Capítulo cuatro.
NARRA GISELLE.
El viaje en avión estuvo un tanto entretenido si, todo gracias a la animada conversación que tuve por videollamada con mi única prima que, afortunadamente, vive en California desde hace siete años y su casa queda a tan solo minutos del edificio donde viviré, o eso me aseguró.
Cuando por fin aterrizamos en California no tardamos en buscar nuestras maletas e irnos en un taxi hacia el edificio donde viviremos a partir de hoy, no tardamos mucho en llegar y cuando Daniel abrió la puerta del departamento quede un tanto encantada con la decoración y el orden que hay en el lugar, aun así, prefiero mi antigua casa.
El lugar es amplio y cuenta con una sala que se conecta a la cocina con una pequeña barra para desayunar en el medio, hay un balcón con vista a la playa y a la derecha está el pasillo con las habitaciones que son tres, más el cuarto de baño.
— Tomen la habitación que les guste —dice Daniel, sentándose en el sofá mientras se queda la chaqueta.
— Y pónganse cómodos —agrega mamá—. Porque desde ahora este es nuestro hogar.
Aprieto la mandíbula ante aquellas palabras de mamá, pero no digo nada y arrastro mis maletas al pasillo de las habitaciones en compañía de mi hermano, quien se mete en la primera habitación que ve así que entro a la última disponible y es simple, con una cama doble en el medio, un escritorio en un rincón donde al frente hay una ventana, un armario y un televisor en la pared frente a la cama.
Subo las maletas a la cama, las abro y proceso a sacar todas mis cosas, la ropa y zapatos los guardo en el armario, los libros que traje los coloco sobre el escritorio y así hasta acomodar de manera similar las cosas que traje a como las tenía en mi antigua habitación.
Cuando acabo tomo un short de jeans, una blusa de tirantes azul cielo y ropa interior limpia junto con una toalla y mis cosas de aseo personal, salgo de la habitación y voy al cuarto de baño, encontrándome a Jason saliendo de su habitación.
— Justo te iba a llamar —me dice.
— ¿Para qué?
— Quiero que me acompañes a dar una vuelta.
— Jason estoy cansada…
— Sin excusas —me corta—. Tienes veinte minutos.
Y antes de que pueda decir algo se adentra otra vez a su habitación.
Suelto un suspiro, resignada y entro al cuarto de baño.
[***]
— Jason, subamos —le digo, rato después de haber bajado.
— Vamos a la cancha —me dice, ignorándome—. Cuando llegamos vi que hay una al frente.
Ruedo los ojos con fastidio, pero aun así me dejo llevar por mi hermano hasta la cancha de la cual también noté cuando llegamos.
Me siento en las gradas mientras veo a mi hermano acercarse a un grupo de chicos que detuvieron su juego al vernos llegar, Jason les dice algo y señala con la cabeza hacia mi punto haciendo que todas las miradas se clavan en mí, así que supongo les está diciendo que somos hermanos o algo parecido. Después de aquello él se devuelve hacia mí, se quita la camiseta y me da su celular para devolverse con esos chicos y ponerse a jugar, dejándome ahí sola con sus pertenencias.
Aburrida saco mi celular y respondo los mensajes que me han llegado de mis amigos y de Matías que me preguntan prácticamente lo mismo: ¿Cómo estas, amor? ¿Qué tal el departamento? ¿Cómo estuvo el viaje? ¿Estás bien?
También chateo con mi prima y aprovecho de preguntarle cuando vendrá a visitarme, pero al igual que él resto, ella no me responde al instante.
Pasan los minutos y Jason vuelve a donde estoy acompañado de un chico de piel tan blanca como la lecha, cabello rubio y ojos marrones con pequeñas motas verdes.
— Y nos ponemos de acuerdo para ir… —escucho decir al chico.
— Me parece bien —Jason asiente y me mira—. Giselle te quiero presentar a Louis, un nuevo amigo.
Miro al chico y le sonrío con simpatía, pues si voy a vivir en este lugar lo mejor es que deje de ser tan amargada y vaya haciendo amigos desde ahora para por lo menos tener a alguien que no sea mi hermano con quien pasar el tiempo.
— Hola.
Me devuelve la sonrisa, mostrándome los pequeños hoyuelos que se forman a los lados de sus labios.
— Hola.
— Louis me decía que cuando queramos él y sus amigos podrían darnos un recorrido por la ciudad para que conozcamos.
El mencionado asiente sin borrar la sonrisa.
— Así es, solo es cuestión de decirle a Samuel y a Xavier.
— ¿Samuel y Xavier? —repito, intrigada.
— Si —asiente Louis—. Samuel es mi primo y Xavier el pelinegro de la pañoleta roja, nuestro amigo.
Recorro la cancha con la mirada buscando al chico que mencionó y lo encuentro riendo con otros dos en un rincón, está sin camiseta como la mayoría de los chicos que hay en la cancha y me parece que es un chico bastante guapo.
Asiento con la cabeza, y miro a mi hermano.
— Subiré al departamento.
— ¿Te acompaño? —me pregunta.
Niego suevamente, mientras me pongo de pie.
— Subiré sola, tu quédate a jugar si quieres.
— Vale…
— Adiós Louis —me despido, sonriendo—. Nos vemos luego.
— Claro, adiós.
Camino lejos de ellos hasta salir de la cancha, cruzo viendo a ambos lados de la calle y me adentro al edificio donde saludo al vigilante cuando paso por su lado. En camino al ascensor siento algo vibrar dentro del bolsillo trasero de mi short, mi celular. Lo saco, desbloqueo la pantalla del celular e ingreso a los mensajes para leer el que mi prima me ha enviado.
LAURA: Pensaba visitarte hoy, pero no podré…
LAURA: Sin embargo, nos veremos el lunes cuando las clases empiecen.
LAURA: Estamos en el mismo instituto.
Había olvidado el tema de las clases, pero, aunque seré la nueva, por lo menos tendré a Laura conmigo.
Detengo el paso y proceso a escribirle a mi prima.
GISELLE: Que mal :´(
GISELLE: Oye, no me recuerdes que…
El mensaje queda a medias ya que alguien a mis espaldas tropieza conmigo, haciendo que suelte el celular y caiga de bruces contra el suelo…