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Su olor me enloquecía. Sus ojos oscuros se diluían en el verde de los míos y madre mía, como me gustaba. Hubiese pasado mi lengua por su boca sin detenerme hasta hundirla en su boca, le habría abierto las piernas con un solo movimiento y hasta podría haberle suplicado que me hiciera suya; pero el dominio que parecía ejercer sobre mi voluntad me irritaba y me hacía resistirme y recular.
Me escapé de entre sus brazos que me tenía enjaulada contra la pared, y saliendo por debajo de uno de los suyos, lo ví recostar vencido su cabeza en la pared.
— Podría denunciarte por acoso sexual — me senté en la cama, con urgencia de vestirme y alejarme de aquella tentación — esto que has hecho es ilegal — metí el pie en mi bota y cuando me incliné hacia atrás, haciendo fuerza para colarlo dentro, él se giró y se acercó a mí perdido en la vista de mis piernas desnudas — ¿ Que haces Rodrigo?
Ya no lo trataba de usted. Qué sentido tendría el hacerlo, cuando me había visto desnuda.
— No es acoso si tú también me deseas — terminó de ponerme la bota y tomó la siguiente, arrodillado entre mis piernas para repetir el ejercicio con mi otra pierna, mientras yo veía extasiada lo que hacía — no te sientes acosada porque no te estoy acosando lucy — terminó de subirla y cerró ambos zippers en los dos zapatos — te estoy seduciendo y te estás dejando — colocó sus palmas en mis muslos desnudos y no pude evitarlo, me gustaba demasiado, estaba intensamente involucrada con lo que me hacía — solamente te asusta lo mucho que me deseas y quieres ponerme un alto, y yo no me dejo — llevó sus manos a mis nalgas, colandose por dentro de la camisa, poniendo a hervir mi piel y me impulsó hacia adelante, haciendo que rodara por la cama y él quedara más metido entre mis piernas y más cerca de mi boca — somos dos adultos que se desean, y dedicaré este mes a minar tus defensas y conseguir que te entregues por completo a mí, ¿Te parece bien eso?
Entre mis muslos, un volcán de lava se preparaba para erupcinar en la primera oportunidad, y que sus manos, hicieran caricias a las carnes voluptuosas de mis caderas desnudas bajo sus dedos, no ayudaba a concentrase.
Verlo delante de mí, arrodillado entre mis piernas, y tratándome como si me conociera de siempre. Como si mi cuerpo reconociera el suyo y como si tuviera todo el derecho de hacerlo, me perdía en un mar de confusión y lascivia a la vez, que no me dejaba pensar con claridad.
Estar delante de un hombre tan prepotente, presuntuoso, dominante y delicioso como aquel, era algo que no se debía hacer en bragas y menos con su rostro entre tus piernas.
Aprovechando el momento en que más perdida me encontraba por su pregunta, bajó su nariz a mi vientre y pegó sus orificios en la piel de esa zona, haciendo que diera un salto que le provocó una sonrisa de dientes expuestos...
— ¡ Repóndeme!...