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Capitulo 4

-¿Ya les has dicho a aquellas dos que son las candidatas para quedarse con tu silla? -le preguntó el que yo creía que era Oscar.

-Sí -dijo la voz inconfundible de Roberto-a media mañana se lo comuniqué a las dos, dejándoles claro que la decisión la iba a tomar yo. Que, por cierto, no veas que buen rato he pasado jajaja.

-¿Y eso?-No veas el escotazo que se marcaba hoy la Daniela. No he podido dejar de mirarle las tetas todo el rato que ha estado en la oficina pero ella ni se ha inmutado. No como la otra, que me ha echado un par de miradas asesinas...jejeje.

-Ya, es que la Daniela es mucha Daniela. Encima que está buena disfruta mostrándonos todo lo que tiene, va dejando rabos tiesos allá por donde pasa jajaja.

-Ya te digo, para empezar el mío. Cuando ha salido por la puerta me la he tenido que cascar para bajar la hinchazón que me han provocado ese par de melones que gasta la tía.

-¿Aún no te la has follado?

-Qué va y mira que lo he intentado. A veces se deja sobar y una vez incluso conseguí que me tocara la polla por encima del pantalón pero de ahí no pasa. Me está volviendo loco y ya me queda poco para irme... antes de hacerlo me la tengo que tirar sí o sí.

-¿Por eso la has metido en la criba?

-Qué va, por eso he metido en la criba a Sara jajaja -dijo Roberto socarronamente.-Pues no lo entiendo.

-Por eso no estás tú en ella jajaja. Es bien sencillo. Si de buenas a primeras le digo que el puesto es suyo ¿qué sacó yo de eso? ¿Un polvo de agradecimiento? Creo que no.

Así que meto a Sara en la pugna, una rival que le puede quitar el sitio y yo hago como que dudo entre las dos, así se lo tendrá que currar para conseguir lo que quiere…

-Joder tío, eres uncrack.Dentro se oía a los dos reír y el chocar de dos vasos, no dando yo crédito a lo que estaba escuchando. ¿Se podía ser más gilipollas? Ya lo creo y no iba a tardar en comprobarlo.

-Oye pero ¿entonces Sara no tiene ninguna opción? Porque hoy estaba súper contenta la tía al enterarse que tenía posibilidades…

-Ni de coña. Profesionalmente es un monstruo la tía pero estoy harto de sus miradas condescendientes hacía mí, como si se creyera superior a mí.

Aparte del hecho que la tía es una mojigata, siempre tan tapada, como si ocultara algo valioso debajo jajaja. Así es como voy a vengarme de ella, poniéndole el caramelo en la boca cuando lo que voy a hacer con ella es utilizarla para follarme a la Daniela.

-Qué cabrón eres jajaja.Nuevas risas, más bebida llenando los vasos, nuevo brindis y continuar la conversación comentando ahora el culo de tal, las tetas de cual,... Vaya dos perlas que estaban hechos aquellos dos.Me alejé de allí antes de cometer una estupidez, la bilis me corroía por dentro y, de continuar escuchando, no estaba seguro de cómo iba a responder.

Menudo energúmeno estaba hecho el tal Roberto, todo lo que había oído de él se quedaba corto al lado de lo que acababa de escuchar.

Mira que utilizar de esa manera a mi mujer, con la ilusión que tenía ella con conseguir aquel puesto que tanto anhelaba, cuando desde el principio el juego estaba amañado y no tenía ninguna opción de ganar. Decidí que, cuando llegara a casa, le contaría a Sara todo lo que había escuchado y que ella decidiera lo que quería hacer.

Yo la apoyaría como el buen marido que era.Con lo que no conté fue con el recibimiento que iba a tener al llegar a casa. Lo hice pasadas las ocho de la tarde, cansado, deprimido y enfadado todo a la vez.

Aún era incapaz de asimilar todo lo que había oído y la repercusión que eso iba a tener en el futuro inmediato de Sara. Conociéndola, era incluso capaz de dimitir y abandonar la empresa donde lo había dado todo para llegar donde estaba.

Y todo por culpa de un sinvergüenza que iba a tomarse su peculiar vendetta porque no le caía bien mi mujer.Al entrar en el salón, la sala estaba en penumbra, casi como mi ánimo. La mesa estaba puesta, lista para cenar y unas velas encendidas daban un toque especial con su luz temblorosa en aquel rincón de la habitación.

Aquello acabó de hundirme más. Sara me había preparado una cena romántica y yo iba a hundir todos sus sueños.

-¿Ya has llegado? -La voz de Sara, proveniente del pasillo, me cogió por sorpresa.

Y su visión, aún más.Estaba de pie, en el umbral del salón, con la misma ropa que había llevado ese día en el trabajo pero, qué diferencia el aspecto que presentaba en comparación con el de esa mañana.

La falda continuaba siendo la misma, llegando hasta casi la rodilla pero esa noche había prescindido de sus medias y se había calzado unos tacones que solo le había visto puestos una vez que fuimos a la boda de una amiga suya.

Solo eso le daba un toque sensual que me puso a mil. Pero no solo era eso.La blusa, ahora lucía abierta, muy abierta, tanto que no me costaba ver la parte superior del sujetador de encaje que llevaba debajo, la única prenda que hasta ahora podía asegurar que había cambiado ya que ella no usaba esa clase de ropa interior para el trabajo.Su cola de caballo mantenía su cabello recogido y resaltaba aún más el sugerente escote que lucía Sara esa velada.

Y para rematarlo, se había puesto sus gafas de leer, las típicas gafas de pasta que tanto morbo me daban ya que le daban un aire intelectual que me ponía malo. Como toque final, sus labios pintados de rojo intenso, que estaba deseando probar.

-¿Te gusta lo que ves? -me preguntó sugerentemente.Cómo decir que no, estaba sexualmente arrebatadora y mi cara y el bulto en mi entrepierna hablaron por mí.-Anda, siéntate y cenemos -me dijo acercándose a su silla.

Cuando se sentó lo hizo sin preocuparse que se le subiera su falda, es más, favoreciendo. Eso me permitió ver parte de su muslo, lo único que me faltaba para hacerme subir aún más la temperatura de mi cuerpo.

Me senté frente a ella, sin poder apartar la mirada de Sara. La luz parpadeante de la vela provocaba incitantes sombras sobre el escote de mi mujer que era incapaz de dejar de mirar.-Se te va a enfriar la comida

-me dijo Sara pícaramente.

-Sí, tienes razón. Perdona, pero es que estás súper sexy…

-Gracias -dijo ella inclinándose para alcanzar algo de la mesa ofreciéndome una visión sublime del nacimiento de sus pechos.

-¿Y se puede saber a qué viene este recibimiento? No es que no me guste pero me sorprende.-Ya te lo dije en la oficina, llevo todo el día excitada como no recuerdo estar. No puedo explicar por qué pero, aunque no enseñaba nada con ese botón de menos, me sentía observada y eso me hacía calentarme como una adolescente.

-El morbo de sentirse deseada…

-Sí, algo así. ¿Has acabado de comer? -preguntó con ansia. Estaba que se subía por las paredes

.-Me queda el postre -dije levantándome de la silla.

Me acerqué a Sara y corrí la silla con ella encima, encarándose a mi posición ante la atenta mirada de ella. Me arrodillé y Sara comprendió cuál iba a ser el postre abriendo sus piernas con avidez.

Mis labios besaron sus muslos ascendiendo en busca de aquel manjar que no tardé en alcanzar, recorriendo con mi lengua sus braguitas húmedas donde ya se notaban sus abultados labios.

Un largo gemido por su parte y sus manos apretando mi cabeza contra su sexo me envalentonaron aún más.

No tardé en apartar la tela de la braguita y saborear sus labios completamente abiertos a mí, buscando su clítoris que ataqué sin piedad y colando un par de dedos en su encharcada vagina, haciéndola estremecer de gusto.

La visión desde allí abajo era sublime. Su rostro desfigurado por el placer, aquellas dos montañas que parecían aún más grandes desde mi posición, donde resaltan aquellas dos protuberancias que parecían querer atravesar la blusa y el sujetador que apenas las contenían.

Y el olor, aquel maravilloso olor que desprendía su sexo, olor a hembra en celo y dispuesta y que embriagaba mis sentidos.

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