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Capitulo 2

Mientras Sara solía vestir con trajes más bien clásicos, con falda hasta la rodilla y blusas que no dejaban entrever nada Daniela era su polo opuesto. Faldas hasta medio muslo que, al sentarse, debía medir para no enseñar más de lo debido y sus blusas, escotadas y de tela fina, que muchas veces insinuaba sino mostraba su sujetador. Pero, aparte de la ropa, la diferencia llegaba hasta su forma de ser.

Mientras mi mujer solía mostrarse de forma profesional y no dando pie a nada, Daniela era cercana, mucho. Era de esas personas a las que les gusta tocar a los demás cuando hablan, siempre saludaba con dos besos y no se cortaba en abrazarte si hacía mucho que no te veía, pegándote aquel par de ubres que gastaba la tía. Y eso lo digo por experiencia propia, por suerte sin estar Sara cerca, que si no… Y luego la diferencia más importante, la más crucial entre ellas, y era que Daniela estaba soltera y, evidentemente, Sara no. -Bueno, eso te deja con un 50% de posibilidades -quise animarla.

-No tanto -replicó ella- más bien un diez, como mucho. -Pues no entiendo por qué. Ambas sois mujeres, inteligentes, lleváis casi el mismo tiempo en el departamento. A mí me parece que está bastante pareja la cosa…

-Sí, claro. Parejo hasta que ella le pase sus tetas por la cara a Roberto, le ría sus gracias de esa forma que ella hace y se deje sobar el culo por él -dijo despectivamente. Nunca había oído a Sara hablar así de otra mujer y menos aún de una compañera de trabajo. Le debía estar afectando mucho eso de no poder optar en igualdad de condiciones a ese puesto que, por lo visto, tanto deseaba.

-A ver, Sara. No creo que Daniela haga nada de eso. Ella se comporta de esa manera con todo el mundo, sin buscar nada a cambio. Y en cuanto a belleza, ya te digo yo que no tienes nada que envidiarle a ella- alargué mi mano y acaricié su generoso pecho- no tienes nada que envidiarle, la única diferencia es que ella lo muestra y tú no.

-¿Qué quieres decir? -me preguntó disfrutando de mi caricia que ya estaba provocando que su pezón se endureciera. -Pues que Daniela disfruta mostrando su cuerpo, insinuando sus curvas y, en cambio tú, las ocultas. Ya te digo yo que si Roberto viera éstas- dije mientras ahora estrujaba sus dos tetas sin poder abarcarlas con mis manos- no sé yo con cuales se quedaría… Supe que la había cagado cuando ella apartó mis manos con un manotazo.

-¿Estás insinuando que debería coquetear con Roberto para conseguir el puesto? ¿Dejarme meter mano? ¿Y porque no directamente me lo follo y así me aseguro el cargo?- me espetó con furia. Yo no dije nada, para qué. Total, dijera lo que dijera, algo me decía que no iba a servir para nada dado el estado de cabreo que había alcanzado en tiempo récord.

-Parece mentira… como si no me conocieras… ya sabes que yo no soy de esas- todo esto me lo dijo mientras se tumbaba de nuevo en la cama, dándome ahora la espalda y dejándome meridianamente claro que había desaparecido toda opción de un segundo asalto.

Apagó la luz de su mesita dispuesta a dormir y yo, viendo inútil cualquier intento de arreglar mi estropicio así en caliente, decidí hacer lo mismo y dejar reposar su enfado. Mañana sería otro día. Por la mañana me despertó el sonido del despertador. A mi lado se removió Sara, despertando también ella del sueño inquieto de la noche. Igual que yo. Estaba claro que la discusión antes de acostarnos no había ayudado a hacernos disfrutar de un sueño reparador. Desconecté el despertador, me desperecé y me giré buscando a mi mujer. Aunque no creía haber hecho nada malo, si tenía que tragarme mi orgullo y disculparme, iba a hacerlo. Pero ella ya me esperaba, tumbada de lado y no dándome tiempo a nada.

-Perdóname Carlos. No sé porque te dije todas esas cosas anoche pero lo siento, de verdad- su mirada suplicaba mi perdón y yo, pues no me iba a hacer de rogar.

-No pasa nada, cariño. Anda, ven aquí- le dije ofreciéndole mi pecho donde ella no tardó en dejarse caer con su mano acariciando mi vientre y la mía mesando con cariño sus cabellos oscuros. -Es que yo no soy así, no puedo hacer lo que Daniela y me jode que ella se lleve el puesto solo por ser como es.

-A ver, Sara. No te comas la cabeza con cosas que no son. Primero, aún no sabes si es cierto lo de que Roberto será el encargado de elegir el puesto. Segundo, quiénes van a ser los que van a optar a él. Tercero, das por hecho que Daniela se va a lanzar sobre Roberto con todo para conseguir su beneplácito. ¿Alguna vez la has visto usar su cuerpo para conseguir algo de alguien? -No, la verdad es que no. Pero conociendo a Roberto…

-Sí, ya sé que es un cerdo machista y un mujeriego pero asumes que Daniela, por ser como es, va a utilizar su cuerpo para conseguir lo que quiere. ¿Crees que estás siendo justa con ella? -No, tienes razón. Es que deseo tanto ese puesto… y, no sé, cuando me dijeron que Roberto iba a tener la última palabra y luego lo veo desnudando con la mirada a Daniela…

-No, si te entiendo Sara. Pero te estás adelantando a los acontecimientos, cariño. Espera a que te confirmen algo y luego cómete la cabeza todo lo que quieras -dije dándole un beso en la frente.

-Ah y otra cosa. Yo nunca te he pedido ni te voy a pedir que hagas nada que no quieras hacer. Anoche, lo que quería decir y no me dejaste explicar era que, en igualdad de condiciones, no tengo claro que Daniela pueda a llegar a ser más sexy que tú y lo digo en serio.

-¿Lo dices en serio? -me preguntó curiosa Sara.

-Claro. Si tú vistieras como ella te aseguro que más de uno se iba a llevar una grata sorpresa, Roberto incluido.

-Gracias, cielo pero ahora mismo al único que pretendo gustar es a mi maridito- dijo de forma sensual. Su boca empezó a besar mi pecho mientras la mano que reposaba en mi vientre empezaba a acariciar mi polla por encima del pijama que no tardó en responder positivamente endureciéndose casi al instante.

Sabía lo que venía a continuación y estaba deseándolo, no era habitual que mi mujer me la chupara de buena mañana, así que alcé mis caderas y la ayudé bajándome la ropa, dejando al descubierto mi verga, que saltó como un resorte.

En cuanto la vio delante de ella, dura y tiesa, no dudó en lanzarse sobre ella, lamiendo primero mi glande arrancándome el primer suspiro de placer. Enseguida su lengua empezó a recorrer el tronco, ensalivándolo y preparándolo para lo que venía a continuación, que no era otra cosa que su boca engullendo mi polla con ansia.

Tengo que decir que Sara es una experta en el arte de las mamadas y aquella mañana se estaba empleando a fondo, consiguiendo casi meterse entera en su boca mi miembro que no era precisamente pequeño, cosa que solo hacía cuando estaba verdaderamente caliente o cuando, como aquella mañana, quería disculparse de aquella peculiar forma. Tampoco iba a ser yo el que iba a protestar, todo lo contrario. Su cabeza se movía de forma frenética, subiendo y bajando a lo largo de mi polla, mientras su lengua no dejaba de moverse por toda ella, volviéndome loco.

Lo único que podía hacer era acariciar su cabeza y dejarme llevar hasta el orgasmo. No iba a tardar mucho en alcanzarlo y Sara lo sabía perfectamente, eran ya muchos años juntos y nos conocíamos a la perfección. Cuando notó los primeros síntomas de que iba a correrme, se la sacó de la boca y empezó a masturbarme a un ritmo vertiginoso apuntando con ella a mi pecho donde no tardaron en volar los trallazos de mi semen al alcanzar mi clímax.

Sara miraba embelesada todo aquello mientras seguía moviendo su mano, de forma más pausada, acabando de vaciar mis testículos. Duró poco aquel momento, enseguida vio la hora que era y se levantó rápidamente de la cama. -Joder, mira qué hora es. Anda, date una ducha rápida mientras preparo el desayuno que vamos a llegar tarde. Tenía razón, así que me levanté para darme una ducha, tomé un desayuno rápido y a la hora prevista ya estaba en la puerta esperándola para ir juntos al trabajo.

No trabajábamos en la misma empresa pero si en el mismo edificio, mi empresa se encargaba del mantenimiento informático de toda la edificación y eso incluía la empresa donde trabajaba Sara, por eso conocía tan bien a sus compañeros y al famoso Roberto ya que solía pasarme por allí.

No tardó en salir del dormitorio Sara, ya arreglada para otro día de trabajo. Lo hacía igual que los otros días, con su habitual traje de falda hasta la rodilla, una blusa abrochada casi hasta el último botón y la chaqueta del traje cubriendo aún más su cuerpo. Unas medias, unos zapatos con un tacón casi inexistente y su pelo recogido en una coleta completaban el conjunto. Me ajusté mis gafas contemplando el conjunto mientras ella se afanaba en buscar su maletín y suspiré resignado. Si en algún momento había llegado a creer que, después de la charla que habíamos tenido donde había halagado su belleza y dicho que no tenía nada que envidiar de Daniela, iba a ver algún cambio en su conducta allí estaba mi respuesta. Nada de nada.

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