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Capítulo 2

Saco mi mano de entre la suya y me doy la vuelta hasta mi mesa, me inclino y revuelvo todos los papeles buscando el expediente del paciente que hace nada tenía en las manos mientras hablaba con Sarah.

¡Joder!¿Dónde está?

Voilà, lo encuentro.

Miro el nombre y coincide, lloriqueo buscando la foto y efectivamente es él maldito que me besó en aquel club y ahora veo que es un jodido enfermo. Un piso demente que de seguro solo quiere más que nunca, echarme un buen polvo y por su historial es de los que no repiten, tengo que tener sumo cuidado con él, me hace sentir cosas peligrosas teniendo en cuenta su afección y mi posición en su vida en este momento.

—¿Convencida? —doy un salto cuando susurra en mi oído.

Me alejo saliendo del acoso de su exquisito cuerpo y veo como se quita el abrigo para sentarse cómodamente en mi chez longue en tanto yo pongo los brazos en jarra, la mar de alterada.

—Lo siento pero no puedo ser tu terapeuta —me sale un chillido y el cierra los ojos, disfrutando.

—No te he follado —reconoce con descaro —. Así que técnicamente no has infringido las normas de tu ética médica.

No abre los ojos y además de ser un sacrilegio negarle al mundo deleitarse en ellos, me parece un gesto desafiante por su parte.

—Pero sí me besaste y me... —me detengo.

Entonces sí, sus ojos se abren mucho, se vuelve a sentar y me toma de los muslos, tira de mí hasta que estoy delante suyo, con mis manos en sus hombros para impedirme a mi misma abrir las piernas y subirme encima de él, es demasiado provocador y te invita a poseerlo o a dejarte poseer por su experiencia. Está claro que es un experto.

—Te hice mojar como nadie en toda tu vida lo ha hecho y los dos sabemos que sí meto mi lengua entre esas preciosas piernas ahora, estaré probando el sabor de tu deseo por mí —se me erizan los pezones como si tuvieran voluntad propia —. ¿Es por esto por lo que no quieres tratarme? ¿Tanto miedo tienes a que te haga mía y no sepas seguir sin que lo vuelva a hacer otra vez? A eso me dedico —no me deja responder ni tampoco alejarme —. Me follo a las mujeres y les regalo el polvo de sus vidas, pero ninguna me hace sentir nada, no vuelvo a querer tenerlas y entonces estoy aquí, para que tú...la única que ha conseguido provocarme algo más que ganas de hundirme en un coño, me ayudes. Nada más...no voy a tomarte porque entonces te dejaría, necesito tu ayuda y eso es todo.

Me suelta y se aleja, dejándome anonadada con su despliegue de seguridad en sí mismo. Con esa forma tan brutal y hasta salvaje, agresiva, violenta...de saber lo que quiere y exigir cómo lo quiere además.

No sé  qué hacer.

Fuí a ese club con la intención de reunir información para mi tesis pero me tropecé con él, que sexualmente es el mayor anhelo de toda mi existencia y tengo veintiséis años, que no son pocos pero es que ahora, ese mismo hombre que me seduce a niveles que ni sabía que existían, supone el paciente más importante y el mayor desafío de toda mi carrera además de un candidato impresionante a incluir en mi tesis de postgrado, si decido atenderlo.

Generalmente los adictos al sexo no desean dejar de serlo y se acuestan con todo lo que pueden, incluso se masturban sin parar pero él, él es selectivo...él decide lo que quiere y sabe parar, simplemente desea encontrar con quien sentir y eso, es bastante peculiar. Siento que dejar escapar un caso así, es tomar una mala decisión pero atenderle sé que será peligroso para mí.

—¿Ya dejaste de discutir contigo misma sobre esto?

Ruedo los ojos y me doy la vuelta para encararlo, es muy cañero y que vaya de chulito me mosquea. Es mi consultorio y mi terreno, aquí mando yo.

—Esto que acabas de hacer —señalo al chez longue —, no va a volver a repetirse. Tú no me puedes tocar —se mantiene serio, atento.

—¿Eso es que vas a atenderme? —cuestiona interesado.

—Si estoy haciendo esto es por dos cosas —intenta buscar en mi rostro una pista —. Primero porque me pareces un paciente interesante para mi currículo, lo siento —me disculpo por lo que supone lo que he dicho.

—Tranquila, entiendo que te guste lo que ves —se mofa.

—No vayas por ahí mientras estemos en consulta.

—¿Luego de la consulta sí?

—Mira, tío esto no va salir bien. En serio voy a buscar un colega en otro sitio para tí, tengo un amigo que...

De repente le tengo delante, me toma de la barbilla, su mano abierta sobre mi garganta, intimidante y salvaje y yo me derrito ante ese punto bárbaro suyo...¿ Qué rayos me pasa con él?

—Te quiero a tí —susurra mirándome sin pestañar —. Dime que no hay nadie más en tu vida. Otro hombre, quiero decir.

—¿Qué pasa si lo hubiera?

—Tu dime, yo pregunté primero.

—Tú exigiste —matizo y me mira los labios, está tan cerca —. Y no, no hay nadie. No tengo el tiempo para que me rompan el corazón.

Sé que mi frase es un poco amarga pero es lo que la vida me ha enseñado. Dejarme ir con alguien es sufrir y ya no quiero más de eso. Ahora estoy centrada en mi carrera, reunir para la clínica y poco más.

—Buena chica —me suelta finalmente —. Si hubiese alguien me habría alejado como paciente para tomarte como adicto y dejarte ir con él, no puedo resistir tanto.

Es un poco enigmático lo que dice pero me queda claro que se plantea aguantarse el deseo de hacerme caer en su cama porque sabe que solo sería una vez y eso supondría no ser mi paciente, lo que me da la confianza de saber que se mostrará obediente si decido atenderlo.

—¿Cuál es tu segunda condición? —se aleja y toquetea todo lo que tengo en los estantes como decoración. Está examinando mi ambiente.

—Quiero que aceptes formar parte de mi estudio de tesis para incluir  tu tipo de parafilia en ella.

—¡Mmmm!¡Vale, acepto! Con mis propias normas.

—¿Por qué haces de todo un juego difícil? —farfullo y me mira.

He vuelto a mi silla y le invito a sentarse en otra frente a mí, mientras negociamos. Obedece y cruza las piernas con clase.

—Te daré algo de información pero quiero algo cambio.

—Ya te doy terapia —espeto.

—Yo pago esta terapia, técnicamente trabajas para mí —tiene razón. Resoplo.

—¿Que quieres? —protesto incómoda —. Y que sepas que no voy a irme a la cama contigo.

—Mentirosa, sabes que te mueres de ganas. Pero tienes razón, no voy a hacerte mía...todavía.

—Di lo que quieres.

—Me gusta que no lo niegues.

—Joder, habla ya o te vas —me exaspera. No avanzamos así.

—Vale vale, cuanta agresividad —se está divirtiendo de lo lindo —. Te llevo al club, respondo tus preguntas, soy un adicto, nadie mejor que yo para tu tesis de postgrado y solo tienes que oírme hablar, en la postura que yo elija para tí.

Es una proposición tramposa. Eso tiene muchas lecturas y aceptar algo así,estaría dando paso a la posibilidad de que acabe con él dentro de mí.

—¿Con ropa? —necesito ciertas cosas que me protejan.

—Linda —usa un apelativo insultante, es tan básico  —,hasta con ropa puedo volverte loca, no tengas miedo que ya te he dicho que no pienso follarte, si lo hago tengo que renunciar a ti y me gustas y me intrigas demasiado como para eso.

—Por favor no me hables así.

—Entonces —estira la mano por encima de la mesa —...¿tenemos un trato?

No sé si este arreglo con este hombre tan oscuro y seguro de sí mismo vaya a salir bien pero es que me supone un reto tan grande  que no soy capaz de negarme a cumplir su desafío.

—Asi es. Tenemos un trato, pero mejor no me toques.

—¿Ni siquiera la mano?¿Tanto te altero? —ríe sabedor de lo que hace.

—Ahora túmbate, tendremos la primera consulta y si te sales del formato que acordamos se acaba aquí y ahora tu tratamiento conmigo.

Retira la mano y asiente tranquilo, obedece en lo que le digo y tengo que darme a mi misma mis propias normas porque soy yo quien tiene deseos de que su boca se funda otra vez con la mía.

¡Esta locura, no va a salir bien!

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