Capítulo 1. (parte 1)
Cinco meses antes.
—Hoy puedo irte a buscar Beleza. Saldré temprano.
—No te preocupes, me vendré con Sara e Isabel en el metro.
—Pueden venirse para acá. No me molesto.
—No Gabriel—lo regañé—, tienes prohibido salir con alguna de ellas. Son lo más cercano a unas amigas que tengo y lo menos que quiero es una nueva Marypaz.
—Anda… con Isabel, por favor—rogó.
—Dije que no—seguí desayunando dando el tema por cerrado.
—Bueno pero si ella cae accidentalmente en mis encantos no tengo la culpa.
—Por mi puede caer en tus encantos, pero no quiero que caiga accidentalmente en tu pene.
Él rio con fuerza.
Terminamos de desayunar y salimos del departamento. Ya en el camino a mi universidad, la NorthEasther University, NEU, recibí la llamada de Rámses. Anoche nos acostamos muy tarde y no quise despertarlo en la mañana para darle los buenos días, como acostumbrabamos. Últimamente sus ojeras eran inmensas y bostezaba a todo momento mientras conversábamos, sea la hora que fuese.
Comenzaba a preocuparme seriamente por él.
—Buenos días, Bombón—saludó con un inmenso bostezo mientras se restregaba los ojos, un gesto que me llenó de ternura.
—Buenos días para ti también mi amor. ¿Descansaste?.
—Después de lavarme, dormí livianito. Hoy compraré un selfstick, manché el celular con semen otra vez.
—¡Rámses!—grité horrorizada y Gabriel, Isaack y Donovan largaron las carcajadas.
Todas las mañanas este trio me llevaba hasta la universidad.
—Voy en el auto con los chicos—le expliqué mientras ellos se reían y mis mejillas incendiaban mi rostro.
—¡Mierda!—Rámses abrió bien los ojos—, no me di cuenta que ibas en el auto. Lo lamento Bombón.
—No compres un selftick, compra mejor una base o trípode, así tendrás ambos manos libres—sugirió Gabriel.
—Claro, si no quedarás en la misma situación, parecerá un POV porno de mal presupuesto con los movimientos que des—dijo Isaack y hasta hizo alguno de esos movimientos.
Me quería morir.
—No. No. No—me apuré a intervenir—. No harán esto, no opinarán en nuestra vida sexual.
—Vamos, Beleza. Estamos dando ayudas muy buenas.
—El trípode es buena idea—intervino Rámses—, el movimiento de verdad…
—¡Rámses, no!. Límites, límites. ¡Dios!.
Escondí mi cara entre las manos y ellos volvieron a reír.
—Bien Bombón, después los llamo.
—¡No!, no te digo que los llames después, es que no deberíamos hablar esto en grupo.
—Ups—exclamó el francés con una sincera cara de horror.
—¿Qué hiciste?.
—Esto fue lo que hizo…—Gabriel me tendió su teléfono y vi con terror como Rámses había preguntado en el grupo familiar por un trípode dejando claro que debía ser para el teléfono.
Los mensajes de Mike y Hayden no tardaron en llegar, hicieron chistes sobre el uso que le daría y Rámses solo confirmó, con su usual brutal honestidad, que sí tendría fines sexuales.
Minimicé la pantalla de la llamada de Rámses en mi teléfono y me salí del grupo por quinta vez en la que iba del mes. Lo hacía como medio de protesta para los temas que no debían tratar delante de mí, pero no servía para nada, al poco tiempo alguno volvía a agregarme.
—Lo lamento bombón. Sabes que no tengo mucho tiempo y Hayden podría ir a comprarlo por mí—me explicó pero igual yo seguía avergonzada, además su explicación no ayudaba en nada—. Hablemos de otra cosa mejor. ¿Me extrañas?
Intentaba minimizar mi molestia y pensé que no lo lograría hasta que hizo un puchero a la pantalla y cedí.
Soy tan fácil con él.
—Claro que si—la tristeza otra vez me invadió cuando recordé que próximamente sería el cumpleaños de Gabriel y él no podría venir. No lo dejaban faltar a clases y a nosotros tampoco.
—A ti y a tu pene…—dijo Isaack y los hombres del auto volvieron a reír.
Rodé los ojos pero no podía negarlo. Extrañaba todo de Rámses.
—Hoy tendremos la práctica de quemaduras—me explicó cuando por fin logré encaminar la conversación a temas menos vergonzosos para mí y el francés había dejado de reírse tanto como el resto de los chicos—. Nos darán la clase y luego el cuerpo de bomberos nos mostrarán algunas técnicas y haremos la práctica de esta noche en el Hospital de quemaduras.
Eso significaba que estaría muy ocupado y cuando era así significaba que no podríamos hablar sino hasta mañana. Reprimí el suspiro de cansancio que quise dar.
Nuestros estudios eran realmente intensos, sobre todo los de Rámses que llevaban una carga de horas prácticas que por lo general se terminaban duplicando.
—Te escribiré apenas pueda—me recordó, quizás mi cara me delató.
—Está bien, no te preocupes. Ya estoy llegando a la universidad.
—Y yo debo terminar de arreglarme para salir. Que tengas un buen día bombón. Te amo y lamento lo del trípode, le diré a Hayden que lo devuelva.
—No… digo—todos volvieron a estallar en risas y mis mejillas explotaron—. Voy a colgar.
Con Rámses aun riéndose le dije que lo amaba y terminé la llamada.
—Tranquila Amelia, entendemos que solo estás preocupada por la economía de Hayden y no por el interés en el trípode—a Donovan le encantaba molestarme.
Le rodé los ojos, me despedí y me bajé del auto antes de que pudieran seguir molestándome.
Caminé por los pasillos prácticamente desiertos hasta que llegué a mi salón. La población universitaria estaba de vacaciones, solo asistíamos los que íbamos a los cursos de verano, los que buscaban nivelarse con alguna materia y el club de tutorías que nunca descansaba. Entré a mi salón y saludé a Sara, quien siempre llegaba de primera.
—Amelia, ¿vienes corriendo?, estás sonrojada.
—Todo es culpa del francés sin filtro ni limites—sin él mirándome podía seguir un poco molesta, ella rio— y un portugués que le encanta molestarme.
—A mí me encanta ese portugués. Dime que estará hoy en la casa cuando vayamos.
—Estará pero tienes prohibido acercarte a él.
—Amelia—bufó—, si lo prohíbes solo lo haces más tentador. Necesito conocer a esta tal Marypaz, arruinó todo para todas. ¿De qué me sirve ser amiga tuya si no puedo tener acceso a Gabriel?.
Me encogí de hombros, mis normas eran claras. No pasaría otra vez por una situación como la de Marypaz, y ya que Gabriel era mi familia, podía tirarse a toda la universidad si quería, pero no a las que consideraba mis amigas.
El salón de clases comenzó a llenarse de a poco, Isabel llegó justo cuando el profesor comenzaba la materia del día. Vivía entre números y me encantaba, porque exigía que fuese organizada con todos los asientos contables, detallistas con cada gasto, ingreso, egreso… Era feliz con mi carrera y ni siquiera la comenzaba. Me destacaba en el curso justamente por eso, porque estaba estudiando lo que amo.
Cuando las clases terminaron salí del salón con Sara e Isabel a mi lado y planeábamos llegar hasta el metro y de allí a la casa cuando Sara gritó y clavó sus uñas en mi brazo. Busqué la razón y me encontré con Gabriel recostado del auto con sus lentes oscuros puestos, alzó la mano para saludarme y como siempre se me hizo imposible no sonreírle.
Me dio un abrazo y un beso.
—Mia Beleza. Te dije que te vendría a buscar.
—Y yo te dije que iría en metro con las chicas.
—¡Ese fue el error!. Pensaste que tenías la opción de negarte.
—Ya déjalo Amelia, Gabriel solo se preocupa por ti—agregó Sara mientras se acercaba a saludarlo. Acarició con cierto disimulo su brazo y el portugués sonrió.
—Hola Isa—saludó melodioso.
—Hola Gabriel.
Cuando él iba a intentar iniciar una conversación, como siempre Isabel lo evitó y subió al auto. ¿Qué tenía este portugués con los amores difíciles?.
***