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Cinco

La desnudó, con suavidad, acariciando sus formas, gozando de ese cuerpo juvenil y apetecible. Cuando la tuvo al natural, sus manos se regocijaron con toda su piel, recorriéndola palmo a palmo, con deleite Sonia, se dejaba acariciar, sintiendo que una deliciosa excitación invadía todo su cuerpo.

Arturo le besó el cuello, los pechos, donde se detuvo en uno de los hermosos pezones endurecidos al máximo, denotando su excitación y su belleza.

Él sujeto el pezón entre sus labios, oprimiéndolo con deleite, mientras su lengua lo acariciaba de un lado a otro, su mano entonces buscó la sabrosa papaya, la cual ya estaba húmeda, dispuesta a la penetración, sus dedos acariciaron el duro clítoris provocando que ella lanzara un gemido de verdadero placer, cimbrándose toda.

La boca del brujo, se abrió al máximo para mamarlo más que pudo abarcar de aquel delicioso globo de carne, para luego cambiar al otro pecho, después se centró en medio de sus chiches y comenzó a descender, succionando suavemente aquella tibia y aterciopelada piel, que despedía un agradable calor y un excitante olor, nada detuvo el camino de la boca del macho, que llegó a la selva de pelos rizados y abundantes que cubrían el sexo de la muchacha que ya estaba que los tiraba de pasión.

Ayudado con sus manos, separó los pelos y abrió los labios mayores de la pucha, dejando expuestos los labios menores y el endurecido clítoris, su boca se apoderó de aquel rico manjar, y lo chupó con frenesí supremo, motivándole a la muchacha sensaciones nunca antes experimentadas en su cuerpo, aunque al mismo tiempo tan desquiciantes y hermosas que deseaba que aquello no terminara nunca y que él se quedara mamándosela para siempre, disfrutándola de aquella manera tan deliciosa y enloqueciéndola de placer sublime.

Arturo, tomó la diestra de ella y la colocó sobre su garrote, el cual ya había liberado del pantalón, invitándola a que lo agarrara y lo acariciara.

Con recato y temor, Sonia, se apodero de aquel trozó de carne excitada al máximo, la muchacha y la pinga vibraron cuando sus pieles entraron en franco contacto.

Cachonda como se encontraba, Sonia, comenzó a apretar el chile con ternura, mientras que Arturo, seguía mamando aquella deliciosa pucha, clavando su lengua en la estrecha cavidad, que emanaba sus jugos internos, los cuales eran absorbidos, con rapidez, por la boca del macho, que los paladeaba gustoso.

Ella arqueo su cuerpo tensándolo involuntariamente, sin saber que estaba alcanzando el primer orgasmo de su vida; él así lo compendió y beso toda la pucha para dejarla gozar plenamente de esa bella emoción.

Espero unos momentos y luego se colocó sobre el cuerpo hermoso de la muchacha, su longaniza chocó contra la excitada rajada, provocando una rara, aunque, agradable sensación a Sonia, quién abrió las piernas lo mejor que pudo esperando el embate definitivo que le robaría su virginidad y la convertiría en mujer.

Arturo sintió que se encontraba en lugar preciso, así que empujo un poco con su cadera, ella exclamó un leve quejido de dolor y emoción, el brujo se detuvo un poco para volver a empujar con mayor fuerza, el himen virginal cedió paso a aquel intruso que lo destrozo y penetró hasta el fondo de sus entrañas.

Sonia, se quejó con más dolor, y sus uñas se clavaron en la espalda de él, quién ya no se detuvo y dejó ir todo su leño al interior de aquella estrecha vagina que con sus paredes internas lo abrazó dándole la bienvenida.

Ella iba a gritar con más fuerza, pero él la besó acallando su grito, espero a que se relajara y le beso el cuello y luego chupo sus pechos mientras sus manos recorrían sus apetitosas nalgas, sin mover su cadera, la mujer sintió que el dolor poco a poco iba pasando para darle paso al placer, así que le devolvió las caricias apretándole la espalda y arañándosela con lujuria.

En ese momento él comenzó a mover sus caderas, empujando, raspando, penetrando, abocardando la pucha deliciosa pucha; luego fue sacando poco a poco su miembro de aquella rajada adolorida, pero antes de que saliera toda, volvió a introducirlo, aunque, de nueva cuenta, con lentitud, una y otra vez gozando con cada movimiento.

Minutos después su ritmo era más intenso, el metisaque se volvía continúo, haciendo que ella disfrutara plenamente con aquello, suspirando, gimiéndolo, besándolo en la boca, en los hombros, en las mejillas, mientras sus manos se apoderaban de sus nalgas para apretarlo más contra su cuerpo, al tiempo que levantaba sus caderas en espera de una penetración más intensa y profunda que la enloqueciera.

Juntos se cimbraron de pies a cabeza, sintiendo que entregaban hasta la medula de sus huesos en aquel orgasmo intenso y profundo, apretándose con placer y besándose con ternura en el momento mismo en que sus cuerpos vibraran en el éxtasis supremo.

Quedaron abrazados, la pinga del brujo no abandono su estuche y mientras se relajaban un poco, ella le agradeció todo al oído, él respondió que era su deber ya que para eso estaba ahí, para curar a quién lo necesitara, separándose de ella y acostándose a un lado, comenzó a hablarle en un tono normal, mientras le acariciaba las piernas y el pubis jugando con los pelos.

Así estuvieron por unos minutos y luego se aventaron otro palo, ella se despidió y quedaron de verse al día siguiente para repetir el tratamiento para que no fuera a fallar la cura.

Esa noche, Sonia dormía feliz y satisfecha, por fin podía hacerlo después de tantas noches de inquietud.

—“Fue tal y como siempre lo soñé no me arrepiento de haberlo hecho” —pensaba al momento en que se iba quedando dormida.

Por unas semanas siguieron parchando casi todos los días, aunque, Sonia, comenzó a decirle que lo amaba y que quería que se casaran ya que ella no podría ser de nadie más, que lo necesitaba en su vida para siempre ya que quería coger con él a todas horas, al despertar, al comer y al acostarse.

Arturo eludía aquello con habilidad, pero la chava estaba decidida y ya lo dice el dicho: “Cuando la mula dice no paso, no pasa. Cuando la mujer dice, me caso, se casa”.

Ante sus negativas y excusas, Sonia, le puso un ultimátum, si no iba a pedirla en quince días, sus hermanos irían a exigirle que reparara su falta y ellos no sabían de palabras, convencían por las buenas o por las malas.

Arturo, suspiró profundamente en el asiento del camión, ahora ya se encontraba lejos y no le importaba lo que pudieran hacer aquellos gorilas.

Unas horas después de iniciado su viaje de huida, y al ver que llegaba a un apartado pueblecito de la Sierra de Michoacán, decidió posponer su viaje a la frontera, no le corría prisa y podía descansar por unos días en aquel lugar.

Con el dinero que llevaba compró una casita rústica y se anunció como brujo, esperaba ganar mucho dinero con aquellas gentes, estaba seguro que sabría manejarlos y obtener grandes beneficios.

Las semanas transcurrieron y poco a poco la fama de Arturo, fue creciendo, tal parecía que la suerte lo ayudaba en sus curaciones, aunque lo que lo ayudaba, de forma principal, era su pinga, que desde que llegara entro en acción las bellas Michoacanas a las que se parchaba con bastante frecuencia.

Como aquella señora que llegara a verlo con el llanto en sus ojos, y que estaba muy buenota, la ruca le explico que sentía unos calores raros en su cuerpo, que necesitaba que la curara, Arturo, pregunto algunas cosas y así se enteró que ella estaba casada con un hombre que le llevaba cuarenta años de diferencia, así que el brujo ya no dudo.

Sin preámbulo alguno, comenzó a desnudarla, con suavidad, sin precipitaciones, mientras la encueraba, acariciaba sus formas para ir despertando la excitación en ella, la mujer dejaba que su temperamento se descubriera así mismo, sin ponerle barreras, dejándolo salir libremente, por eso mismo sin pudor alguno, ella comenzó a desnudarlo, también acariciando aquel cuerpo musculoso, que la hacía sentir muy mujer y su libido ya había despertado al máximo, liberándola de cualquier pensamiento que pudiera ser un obstáculo.

Encuerados en su totalidad, se tendieron en el camastro, donde comenzaron a besarse y a acariciarse, presos de una enorme pasión, ahora nada era fingido ni estudiado, los dos sentían plenamente aquel momento.

Ella no se había sentido capaz de hacer antes lo que ahora hacía, había tendido a Arturo, boca abajo y le besó el pecho, siguió hacia abajo por el vientre, para detenerse finalmente en la mata de vellos rizados, abundantes y negros que tenían en el centro un enorme mástil, excitado al máximo que apuntaba hacia su cara, retador y soberbio.

La señora lo tomó en ambas manos y se lo metió en la boca comenzó a succionarlo, metiéndose completamente la cabeza del chile en la boca, la cual recorrió con la lengua y también le dio unas pequeñas mordiditas, provocando que Arturo, sintiera una descarga de excitación en todo su cuerpo cachondo.

Sin poderse contener, él la tomó de la cabeza y la obligó a subirse sobre su cuerpo, ella no se hizo de rogar y recogiendo sus piernas se montó sobre la cadera de su macho, el duro garrote continuaba apuntando hacia arriba, justo donde estaba la papaya excitada y húmeda de la ardiente hembra, quién tomó el miembro con una mano y se lo colocó en la entrada de la vagina y comenzó a sentarse, dejando que pene entrara poco a poco, hasta que la tuvo completamente dentro, se recostó en el pecho del brujo, besándolo en la boca.

Él la agarró de las nalgas y ella comenzó a moverse en forma lujuriosa, a capricho, como ella lo iba sintiendo, lo mismo rotaba su cadera que la levantaba y la bajaba provocando que el largo garrote entrara y saliera de aquel cálido estuche, la clavaba hasta lo más profundo y entonces restregaba su clítoris contra la base del miembro de él con fuerza y pasión. Ninguno de los dos aguantó mucho tiempo y al unísono alcanzaron el orgasmo.

El tiempo siguió su marcha y el negocio iba viento en popa, el harén de Arturo, crecía y él sólo de parchaba a mujeres casadas para evitarse broncas de celos y reclamos, además los maridos de estas lo iban a ver para darle algún regalito pues al ver la mejoría de sus esposas no podían si no corresponderle.

Sólo que, todo iba a cambiar aquella tarde en que a Arturo, le informaron que tenía que presentarse a la casa del Presidente Municipal, la esposa de este estaba de verdad enferma, el brujo recordó que ya la había conocido y que Cecilia, era una verdadera hembra, fogosa y hermosa como pocas, además la adoración de su marido.

También recordó que ella era celada en extremo por su esposo, el presidente Municipal, quien la cuidaba como si fuera señorita, así que dudo en acudir o no a visitar a la señora, aunque si no iba todos lo podrían tomar a mal, después de todo era brujo y tenía que cumplir con su deber, sólo que debía ser cauto, no quería problemas con el presidente, al que se conocía como vengativo y sanguinario.

Con su morral en la mano, se dirigió a la casa de ellos y al llegar pregunto en primera instancia por el mandatario, le dijeron que había salido a una diligencia a la cabecera del Estado y que era seguro que no regresara sino hasta al día siguiente o ya muy entrada la noche, eso le dio cierta tranquilidad.

Entró a la habitación de Cecilia, y al verla ahí, acostada en la cama, cubierta sólo por un diminuto bikini transparente, Arturo, sintió que se le paraba la reata de inmediato con toda su pasión lujuriosa, no obstante, se dominó y acercándose a ella le pregunto cuáles eran sus dolencias:

Cecilia, le respondió que no sabía, que le hiciera una revisada minuciosa ya que algo le oprimía el pecho y sentía una punzada en el pubis, también notaba que le temblaban las piernas y que todo su ser se estremecía de inquietud.

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