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Cuatro

Los orgasmos venían uno detrás de otro, inundando a la pareja, de líquido blanco y espeso, pegajoso, con intenso olor a sexo. Mario volvió a buscar la pucha de la chica con su boca. Buscó los labios vaginales internos y el clítoris.

Besándolos con avidez, succionándolos con sed de nómada. Hundía su boca, su cara entera ente los hermosos muslos de la chica, mientras que estrujaba los senos, incomparablemente duros, dulces.

Su macana estaba tan rígida como en los días anteriores. Se sentía deseoso de continuar siendo acariciado por la tersura de las paredes vaginales de ella.

Y la volvió a penetrar con la misma furia y el mismo anhelo del primer momento. Cabalgó sobre de ella, que gemía debajo de él, suplicándole que la destrozara, que la traspasara, que la inundara con su espesa leche.

Su chafalote erguido llegaba hasta el fondo mismo de las entrañas de la muchacha, que cada vez pedía más y más, moviendo incesantemente las caderas.

Volvieron a pedirle otro nombre y, él se los dio. Ahora hablaba con tranquilidad y sin presiones. No tenían que insistirle mucho para que hablara.

Horas más tarde, dos hombres entraron a separar a la cachonda pareja. A la muchacha se la llevaron con suavidad.

—Mañana la volverás a tener todo lo que quieras —dijo uno de ellos.

Mario no respondió.

Y al día siguiente, él comió y bebió todo lo que le brindaron. No le importo que para ello tuviera que dar más información. Tenía que estar fuerte y preparado para el combate sexual que se le presentaría.

Quería estar a la altura pasional de aquella rica mujer.

Era indispensable que soportara el ritmo candente de ella. Cuando la hermosa mujer llego a su celda dispuesta a todo. Iba desnuda, recién bañadita y con un aroma excitante. Mario la tomo en sus brazos y la beso con ardor.

Ella correspondió con la misma intensidad. Y cuando iba a continuar con el cachondeo. Nuevamente le pidieron información.

El contesto a todo lo que quisieron. Y disfruto de aquella hembra sensacional. La tuvo por largas horas. La amó hasta el delirio.

Era tal su obsesión por penetrarla y limarla, que estaba seguro que en cualquier momento sus genitales y los de ella estarían sangrando si no existiera aquel lubricante tan natural que brotaba de la vagina de ella.

La mujer se mantenía al mismo nivel que él. Esa hembra era puro fuego líquido. No objetaba nada de lo que él le pedía. Esa noche, cuando se la volvieron a llevar con la promesa de llevársela al día siguiente, Mario sonrío tranquilo y feliz.

Estaba seguro que tal vez al día siguiente moriría.

Sí, no le quedaban muchas horas de vida.

El tiempo dependía única y exclusivamente de la forma en que estuviera trabajando aquel grupo y de la rapidez con que se movieran.

Pensando de manera conservadora, Mario sabía que tal vez tendría otro día de buena comida y una rica parchada con la muchacha aquella que le servía de última voluntad.

Aunque si el grupo que lo capturara se movía de manera rápida y coordinada, no sería raro que lo despertaran en la madrugada para sacrificarlo.

La causa de su muerte sería comprensible desde cualquier ángulo.

Él les había brindado información fidedigna y real. No mintió al proporcionar nombres, lugares y fechas. Estaba consciente de ello y sabía que ellos lo habían constatado. Por eso aún continuaba con vida.

Aunque lo que ninguno de ellos sabía o imaginaba. Era el verdadero plan de aquel movimiento mental que había planeado desde antes.

Todos los líderes del grupo al que pertenecía, habían acordado un plan infalible.

¡Sí…! Era algo que previeron desde que se iniciaran los negocios turbios que manejaban. De esa manera se podía continuar adelante sin fallar.

La idea era esta:

Cada tercer día los hombres más importantes del grupo tenían que reportarse.

Sólo una persona llevaba el control de ellos.

Si por alguna causa alguno de los dirigentes no se reportaba.

Se le daban ocho días más para que lo hiciera.

Si esto no ocurría, todos los planes en marcha se cambiaban.

Los que estaban al mando también cambiaban sus nombres y ubicaciones.

De esa manera, el que no soportara el martirio podía hablar.

Sólo tenía que ganarse una semana de tiempo.

Así no resultaba ser un traidor, no lo consideraban un delator.

Por eso Mario había sucumbido al tormento sexual que le propinaran.

Ya les había dado tiempo más que suficiente para moverse.

Ahora, en cuanto se dieran cuenta de que de nada les servían los informes que Mario les proporcionara, su vida no iba a valer un cacahuate.

Lo sabía demasiado bien.

Sólo quedaban dos caminos que sus enemigos seguirían...

Lo soltaban para que se reorganizara con sus gentes.

O si lo consideraban pertinente lo matarían.

Cualquiera que fuera la solución.

Mario estaba preparado para ello.

Después de todo, los había vencido, les había ganado en su propio terreno.

Y eso era algo que no cualquiera podía presumir.

Así que ya no importaba lo que viniera. Después de todo cumplió con sus compañeros y lo principal, con sus jefes y sus principios.

Algo había obtenido de todo aquello, disfrutar a una hembra que a cualquiera hubiera vencido, una mujer que siempre tendría en su mente.

Si acaso le tocaba morir en aquel lugar, se llevaría a la tumba la doble satisfacción de lo que lograra y eso era más de lo que un hombre de su talla podía pedir.

Sonrío satisfecho y feliz, la vida era hermosa, solo había que saber disfrutarla en toda su magnitud.

Al día siguiente, cuando despertó, lo hizo por sí solo, aquello lo inquietó, se levantó y se dio cuenta de que la puerta estaba entreabierta, se acercó a ella y la abrió con cierto temor, tal vez le estaban poniendo una trampa.

Recorrió todo el lugar, no había nada todo estaba vacío, como si nunca nadie hubiera estado ahí, buscó la salida y se encontró en un pueblo de la frontera, estaba solo, así que caminó y cuando vio un auto, no lo dudó, lo abordó y emprendió la huida.

Sabía que no podía regresar con su gente, lo más seguro es que lo estuvieran vigilando en espera de que los llevara a ellos y aunque él sabía la forma de localizarlos, prefirió no hacerlo, tal vez para ese momento ya lo daban por muerto.

Mientras que sus captores, lo utilizaban como carnada, así que en el carro, viajó lo más lejos que pudo del pueblo aquel, en el camino, asaltó varios lugares para tener algo de dinero y finalmente llegó hasta aquí, y ahora está en espera de poder cruzar.

En los Estados Unidos, tiene dinero, documentos y demás cosas que le permitirán vivir por el resto de sus días sin preocupaciones, lo único que lamenta es no tener a esa hermosa y pasional muchacha, a su lado, con ella sería tan feliz.

Cuando el que dijo llamarse Mario, se quedó callado, ninguno se atrevió a voltear a verlo de manera directa, había algo en él que imponía miedo, así que fue otro de los ahí reunidos el que comenzó a hablar contando su historia.

“El Brujo Sexual”

Ariel Lujan había pasado la mayor parte de sus casi treinta años viviendo del cuento, engañando a todo aquel que se dejaba y buscando la forma de tener dinero sin trabajar, y si era posible, sin esfuerzo alguno.

Y no obstante que lo conseguía, cada vez le resultaba más difícil lograrlo ya que aparte de que estaba bien quemado con la banda, muy pocos creían en él y en su palabrería, ya que Jacinto, parecía merolico, sabía de todo y hablaba de todo.

A ultimas, fechas le había dado por auto nombrarse brujo y realizaba curaciones raras, con lo poco que sabía de herbolaria, algunas eran por chiripadas otras por el poder curativo de las hierbas y algunas más por propia sugestión del paciente, de cualquier manera aquella forma de ganar dinero le gustaba ya que no sólo le pagaban bien, sino que además podía darse unas buenas mandadas con la mayoría de las mujeres que lo buscaban, con el pretexto de hacerles una limpia las manoseaba a su antojo y cuando la oportunidad se presentaba hasta unas metidas de reata les daba.

Aunque aquella dicha no le podía durar mucho tiempo ya que, por una parte, sus vecinos comenzaron a darse cuenta del engaño y por otra, los maridos de las mujeres que lo visitaban, también sospechaban algo y solo esperaban una oportunidad para darle una paliza bien puesta.

Además, su última paciente, Sonia, estaba tan clavada de él que ya quería que se casaran o le diría todo a sus tres hermanos que parecían luchadores, así que decidió que era el momento de emigrar para otras tierras.

Mientras viajaba en el autobús que lo llevaba a la frontera con la idea de cruzar al otro lado, en donde nadie lo conociera, pensaba en la forma en que convenciera a Sonia, ese bizcochito que en forma de mujer lucia realmente divina.

Todo había comenzado una tarde en que se encontraba él en su vivienda y se presentara Sonia, para pedirle que la ayudara ya que en las últimas semanas andaba muy nerviosa, tensa, de mal humor, incluso hasta lloraba por cualquier motivo y eso la tenía muy preocupada.

Ya había visto a muchos doctores y ninguno encontraba la causa de sus males, así que ahora acudía a él en busca de un remedio que la ayudara y le quitara todas esas sensaciones de su cuerpo que no la dejaban estar en paz y que además la tenían en una histeria constante, por lo que siempre andaba de mal humor.

Desde que la viera entrar, Arturo sintió que la pinga se le endurecía y no tuvo otro pensamiento que el de darle una buena parchada en cuanto se le presentara la oportunidad, así que le dijo que le realizaría una limpia a profundidad para alejar de ella todo el mal y dejarla bien del todo.

Para tal procedimiento utilizo unos polvos que él mismo preparaba con talco y otros ingredientes que le dieran un buen olor, con sus manos lo aplico sobre la piel de la muchacha tocando sus grandes pechos, sus ricas piernas, sus excelentes nalgas, llenándose de deleite con cada parte que recorría y excitando a la chava que no sabía explicarse lo que sentía, aunque le gustaba mucho.

Arturo le dijo que el mal de ella estaba dentro de su cuerpo y que la única forma de sacarlo era haciéndole el amor, ella se alarmo ya que era virgen y no quería dar ese paso, puesto que su mayor anhelo era casarse de blanco.

Para sorpresa de él le pago por sus servicios y luego se marchó.

Pasaron cinco días sin que sucediera nada extraordinario, y una tarde en que Arturo, se encontraba leyendo unas revistas en su vivienda, la puerta se abrió y apareció Sonia, venía más hermosa que nunca y se notaba segura y determinada a todo, y aunque Arturo, esperaba su presencia en cualquier momento, no dejó de inquietarse cuando al entrar la vio ahí frente a él sonriéndole;

—Hola, Arturo, vengo a que me cures —dijo ella con cierta pena— Estoy dispuesta a sanar al precio que sea... ¿No te da gustó verme?

—¿Eh…? Ah si, claro.

De pronto y antes de que él pudiera reaccionar, Sonia, lo abrazó y lo besó con pasión, haciéndolo caer sobre la cama de espaldas con ella encima de su cuerpo.

Aquello sorprendió mucho al brujo, quién correspondió con igual o mayor pasión de la que ella mostraba en aquel momento.

Habiendo recobrado su seguridad, mientras la besaba comenzó a acariciarla, notando que la hermosa mujer no se resistía, aunque temiendo que lo rechazara de un momento a otro, ya que si como decía era virgen, lo más seguro era que se detuviera cuando las cosas fueran a más, sólo que esto no ocurrió y Arturo, fue relajándose para disfrutar de aquel momento.

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