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Dia De Los Enamorados

—¿No saldrás?—no tengo ánimos

—No me digas que te pegó la fecha—se burló.

—Un poco—confesé y él se sorprendió.

Gabriel entró al cuarto y se tumbó a mi lado.

—¿Qué quieres hacer mañana?—preguntó al cabo de un rato.

—Tú tienes una cita—le recordé.

—Pero ¿Qué te gustaría hacer?—insistió.

Suspiré profundo y cerré los ojos…

—No lo sé… quizás lo más cliché que se pueda. Una cena romántica a la luz de la luna en una playa.

—¿Bañarse desnudos y tener sexo forma parte del cliché?—preguntó riéndose.

—Quizás—reí—, depende del libro.

—Ese libro si me lo leería.

.

.

—¿Ya te vas a tu cita?—pregunté lo obvio y él asintió.

—¿Qué tal me veo?.

Llevaba unos pantalones de vestir negros y una camisa roja de botones, recogida en los brazos. Incluso las vueltas que le dio a las mangas de su camisa parecían perfectamente planchadas. Ni una sola arruga en toda su vestimenta.

—Divino—respondí riéndome y él batió sus pestañas.

—¿En verdad no saldrás?

—No, me quedaré viendo unas películas. ¿Llevas condones?

Él revisó su cartera antes de responderme y afirmó.

—Nos vemos hermano. Nada de porno después de las 9.

Lo vi salir de la casa y me encerré en mi cuarto. Papá estaba en una cena benéfica y me negué a acompañarlo. De verdad no quería salir de la casa el día de hoy. Todas esas parejas melosas en exceso, aprovechando de demostrar este día todo el amor que no demostraban el resto del año. Una parte los aborrecía, otra los envidiaba.

Pude haber salido hoy y tener un buen sexo, Luisa se hubiese encargado de eso, pero quería algo más que solo sexo. Era un insulto para esta fecha de “amor” que yo solo follase. Además… por experiencia propia las chicas hoy están más ilusionadas que en ningún otro día, una cita hoy era casi un noviazgo seguro.

Pobre Gabriel o mejor dicho, pobre de su cita.

.

El timbre de la casa comenzó a sonar y extrañado me levanté a abrir la puerta.

—¿Qué estás haciendo aquí?—su sonrisa era amplia.

—Vengo a buscar a mi cita, por supuesto. Si necesitas más tiempo para vestirte, no hay ningún problema, puedo esperarte.

Entró en la casa y se sentó en el sofá.

—¿Me estás jodiendo?

—No. Anda a vestirte, tengo grandes planes para esta noche.

—No.

—Si. Anda a vestirte Rámses. Tendrás una cita conmigo hoy, quieras o no.

—Es demasiado…

—Es el día del amor y la amistad—me recordó interrumpiéndome—, y tú eres mi mejor amigo y yo te amo. Así que anda a vestirte de una puta vez. No te me hagas el duro.

Me empujó por la espalda hasta que entré en el cuarto.

—Ponte guapo para mí—se burló.

.

Cinco minutos después salíamos de la casa. Me había colocado unos jeans negros, una camiseta gris y una sudadera negra que adoraba. Mis piercings en su lugar y mi cabello peinado para lucir despeinado.

—¿Ni siquiera un poco de perfume? Yo me coloqué colonia para ti.

—Estás en el límite—le advertí y su risa resonó en el auto.

Condujo mientras escuchábamos un poco de música.

—¿La playa? ¿En serio?—pregunté en cuanto entendí a donde nos dirigíamos.

—¿A dónde más?. Se buen chico y toma las cosas que están en la parte de atrás, serán nuestra cena.

Con las bolsas que contenían unas hamburguesas grasientas, del mejor sitio de la ciudad, una manta y algunas otras cosas que no me dejó ver, caminamos por la playa hasta casi el final. Varias parejas tuvieron esta misma idea, así que buscamos un lugar apartado donde no los molestáramos.

Gabriel tendió sobre la arena la manta y después de quitarnos los zapatos nos sentamos encima de ella, con las piernas cruzadas.

—No, no, no—me reprendió cuando pretendía sacar la comida de las bolsas—. Yo te diré cuándo.

Entre risas contenidas sacó de una de las bolsas algunas velas y las encendió.

—Cruzaste el límite—le informé y él volvió a reír.

—Se lo diré a Mike, esta parte fue su idea.

—¿Y en que contribuyó Hayden?

Gabriel sacó una bolsa con pétalos de flores y las regó por la manta.

Fue mi turno de reír con fuerza. No sé quién es peor.

—Papá lo pagó después de jurarle que de verdad no éramos gay y no empezaríamos una relación incestuosa homosexual.

—¿Te creyó?—Gabriel me tendió la hamburguesa y ahora si comenzamos a comer.

—No mucho—rió.

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—¿Y tú cita?—pregunté cuando me comía las papas fritas que vinieron con la hamburguesa.

—Le cancelé.

—No debiste.

—Eres mi hermano, claro que debí. Además, prefiero pasarlo contigo, eres más divertido.

—¿Estas consiente que no me acostaré contigo, verdad?

—¡¿Qué?!—gritó fingiendo sorpresa—¿Todo para esto para nada? Aunque sea un beso me tendrás que dar, puto francés.

—Idiota.

.

Después de las hamburguesas sacó el postre. Unos trozos de pasteles de distintos sabores y los devoramos. La noche realmente era bastante romántica, la luna llena estaba inmensa flotando sobre el mar, el agua rebotaba con calma y el olor y la brisa marina era refrescante y relajante.

—Gracias por hacer esto—le dije.

Él me empujó con su hombro.

—Dis-Disculpe… ehm… ¿será que… ustedes tienen… condones?—un chico se ajustaba las gafas sobre el puente de su nariz, mientras su pregunta dejaba claro su vergüenza y necesidad.

—Claro—Gabriel sacó de su cartera el condón que temprano había confirmado que tenía y se lo tendió.

—Oh, es el último. Olvídalo, no puedo—el chico intentó regresárselo.

—Tómalo, no es que lo dejaré embarazado—le insistió Gabriel.

—Es mi hermano—le aclaré y la cara del chico se deformó en sorpresa y horror. Miró las velas, los pétalos…—. Nos gusta el incesto ¿algún problema?.

Él negó con rapidez y escuchamos como la chica con la que estaba lo llamaba. Eso lo hizo dudar tanto, que tomó el condón, nos dio las gracias y se marchó trotando hasta ella, para irse tomados de la mano de seguro hasta el auto en donde llegaron.

—Bueno, por lo menos mi condón verá acción.

—Vente, vamos a bañarnos—sin esperar respuesta me puse en pie y comencé a quitarme la ropa, quedándome solo en bóxer. Mi hermano me imitó.

—Mis velas cruzaron el límite, los pétalos fueron un exceso, pero esto… es un nuevo nivel.

—Tú no te me acerques mucho y seguirás vivo.

—¿Es por qué tienes ganas de orinar?

Me reí y se alejó de mi unos cuantos pasos más mientras entramos en la playa.

Nadamos un rato mientras nos burlábamos de las fotos que les mandaríamos a nuestros papás. Ya mi papá estaba un poco histérico cuando le enviamos la foto de la cena a la luz de la luna, las velas y los pétalos. Cuando le mandáramos una de nosotros bañándonos casi desnudos en la playa, moriría.

Y eso fue lo primero que hicimos en cuanto salimos de la playa. Nos secamos con las camisas, nos quitamos los boxers húmedos y nos colocamos los pantalones secos.

Somos hermanos, no había vergüenza entre nosotros.

Recogimos todos y emprendimos el viaje de regreso, mientras nuestros teléfonos no dejaban de sonar. Mike rogaba a Gabriel que no me follase, Hayden me decía que me amaba como fuese, pero que ¿por qué con mi hermano?, que él me presentaría a una prima. Mi papá hacía rato que no respondía, de seguro con la tensión alta, ya regresaría en sí y querría asesinar a Mike y a Hayden, los cupidos de este encuentro.

Cuando llegamos a la casa, me di una ducha y con mi pijama puesta, fui hasta el cuarto de mi hermano para ver una película. Me tumbé a su lado mientras el buscaba la película en el navegador.

—¿Te divertiste?—preguntó.

—Claro que sí. Gracias—repetí.

—¿Ya eres mi pasivo?.

—No, idiota, hace mucho más que esto para que sea el pasivo de alguien. Y en dado caso, yo soy el activo aquí..

.

.

Cuando la película terminó no me molesté en levantarme.

—¿Cucharita?—preguntó y asentí.

Se lo ha ganado.

Acostados, uno frente al otro, me senté de repente asustándolo.

—¿Qué-

Tomé su rostro entre mis manos y sus ojos se agrandaron. Intentó soltarse asustado, yo me reía y le planté un beso en la mejilla.

Lo solté y me acosté otra vez.

—Mierda, creo que me hice encima. ¡Idiota! Pensé que me violarías. No me vuelvas a hacer eso nunca más—se tumbó a mi lado y se agarró el corazón—. Si de verdad eres gay, está bien, pero no conmigo, soy tu hermano, tú no eres mi tipo y yo soy mucho para ti.

Me reí, estaba realmente asustado y esa había sido mi idea desde un principio.

Al cabo de un rato, cuando se le pasó el susto del cuerpo habló:

—Hermano, algún día tendrás una cita como hoy, en una playa, una cena romántica, un día de los enamorados, con una chica genial, no tanto como yo, pero que te volverá loco.

No le respondí, pero mi silencio dijo mucho más.

Quizás el próximo año sea diferente.

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