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ME CASO.

Maximiliano no podía creer lo que estaba escuchando, ni la evidente furia en los ojos de la mujer que tanto amaba

—¿Qué demonios quiero, es en serio Renata?. . .¡¿qué demonios quiero?!— gritó furioso sin poder contenerse, se sentía terriblemente frustrado— ¿ es lo único que se te ocurre decir?, después de todo este tiempo, de todo lo que ha pasado, solo.se te ocurre preguntar, qué demonios quiero. ¡Insólito!

—No es lo único que quisiera decirte, pero es lo más decente— le miró con odio— así que deja de tentar mi paciencia, di lo que tengas que decir y lárgate, nada quiero verte y mucho menos hablar contigo, Maximiliano Ferrer.

—Me vale un demonio si eres indecente o no, Renata. No esperaba esto, al menos no de ésta manera. Después de tantos años sin volver esperé otro recibimiento.

—¡¿Otro recibimiento?!— gritó indignada mientras se llevaba ambas manos a las caderas, y sus hermosos ojos reflejaban una luz violeta.

—Por supuesto. Me consigo que el hombre que me adoraba, el suegro que hablaba maravillas de mí, ahora me detesta y tú, tú te perdiste del mapa. Fue imposible localizarte, Renata, desde hace seis largos años estoy intentando dar contigo. Y lo peor de todo es que tu padre se ha negado a recibirme. No podía encontrarte— dijo con voz ahogada.

—Eso es porque no quería que me localizaras. ¿Es que acaso no entiendes las indirectas, Maximiliano?, No, por lo que veo no lo entendiste— le dijo con ironía.

—Nunca se me han dado bien. Siempre he sido un hombre de actitudes frontales, jamás uso indirectas.

—Casi creíble, Maximiliano— respondió irónica— casi creíble, para alguien como tú.

—¿Me vas a decir qué demonios sucede?— preguntó al borde de un colapso— necesito entender qué te pasa, necesito saber porqué te comportas así, porqué me hablas de esa manera, porque eres tan. . . tajante conmigo.

—¡Cínico!, No tengo nada que decirte— entornó la mirada.

—¡Renata, por amor de Dios, háblame!— suplicó desconsolado.

—No tengo tu tiempo Maximiliano, di de una vez lo que tengas que decir y luego márchate.

—No me iré a ningún lado.— dijo decidido.

—Por supuesto que lo harás. No tengo toda la tarde para estar aquí contigo. Tuve un viaje realmente agotador, estoy en extremo cansada y lo que más deseo es volver a la comodidad de mi cama, meterme bajo las sábanas y poder descansar, después de un sueño reparador levantarme, disfrutar con mi familia, de mi regreso y quizás irme de fiesta con Sophie, para poder deleitarme nuevamente de mi país. Así que habla de una vez, que comienzo a perder la paciencia. ¿Qué quieres?

—Hablar, eso es lo que quiero. ¿Acaso no es obvio?, Tengo seis años sin poder hablar contigo. Te busqué muchas veces, tus amigas te negaron, en la universidad no me dieron razones de ti, tu número de teléfono sonaba desconectado, te fuiste de la residencia dónde estabas, y nunca contestaste mis malditos correos. ¡Estaba volviéndome loco!, ¡Aún estoy al borde de perder la cordura!, ¿Qué sucede?

—Tú deberías saber bien lo que sucede— lo miró furiosa.

—¡No, No lo sé!— gritó frustrado, al punto de que sentía que algunas lágrimas que comenzaban a formarse en sus ojos, resbalarían en cualquier momento por sus mejillas, como una manera de dejar drenar todo lo que estaba sintiendo. era terrible, terrible sentirse así, tan lleno de frustración, tan agotado mentalmente.

—No me daré a la tarea de explicártelo.— dijo con desprecio.

—¡Merezco una explicación, Renata, la merezco!

—No mereces absolutamente nada de mí. Ni mi tiempo, ni mis palabras, ni siquiera una explicación, eres un cínico de lo peor, el hecho de estar aquí soportando tus palabras es más de lo que jamás debería darte.

—¡No lo entiendo!. . .¡No lo entiendo!— estaba a punto de derrumbarse— Renata, mi amor. . .te amo.

—¡MIENTES!— gritó fuera de sí— ¡Maldito mentiroso!, no creo en tu amor— aquellas palabras le golpearon con fuerza, tanto que inconscientemente dio un paso atrás, como por la fuerza de recibir el impacto de sus palabras. Se sintió desconcertado. ¿por qué ella se comportaba así?, ¿ qué había ocurrido?

Se acercó con rapidez a ella y sin dudarlo la tomó entre sus brazos, presionando con fuerza aquel delicado cuerpo, contra la dureza del suyo.

—Suéltame, Maximiliano Ferrer— dijo firme Renata, pero sintiendo que si no lograba soltarse del agarre, sus defensas se vendrían abajo, lo vio acercarse a su rostro y casi se desmaya, no podía soportarlo, no quería que la besara— no. . . no te atrevas. . .

Pero sus palabras se perdieron, pues la boca de aquel arrogante hombre descendió completamente sobre la suya. Cuando sus labios entraron en contacto, ella sintió que una pequeña descarga eléctrica recorría su espina dorsal. . . Esos besos que tanto le gustaban. . . Ese cálido confort que sentía en sus brazos, esa falda sensación de seguridad al sentirse rodeada por sus brazos. . .

Él estaba furioso, por lo tanto ella hubiese esperado un beso, salvaje y posesivo que demostrara su ira, pero no. Él la besaba suavemente, con ternura, un beso dulce. . .parecía un beso de amor.

Al principio sintió la necesidad de retorcerse, de alejarse, de negarse, y con ambas manos intentó empujar su pecho para alejarlo de ella.

Error.

Si, grave error, sus manos encontraron aquel musculoso pecho y una intensa necesidad de acariciarlo se apoderó de ella. Sin poder evitarlo sus manos se deslizaron hacia aquel fuerte cuello, se encontró respondiendo al beso y enredando sus femeninos dedos en el masculino cabello, ellos danzaban feliz de estar en de nuevo en contacto con aquel cabello. . . Lo había extrañado tanto.

Gimió cuando la lengua de él entró a su boca, Maximiliano sabía cómo besarla, cómo tocarla, siempre lo había sabido. Conocía su cuerpo, sus partes más sensibles, conocía todo de ella.

Sí. Sin duda alguna aquel parecía un beso de amor.

Pero no.

No podía serlo. No podía ser un beso de amor, el mentiroso de Maximiliano no la amaba. Era mentira y no le permitiría que se burlara de ella nuevamente, no le daría la oportunidad de destrozar nuevamente su ya maltrecho corazón. Aprovechó la oportunidad y sus fuerzas renovadas, para apartarlo de ella, con un fuerte empujón. Max se alejó y retrocedió sorprendido. Pero su sorpresa fue mayor cuando Renata, elevó su brazo y descargó una fuerte bofetada sobre su mejilla. La cara le ardió, y la mejilla comenzó a escocerle.

¿Qué había sucedido?

Estaba todo tan bien. En aquel beso había sentido que ella volvía a ser su Renata, su adorada Renata, pero aquella ilusión se desvaneció al recibir esa fuerte bofetada.

—¡No vuelvas a besarme!— lo miró con ojos enormes, sus labios estaban enrojecidos y llevó una temblorosa mano a ellos— no vuelvas a besarme en lo que te quede de vida, maldito desgraciado.

—Es absurdo, respondiste a mi beso y fue una respuesta autentica.

—No quiero que vuelvas a besarme.

—No entiendo nada de lo que sucede Renata, ¿qué pasó con nuestro amor?, yo aún tengo las huellas de él en mi alma— ellaa quiso llorar, quiso gritarle que se marchara, que ella no podía soportar más sus mentiras. Pero se obligó a mantenerse de pie, mirándole fijamente— Cariño, prometí esperarte. ¿Lo recuerdas?, nos prometimos una vida juntos, un futuro hermoso, nos prometimos amor Renata, eso no puede haber cambiado tanto.

—No quiero recordar— un sollozo casi logra escapar de su garganta.

—Recuérdalo mi amor, recuerda cuanto nos amábamos, recuerda como hacíamos planes de nuestro futuro, recuerda como yo temblaba bajo tus caricias, recuerda como amabas que te hiciera mía, recuerda. . .

—¡CÁLLATE!. . . ¡CÁLLATE!. . . NO QUIERO RECORDAR NADA, LO ÚNICO QUE QUIERO ES QUE SALGAS DE MI CASA, QUE SALGAS DE MI VIDA Y NO VUELVAS NUNCA MÁS — gritó con lágrimas imposibles de contener corriendo por sus mejillas.

¿Quién diablos se creía él para jugar con ella de aquella manera tan cruel?

¿Cómo se atrevía si quiera a mencionar el hecho de que lo hubiese amado con locura?

¡Lo odiaba!

—Renata. . .— intentó acercarse nuevamente a ella, pero ella retrocedió intentando alejarse, y elevó sus manos para impedir que él se acercará más, para evitar que volviera a tocarla, no quería caer de nuevo en el embrujo de sus besos. Un destello brilló en uno de sus dedos, trayendo toda la atención hacia él.

¿Ella aún conservaba el anillo de compromiso que le había regalado? ¡Eso significaba mucho, quería decir que no todo estaba perdido!

Pero al fijarse muy bien, pudo apreciar que aquel no era su anillo. ¡No era su anillo de compromiso!

No. No lo era, pero sin duda alguna ese sí era un anillo de compromiso.

—Ren. . . Renata. . .Llevas un anillo de compromiso . . . pero, ese no es el que yo te di— la miró confundido y pidiéndole a sus pulmones que no dejaran de funcionar, ya que comenzaba a faltarle el aire y tenía la extraña sensación de que tenía deseos de desvanecerse . Su pecho ardía, sus ojos le quemaban— ¿Qué. . . qué significa esto?

—¿Esto?— elevó su mano señalando con un dedo el anillo— esto es mi anillo de compromiso.

—Pe. . . pero. . .No puede. . .no pued ser. . .

—Si es, Maximiliano. Me caso en siete meses y éste fin de semana llega mi prometido a conocer a mi tía y mi prima— le dijo sin apartar los ojos de él. Las palabras de ella casi ocasionan que su corazón se rompiera en mil pedazos. Ya no lo soportó un instante más y la miró con ojos vidrioso.

¡Renata se casaba en siete meses!

¡Se casaba!

¡Se casaba y no era con él!

¡No podía ser, aquello no podía estar pasando!

—Pero. . . Renata, yo. . . no puede ser, maldita sea. No puede ser.

—¿Pensaste que esperaría toda la vida por ti Maximiliano?, qué equivocado estabas.

—Yo he esperado media vida por ti, y hubiese esperado media vida más de ser necesario.

—¡MIENTES!. . . no sabes hacer otra cosa más que mentir, lastimar, dañar, herir, eres profesional en eso, en incumplir tus promesas, en faltar a tu palabra— él la miró con el ceño fruncido y el rostro perturbado.

—¡Debe ser una maldita broma!, ¡Eres tú la que llevas un anillo de compromiso!, ¡Eres tú la que no ha sabido respetar nuestras promesas!, ¡Eres tú la que se casa y envía todo a la basura!, ¡Eres tú Renta, eres tú!— la señaló furioso mientras lágrimas corrían por sus mejillas. No podía creer que ella le estuviera haciendo aquello. Ella, la mujer a la que había amado desde que tenía uso de razón, con la que había descubierto lo hermoso que es el amor del alma, y también la entrega del cuerpo, ella la que lo había llenado de infinitas promesas. ¡Ella!. . . ¡la que había creído su mujer, su esposa y la madre de sus hijos!, ¡Todo era un engaño!, ¡ella no cumplió con nada!

—¿Le amas. . . le amas, Renata?— preguntó con voz temblorosa.

—Con toda el alma, con mi vida— respondió firme.

—Así que has decidido llenar mi espacio con otro hombre. Le has dado a otro mi lugar en tu vida. ¿También en tu cama, Renata?

—También— le respondió mirándolo fijamente— También es el hombre que ocupa mi cama. Él es el hombre que me hace el amor. El hombre que pronto será mi marido.

Max quiso gritar, quiso llorar. Pero no. Ya bastante había dañado Renata su dignidad, maltratado su orgullo, herido su hombría, lastimado su corazón, pateado su amor y echado a la basura sus promesas de amor. No le daría el lujo de verlo derrumbarse aún más frente a ella.

—Bien. Espero que te haga el amor con la misma intensidad con que yo lo hacía, espero que adore tu cuerpo y lo llene de besos y amor, como yo lo hacía. Espero que al sentirlo contra ti, recuerdes cuantas veces gritaste mi nombre mientras yo reclamaba las profundidades de tu ser. Espero que cuando duermas a su lado recuerdes que existe un hombre al que le dañaste la vida, espero que cuando te toque sientas nostalgia al saber que mi amor no se compara al suyo.

—Vete, vete de mi casa, Vete y no vuelvas maldito mentiroso.

—Aquí la única que es una maldita mentirosa eres tú, Renata Evans, porque yo he cumplido con todas y cada una de mis palabras.— Y dicho aquello se giró dejándola sumida en una profunda pena. Lo vio dar un portazo, que de seguro hizo estremecer los cimientos de la casa.

Renata, sintió como su corazón una vez más se quebraba en mil pedazos.

¡Otra vez no!

Casi gritó desconsolada mientras caía al piso y sus rodillas chocaban contra la tupida alfombra, sus manos sobre el suelo, su cuerpo convulsionándose de dolor, y las testigos de su desgracia resbalando silenciosas por sus mejillas.

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