Capitulo 3
Bajamos al garaje que había en el sótano del edificio donde vivíamos, nos subimos al coche y salimos hacía el trabajo hablando de las noticias que daban por la radio. Por una vez y, para suerte nuestra que habíamos salido algo justos de tiempo, apenas pillamos atasco en nuestro trayecto y llegamos antes de hora a nuestro destino.
Después de aparcar el coche, fuimos andando juntos hasta la entrada del edificio. Una vez dentro, después de echar un vistazo al discurrir de la gente que iba y venía por el hall, decidí tener unas últimas palabras con mi mujer.
-Ven aquí, Sara -dijo apartándose un poco del bullicio de la gente-dime qué ves-le pregunté.
-Pues gente yendo y viniendo como deberíamos estar haciendo nosotros -me respondió sin entender muy bien que pretendía.
-Sí, ya sé que hay gente pero fíjate más. Sobre todo en ellas. Fíjate bien.Lo hizo y vio lo mismo que veía yo. Mujeres con tejanos ajustadísimos, faldas imposibles, blusas que mostraban más que ocultaban, vestidos ceñidos a cuerpos cuidados. Supe enseguida que había entendido mi punto al ver la expresión de su cara.
-No sé si alguna vez yo podría ir como alguna de esas -me dijo.
-Ni yo te lo pido, Sara. Solo quería hacerte ver que, con la ropa adecuada y el atrevimiento necesario, no estás al mismo nivel que todas esas mujeres sino por encima. Solo quería que entendieras mi punto de vista, no pedirte algo que no quieres hacer.
-Gracias, amor -me dijo dándome un rápido pico en los labios. Sara tampoco era muy ducha en dar muestras de cariño en público y por eso aún agradecí más esa muestra de amor hacia mí.
-Venga, va que aún llegaremos tarde -dije acompañándola hasta el ascensor. Allí me despedí de ella ya que mi lugar de trabajo estaba en el sótano del edificio que era donde estaban todos los servidores que daban servicio a las empresas que allí había.
Me metí en mi despacho y empecé mi jornada laboral revisando los partes de incidencias para saber qué me tocaba ese día.
Cuando vi el listado supe que tenía un largo día por delante y que difícilmente saldría a la hora para volver juntos los dos, cosa que últimamente cada vez era más habitual.Estuve toda la mañana yendo de un piso a otro resolviendo incidencias, solo pudiendo parar un rato ya entrada la tarde para comer algo rápido.
A esas horas ya tenía claro que iba a salir tarde del trabajo y decidí pasarme por el piso donde trabajaba Sara para darle la mala noticia y las llaves del coche. Yo ya volvería en metro.No más salir del ascensor,concentrado como estaba mirando en el móvil las últimas incidencias, tropecé de frente con alguien que entraba.
-Disculpa, no te había visto venir.... -me apresuré a decir.
-Ya lo veo, Carlos. Cuánto tiempo sin verte-dijo abrazándome y sin darme tiempo a reaccionar. Otra vez aquellos mullidos pechos pegados a mi cuerpo, inconfundibles.
-Hola Daniela. Sí, ya hacía algún tiempo que no me pasaba. Cosa buena, eso quiere decir que todo funciona jejeje.
-Sí, tienes razón. Bueno, ¿no vas a felicitarme?-me dijo risueña.Yo no sabía de qué hablaba así que me la quedé mirando un instante con cara de no entender nada mientras buscaba algún indicio que me diera alguna pista.
Durante esa búsqueda, cómo no, mi mirada se perdió una fracción de segundo en el escote generoso que mostraba la blusa que llevaba ese día. Cuando alcé la vista para decirle que no tenía ni idea de qué me hablaba estuve seguro que me había pillado infraganti.
-Ah ¿pero no lo sabes? A Roberto lo van a trasladar y van a buscar a alguien del departamento para ocupar su cargo. Y hoy Roberto nos ha comunicado quienes son las personas que optan a ese puesto. Y yo soy una de las elegidas, ¿te lo puedes creer? -dijo abrazándome de nuevo.
-Vaya, pues felicidades. No sabía nada -dije haciéndome el tonto.-Pues qué raro -dijo mirándome extrañada-porque la otra persona que opta conmigo al cargo es Sara, pensaba que te había dicho algo…
-¿Ah si? Pues no me ha dicho nada pero seguro que es porque quería darme una sorpresa en casa -le dije quitándole importancia al asunto.
-Claro, seguro que es eso. Y luego a celebrarlo como es debido eh pillines... -dijo mirándome pícaramente y entrando en el ascensor
-ya nos iremos viendo, Carlos...Yo me quedé allí plantado sin entender muy bien qué había pasado pero me recompuse rápidamente y fui en busca de Sara. No tardé en encontrarla y, al verla, me llevé otra sorpresa. Su blusa lucía un botón más abierto que esa mañana.
-Cariño, ¿qué haces aquí? -me dijo viniendo hacia mí en cuanto me vio.
-Pues que voy a salir tarde otra vez y he venido a traerte las llaves del coche. Al final ya es oficial ¿no? Ya eres una de las candidatas por lo que me han dicho…
-le dije con alegría mientras mis ojos se fijaban en el hueco que mostraba aquel botón de más abierto. Evidentemente, no se veía nada pero aquello para Sara era todo un avance.
-¿Ya te has enterado? -Me dijo. La veía feliz, sabía que quería aquel trabajo y aquel era el primer paso para conseguirlo.-Sí, enhorabuena. Y bueno, ya veo que hoy estás que te sales -le dije guiñandole un ojo en referencia al botón desabrochado
-¿A que no es para tanto?-No he podido evitarlo, Carlos -me dijo llevándome a un aparte-estábamos en el despacho de Roberto, comunicándonos a las dos que éramos las candidatas para sucederle y no podía evitar fijarme en que Roberto miraba descaradamente el escote de Daniela. No sé qué me ha pasado pero he salido de allí y lo primero que he hecho al entrar en mi despacho es desabrocharme el botón. Y así llevo todo el día...Y yo que pensaba que había sido por mis palabras pero, al final, el detonante había sido el inicio de aquella competición que habían empezado las dos para hacerse con el puesto de Roberto.
-¿Te gusta? -me preguntó melosa, sacándome de mi ensimismamiento.
-Ya lo creo -le contesté sinceramente. Sabía lo que debía haberle costado dar aquel paso y me llenaba de orgullo que lo hubiera hecho, fuera cual fuera el motivo que lo hubiera causado.
-Sabes -me dijo cerciorándose que no había nadie cerca y posando entonces su mano en mi entrepierna-no sé qué me pasa pero estoy especialmente excitada hoy -me susurró en el oído.
-No tardes mucho en llegar a casa, vale cariño -me dijo separándose de mí antes de que alguien nos viera de esa guisa.Yo sólo asentí afirmativamente, no tenía palabras en ese momento. Le di las llaves y salí disparado para el ascensor. Joder, qué ganas tenía de quitarme el trabajo de encima y volver a casa.
Al final el trabajo me retuvo hasta pasadas las siete de la tarde. Entre que me cambiaba, cogía el metro y llegaba a casa me daban las ocho y, teniendo en cuenta que Sara debía haber llegado un par de horas antes, no contaba con encontrarla dispuesta para saciar la calentura que me acompañaba desde nuestro encuentro de esa tarde. Seguramente debía haberse masturbado harta de esperarme.
Cuando ya salía, cambiado y con el ánimo por los suelos, mi encargado me pidió que subiera un momento a la empresa donde trabajaba Sara y le dejara a uno de sus compañeros un pendrive con algo que necesitaba para mañana a primera hora. Resignado, lo cogí y me fui al ascensor. Total, qué más daba llegar un poco más tarde.
Cuando llegué al piso y salí del ascensor no me extrañó no encontrarme a nadie, a esas horas la mayoría del edificio estaba casi vacío. Me fui directo a la mesa que me había dicho mi encargado y dejé el pen drive con una nota para que supiera lo que era. Hecho el encargo, regresé de nuevo al ascensor pero algo llamó mi atención, se oían unas voces al fondo del pasillo cerca del despacho de mi mujer.
Se suponía que a esas horas no debía haber nadie, por eso me acerqué a saber el origen de aquellas voces. A medida que me acercaba, sus voces se hacían más nítidas y pude distinguir que eran dos hombres hablando de forma distendida aunque aún era incapaz de reconocer quienes eran.
Procedían del despacho anexo al de Sara cuya puerta estaba entreabierta y por eso se podían oír sus voces por todo el pasillo en el silencio que llenaba toda la oficina.
Aquel despacho era el de Roberto, al que identifiqué como uno de los que hablaban y el otro, aunque no estaba seguro, me pareció que era un tal Oscar que muchas veces acompañaba a Roberto en sus juergas.Aunque no sabía que hacían allí a aquellas horas, una vez que sabía quiénes eran, nada justificaba que continuara allí y me di la vuelta para volver al ascensor pero, entonces, escuché algo que me hizo quedarme parado en medio del pasillo.