Capítulo 2. (parte 2)
Comenzamos a rellenar la tarta con el chocolate. Isaack no habló y yo solo le di su espacio, quería saber, pero no lo presionaría. Cuando colocamos la primera capa y comenzamos a untarle más chocolate por los costados y por encima, él por fin habló.
—Anoche cuando subimos decidimos ver una película así que me acosté en su cama para verla desde la laptop. Cuando me dio sueño me dijo que me quedara a dormir y acepté, una parte de mi creyó que él se iría y la otra parte no quería que se fuese. Donovan se quedó así que… nos dormimos. Fin de la historia.
Me reí con fuerza en su cara y le lancé unas cuantas pepitas de chocolate que usaríamos para decorar la parte de arriba.
—Ay por favor, tienes que hacerlo mejor que eso para que me lo crea.
—Bueno… Donovan se puso cómodo para dormir…
—Es decir, que se quedó en bóxer.
—Si… y yo también me puse cómodo.
—Es decir, te desnudaste.
—¡No me desnudé!. También me quedé en bóxer y camiseta, aunque él después me la quitó.
—¿Se besaron?,
—No—estaba siendo sincero y denoté cierta decepción en su voz.
—¿Y tú querías?
Permaneció callado.
Decoramos el pastel en silencio. Había traído chocolates KitKats y los colocamos por todo el borde de la torta y luego amarramos una cinta de color blanca para terminar la decoración y tratar de mantener todo en su sitio.
Sonreí satisfecha al ver lo que habíamos creado. Esperaba que le gustase a mi cuñado.
Mi teléfono sonó y la cara de Rámses apareció en la pantalla. Eso me recordó mi molestia con él. Me lavé las manos y cuando Isaack fue a su cuarto a cambiarse para bajar a buscar al cumpleañeros, le devolví la llamada.
Era necesario que me hiciera un poco la dura.
—Hola Bombón. ¿Cómo estás?
—Bien, en casa de Donovan e Isaack ¿y tú?.
—En el hospital.
—¿Pasaste toda la noche allí? ¿Sin cargador?.
Lo escuché titubear, lo que no mejoraba en nada la situación.
—Lo lamento ma vie, de verdad fue una noche bastante complicada.
Respiré frustrada, tratando de recordar que él estaba estudiando, que era un curso muy intenso y que probablemente estuviese cansado y sería muy bajo de mi parte asesinarlo en este momento cuando no tendría fuerzas para defenderse.
—Está bien. ¿Ya llamaste a Gabriel?.
—Aún no, apenas cuelgue contigo. Y… ¿Qué haces tan temprano en casa de Donovan e Isaack?.
—Le preparé un pastel a Gabriel de cumpleaños con ayuda de Isaack.
—¿Me prepararás un pastel en mi cumpleaños?—susurró con maldad, sabía lo que causaba en mí su sexy voz.
—Yo seré tu pastel—respondí con picardía y su sonrisa vibró en mi oído.
—Hecho Bombón, me encargaré de recordártelo y lo esperaré con ansias.
Después de darme los detalles de cómo quería su pastel, es decir a mí, en su cumpleaños, me contó lo que fue una noche bastante movida y loca en el hospital.
Finalmente colgamos la llamada para que él tuviese tiempo de llamar a Gabriel antes de yo entregarle su sorpresa.
Isaack salió de la habitación vestido y listo para la universidad. Me ayudó a llevar el pastel hasta nuestro piso y cuando entré a al departamento Donovan me informó que Gabriel se estaba cambiando de ropa.
Ni Donovan ni Gabriel tenían clases temprano, pero Isaack y yo si, por lo que después de nuestra pequeña sorpresa tendríamos que irnos.
—¿Gabriel?—lo llamé mientras tocaba la puerta.
—¡Voy!—gritó en respuesta y pocos segundos después la puerta se abrió.
El portugués apareció en la puerta con su cabello húmedo, una camiseta azul, unos pantalones grises, sus ojos miel brillante, una sonrisa resplandeciente en cuanto vio el pastel que ahora llevaba en mis manos y un hoyuelo travieso en una de sus mejillas que me hizo sonreírle.
—Feliz aniversário, meu lindo cunhado e melhor amigo- Feliz cumpleaños mi guapísimo cuñado y mejor amigo.
Su sonrisa se ensanchó y me agradeció con un beso en mi mejilla. Con su dedo índice quitó parte de la cobertura de chocolate y se lo llevó hasta la boca.
Después de que coloqué el pastel sobre la mesa lo abracé con fuerza y él me estrechó contras sí.
—También te compré algo—le anuncié y se sorprendió.
¿Acaso sabía lo del pastel?.
Le pedí que esperara mientras iba a mi cuarto a buscar su regalo.
Era una sudadera que se me pareció mucho a él. Era azul cielo y decía en el frente “Keep calm and call a lawyer”. Me pareció muy propia de él, asi que desistí de la búsqueda de algo más y la compré.
Le tendí la bolsa con el regalo y emocionado lo abrió. Soltó una gran carcajada cuando vio la sudadera y de inmediato se la puso. Le quedó perfecta.
—No tienes por qué ponerte ahora mismo—le recordé, pero él negó.
—¡Me encanta! Haré que le coloquen mi teléfono en la parte de atrás.
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Salí con Isaack rumbo a la universidad, después de insistirle a Gabriel que por ser cumpleaños, no tendría que llevarme, aceptó a regañadientes, pero finalmente él tenía una cita de cumpleaños que lo cargaba muy entusiasmado.
—Nos vemos en la noche—le recalqué y Gabriel asintió.
—Estaré aquí, no te preocupes.
Ya en el auto, rumbo a la universidad, Isaack por fin comenzó a hablar.
—Dormimos abrazados, bueno… él me abrazó, pero yo no me quité. Estaba cómodo y me sentí a gusto.
Confesó con sus mejillas sonrojadas.
—No sé qué me pasa con él. No sé qué pasa conmigo. Nunca me he sentido así con alguien, con un chico y no veo a ningún otro hombre de esa forma.
—A lo mejor solo eres gay con Donovan—sonó gracioso, pero estaba siendo sincera—. Yo no me podía imaginar estar con ningún chico, el solo imaginarlo me hacía sentir… rara, incómoda… pero entonces apareció Rámses y ahora solo me imagino con él y sigo sin imaginarme con ningún otro. Quizás Donovan es tu Rámses.
Fue su turno de reír pero sé que lo dejé pensativo con mis palabras.
Además, era imposible que Isaack fuese completamente heterosexual y que disfrutase dormir acurrucado con otro hombre. Solo se estaba engañando a sí mismo, porque ni siquiera Donovan le creía.
Pero me preocupaba que el pelirrojo se cansara de ser rechazado, que buscase a otra persona y que Isaack se diese cuenta muy tarde de sus sentimientos y que atreverse a dar el paso ya no sirviese de nada.
Me despedí de Isaack y caminé apresurada a la clase del día. Isabel me guardaba un puesto a su lado, Sara me saludó desde el lugar de al lado cuando me senté.
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—Señorita Maggio, ya le he comentado que el color de su cabello, aunque adorable, no corresponde a la profesión. ¿Qué empresario contrataría a una administradora cuya apariencia es más de una rock star?. Fuertemente recomiendo que si desea tener éxito en la profesión que escogió y que pretende estudiar, luzca acorde.
—Señor Hemlich, tendré éxito en mi profesión porque soy excelente. Mi cabello rosa no define mi vida profesional.
—La definirá cuando comiencen a rechazarla de los puestos de trabajo.
El viejo gruñón se fue y me dejó con la palabra en la boca. Siempre era lo mismo, criticando mi forma de vestir, mi cabello, mi maquillaje o falta de él. La verdad sea dicha creía que tenía razón en una parte, pero me negaba a dársela por cuestiones de principios. Él me estaba juzgando sin conocerme, solo basándose en lo que veía de mí.
No planeaba quedármele callada tampoco, por eso cada vez que él me atacaba, yo respondía defendiéndome.
Irritada, como siempre terminaba cuando me topaba con ese profesor, caminé el lado de Sara y de Isabel hasta unas mesas en el campus, al aire libre. El clima estaba hoy particularmente agradable, el frio comenzaba a llegar y sin embargo el sol no calentaba lo suficiente.
—Es un imbécil, menos mal que tú no le haces caso. ¿Por qué no le dice a Johan, el gordo de nutrición, que debe rebajar para que alguien le crea que la comida que el recomendará comer a sus pacientes, realmente funcionará?. Ya no sé si te lo dice porque de verdad lo cree o porque te odia.
Sara lucía tan indignada como yo. Ella era una morena de piel achocolatada y brillante, unos espectaculares risos negros en un cabello corto. Sus ojos eran grandes y negros, intensos y divertidos. Era toda una belleza, inteligente y defensora de las minorías. Y considerando que yo era la única de cabello de fantasía, era minoría y por lo tanto ella era mi defensora. Venía de una familia pequeña que se dedicaba a la colaboración con la comunidad y manejaban dos fundaciones de ayuda humanitaria.
—Él quizás tenga una parte de razón—concedió Isabel y Sara la miró indignada, como si acabase de ser traicionada—, no digo que debas cambiarte el cabello, solo que debes considerar que cuando te toque buscar trabajo tendrás puntos en contra o mejor dicho, tendrás mucha competencia que en apariencia en un mundo donde se juzga a la persona por la primera impresión, te dificultará las cosas. Solo expongo que si se te hace difícil conseguir un trabajo, deberás considerar la posibilidad de teñirte el cabello, sin que eso implique que le estés dando la razón al viejo gruñón o vendiendo tus ideales, es solo cuestión de supervivencia.
Isabel tenía una forma de pensar que admiraba, nunca perdía el control, siempre metódica. No filtraba sus emociones, de hecho, era raro verla sonreír o molestarse. Era una chica pálida de cabello rojo y muchas pecas en su rostro, unos ojos verdes que eran un espectáculo y que sabía que tenían embobado a cierto portugués. Hablaba poco, interactuaba menos. Venía de una familia bastante numerosa, donde sus hermanos mayores, junto con sus papás, trabajaban arduamente para que ella pudiera estudiar en la universidad.
Sentía tal responsabilidad sobre sus hombros, que Isabel llegaba a sentirse culpable cuando no sacaba un excelente en alguna prueba o cuando no dedicaba todo su tiempo a estudiar, a pesar de que sus hermanos continuaban diciéndole que podía divertirse también.
Por increíble que parezca, considerando lo taciturna que es, fue Isabel la que me habló el primer día de clases. Me preguntó si podían acompañarme a comer y cuando acepté llamó a Sara para que se nos uniera. Ellas son amigas desde el instituto y aceptaron a incluirme en su pequeño círculo de amistad, desde ese primer día.
Para mí no ha sido fácil, como si ya yo no tuviese traumas en mi vida, tuve que sumarle la traición de Marypaz, lo que me hacía una recelosa de contarle alguna parte de mi vida a cualquiera.
—Oh. Por. Dios. Allá viene mi portugués— Sara se apresuró a arreglarse el escote de su blusa y a esponjarse un poco los rulos de su cabello.
Isabel bufó y rodó los ojos justo antes de abrir un libro y clavar su mirada en él.
—Y no viene solo…
La sonrisa de mi amiga se ensanchó y confundida me giré a ver de quien se trataba.
Sin embargo unas manos taparon mis ojos…
—Devinez qui je suis, mon doux et succulent bombón - Adivina quién soy, mi dulce y suculento bombón.