5. Espacio personal.
5. Espacio personal.
Me sentía mal, las manos me dolían mucho y mucho. Me quité la ropa con ayuda de Lourdes y como pude entré a bañarme ¿Cómo me bañaría? Sería un reto. Sin manos sería inservible, miré hacia arriba como si viera el cielo, iba a rogar a Dios pero eso pasó a otro plano cuando estúpidamente me ahogué con el agua de la ducha. Estúpida yo… Luego de toser y sacar todo el agua que había en mis vías respiratorias, me dispuse a bañarme delicadamente, tenía pequeñas heridas entre mis dedos, eran pequeñas y muy chillonas con el sangrado, en pocos días se cerrarían y no recordaría que tengo que hacer un curso para bañarme. Reí por ser tan estúpida. Solo podía pensar cuando mi vida se arreglaría y sería feliz con mi hermana.
Luego de hacer un esfuerzo monumental y dar cientos de saltitos porque el jabón molesto mi herida, ¡Dios! Eran pequeñas pero dolorosas.
Bajo el agua me arrepentía, rogaba, insultaba… El baño era una especie de espacio libre que disfrutaba al máximo, pero en estos momentos solo deseaba tener doncellas como en los cuentos de princesas y que me bañaran con especies olorosas y excetera.
Para secarme fue otro rollo, me subí la pantis con los pulgares ya que el índice era uno de los afectados. Mi camiseta fue fácil, era grande y por lo tanto entraría fácilmente. El shorts fue fácil de subir ya que también me quedaba grande, eran apenas las seis de la tarde y ya me iba a encerrar a dormir.
Junte mis manos para poder rodar la manilla ya que con una mano era imposible, el hinchado no lo dejaba.
Salí y me encontré a mi jefe husmeando en mi habitación, pequeña pero honrosa. Me sentí mal porque era mi privacidad, más cuando lo ví con algo en sus manos.
—¿Que haces revisando mis cosas? —le quité la caja que tenía en sus manos. Imagino lo que pensaría, vio el dinero y pensó: está muerta de hambre ¿dónde consiguió tanto dinero?
—Lo siento. Maia, sólo traía las cremas para tus manos. —retrocedió. Me miró y salió de mi habitación. Estaba apenado y yo también aunque mi sentimiento se mezclaba con rabia. Vi la mesa y ciertamente estaba las cremas allí.
Me senté en la cama y revisé la caja, estaba todo en orden. Me sentí abatida. Suspire y solté todo el aire que me estaba ahogando. Dios… Quería otra vida, no quería seguir lavando interiores de personas desconocidas, ni baños tan asquerosos y pasar por momentos vergonzosos en esos que te examinan cuando piensan que te has robado algo por ser pobre y ¡Puah! Quiero dormir.
Me recosté y dejé la caja en su lugar, di medía vuelta en la cama y quedé boca abajo, caí rendida, no se cuánto tiempo paso pero sentí que dormí una eternidad. Lourdes me estaba despertando.
—Son las nueve niña y no has comido… Levántate —habia traído mi comida a la habitación. Era la mejor a pesar de su carácter y su actitud chapada a la antigua.— luego te tomas estás pastillas… —asentí agradecida y hambrienta. A pesar de mis quejas aquí tenía el pan de cada día.
Comí todo y me sentía explotar, Lourdes me había dado mucha comida y como se que no hay que desperdiciarla me la comí toda.
Me tomé la pastilla y salí con mis platos para lavarlos. En el camino apareció la mujer causante de mi dolor. Alzó las cejas y se interpuso en mi camino y con brusquedad tiró los platos que traía, veía maldad en sus ojos.
—Por tu culpa me llamaron la atención… El es mi novio —sonreí al recordar lo que la rubia había dicho de las B. Y sin emitir palabras me agaché a recoger el desorden.
—¿Que haces? Eres testaruda… —mi jefe que vestía su pijama se agachó y empezó a recoger todo, quitó de mis manos los trozos de la vajilla y me reprendió con la mirada.— ¿Que sucedió?.
Le iba a responder pero la rubia se adelantó.— Bebé… La inútil dejó caer la vajilla tan estúpidamente…
Baje la vista para que no vieran las ganas que tenía de tomar uno de los trozos afilados que tenía mi jefe en su mano y clavarse lo a la arpía que tenía en frente, mis pensamientos son malos pero cuando me vuelva a bañar volveré a rogar.
—¿Por qué presiento que no fue lo que sucedió? —mi jefe hizo una pregunta muy buena, sonreí y lo ví, el tenía toda su atención en mí.
—No volverá a pasar, solo iba a lavar los platos y acostarme a dormir. —el asintió y guiño un ojo de forma amistosa, como diciéndome: “tranquila, descansa”. Pero mi cuerpo se atontó… Estúpido cuerpo, di la vuelta y casi choco con la pared, retomé mi camino y entré a mi habitación. Me tiré en la cama y me arrope de pies a cabeza.
No tenía sueño porque había dormido, imaginé que a esta hora el jefe debía de estar gozando de los servicios de la mujer, me reprendi al imaginar a mi jefe en su intimidad con ella, solo podía formar escenas graciosas donde ella usaba su voz chillona pidiéndole cualquier cosa. Me incorporé y sacudí mi cuerpo, tenía que hacer cualquier cosa por despejarme la mente. Fuí en busca de algo que tomar y me encontré a mi jefe sentado en la cocina, iba a retroceder para no incomodarlo pero fue imposible, el ya había volteado.
—¿No puedes dormir?. —asentí como respuesta, el solo estiró los labios.
—Dormí temprano y ahora no puedo recuperar el sueño… —respondi solo por ser amable.
—Oye Maia… —se veía serio— no quise incomodarte está tarde, yo solo fuí en buena fe a llevarte lo que mandó el doctor y la cajita llamó mi atención.
—No se preocupe… Es su casa.
—No… Respeto el espacio personal de los demás… De verdad, no quise inmiscuirme en tus cosas.
—Tranquilo, solo vine por algo de tomar. Quiero seguir durmiendo. —se levantó y buscó algo en la cocina. Me sirvió un té.
—Este es bueno… —me señaló la bebida, olí y comprobé que era de una plantas que tenía Lourdes en el jardín.— Ayuda a dormir… —asenti y me la tomé. El solo veía.
—Lamento los problemas con su novia… —dije al levantarme, el sonrió.
—¿Que te dijo la rubia? —me preguntó, ya había tomado camino para mí cuarto.
—¿Cómo sabe que era rubia? —lo miré expresiva. Hablaba de la mujer del auto.
Se rió y negó con la cabeza.— Ay pequeña… —me estremecí por su apelativo, era muy raro lo que sentí. Salí sin esperar otra palabra de su parte y susurré en la cama sus palabras. Ay pequeña mientras el sueño se apoderaba de mi otra vez. Ay pequeña.