Capítulo 4: Guía
—Los que entreguen el trabajo pueden ir saliendo —nos dice el profesor. Había sido una prueba bastante entretenida. La mayoría de cosas las había visto en mi otra preparatoria así que no había sido tanto problema para mí.
El primero en salir fue Konan Mayer, luego seguido por sus hermanos.
—¿Terminaste? —me preguntó AmDeli, levantándose.
Solo me hacía falta una pregunta, pero esa pregunta no me la sabía.
—Sí. —me puse de pie y tomé mi bolso. AmDeli y yo dejamos las pruebas encima del escritorio del profesor y salimos.
—Al menos te enseñaré el lugar —me dijo AmDeli— Podemos empezar por la cafetería. Ven. —ella me tomó del brazo y me hizo seguirla. AmDeli entra en confianza muy rápido.
—No tengo el horario de clases, ¿qué clase nos toca después de historia? —le pregunté. Al llegar a la cafetería noté que habían varios grupos sentados en mesas distintas. La cafetería era grande, estaba rodeada de ventanas de cristal, se podía ver en un extremo el bosque y en el otro extremo en parqueadero.
—Creo que nos toca biología. Pues mira, esta es la cafetería —me dice.
Me di cuenta.
—Sí, lo sé —puse mis labios en una sola línea.
—Te enseñaré el campus —me tomó de la mano de nuevo y me encaminó por el pasillo hacia el campo. —Aquí recibimos las clases de educación física a veces. Los chicos juegan fútbol americano de ves en cuando. —AmDeli caminó hacia el centro del campo así que la seguí. Era enorme el lugar, bastante amplio, las escaleras estaban a un costado, las bancas también. A lo lejos noté a los Mayer hablando algo con otro hombre.
—Es el entrenador —me dice AmDeli refiriéndose a la persona con quien hablaban los Mayer.
AmDeli se sentó al estilo indio.
—Siéntate —palmea el lugar junto a ella. Me senté también al estilo indio.
—Me gustó mucho la explicación que diste de tu collar —comentó— Tengo uno igual de hecho —ella saca el collar de debajo de su camisa y me lo muestra. Me sorprendí al ver el mismo collar, sin embargo tenía una diferencia—: Sé que parecen idénticos pero no lo son. Mira, el mío tiene una inicial. Es una "N" mi padre también me lo obsequió cuando era una bebé. Al igual que tú, siento que me da valentía; pero también siento que me protege. Aunque no lo creas, Liliana, hay ciertos peligros por aquí.
Dudé un poco. Lo que más me llamó la atención fue la inicial que tenía su collar. ¿Será que mi collar tiene una inicial mía? Saqué mi collar y me fijé en la parte trasera.
—No me había fijado que mi collar también tenía mi inicial. Es una "L" —comenté, sonriendo después. Éste collar me hacía sentir más cerca de mis padres.
—¿No crees que es extraño? —me pregunta después— O coincidencia.
Lo pensé: era mucha casualidad de que ella y yo tuviéramos el mismo collar pero con la diferencia de que cada uno tenía iniciales diferentes.
—No lo sé, quizás lo es —por más que lo pensaba no tenía idea de que significaba. O solo era que los collares estaban de moda en aquella época y la mayoría los compraba para ponérselos a sus hijos. —Quizás casualidad.
—No creo en las casualidades —me dice— Siempre he creído que las cosas pasan por algo. Siempre hay una razón.
Respiré profundo.
Mi mirada pasó a metros más adelante, en donde los dos hermanos de Mayer se habían ido y solo había quedado Konan con el entrenador. Konan estaba recostado en la pared de brazos cruzados mirando hacia nuestra dirección. El entrenador también nos daba miradas rápidas a veces.
Qué extraño.
La mirada de Konan era dura e intimidante.
—¿Por qué dices que no puedes hablar con los Mayer? —le pregunté a AmDeli sin quitar la vista de Konan.
—Son reglas que ellos mismos pusieron hace mucho tiempo. No hablarles ni mirarlos —explicó— No sé a qué se debe, la verdad. Liliana, lo estás viendo —me dice.
La miré.
—No pude evitarlo.
—Yo sé que los Mayer son muy guapos, en especial Konan, pero no te recomiendo que te fijes en ellos. Los tres son diferentes. Por ejemplo, Stan es el centrado, quien parece ser que toma decisiones importantes. Fredd es el mujeriego, siempre está con una chica diferente y al día siguiente está con otra. Y Konan, bueno, Konan es más serio e inexpresivo. Konan da miedo.
Miré de nuevo a Konan. Aún me miraba y no sabía por qué. Su entrenador le decía algo y Konan a veces respondía.
—Es muy oscuro —hablé sin querer. Ni siquiera pensé en lo que diría
—Exacto. Oscuro. Ellos viven cerca del lago. Por cierto, ¿vamos un día?
La miré de nuevo.
—¿Al lago? —esa idea me agradó.
—Claro, tengo mucho tiempo de no ir. Me caes bien, Liliana.
Sonreí.
—También me caes bien.
Ella mira su reloj de mano.
—Es hora de biología. Levantémonos.
Nos ponemos de pie y caminamos por el campo hacia la entrada. No miré de nuevo a Konan porque la verdad no me interesaba.
Al llegar al salón de clases nos sentamos en los mismos lugares a esperar a la profesora de Biología.
•
—¿Qué vas a pedir de comer? —AmDeli y yo estábamos en la cafetería haciendo fila para el almuerzo.
—No sé lo que hay —respondí.
—Hamburguesas, sándwiches —me dijo.
—Quizás una hamburguesa.
Cuando llegó mi turno de escoger algo escogí hamburguesa con papas, AmDeli escogió lo mismo. Nos sentamos en una mesa cerca de una ventana que daba al bosque. La cafetería estaba repleta de estudiantes.
—¿Vives en la casa que está cerca del lago, cierto? —me preguntó.
—Así es.
—Al menos lo tienes cerca. Yo vivo en la otra calle.
A lo lejos miré al chico de ayer, a quien se supone que era mi vecino. Recordé que se llamaba Simon, él estaba con el mismo grupo de amigos de ayer. Se sentaron en una mesa de en medio con sus almuerzos. Simon sabía lo del lobo de ayer. Él me podía dar explicaciones.
—¿Me esperas un momento? Tengo que preguntar algo —me puse de pie.
—Claro.
Caminé hacia la mesa de Simon y me senté en un lugar que estaba vacío.
Él me vio. Yo le sonreí.
—Hola. ¿Me recuerdas? —le dije.
Él achica sus ojos.
—Sí, la vecina. Soy Simon —me dice.
—Lo sé. Soy Liliana. Oye, ayer pasó algo extraño —le comenté.
Simon compartió miradas cómplices con sus compañeros para después verme a mi.
—Oye, Liliana, no creo que sea buena idea hablar de eso aquí —me susurró muy bajo.
—¿Por qué no? —fruncí el ceño.
—No es buena idea —me dice. Noté que entró a la cafetería Konan, pero venía solo.
—Simon, solo quiero saber de los lobos. Anoche prácticamente estuve frente a frente con uno de ellos.
—Veo que no te hizo nada.
—Afortunadamente no.
—Qué suerte tienes entonces —Simon miró pasar a Konan y éste se tensó.
¿Le tenía miedo a Konan acaso?
—Escucha, es mejor que no salgas después del atardecer. Si quieres estar a salvo de esas bestias no salgas.
Después del atardecer.
Era una parte de la canción que las niñas cantaban.
—Ahora si me disculpas tengo que ir al baño —Simon se levanta y se va.
Miré a sus amigos: ellos solo se encogieron de hombros y continuaron comiendo. Me puse de pie, cuando giré queriendo volver a mi lugar choqué con un cuerpo.
—Auch —me quejé, pero cuando levanté la vista me encontré con Konan Mayer a solo unos metros de mí. —Disculpa.
Konan tenía sus brazos cruzados.
—¿A qué le tienes miedo? —me preguntó.
Fruncí el ceño sin entender.
—¿Qué?
Era consciente de que éramos el centro de atención.
—¿A qué le tienes miedo, Stone? —sonrió de lado. Pero era una sonrisa maligna, llena de una segunda intención. No sabía bien a qué venía su pregunta. ¿A qué le tengo miedo? No lo sé. Y tampoco sabía por qué Konan me preguntaba eso.
—A nada —respondí seria.
Sus ojos eran negros, muy negros; me parecieron impresionantes. Inconscientemente recordé la mirada del lobo de anoche. Y comparé la mirada de Konan y del lobo.
Dios, estoy loca.
—¿A qué le tienes miedo tú? —le pregunté con el mismo tono que había utilizado.
Se rió. Pero fue una risa burlesca.
—Te veré después, Stone —fue lo que me dijo, pasándome a la par y yéndose de la cafetería. Yo me quedé allí sin saber por qué Konan había actuado tan extraño conmigo y por qué me había preguntado algo que no tenía sentido.
Konan Mayer sí que era extraño.