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CAPÍTULO 4. (parte 1)

Idiotas

Era tanto el silencio que solo escuchaba el aire acondicionado de la clínica y el retumbar de mi corazón. Fueron unos 5 segundo quizás, pero se sintieron como una pequeña eternidad.

Ulises, Jeremy y yo retrocedimos de la cama, les dimos espacio, ansiosos por ver lo que pasaría. Había imaginado demasiadas veces el momento en que se reencontraran, en ninguno de ellos Hayden estaba en una cama, ni nosotros en una clínica con él. Imaginé las conversaciones que podían tener, incluso momentos donde sin mediar palabra solo se abrazaban. En las noches donde más angustiado veía a Hayden lo imaginaba, quería creer que tanta felicidad producto de ese reencuentro lograría sanar todas sus heridas, casi de forma mágica. Así que a pesar de toda la creatividad que me permití tener en esa fantasía, este momento no lo había considerado ni una vez.

Rámses y Gabriel fueron los primeros en reaccionar y con sus largas piernas dieron dos pasos y se lanzaron en la cama para abrazar a Hayden. Me tapé la boca tratando de no llorar, de que ni un solo sonido saliera de mí, que pudiera interrumpir el momento.

Pero Hayden si lloró. Los abrazó con tanta fuerza que vi sus manos apretarle las camisas hasta que los nudillos quedaron blancos.

—Nuestro problema nunca fue por tu sexualidad. Lamentamos mucho que hayas creído eso—Gabriel lloraba.

—Je ne peux pas te perdre. Je ne peux pas. Assez avec maman-No puedo perderte. No puedo. Suficiente con mamá.

—No entendí… —murmuró Hayden y Rámses le tradujo susurrándole. No escuché lo que dijo, pero si había entendido muchas de las palabras para hacerme una idea bien clara de lo que le había dicho, lo que le dijo hizo que Hayden lo abrazara con más fuerza.

—Je t’aime, on t’aime — Te amo, te amamos

—Eso si lo entendí. Y yo los amo a ustedes.

Para cuando el abrazo terminó, todos los que habíamos atestiguado el momento nos limpiabamos las lágrimas del rostro. Rámses y Gabriel se apartaron, dejando el camino libre.

Mike abrió la boca, pero no logró emitir ninguna palabra, parecía un pez buscando aire. Pasó su mano por su nuca, bajó la mirada y lo volvió a mirar. Sus ojos estaban brillantes con grandes gotas salinas intentando escapar. No sé como las podía contener.

Fernando tampoco se movía. Miraba fijamente a Hayden, detallando la cama donde estaba, el suero que goteaba con el medicamento, su mano con la aguja, sus ojeras, y seguramente la delgadez.

Creo que la perdida de peso que había sufrido era lo más que nos impresionaba, no me acostumbraba a todos los kilos que le robó la depresión, imaginaba que para ellos era un mayor impacto, porque la delgadez de Hayden lo hacía lucir demacrado.

Muchos le dijeron a Hayden alabanzas por su perdida de peso, sin saber realmente los verdaderos motivos de eso. Si lo miraba de forma objetiva, probablemente se viese bien, sin embargo sabiendo la depresión que lo llevó a ese peso, no podía verlo de forma saludable. Así fue como aprendí que antes de opinar de la perdida de peso de alguien, o del aumento, debía detenerme primero a analizar que llevó a esa persona para ese cambio. El peso, en definitiva, estaba ligado a nuestro estado emocional. Por eso, yo había ganado estos kilos, por eso Hayden los había perdido.

—No sabía… no imaginé que… no creí—eran los únicos balbuceos que Fernando podía decir, con la mirada aun recorriendo todos los aparatos médicos que estaban en la habitación. Cuando el recorrido terminó, volvió a clavar su mirada en Hayden.

—Eres un imbécil—dijo Mike limpiándose una lagrima—No, yo soy un imbécil. No importa el problema que tú y yo tengamos, tenemos… tu vida…

Se acercó hasta la cama, se sentó en un costado y lo atrajo hacía si en un abrazo.

—Idiota—le dijo y lo besó en la mejilla—, ¿Cómo pudiste hacerlo?—y le dio otro beso en la otra mejilla—. ¿Y de paso crees que por homofóbico?, si serás bruto—besó su frente—. Perdón por no haber estado, por haberme marchado, por todas las veces que ignoré tu llamada, pero nada de lo que yo haga siendo un verdadero idiota y como dices tu un “coño de su madre”, justifica que te quites la vida. Tu vida es valiosa para mí. ¿Lo entiendes imbécil?

Mike lo volvió a abrazar mientras murmura insultos que no sabía si eran para Hayden o para él mismo. Quizás para ambos.

—Los papeles…—dijo Hayden hipeando.

Mike niega con la cabeza

—Para que tu veas que los errores de los abogados se archivan. Hagamos con esto como los errores de los doctores, enterrémoslo. No vale la pena. Ni siquiera firmé los putos papeles, estaba enojado pero porque soy un idiota. Un infantil, inmaduro, como me insinuaron hace poco.

Y sabía que se refería a mi.

—Además, ¿Cómo lo sabes? Yo los envié a tu casa y por lo que sé, tu no estabas allí.

—Pedí que me llevaran mi correspondencia—explicó Hayden.

—Tenemos cosas que hablar, pero todo puede esperar a que tu mejores. Eso es lo principal en este momento. Tu eres mi hermano.

Hayden asintió y después de un nuevo beso que Mike le dio en la frente, se levantó de la cama. Dejó el camino abierto a Fernando, que era el que faltaba.

Fernando caminó hasta la cama, se sentó en la orilla y tomó la mano de Hayden. El gesto fue muy íntimo, como si hubiese pasado en otras oportunidades.

—Siempre supe, mejor dicho, Mike y yo siempre supimos que eras homosexual—Mike asintió y Hayden, así como todos, nos sorprendimos—, no desde el primer día, pero si desde la universidad y tus preferencias nunca han sido un problema. Nunca dijimos nada porque respetamos tu espacio y que nos lo dijeras cuando te sintieras listo. ¿Cómo pudiste creer que por eso era que no te hablábamos?. Mas de una vez compartimos juntos una cama, nos bañamos juntos…

—Desnudos en aquella laguna—interrumpió Mike y ante la cara de todos agregó—, el primero que haga una broma, lo desheredo.

—Era más información de la que quería dar, pero es verdad. Hemos compartido muchas cosas juntos como para que creas que después de tanto tiempo tendríamos algún conflicto homofóbico contigo, ¡Si incluso te presentamos a aquel chico, Zack!. Mi problema contigo nada tiene que ver con eso, lo hablaremos también en su oportunidad para que no te queden dudas, pero atentar contra tu vida, no es el camino. Yo también fui un idiota porque debí escuchar tu versión de la historia. Frenar todo esto hace muchísimo tiempo. Y yo, personalmente, asumo toda la responsabilidad. Si hubiese hablado con Mike, como planeamos hacerlo, si hubiese hablado contigo, nada de esto hubiese pasado. Lamento que mis acciones te hayan hecho creer que nos habíamos perdido como familia. Tu eres mi hermano, él que me regaló la vida, él que no me dieron mis padres. Los hermanos pelean y se reconcilian. La sangre, en nuestro caso, no es lo que nos une y lo sabes. ¿Cuántas veces tu sostuviste mi mano como yo lo estoy haciendo en este momento?. Mas veces de las que puedo recordar y por motivos que no quiero revivir. En mis momentos más duros, tu estuviste para mí. Yo tuve que haber sostenido tu mano cuando más lo necesitaste y jamás me perdonaré por eso.

—Yo intenté…—Hayden hablaba entrecortado, lloraba como un niño.

—Lo sé, fui yo quien no te escuchó. Tenía mi orgullo herido como nunca, pero eso jamás volverá a pasar.

Fernando lo abrazó y lo besó en la mejilla y fue entonces cuando el diplomático comenzó a llorar como nunca lo había visto hacer.

Cuando el abrazo de ellos terminó, pude dejar libre todo mi llanto. Tenía ahora un sabor muy distinto, ya no era de rabia, de miedo, de angustia, era llanto de felicidad.

Esto nunca debió ocurrir, nunca. No deberíamos estar en una clínica unidos por el intento de suicidio de Hayden.

—Ven acá Mia, vamos, cálmate—Hayden me llamó a sus brazos y me acurruqué a su lado, tapando mi rostro entre su bata de clínica. Antes no hubiese podido abrazarlo como lo estaba haciendo ahorita, además de todos los kilos que perdió, tampoco tenía ya esos músculos que robaban alientos a las enfermeras y enfermeros.

—Nada de esto era necesario. Nada. Pudimos haberte perdido—sollocé

—Pero no lo hicieron. Gracias a Dios, no lo hicieron. Algunas veces hay cosas horribles por las que debemos pasar. Esta depresión para mí no es nueva, y este tampoco es mi primer intento de suicidio—confesó—. Ha sido la vez que más cerca he estado. En Venezuela no hay realmente una cultura sobre la depresión, creen que todo se soluciona con actitud o unas cervezas, así que cuando era adolescente y atravesé mi primera crisis de depresión, solo fui un adolescente más. Solo cuando terminé en la clínica, me prestaron atención y ese fue el diagnóstico: un adolescente que quiere llamar la atención. La depresión siempre ha estado conmigo y siempre he luchado con ella. No dejaré de hacerlo, Mia.

—Toc, toc—dijo el doctor Joseph mientras entraba a la habitación—. Bueno, no era a quien esperaba conseguir en tu cama Hayd—bromeó y comenzó a saludar a todos.

Y el rubio se puso nervioso, miraba a Ulises y miraba a Joseph. Yo me levanté de la cama para que Ulises pudiese acercarse a su novio, el chico, marcando territorio tomó la mano de Hayden y esperó junto a él las noticias del doctor.

—¿Y cómo se siente el paciente? ¿Mareos? ¿Nauseas? ¿Dolor de cabeza?.

Hayden asintió a todo y cuando comenzó a hacerse su propio diagnóstico, Joseph lo interrumpió y comenzó a tomarle el pulso, revisó sus pupilas, la garganta, escuchó su corazón y tocó su estómago buscando signos de dolor.

—Mmm—murmuró Joseph y apretó el botón que llamaba a la enfermera—. Te veo algunas trazas de sangre en la garganta e inflamación…

—Eso pudo ser causado por la sonda. ¿Qué sonda usaron? Las mejores son las sondas gruesas entre 12 y 13,3 milímetros y multirranurada…—comenzó a decir Hayden.

—La sonda orogástrica de Faucher es la más indicada—agrego Rámses y Hayden asintió un tanto orgulloso.

—¿Cuáles fueron mis valores en el electrocardiograma? ¿Usaron suero fisiológico y la tradicional agua a 37 grados?

Joseph alzó la mano para evitar que Hayden siguiese hablando y que Rámses volviese a interrumpir. Ulises, en cambio había permanecido de pie, al lado de Hayden, sin mover ni un solo musculo, su mano aun sujetaba la del rubio doctor.

—Los doctores siempre son los peores pacientes. Y tú en particular, siempre has sido tan paranoico que no sé en qué pensaba cuando tomé tu caso. Y no esperaba menos del próximo doctor en la familia.

Me molestó enormemente que lo dijese solamente por Rámses, porque bien sabía que Ulises estaba también estudiando la carrera y que era parte de nuestra familia. Joseph de a poco, comenzaba a caerme mal.

La enfermera entró a la habitación empujando un carrito medico con algunas cosas.

—Les voy a pedir a todos que salgan un momento por favor. Necesito realizar revisiones más profundas.

Asentimos y comenzamos a salir de la habitación, pero Ulises no se movió.

El moreno se debatió en una mirada con Joseph, retando a sacarlo. Por su parte Hayden miraba alternadamente entre uno y el otro, y entonces suspiró.

—Uli, estaré bien—y pude ver la sensación de traición que mi amigo saboreó.

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