Capítulo 1
Miro a mi alrededor y la multitud de personas parece que me están asfixiando cuando en realidad no son tantos, es más bien un estado de mi mente que hace que parezca algo que en el fondo no es. Sinceramente no sé que hago aquí, no tengo la menor de las ideas de cómo he dejado que me convenzan para venir a un sitio como este.
Soy psicóloga y por interés profesional —para acabar una tesis de doctorado en parafilias— he tenido que venir a un club de sexo, ponerme una ropa sexy acorde con el sitio, y un maquillaje que para nada cumple con las normas de estilo que yo uso habitualmente y siendo una rubia con un cuerpo privilegiado, ser objeto de deseo de un montón de hombres e incluso de mujeres que utilizan ciertos patrones de conducta que hoy estudio; pero siento de alguna manera que estoy en peligro aquí, frente a tanto depredador sexual suelto y en su ambiente...el cual a su vez, no es para nada el mío.
—No puedo hacer esto, Cassie —me muerdo el labio asustada mientras reniego con ella—. Cada vez que alguien me mira siento que me están devorando completamente, me produce vértigo. Tengo que salir de aquí. Creo que notan que no pertenezco a este mundo y les atrae más todavía esa situación.
Dejo mi copa en el bar y tomo el bolso mientras sigo hablando con mi amiga y colega por teléfono, no puedo seguir en un sitio que me produce urticaria. Esto no es para mí, en el sexo siempre he sido muy recatada y aunque por mi profesión hice una especialidad en sexología y ahora amplío un poco más mi campo, no es algo aplicable a mi vida íntima. Incluso puedo estar desarrollando alguna fobia al consumo de sexo, justamente para evitar el tipo de afecciones que atiendo por mi trabajo.
—No te vayas tan rápido, Suss —me anima ella desde la comodidad de la casa en la que ahora vive con un novio millonario extravagante y misterioso —, dale una oportunidad al lugar. Toma notas y simplemente piensa que es un bar cualquiera. Relájate.
¡Sí, hombre! ¿ Cómo voy a relajarme aquí? El vestido me queda tan ajustado y corto que me hace sentir una zorra. El escote es incluso peligroso en un lugar así y todos y cada uno de los que me observan dejan en claro que me desean, es un milagro que no se me hayan acercado. Me siento como si estuviera nadando en un estanque lleno de tiburones con una herida sangrante en mi pierna.
—Que no puedo, Cass... me piro ahora mismo de aquí.
Cuelgo el móvil y me doy la vuelta para irme a buscar la salida de este sitio y tropiezo contra un torzo firme, siento unas manos apoyarse en mis caderas de manera un poco atrevida y una voz que me pone a temblar en cuanto dice...
—Cuidado, preciosa —se acerca a mi oído y susurra —, tú belleza es tan extrema que supones un bendito pecado, y me dan muchas ganas de caer en tu tentación.
Mi madre.
Cuando aparta la boca de mi oído deja un beso en el y raspa su fina barba por mi mejilla, por los labios también y se detiene en mi nariz que se pega a la suya mostrando en ese atrevido gesto, los ojos más azules y demoledores que alguna vez he visto.
Es muy alto, muy guapo y muy seductor. Este tío grita "peligro, aléjate de mí", por todos lados.
—Lo siento —me disculpo intentando ignorar todo lo otro y salir del calor de sus brazos.
—No lo hagas —susurra sobre mi boca —. Mejor siente esto...
Muerde mi labio inferior de forma suave y sensual y ambos gemimos, deja escapar la carne entre sus dientes y en ese instante baja una mano a mi trasero y jadeo de la sorpresa, el deseo y su atrevimiento; pero él aprovecha para meter la lengua en mi boca y comerse mis labios en un tórrido beso que es lo más sexual, brutal y exquisito que he sentido en toda mi vida.
No puedo negarme. Deseo besarlo y que me devore con más, con mucho más.
—Exquisita —gruñe y me muerde otra vez hasta que vuelve a tomar mi boca.
Esta vez soy yo quien le devoro a él y de pronto veo como me empuja hasta una banqueta del bar. Es un lugar para disfrutar del sexo y de todo lo que lleva hasta el a plenitud y libertad; pero si no lo fuera, tampoco le impediría a este hombre hacerme lo que quisiera porque es tan salvaje que te posee de todas las maneras posibles
No puedes negarle nada. No consigues razonar cuando te domina.
Justamente esto es lo que temía cuando entré aquí. Lo que me extrañaba que no me hubiese pasado cuando caté tantas miradas lasciva y ahora, ahora soy una marioneta repleta de ansiedad en las manos de un experto maestro. Me mueve a su antojo y lo peor es que se encarga sin mucho esfuerzo de que yo, una simple mortal que disfruta de un sexo básico e insípido, sienta placer absoluto y ganas de muchísimo más, con cada cosa que me hace.
—Por favor... —suplico no sé por qué. Y su sonrisa se dibuja en mi boca. Le ha gustado. Maldición, le encanta que suplique.
Siento una de sus manos pellizcandome un pezón sobre el vestido y el gruñido que deja en mi boca me devuelve a la realidad. Va a hacerme suya si le sigo permitiendo besarme de esta manera tan visceral, tan primitiva y salvaje. Tengo que irme y tengo que hacerlo ya.
Le doy un rápido empujón que más que alejarlo por la fuerza lo hace por la sorpresa y salgo corriendo de ese lugar sin detenerme. Cuando llego al parking subo en mi coche, me pongo detrás el volante y me llevo una mano al pecho intentando calmar mi respiración antes de arrancar e irme a casa. No consigo dejar de sentir deseos de entrar y pedirle a ese desconocido que me posea, toda yo y todo cuanto quiera.
(...)
Hace una semana de mi expedición al Club Delito, y sin embargo a veces sueño con aquella boca sobre la mía, su piel respirando en mi piel y sus ojos intentado memorizar la manera en que me provocaba más y más deseos, él sí que fue un tremendo delito que cometí esa noche. El delito de probar algo prohibido para mí, y que ahora no consigo olvidar.
—Tengo tantas cosas que contarte que no sé por dónde empezar —masculla mi sobrina desde el otro lado del teléfono, en Roma exactamente.
—Hace días no me llamabas, estaba empezando a plantearme ir hasta allá —bromeo, no tengo dinero para eso.
—He empezado un romance con un tío que joder, me tiene loca, Suss.
—Me alegro cielo, se te escucha animada con él, ¿cómo se conocieron?
Voy revisando los expedientes de mis mis nuevos pacientes y entre ellos veo el sugerido por Cass y que según me dijo es hermano de su novio. Ambos muy misteriosos pero él tiene un trastorno de mi campo: adicción al sexo en un único encuentro. No le produce placer repetir. Según pone aquí, una vez que posee a una mujer ya no la toca más. Necesita otra.
No quiero ni imaginar cuántas mujeres tendrá en su historial un adicto de su tipo. Y cuánta experiencia debe tener.
—Quiero que vengas aquí a conocerlo, siento que es el definitivo.
—No sabes como me alegra oírte feliz pero sabes que no tengo dinero para eso, lo siento —carraspeo volviendo a la llamada.
Me avisan un segundo después, que está subiendo mi paciente de esta hora. Tengo que finalizar la charla.
—Él va a pagar todo, solo dime una fecha de este mes. Un fin de semana, porfa...
La puerta suena a la llamada de mi paciente y me apresuro a decirle...
—Tengo que dejarte, Sarah, volveremos a hablar de este tema.
—Pero vendrás... —ruge determinante.
La puerta se abre finalmente y un tío altísimo, con un abrigo negro largo hasta la mitad de sus piernas, un traje debajo, de tres piezas azul oscuro, camisa blanca y corbata azul más clara se sonríe para mí y casi me caigo de la silla.
Cuelgo el teléfono en cámara lenta y trato de procesar alguna frase rápida que decirle para sacarle de aquí antes de que mi paciente llegue y me regañen.
—Tienes que irte —me levanto señalando la puerta.
Cruza los brazos, se deja caer contra la madera a su espalda recostando los omóplatos y cruzando los tobillos me observa salir de detrás de mi escritorio barriendo los ojos por todo mi cuerpo.
Llevo un pantalón clásico, beige. Con una camisa blanca metida por dentro y un cinturón ancho que marca mi figura, cosa que por lo visto le encanta y parece estar viendo más de lo que muestro. Es tan descarado. Se me estremece todo cuando le tengo así de interesado en mi anatomía.
—¿Por qué? —se muerde divertido una esquina de la boca y se me cierran los ojos de lujuria. Maldito y sexy loco —.¿Acaso recibes así a todos tus pacientes?
—¿Cómo...?
Se acerca, me toma la mano separandola incluso de mi cuerpo viendo que yo no me muevo y cuando la besa y la sostiene entre las suyas, comenta dejando que su aliento me acaricie el dorso...
—Es un placer concerla doctora Robsters, soy Thiago Montelli, adicto al sexo, su nuevo paciente.
¡Esto no me está pasando!