CAPÍTULO 4. Pov. Rámses. ¡QUE PASO AYER? (segunda parte)
Estaba drogado anoche y esperaba que Amelia y Gabriel también. Esa posibilidad me dio una pequeña esperanza de que esa traición entre ellos, no haya sido controlada ni buscada por ellos. Aunque eso no implicaba que no sus sentimientos ahora no se viesen alterados.
Me bajé del auto y vi otra vez a Gabriel delante de mí, mi rabia volvió a bullir sin control y cuando quise evitar que entrase todo se volvió a ir a la mierda.
—Suéltame Rámses, ya has hecho suficiente.
—¿Yo? Eres un puto cara dura. Te acostaste con Amelia ¿y yo soy el que ha hecho suficiente?.
—Te acostaste con Marié... no vengas ahora a actuar como un santo.
—No me acosté con ella maldito imbécil. Marié me drogó.
—Claro... ¿es lo que le dirás a Amelia?. ¿O le dirás que no sabes lo que pasó, que "solo pasó"?.
Gabriel escupió las palabras que una vez le dije para excusarme lo que hice con Andrea. Maldita tipa que después de tantos años seguía jodiéndonos. Pensé que este tema estaba cerrado, pero creo que Gabriel jamás podría hacerlo.
Le di un fuerte empujón estrellándolo contra la camioneta, dejando que la ira volviese a fluir de mi cuerpo, libre. Gabriel gritó enfurecido y se lanzó encima, estrellándome con la pared a mi espalda. Sacó parte del aire de mis pulmones pero no me importó cuando alcé mi puño y lo golpeé.
Cada vez que lo hacía me sentía bien, el dolor de mi pecho desaparecía por un momento, sustituido por uno que era más fácil de sanar. La sangre que emanaba de mi ceja cuando su gancho izquierdo me la partió, me dificultaba la visión pero logré atinarle a su nariz.
—¡Me partiste la nariz, imbécil!
—¡Bien! quizás así no la metes donde no corresponde, puto.
Él se abalanzó una vez más sobre mí, manchando mi camisa con su sangre y en el proceso también con la mía cuando me partió el labio.
—¿Cómo pudiste? Te dije que la amaba.
—¿No fue lo mismo que te dije de Andrea?
—¿Lo hiciste por venganza? ¡Supéralo de una vez!. Andrea era una puta que nos usó... Y fue malísima en la cama.
Gabriel golpeaba mis costillas y yo su espalda. Caímos en el piso y rodamos hasta que logré posicionarme encima de él, Gabriel usó sus piernas para empujarme lejos y antes de que pudiese lanzármele encima Amelia apareció entre nosotros, con sus manos poniendo distancia, evitando que siguiera con la pelea.
Era la primera vez que la veía en este tiempo, su cara estaba hinchada y enrojecida. Seguía siendo bella y eso me dolía, me asfixiaba. La vergüenza que vi en ella cuando entendí lo ocurrido se recreaba en mi memoria una y otra vez. ¿Habrá Gabriel besado el lunar de su cadera?, ¿Habrá descubierto esa pequeña vena violeta detrás de su rodilla?. ¿Y la marca de nacimiento que tenía en su entrepierna?.
Ya ella no era mía, ya no eran mis besos los que la marcaban... yo ya no era suyo.
—Por favor, paren.
Lloraba con desespero, con el mismo que yo quería sentarme a llorar por perderla. Gabriel me miró con odio y pasando por su lado entró a la casa. Lo seguí porque no podía permanecer a solas con ella. No podía hablarle, no quería reconocerle lo que había hecho ni preguntarle lo que había pasado entre ellos. Apenas respiraba y estaba tratando de mantener mi imaginación entretenida, para no darle rienda suelta de crear en mi mente la noche apasionada que ella vivió con mi hermano.
Mi hermano...
Si hubiese sido otro... pero con mi hermano. Nunca podría olvidar esto, nunca podría verlo otra vez sin querer asesinarlo. Entonces entendí lo que tuvo que ser para él, Andrea y por qué aun no logra superarla. No era Andrea, era yo... yo le recordaba que siendo hermanos aún así nos lastimamos. No estaba molesto conmigo por sus sentimientos por Andrea, estaba molesto conmigo porque mientras me amara le dolería mi traición. Y es lo que me pasaría con él, mientras amase a Gabriel jamás podría perdonar lo que hizo con Amelia.
Entré a mi cuarto y aventé la puerta. El pecho me dolía con tanta fuerza... no me importaba si moría en este momento, ese dolor sería menor, acabaría con todo. No tendría que estar debatiéndome entre hablar con Amelia o hablar con Gabriel. No tendría que recordarme que era mi hermano para no querer matarlo y tratar de olvidar de que era mi sangre para que no me doliese de tal manera. Caminé como loco en mi habitación hasta que la adrenalina remitió lo suficiente para darle paso al dolor. Me tumbé en el piso a llorar, perdido, desecho.
Me levanté y bajé a la cocina por tres pruebas de drogas. Regresé a mi cuarto e hice la mía y esperé por los resultados. Suspiré de alivio cuando vi el positivo, pero menos podía ir a hablar con Amelia aunque lo necesitaba como el aire para vivir, temía que los restos de droga que quedasen en mí y la rabia que sentía me llevaran a lastimarla. El sonido de la cabeza de Marié rebotando en la pared inundó mi mente y más decidido que nunca decidí alejarme de ella.
Me paré frente a la puerta del cuarto de Gabriel y entré sin si quiera tocar.
A penas lo vi estrellé mi mano cerrada contra su cara y él me devolvió un golpe en mi ojo. Lo empujé con fuerza para alejarlo de mí y del estado de cólera en que me encontraba. Salí del cuarto y esperé en el pasillo hasta que me calmé. No había ido allí para seguir la pelea, pero me costaba evitarlo.
Volví a entrar a su cuarto y me costó conseguirlo, escuchaba sus sollozos, pero no lo veía. Caminé hasta el otro lado de la cama y lo encontré sentado en el piso entre la mesa de noche y el escritorio, llorando. No se dio cuenta que estaba parado frente a él, pero en el momento en que lo hizo se levantó con rapidez, limpió sus lágrimas regando la sangre de su cara en el proceso y alzó sus puños aun rotos y goteando sangre.
Vi tantas emociones en su cara que no me importaban en ese momento... salvo una... miedo. Vi miedo y no supe si era miedo por lo que había ocurrido, miedo por lo que tendría que enfrentar o miedo a mí.
Retrocedí unos pasos y metí mis manos en los bolsillos, solo entonces él bajó sus puños.
—Estoy drogado. Me hice la prueba y está en mi baño.
—Eso explica por qué quisiste matarme.
—No, quise matarte porque te acostaste con Amelia, eso lo hubiese intentado drogado o no.
—Yo no me acosté con Amelia.
Una parte del calor de mi cuerpo me abandonó y me hizo sentir repentinamente frio. Lo miré pidiendo que explicase más. Respiró profundo y mantuvo su distancia de mí.
—Cuando me lo preguntaste en casa de Cólton, no estaba seguro, hay muchas cosas que aún no recuerdo porque me están llegando a la memoria de a poco, por eso no sabía que responderte... pero ahora recuerdo lo suficiente para saber que no me acosté con ella.
—¿Qué fue lo que pasó entonces entre ustedes?
—Recuerdo... besos y... caricias.
La bilis subió por mi garganta y tuve que sujetarme a la pared para no caerme. La había besado, la había acariciado, tocado su cuerpo, que era mío.
—... y yo también la besé y acaricié.
La vida se fue de mi cuerpo, mi alma decidió huir cuando mi corazón se rompió. Ella lo había besado, ella lo había acariciado a él. No sabía cómo lidiar con esto... no puedo... yo...
Salí de la habitación antes de que la ira se volviese a mezclar con los residuos de la droga y terminara malográndolo.
—Mantente alejado de mí Gabriel... no puedo asegurar tu integridad física en estos momentos... ni siquiera puedo asegurar la mía. No estoy cuerdo...