para llamar a un sólo número en toda La Mansión en caso de emergencia: el suyo.

Sentado frente a la mesa de hierro estaba Reiji, observando detenidamente las pantallas mientras ingresaba comandos en el teclado, tan concentrado que tardó en notar la presencia de Alekséi y los dos hombres que lo respaldan.

—¡Oh! — exclama con sorpresa el Omega —. Lo siento mucho, no me percaté de su presencia, señor Magnus — se levanta con atropello, inclinándose en una pronunciada reverencia, lo cual Alekséi dedujo se debe a sus raíces japonesas.

—Tranquilo, Reiji. Me dio tiempo de evaluar todo por las cámaras — le indica con un gesto de su mano que vuelva a tomar asiento.

—Todo está en orden, señor — le indica, maniobrando nuevamente sobre las teclas —. Los subordinados seleccionados para el trabajo de la embarcación siguen realizando todos los preparativos bajo el mando de Nikon. El jefe Yaakov salió hace media hora al taller para buscar el camión y su hermano está en el arsenal terminando con la preparación de los explosivos, tal como usted le indicó — cada vez que informaba algo, cambiaba la visión de las cámaras a los sitios correspondientes —. Lev salió hace quince minutos, me dijo que se dirigía a San Petersburgo de compras y que regresaría en tres horas. Y con respecto a Adrik...

Hizo un rápido movimiento y en la pantalla de uno de los televisores apareció la imagen del perezoso Omega tomando una siesta, recostado con pereza encima de un sillón con los pies reposados en unas cajas amontonadas en la sala de entrenamiento. Alekséi suspira pesadamente después de ver semejante escena.

No importan las veces que hablara con ese testarudo búho, él siempre hacía lo mismo: escabullirse silenciosamente de sus obligaciones siempre que podía para dormir, todos los días, sin excepción.

—Este idiota — articula Alekséi para si mismo en voz baja —. Dime, Reiji. Los altavoces funcionan, ¿no?

—Oh, sí. Perfectamente, señor — revela, tratando de suprimir una sonrisa al leer las intenciones de su jefe.

—Bueno, ya sabes lo que tienes que hacer.

Sin tener que agregar nada más, Reiji habilita rápidamente un micrófono. Con ágiles y veloces movimientos de sus dígitos, logra conectar una línea directa a los amplificadores en la sala de entrenamientos. La cual en ese preciso instante estaba atestada con alrededor de 25 hombres ejercitándose diligentemente.

—Listo, señor — le informa, extendiendo la diminuta pero potente bocina en su dirección.

El Alfa la toma y, con un grito que logra crispar el vello de todos los testigos, así como de los hombres preparándose, se dispone a llevar a cabo su hazaña.

—¡Adrik! — al oír el bramido pronunciando su nombre, el pálido despierta de forma tan abrupta que termina resbalando, golpeando fuertemente su culo en el piso —. ¡¿Qué carajos haces durmiendo en horas de trabajo?! — observa al Omega alzarse, mover su cabeza de un lado a otro sobándose el trasero, hasta que localiza la videocámara justo arriba de su posición —. ¡Mueve ahora mismo tu holgazana humanidad y gánate el sueldo que te pago!

Exclama mientras está atento a la reacción del Omega. Adrik contempla detenidamente el lente que lo graba antes de enseñar el dedo del medio e irse con zumbidos lentos e indolentes, maldiciendo entre dientes. Todo bajo el escrutinio del Alfa, sus subordinados y la divertida expresión de Reiji, que se muerde el labio inferior para retener la carcajada que amenaza con salir.

—Joder, terminarán volviéndome loco con sus idioteces — Alekséi se queja, soltando un suspiro resignado, se gira para observar a su programador —. Reiji, necesito que me expliques qué fue lo que sucedió con el supuesto espía que se coló en nuestro sistema. Yaakov ya me adelantó algo, pero quiero que me des tu versión.

Desde su puesto examina con ojos de ciervo acorralado a Alekséi. Este de pie en toda su estatura con su permanente oscuro semblante, las manos dentro de los bolsillos de su pantalón, pareciendo poner en juicio hasta su alma con el peso de su mirada, es totalmente intimidante.

Pero Reiji nunca sintió miedo hacia él, no realmente. Desde que lo ayudó a escapar de la vida tan miserable que tuvo en Tokio, desarrolló sentimientos que iban más allá de Jefe/Empleado, sin poder hacer una mierda al respecto.

Nunca se había atrevido a confesarse, no estaba seguro de cómo él reaccionaría y además no quería arriesgarse a ser rechazado, algo en su corazón le advertía que no sería correspondido. Lo seguiría manteniendo como un amor platónico, como su valioso e íntimo secreto.

—Bueno, señor Magnus. Al regresar de mi descanso el miércoles, me dirigí como siempre a estudiar las grabaciones del día anterior y a comprobar el estado del sistema — le informa y comienza a buscar la información en el computador —. Fue cuando me percaté que desde las tres treinta hasta las tres cuarenta y dos de la mañana hubo un ingreso a la red. Al principio pensé que había sido usted... — se gira sobre su silla para observarlo—. Ya que además de mí, usted es el único que tiene libre acceso, pero al tratar de rastrear la fuente, me fue imposible encontrarla.

Una cantidad colosal de alarma se instala en las entrañas de Alekséi por eso. Si alguien logró irrumpir exitosamente en su organización, tendrían el ingreso asegurado a toda la delicada e incriminatoria información, pudiendo disponer de la misma para amenazarlo, extorsionarlo o joderlo.

Ninguna de las opciones estaba dispuesto a enfrentarlas sin oponer resistencia, lo cual podría desatar una guerra.

—¿Cómo fue que lograron entrar? — pregunta frunciendo el ceño —. Pensé que el software que estableciste era impenetrable.

—Si le soy completamente sincero, me sorprende también que hayan logrado infiltrarse. Pero el hecho de que yo no estuviese aquí para impedirlo también facilitó su tarea — responde el Omega con un deje de asombro en su expresión —. Tengo robustas medidas de seguridad implementadas en este S.O.1 Con contraseñas en cada una de sus carpetas — hace ademán con sus manos tratando de hacer énfasis en su afirmación —. Lo que me da a entender que el que logró hacerlo, no sólo repasa mis habilidades con creces... — admite un poco avergonzado —. Sino que también debe de ser muy dinámico e inteligente como para descifrar las claves de todos los archivos que revisó y de paso en tiempo récord. Yo soy rápido, señor Magnus. Pero no TAN rápido.

—¿Entonces no es un trabajo interno? — pregunta al cabo de unos segundos.

—No, señor. Si fuese así, sería capaz de rastrearlo, además no creo que haya alguien aquí capaz de hacerlo. Y si estuviera dentro de los límites de la propiedad, la señal sería fácilmente identificable para yo poder decodificarla — expresa, poniendo su interés de vuelta en las pantallas —. Como puede ver aquí... — señala con su dedo un punto en específico —. Estos son los archivos a los que logró acceder el espía, y esto de aquí... — se mueve para demostrarle otra imagen en la pantalla —. Es el punto de ingreso, como puede ver, está en rojo, lo cual indica que la fuente no puede ser perseguida. — finaliza con nerviosismo.

—De acuerdo. ¿Puedes saber al menos que información estaba buscando?

—Bueno, pude trazar un patrón de búsqueda. Circuló entre varias carpetas en las cuales usted tiene almacenados datos de sus contactos, indagación sobre las bases a nivel nacional e internacional y pude notar también que estaba tratando de meterse en sus cuentas personales. Pero al estar escudadas por claves y la necesidad de su huella dactilar y escaneo de su iris, imagino que desistió, pero...

Hace una pausa, lo cual suma grados en la ansiedad de Alekséi, aunque su posición erguida y firme lo disimulaba bien.

—¿Pero? — exige con su tono de voz profunda.

—Bien, ya le dije el tiempo en el cual logró estar conectado en la red.

—Sí. ¿Y qué pasa con eso?

—Pues... — Reiji se acomoda en posición india en el asiento mientras se prepara para lo que va a decir —. Tuvo un total de doce minutos en línea, cinco de los cuales los pasó en lo que ya le dije — observa al Alfa por debajo de sus largas pestañas, angustiado —. Los otros siete, estuvo husmeando en la carpeta con los datos sobre la embarcación de este sábado.

Alekséi inhala con brusquedad, acariciando con aire pensativo su barbilla. Todo el cuerpo le entra en una notable rigidez y el mal presentimiento se escurre por sus venas a la velocidad de un potente veneno.

—Eso quiere decir que tuvo tiempo suficiente para...

—Lograr obtener todos los datos sobre los preparativos de la embarcación — finalizó el Omega.

Puta mierda.

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