Capítulo - 17 Aclaración - mduno
Los hermanos Cárdenas eran mayores, sé que no soportaron ser desbancados por un joven novato e impulsivo. Sin embargo, Desde el momento en que me puse al frente de la organización, las ganancias crecieron de manera alucinante.
La droga era más segura sacarla con mis estrategias y si me descuido, me harán una mala jugada, por eso mi esquema de seguridad era tan estricto, y bajo el comando de Rata, éramos un bloque perfecto. Si yo era un demonio, él era el doble. No se le escapaba nada. Por eso desde hace días andaba en su radar.
—Ya es suficiente.
Carlos Cárdenas era el mayor y el más miserable hombre que conozco. Mil veces peor que yo, al menos tengo un poco de ética en mi currículo.
—Sí, ¿quieren hablar?
—Más que hablar, quiero una justificación, ¿por qué ninguno del gremio fue invitado?
No aguantó la mirada y eso era lo deseado de mi parte, confirmar quién mandaba a quién.
—Porque ustedes no hacen parte de mi nueva ruta de negocio. Ya tenemos posicionada nuestra red en la organización, creo haberles dicho antes; cada uno puede hacer negocios, por otro lado, si tienen las agallas y de no voletiar la organización, ese es el lema primordial.
La rabia se le subió al rostro, no fue muy agradable, al pobre la pubertad nunca lo dejó.
—¿Con qué esas tenemos?
Simón se puso al lado derecho, a los tres segundos Cebolla se puso en el izquierdo y en lugares estratégicos se pusieron mis hombres. Carlos alzó una de sus cejas, vi que Miguel, el hermano menor, se intimidó. No le quité la mirada al mayor hasta que él cedió un poco, una vez más. Por eso decidí atacar y callarlos de una puta vez.
—¿Por qué se preocupan o se indignan? Ustedes por su cuenta sacan tres cargamentos por la ruta de Guatemala, México y Panamá con destino a Estados Unidos, su nueva ruta va con destino al cartel de África. —Se miraron entre sí—. Andrade y su ruta terrestre a Sur América o Luna con la cantidad de toneladas transportada por la vía marítima.
—Como sabes…
—Por eso me encuentro en el lugar donde estoy Cárdenas. ¿Crees que no conozco hasta el mínimo movimiento realizado por los integrantes de la organización?
Me senté, mis hombres se quedaron en pie cuidando mi espalda.
» Sé que días cagas en la semana. —Lo desafié—. La gente con quien me reuniré en la convención no tiene nada que ver con ustedes, ni se comprometerán las rutas nuestras. Con ellos manejo mi negocio personal. Las ganancias de la organización de Colombia no se verán afectadas. Con ellos he trabajado durante un tiempo. ¿Algún problema?
—En lo absoluto don Roland.
Le hizo señas a su personal para que trajera el almuerzo. Hasta ahí quedó la conversación. Me encontraba al frente de la casa de Verónica con cachorro incluido. Simón sugirió, bueno me obligó con sutiles comentarios como: «Debería entregarle uno, se lo merece, fue quien ayudó a Galaxia.» A regaña dientes tomé el cachorro de color blanco con gris, se lo di a Rata para que lo llevara.
En esta ocasión Cebolla nos acompañó. Toqué la puerta, me abrió su amiguita, la noté azarada, quién sabe el motivo, se puso muy nerviosa al verme. Me acosté con elle, pero no tenía ni la más puta idea de cuándo fue.
—Don Roland… ¡Usted! —abrió sus ojos de par en par.
—¿Se encuentra Verónica?
Rata le correspondió el saludo ofrecido, mi amigo se ha acostado en repetidas ocasiones con ella, lo mismo que todos mis hermanos. Cebolla se había quedado en el carro.
—Sigue en la universidad.
—¿Se demorará?
Se encogió de hombros, dudó un poco en si dejarnos entrar o despacharnos, creo que tenía ganas de cerrarme la puerta en la cara, así qué le facilité el dilema.
—Iré a buscarla.
—Si quiere le doy su número celular.
—Ya lo tengo.
Hasta de memoria me lo sabía en las muchas veces que intenté llamarla. Di media vuelta, le hice señas a Rata. Veinte minutos más tarde la esperaba como un vil idiota, en la salida de la universidad.
Al verla salir sola en dirección contraria… —solo verla fue suficiente para comprender lo que necesitaba, la he mantenido alejada. Me llamó ángel y si supiera la porquería de ser que era, sin duda era su antónimo.
En cambio, ella si era un verdadero ser de luz, caminé rápido para alcanzarla. Mis acompañantes se quedaron en el auto, no era mi intención parecer cursi de darle un cachorro con tantos espectadores. No me había visto y alcancé a escuchar a un joven llamarla.
—¡Vero!
Frené en seco, el estómago se revolvió cuando le sonrió, el tipo la abrazó, al separarse mantuvo la mano en su cintura. Rata llegó a mi lado, levanté una ceja y él alzó los hombros, la escena «amigable» continuaba en mis narices.
» ¿Esta noche entonces?
¿A sí qué se van a ver en la noche?, pues, ya veremos. ¿Qué mierda era lo que pasaba conmigo? No tenía la más puta idea, pero esa gonorrea no saldrá con ella. Miré a Simón, antes de interrumpir.
—Averigua donde se meterán.
Asintió con los labios apretados, supuse que se contenía para no reírse en mi cara, debo verme como un maniático imbécil.
—¡Verónica!
Se sorprendió y el mansito frunció las cejas. Un aire de superioridad me embriagó, ahora ¿quién marca más el territorio?
» Te robaré a tu novia un segundo.
—¡No es mi novio!
Se apresuró a responder, me gustó su reacción inmediata. —Me encogí de hombros—. Actué sin importancia mientras que mis entrañas se estaban comprimiendo.
—¡Llego a tu casa sobre las ocho!
¿Va a visitarla? —sentí como si me cayera un tarro de ácido en el estómago. Caminé a su lado en dirección a la camioneta, Simón analizaba algo en su portátil, el cual lleva con él las veinticuatro horas del día, le había tomado con disimulo una foto al pretendiente y la debía estar rastreando en las bases de datos a nuestro alcance.
—Verónica, mañana salimos a Santa Marta, trata de no trasnocharte, el avión parte en la mañana. —Iba a decir algo, alcé mi dedo para que se callara y me dejara terminar—. Te pagaré y espero darte una buena oferta.
Abrió la boca y sus ojos de par en par. Sonreí al verle el gesto, tenía unos lindos ojos de color miel igual que su cabello o tal vez por el sol se le veían iguales.
—¿Todo lo relacionado contigo es dinero? Y no me has preguntado si quiero ir o no, además, ¿qué tanto puede ser por traducir lo que digan tus socios? —En la casa, Rata le había comentado al respecto.
—No solo por traducir lo que dicen, sino porque estarás en cada lugar y eso es desagradable. Además, se requiere de tu silencio. ¿Aceptas?
—No me pagues mucho dinero, Roland.
Se metió las manos en su chaqueta morada, vestía de pantalón y recordé sus heridas.
—¿No te maltratas las heridas? —Ella se miró y sonrió.
—No, han cicatrizado muy bien, yo sola me quité los puntos.
—Es irresponsable hacer lo que hiciste.
No quedé tranquilo con su explicación, las heridas por fuera sanan primero, eso no quiere decir que internamente estén cerradas. No le di más larga al asunto.
» Cuando te diga la tarifa solo debes decirme si los quieres ya o mitad y mitad o después.
—Quiero después. ¿A qué hora tengo vuelo?
Suspiré satisfecho, no puso objeción al ir conmigo a Santa Marta, aceptó el trabajo.
—A las diez, ¿paso a recogerte?
—¿Nos vamos en el mismo vuelo de Lorena?
—Sí.
Llegamos al auto, no había confirmado si pasaba o no a buscarla, no seré el pendejo mostrando su interés. «Deja de ser tan boberto, Roland». —¿Deseará que la lleve a su casa?—Me debatía entre sí me ofrecía a llevarla o si la dejaba aquí tirada. Recordé el detalle.
» Te traje algo
Se incomodó un poco, sin embargo, sus ojos brillaron de una manera distinta y ese sutil brillo me gustó. Abrí la puerta trasera para sacar el cachorrito. Se cubrió la boca tratando en vano de ocultar sus expresiones de niña. ¡Pero qué! Era una niña, una muy linda niña. Extendió sus brazos para recibirlo, sentí algo extraño por dentro.
Jamás había realizado una cosa igual, pensé que jamás lo iba a hacer, ahora mírenme. Introdujo su rostro en la bola de pelo del cachorro, me gustó verla, como lograba hacerme sentir que podía ser una persona diferente.
—Gracias. —Sus ojos seguían brillantes—. Perdona molestarte, desde la muerte de Timón boté todo lo concerniente a un amigo canino. Debo ir a centro agrónomo y veterinario a comprarle lo necesario. No tengo carro, ¿me puedes dar un aventón?
—Claro.
Se aclaró mi incertidumbre, Rata abrió la puerta para que entrara Verónica y antes de hacerlo, se le acercó y le dio un beso en la mejilla. ¡¿A él lo besó?!
—Hola, Simón.
—Señorita.
Me miró sorprendido y disculpándose al mismo tiempo. No debía hacerlo, no obstante, apreté la mandíbula. ¡A mí no me recibió de ese modo! Le acabo de dar un regalo y tampoco lo agradeció de esa forma. ¿No le llamaré la atención?
Entramos, me senté a su lado, respiré profundo. Besaba y abrazaba a su nuevo perro, en más de una ocasión fui pillado mirándola, no le aparté la vista. Cebolla condujo a la dirección dada por Simón. Al llegar, bajé quería acompañarla, aunque no me había invitado. Simón se quedó mirándome como, «¿Y usted ahora que piensa hacer?» Verónica sonrió.
—¿Ya pensaste en el nombre?
Le abrí la puerta del almacén, entramos al mundo veterinario: un par de veces he visitado el lugar, para comprar insumos puntuales para mi caballo. Del resto tenía personal que se encargaba de eso, y lo coordinaba Churrusco. Se dirigió al mostrador, la seguí como pendejo.
—¿Los has vacunado?
Negué, se me pasó por alto ese vital detalle, torció los ojos, no pude evitar reírme. Solicitó las vacunas correspondientes, vi que pidió cuatro de cada una.
» Debes llevarme los cachorros, se deben vacunar.
—Acataré la orden de la doctora de mis perros.
No soltó a su cachorro y lo paseó por la tienda, preguntaba los precios, me percaté que los descartaba si eran costosos, se decidió por los más económicos
» ¿No te había gustado esa casita?
—Es más costosa.
Se mordió el labio interno, no dije nada, solo asentí. Lo rechaza porque no le alcanza el dinero. El vendedor le tomaba el pedido y al descuidarse un poco, le hice señas al señor, le di instrucción que le entregara lo que le había gustado. Así hicimos con la cama del cachorro, juguetes, su alimento y un sin números de arandelas. Jamás sabré para qué eran. Cuando fue a pagar la cuenta no lo permití.
—¡Solo eran trescientos mil pesos!
Respondió Verónica a la cajera, una vez le dieron el valor a pagar, me miró con el ceño arrugado, yo tomé mi billetera.
» Señor, seguro se equivocó, mis cuentas dan menos, ¡muéstreme lo que me está entregando!
La cuenta dio casi un millón de pesos, eso no era nada. ¿Cuál era su enojo?
—No importa, yo pago.
—¿Qué?
Segundo brillo en sus lindos ojos miel. Eso me estaba gustando y por eso me propuse ser el promotor de ellos.
