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Capitulo 5. Acuerdo caliente

Al día siguiente, Livia en vez de dirigirse a su clase, tomo el camino de la dirección. Iba decidida a denunciar a ese profesor y más rápido lo hacía ya que la materia que impartía casi siempre la dictaba por las noches.

No estaba dispuesta a soportar otro atropellamiento como el del día anterior, le importaba una mierda que se armara un escándalo, pero al menos ninguna otra chica iba a tener que pasar por lo que ella paso.

Si, tuvo mucha culpa porque permitió que todo ocurriera. Si tan solo hubiera sido un poco más fuerte nada de aquello hubiese pasado. Pero su carne fue débil y cayó en tentaciones, el cargo de conciencia que sentía no era normal.

La joven llego a la oficina encontrándose con una mujer sentada detrás de un escritorio, en cuanto se percató de su presencia le sonríe amablemente.

—¿Qué necesitas?

—Me gustaría hablar con el directo, ¿se encuentra? —la mujer pareció muy sorprendida.

—¿Sobre qué?, quizás es algo que yo misma puedo solucionar.

—Prefiero hablarlo directamente con él.

—Entiendo, en ese caso adelante.

Livia sonríe, con los nervios a flor de piel ella camina hacia la oficina del director, da unos pequeños toques en la puerta para luego abrirla.

—Disculpe…

Pero sus ojos no daban crédito a lo que estaba viendo, ella parpadea intentando creer que lo que estaba mirando no era cierto. Que todo era producto de su imaginación.

—Buenos días señorita Hamel, pase adelante.

Con la boca abierta ella se queda bajo el umbral de la puerta sin saber qué diablos hacer. Solo parpadea mientras que mira a su profesor en aquella oficina.

—¿Qué está haciendo aquí?

—¿Has venido para hablar con el director no?

—Si.

—En ese caso, dígame lo que tenga que decir.

Ella ensancha la mirada al darse cuenta de lo que estaba ocurriendo.

—No puede ser. ¿Usted es el director? —Dante se pone en pie para luego caminar hacia ella lentamente mientras que es observado esa rubia.

—¡Yo soy el director! También soy profesor de álgebra por las noches.

—No puede ser que…—ella habla en voz alta que a Dante no le queda más remedio cubrir sus labios con la mano.

Cierra la puerta detrás de ella y empieza a caminar de retroceso con Livia. Al llegar al filo de su escritorio el pelinegro se sienta en el borde al mismo tiempo que abre sus piernas para que Livia pudiera acomodarse entre ellas.

—¡Así que has venido a acusar a tu profesor de álgebra! —musita aun cubriendo los labios de ella —. Que chica tan cruel y rebelde eres.

Livia niega con la cabeza mientras que sus ojos miran fijamente aquellos ojos grises brillar más de la cuenta.

—Dude que lo hicieras, pero ya veo que eres de las cumple palabras —él envuelve su cintura con un brazo para luego liberar la boca de ella.

—No puede ser que usted sea el director, ¿Qué clase de persona es? Todo lo que ha estado haciendo conmigo no es para nada ético.

—He leído tu expediente, no había tomado el tiempo de hacerlo a decir verdad y ahora entiendo bien porque eres como eres.

—¿Qué?

—Vienes referida de un convento, me resulta muy extraño que hayas dejado los hábitos para estudiar en una universidad bastante común.

Ella guarda sus palabras, no conocía a ese hombre como para andar contándole sus cosas privadas.

—Suélteme ya —hace amago de liberarse, pero solo consigue que él aprieta un poco más su cuerpo.

—¿Por qué?

—Es el director, es mi profesor, ¿quiere que diga otra cosa más?

—¿No te agrada que tu querido profesor te toque?

En ese instante comienza a deslizar la mano por su muslo, esa mañana utilizaba una falda larga y un poco ancha, pero era muy fácil para poderla desvestir. En cuanto Livia siente que él resbala su mano por su pierna su cuerpo se eriza.

—¡Basta!

—Si me dices que me detenga, ¿Por qué razón tu cuerpo se eriza y reacciona ante mis caricias?

—Yo…—no continua hablando ya que Dante llevo su mano hasta su sexo—. ¡Ahh! —se debilita —. No lo sé.

—Yo creo que es porque te gusta lo que te hago.

—No —jadea muy bajo cuando él frota su coño con los dedos.

Nuevamente estaba perdiendo el control de su cuerpo, era una situación que se escapa de sus manos. Cuando Dante la tocaba o se acercaba mucho a ella perdía el conocimiento, se olvidaba del mundo y únicamente le importaba él.

Dante observa los labios semi abiertos de libia los cuales lo impulsa a apoderase de ellos, besa a Livia con pasión mientras que frota su coño por encima de las pantaletas. A esas alturas lograba sentir como mojaba sus bragas.

El pelinegro se atreve a hacer a un lado la tela de la pantaleta para poder sentir los pliegues de los labios vaginales de su coño. Con dos de sus dedos aparta los superiores y con el dedo medio empieza a jugar el botón que se esconde entre ellos.

—¡Ahhh! —a su vez Livia tiembla en los brazos de su profesor, lo que hacía con su vagina era sorprendente. Jamás en su vida creyó que esos placeres carnales fueran tan deliciosos.

—Estás muy mojada Livia, tu coño se encuentra bastante húmedo y escurridizo.

—No diga eso por favor —sus palabras la avergonzaban muchísimo.

—¿Te da vergüenza que te diga cosas así?

Él ve que ella asiente y sin abrir los ojos Livia gozaba de ser masturbada por él.

—¿Sabes lo que te estoy haciendo? —Livia niega—. Masturbo tu vagina, te doy placer con mi mano.

Ella entre los ojos para ver el rostro de Dante, en ese instante siente que algo perfora su interior que la hace gemir con fuerza. Dante la sujeta de la cintura mientras que con la otra mano se dedica a penetrarle el coño.

—Por dentro estas aún más mojada, mi mano esta empapada de tus fluidos. Mis dedos son succionados de vez en cuanto por tu cuerpo y eso me encanta. ¿Siente como los muevo en círculos?

Livia abre los labios formando una especie de “O” con ellos mientras que asiente al mismo tiempo. La joven se aferra a los hombros de ese hombre ya que siente que estaba por desmayarse.

—Estoy en tu interior tocándote, frotando y tratando de conseguir que obtengas un orgasmo.

—No, por favor no —pide como una niña.

—No quiero detenerme, deseo que experimentes todos estos placeres.

—Por favor…

—Sé que eres virgen y eso es lo que me excita aún más. Yo seré el primero que consiga que obtengas muchos orgasmos —musita contra sus labios.

Dante continúa entrando y saliendo del coño de Livia empapándose cada vez más de sus fluidos. Su polla estaba que reventaba sus pantalones, pero se las apañaría.

Muerde sus propios labios al sentir que el interior de Livia se tensa, extrae su dedo y sigue frotando la pequeña protuberancia de su vagina.

—No, allí no…—ella inclina el rostro hacia el pecho de Dante, recuesta la frente del mismo mientras que experimenta mucho placer. Se aferra de sus hombros ya que estaba por derrumbarse —. Por favor, para…

—No lo haré…

Dante la toma del mentón para probar sus labios con fiereza, sigue masturbándola y besándola al mismo tiempo hasta conseguir de ella lo que buscaba.

—¡Ahhh! —Livia jadea contra la boca de Dante en cuanto algo explota en dentro de su vientre, aquella sensación tan indescriptible le produjo que sus piernas temblaran.

El profesor sostiene a Livia para que no se le fuera a derrumbar, no deja de masturbar su coño hasta que ella experimentara absolutamente todo. Las mejillas de Livia se coloraron tanto y de un momento a otro ella se puso tan pesada que fue cuando se dio cuenta de que se había desmayado en sus brazos.

—¡Que chica! —bufa.

[…]

Livia abre los ojos lentamente percatándose donde se encontraba, en cuanto recordó en donde es que se hallaba se sienta abruptamente. Abre los ojos de par en par al fijarse que Dante estaba sentado sobre su escritorio con los brazos cruzados.

—¡Has despertado!

—¿Qué fue lo que paso? —pregunta mirando su ropa para encontrar todo en su lugar.

—Te desmayaste.

—¿Por qué?

—Por experimentar un orgasmo.

Sus mejillas se coloraron al escuchar aquellas locuras de palabras. Livia se pone en pie cabizbaja, no sabía que hacer ahora que el director era el mismo profesor.

—Qué te parece que este sea nuestro pequeño secretico —rápidamente levanta la mirada para verlo.

—¿Insinúa que quiere que sigamos haciendo esto?

—¿Por qué no?, a ti te gusta, a mí me enloquece. ¿Qué tiene de malo?

—No pretendo seguir prestándome para esto, si no puedo acusarlo con nadie, veré las maneras de que no siga siendo el director.

—¡Claro! —sonríe de medio lado para luego caminar hacia ella.

Dante no le temía a las palabras de ella, lo único que si le fastidiaba era que ella no quisiera seguir viéndolo.

—Yo quiero seguir viéndote Livia. Y si lo ves de esta manera, soy tu profesor.

—Me saltare sus clases, o buscare otro profesor.

—Soy el único que imparte esa clase.

Ella se sentía entre la espada y la pared, no podía renunciar a esa estúpida universidad por la amenaza de sus padres.

“Si permaneces al menos un año en la universidad asistiendo todos los días a tus clases y sacando buenas calificaciones permitiremos que tomes los botos”

Livia mira a su profesor seriamente.

—No te conviene que pierdas mis clases, te puedo prometer que mi materia no aprobaras si llegas a faltar —esa amenaza la debía tomar muy en serio.

—No puede hacer eso.

—Puedo…

Aprieta la mandíbula, no podía hacer otra cosa que seguir asistiendo a las clases y continuar con… de repente sus orejas se avivaron al pensar en lo que Dante pudiera hacerle, ¿pero cómo es que estaba pensando en esas barbaridades cuando su misión era ser novicia?

—¿Entonces qué dices? ¿Lo hacemos nuestro secreto? —necesita aprobar todas las materias durante un año, luego de eso se iría de ese lugar para siempre.

—Bien —lo único que debía hacer era mantenerse alejada lo más posible de su profesor y sus pervertidas intensiones.

Dante sonríe con malicia.

“Esos ojos dan mucho miedo”

El primer pensamiento de Livia fue aquel, al mirar los ojos de ese hombre sintió temor. Pero era un miedo excitante y eso era lo que más le preocupaba.

—Pero usted se mantendrá alejado de mí, le pido que no vuelva a intentar nada de esto conmigo.

La rubia se pone en pie, toma su bolso y hace amago de retirarse, pero Dante la detiene sujetándola por el brazo.

—Eso no será tan fácil y tú lo sabes bien.

—No le permitiré que lo vuelve hacer o que me convenza.

—No quiero verte cerca de Ray—su petición provoco que ensanchara la mirada —. Mantente alejada de ese chico.

—¡¿Qué?!

—Lo que has oído, estaré vigilándote.

Livia parpadea reiteradas veces, luego mira la mano de Dante, no la sujetaba con fuerza. Sin embargo ella se liberó con brusquedad.

—No tiene que decirme con quien estar y con quien no estar.

—Solo te lo estoy advirtiendo.

—No quiero que siga con esto.

—Si te rehúsas a no escucharme, prometo que te castigare severamente Livia —la sujeta por el mentón para acercar su rostro al de ella —. ¿Eso te queda claro?

Era tan dominante ese hombre, ¿Qué carajos tenía que hacía que ella no quisiera objetar? Era ridículo que se sometiera a su voluntad. No estaba bien, era estúpido que hiciera caso a sus mandatos.

Livia se suelta sin decir una sola palabra, empieza a retorcer para salir de ese lugar siendo objeto de mirada Dante. Él la miraba fijamente sin si quiera parpadear y aquello era aún más excitante.

—Que tenga buen día señorita Hamel.

Sale de la oficina rápidamente con el corazón latiendo a millón, Livia traga saliva, estaba toda nerviosa. Alza la vista mientras que se da cuenta de que mantenía una especie de aventura con su profesor quien también era el director de donde estudiaba.

—Por dios, ¿Qué es lo que estoy permitiendo que pase?

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