5. Huir de sus deseos
El hombre abrió sus ojos viendo el rostro extasiado de su amante. Joder ella era mucho más hermosa de lo que él hubiera imaginado. Con sus labios abultados y rojos, a causa de sus besos y esa piel satinada, bañada en sudor.
Phantom no pudo evitar besarla de nuevo, dejarse caer sobre su cuerpo mientras disfrutaba de su boca, era muy difícil no querer quedarse, pero una cosa era quererla para amante regular, porque después de eso tenía muy claro que quería follarla muchas veces, y otra darle ese tipo de atenciones, otra la forma en que latía su corazón, otra el sentimiento del que tanto se burlaba y consideraba síntoma de debilidad.
Por primera vez en toda su vida, el hombre bajo el nombre de Phantom, tuvo miedo.
Miedo de lo que esa mujer provocaba en él; sin embargo, aunque deseaba hacer lo que siempre hacía, que era subirse sus malditos pantalones y salir de la habitación cuando terminaba de saciarse con sus amantes, le estaba costando hacerlo. Ni siquiera se atrevía a moverse, sobre todo, en ese maldito instante en el que sus miradas conectaron una vez más.
Aquella mujer no solo era una delicia, también era un peligro para él, uno al que no podía permitir exponerse.
—Yo…— por primera vez se encontró tartamudeando, por lo que, tras un par de minutos en los que se quedó en silencio, sacó de su interior las fuerzas de voluntad que parecían haberle abandonado, saliendo de su interior.
Se encontraba todavía duro, pese a haberse corrido. Pero eso no importaba, necesitaba salir de ahí, por primera vez Phantom no huía de un amante que desea más atención de la que él estaba dispuesto a darle.
—¿Phantom?— Ella se incorporó sin entender demasiado lo que sucedía. Tampoco era que esperara quedarse dormidos ahí, pero era su primera vez, con el hombre con el que llevaba fantaseando por más de un año y ahora simplemente se marchaba así sin más sin quedarse un rato con ella.
No, en esta ocasión huía de él, de sus deseos de quedarse, de ser ese amante cariñoso que no podía permitirse ser.
—Lo siento… debo irme— dijo Phantom en un susurro, alejándose de ella rápidamente mientras se acomodaba la ropa, caminando de manera rápida hacia la puerta, abriéndola y cerrándola de golpe, pero por supuesto que antes se aseguraría de que nadie pudiera verla y, sobre todo, que nadie más pudiera tocarla, por lo que caminó hasta donde se encontraban los de seguridad y el encargado del club.
—Ella no bailará más por esta noche y nadie entrará en esa habitación hasta que la chica salga. Ninguno vivirá si alguien entra ahí antes de que ella salga. ¡Lo han entendido!
Por supuesto que lo habían entendido, por su bien, nadie iría en su contra, ni siquiera el encargado del lugar, ya que ir en contra de Phantom era un acto suicida.
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Dylan estaba realmente molesta, había disfrutado de su fantasía, Phantom mejoró incluso sus expectativas y luego lo tiró todo por el suelo, pisoteando su amor propio al comportarse como un imbécil, una vez tuvo lo que quería, ella ya era desechable.
La chica ya había llegado a su casa y, ni siquiera entonces, se le había pasado la molestia, todo lo contrario, estaba segura de que si lo tuviera delante le partiría esa cara de arrogante y tremendamente bonita que tenía.
Extrañaba a Romina, su mejor amiga y compañera de piso, al menos con ella podría criticar a ese impresentable, llorar acompañada y sentirse un poquito mejor luego.
— Maldito imbécil — la había humillado y lo peor era que se moría por volver a estar en sus brazos, volver a experimentar lo que había experimentado con él y tenía muy claro que hasta ahí habían llegado, porque era sabido que Phantom jamás repetía amante.
—Soy un completo imbécil…— se decía a sí mismo, Ethan, quien en ese momento tomaba una nueva curva, después de salir, o mejor dicho, de huir del privado donde había pasado parte de la noche con la joven bailarina, había vuelto a correr, tratando de olvidar lo que pasó; sin embargo, por más que lo intentaba no podía.
El recuerdo de lo sucedido entre ellos se hacía más y más presente hasta el punto de dejar de prestar atención a la carretera y a la carrera.
Por primera vez, todos los que habían asistido esa noche a ver correr al misterioso Phantom para apostar por él y ganar un par de duros fáciles, estaban temiendo perder su dinero y es que el corredor parecía otro.
No obstante, para el alivio de todos, en la última vuelta volvió a tomar la delantera ganando la carrera.
—Phantom ¿Qué es lo que te ha pasado en esta carrera? — le preguntó el patrocinador de esa noche, justo en el momento que él pasó a recoger sus ganancias.
—No me ha pasado nada, simplemente quise crear un poco de tensión.
Pese a las palabras dichas por Phantom, el hombre no le creyó y casi se alegró cuando le dijo que era su última carrera, por esa noche.
Lo que menos deseaba era tener a todos esos que apostaban a lo seguro tras de él, acusándolo de engañarlos con un falso Phantom porque él era el único que conocía la identidad debajo del casco de motociclista.
—Está bien, ve a descansar y como consejo personal y que tal vez no quieras oír, pero aun así te diré. Será mejor que vayas a arreglar aquello que te molesta o no te dejaré correr de nuevo.
El hombre estaba seguro de que la mirada de Phantom tras la máscara no era nada amigable; sin embargo, no cambiaría de decisión. No le importaba que sintiera la piel de su cuerpo erizarse y no de buena manera ante el enojo del hombre frente a él.
Phantom no dijo nada, todo lo contrario subió a su moto alejándose de ahí. Cómo bien había dicho el hombre, no era algo que quisiera escuchar, pero si algo que necesitaba hacer, por lo que se encaminó hacia el único lugar que sabía que se encontraba la joven en ese momento.