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Capítulo 4 Rey del tiempo.

Dante no pensaba con claridad en ese momento, el dolor le impedía incluso el respirar con normalidad, fue por eso que solo pensó en el momento en el que se había encontrado con el beta de su primo, estaban fuera del mercado y la humana estaba en su interior sana y salva, un relámpago iluminó el cielo y el tiempo dio marcha atrás, de este modo ellos cambiaron lo sucedido, Vito y Dante no marcharon a la casa de su primo el Alpha Kek, en su lugar, se quedaron fuera de la tienda, mientras Kek llegaba a su lado, gracias a la pulsera de teletransportación que poseía al igual que Vito regalo de su tía, pero lo más importante, su lobo estaba asustado, temeroso de que algo malo le suceda a su mate, a tal punto que no le importaba que estuviera marcada por otro.

Los tres ingresaron a la tienda, justo a tiempo para ver y oír la interacción que la humana tenía con el hijo del beta.

— Tu… estas bien. — su voz sonaba llena de alivio y emoción, pero más los sorprendió el ver como la humana abrazaba a Eddie.

— Señora, creí que había muerto en manos del cazador. — esa información los conmociono y no solo a ellos, todos los que estaban en la tienda se tensaron ante las palabras del pequeño brujo. La humana libero al niño como si este fuera de fuego y quiso escapar, pero Kek no lo iba a permitir, este lobo mitad mago tenía sus trucos y uso uno con ella.

— Duerme. — dijo con voz profunda al tiempo que la tomaba en brazos para que su frágil cuerpo no golpear con la superficie dura del piso.

— ¿Conoces a la humana? — cuestiono con autoridad Dante, evitando de esta forma que sus celos se adueñaran de él ya que su media alma estaba en los brazos de Kek.

— Es la señora que nos salvó, ella nos ayudó a escapar. — informo Eddie, observado con ansiedad a la humana, el niño la admiraba, que una humana se enfrentara a un cazador solo por ayudarlos, la había convertido su heroína.

— ¿Ella los ayudo? — indago Vito y sus ojos brillaron como el diamante, su vida era buena.

— Es ella, la mujer de la que le hable Alpha, ella es la esposa del cazador. — las palabras del beta produjo un revuelo, no solo en la mente de los tres destinados de la humana, sino que de todos los que allí se encontraban.

— Es una cazadora, debemos matarla. — exigió la empleada, que minutos antes había interactuado con la humana.

— ¡No! ¡no lo harán! — el niño hizo que el aire se agitara, su poder era este elemento y lo dejaba en claro con el pequeño vendaval que arremetía contra el Alpha Kek, queriendo tomar a la humana y alejarla del lobo.

— Dilan, controla a tu hijo. — ordeno Vito dejando al descubierto sus colmillos, una cosa era que su primo tocara a la humana y otra muy distinta, que aquel niño escuálido se atreviera a querer llevársela.

— Disculpen… pero no lo hare, a ella le debo la vida de mi familia y la mía propia, con gusto seremos expulsados y partiremos con la humana. — Dilan hizo el intento de tomar a Chloe en brazos y eso casi le costó la vida, ya que Kek entro en modo Alpha en un parpadeo, dejando ver su pelaje, hocicó y garras, además de aumentar su tamaño.

— ¡MIA! — rugió con furia y los lobos que allí estaban, bajaron su cabeza con respeto.

— ¡Nuestra! — corrigieron al unísono Vito y Dante, haciendo brillar sus ojos y dejando a todos sorprendidos. Hasta ese entonces nunca, se había sabido de un caso de pareja compartida.

Me encontraba dentro de mi eterna pesadilla, esa donde podía ver como Asher me golpeaba una y otra vez, y no podía hacer nada más que suplicar, hasta que ya no supe más de mí. Cuando por fin pude abrir mis ojos estaba en un hospital, custodiada por muchos uniformados, tenía miedo, hasta que John hablo con conmigo y me explico que era el encargado del caso de Asher, que gracias a mí, habían podido atrapar a uno de los mafiosos más buscado y despiadado del continente y quizás del mundo entero, algo que no me tranquilizo en absoluto, sin embargo no dije nada, todo lo que había averiguado o por lo menos la parte razonable y creíble de lo que era la vida de mi esposo, lo había enviado en ese correo, no podía decirle que sumara a todo eso la tortura y quizás posible muerte de hombres lobos, me encerrarían en un loquero, estaba segura, por lo que solo guarde silencio.

Dos semanas después, al fin salí del hospital y lo primero que hice fue ir a ver a mi esposo, quería el divorció, Dios, estaba desfigurada, los médicos me aseguraron que, si no hubiera sido por la pronta intervención de la policía, estaría muerta, muerte en manos de mi esposo, ese mismo que decía amarme.

De camino a la cárcel de máxima seguridad donde Asher aguardaba su juicio, recordé que la noche anterior a todo ese desastre, Asher me había hecho el amor, tan suave y delicado, cada roce, cada beso, contenían un amor tan grande, ¿Cómo podía ser que el hombre con el que había vivido por cinco años cambiara tanto? ¿Cómo podía ser que me golpeara de esa forma?

— No solo soy un mafioso, soy un cazador, imagina que, si puedo encontrar y matar a esos seres, lo que hare contigo cuando te encuentre cariño, cortare tu cabeza como trofeo.

Aun en sueños recordaba la mirada fría y despiada que Asher me había dedicado esa última vez en la cárcel, tras un cristal blindado, que de pronto me pareció de lo más frágil, ante la presencia de… mi esposo.

Abrí los ojos de sopetón, y de igual manera me senté en la cómoda y amplia cama, ¿Dónde estaba? Esta no es mi casa, no era que estaba muy acostumbrada a mi nuevo hogar, pero recordaba perfectamente que las paredes de mi habitación eran blancas y no azules, como en la que me encontraba, ¿qué había pasado? No podía recordar.

— Señora. — la voz suave de una mujer me hizo ver a la puerta, era ella…

— ¿Malala?

— Malaly señora. — era ella, está bien y su hijo también… por ahora.

— ¿Qué me sucedió? No recuerdo… no, eso no es importante, por favor ayúdame a ir a mi casa, yo debo marcharme de aquí. — mis manos temblaban ante el ataque de pánico que estaba a punto de sufrir.

— Señora, no debe preocuparse…

— No lo comprendes, ¡él me encontrará! tarde o temprano lo hará, y si estoy aquí pondré en peligro a tu familia. — la mujer que podría jurar tiene mí misma edad, aunque su hijo aparentaba unos 12 años, me toma de las manos y me da una mirada tranquilizadora, es como si todas mis preocupaciones desaparecieran con solo ver sus ojos.

— Él la lastimo, ¿verdad? — me quedo en silencio, mientras mis lagrimas caen, dejando surcos en mi maquillaje, como lo hicieron las gotas de lluvia en la ventanilla del automóvil el día anterior. — No tiene que responderme señora, y le puedo jurar que tampoco tiene nada que temer, venga, permítame ayudarla a lavar su cara y arreglar su cabello, usted se desmayó luego de ver a Eddie y uno de los encargados del pueblo la trajo a su hogar. — Malaly hace lo que dijo, me ayudo a lavar mi cara, y me peino, mientras explicaba el porque estaba en esta casa desconocida, genial, ahora los encargados del pueblo pensarán que estoy loca, ¿sabrán ellos que Malaly y su familia son hombres lobos? No lo creo, estos seres deben de vivir en el completo anonimato. — Listo señora, ahora la llevare a conocer a los encargados de este lugar.

— Chloe. — dije en un susurro, me sentía extraña, como si cualquier emoción que pudiera sentir estuviera bajo un manto que le impedía salir a flote.

— ¿Disculpe?

— Mi nombre es Chloe, nunca me gusto que me digan señora, digo, cuando tenía empleados, para mi ese término levantaba una barrera, una separación, ya sea de clase social o … de razas. — me detuve en ese pensamiento, cuando Asher tenía empleados de color y los obligaba a decirme señora, y a los de tez más clara no, lo odiaba y un día solo lo dije, no existe una diferencia racial, claro que me refería a el color de piel o procedencia, pero ahora estaba hablando con una mujer lobo, una raza distinta, realmente distinta, ¿lo era? ¿Acaso no sangraba cuando la encontré? ¿no sangre yo en manos del mismo hombre?

— Chloe. — su suave voz me trae nuevamente aquí, al ahora.

— Disculpa… no sé qué me sucede.

Malaly solo sonrió, era la primera persona de este pueblo que me sonreía, además de su hijo, la seguí, aun sintiéndome rara, quería llorar, gritar y correr, mucho, muy lejos, pero al lado de Malaly… era como estar en otro lugar, al bajar las escaleras pude ver al hombre lobo, el esposo de Malaly, su hijo y tres hombres que supongo son los que dirigen esté extraño pueblo.

En el momento que puse el ultimo pie en la sala, los ojos de los tres lideres se clavaron en mí, podía ver enojo, furia e incluso odio en ellos, estaba hiperventilando y comenzaba a marearme del mismo miedo por cómo me estaban viendo.

— ¿Quién te golpeo? — pregunto el moreno alto, Dios, debe medir dos metros, sus manos tiemblan y yo en lugar de responder solo me quedo viéndolo, cada detalle.

— Responde, ¿Quién te lastimo? — la voz suave pero fría del de cabello blanco provoca que lo mire, es el hombre con el que choque fuera del mercado.

— Malaly, deja de influenciar en ella. — un tercer hombre, también musculoso, pero de cabello negro como la misma noche, habla y sus ojos celestes parecen casi irreales.

— Está muy nerviosa señor Vito, no creo…

— ¡Te lo estoy ordenando, no preguntando! — en ese momento Malaly fija sus ojos en los míos y como si fuera magia, el manto que sentía retener mis emociones desaparecen, entonces las últimas palabras, del hombre que Malaly llamo Vito, taladran mi mente.

— Que Malaly sea su empleada no le da derecho a hablarle de esa forma, pero… ¡¿Quién se cree que es para ordenar de esa forma?! Malditos ricos, codiciosos, de alma negra y corazones podridos. — Y sin importarme una mierda nada, salí de ese lugar, pero antes de salir por esa puerta, me giré para ver a Malaly que estaba con la boca abierta. — Malaly, no importa cuánto necesites el empleo, siempre se puede encontrar uno mejor, más que el dinero vale la dignidad, no permitas que te humillen de esta forma. — Y solo entonces abrí la puerta y salí de aquella casa, dando un portazo tan fuerte que dejé los cristales temblando.

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