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Capítulo 4

-Perdón si llevo más de un mes con un brazo enyesado- le dije tirándole el pañuelo.

Pero ya estás bien, ¿no? También podrías volver- me lo tiró de vuelta, mirándome divertido.

"Sí, podría." Me encogí de hombros.

- ¿Hacemos el domingo? No hay desorden y estaremos solos, como en los viejos tiempos- me propuso, haciéndome sonreír.

-S-no. No, no puedo el domingo- Suspiré, recordando la trampa a la que me había metido Elena.

Esa chica me estaba sorprendiendo bastante.

-¿Porque no puedes?-

-Elena Morelli- rodé los ojos, -No sé cómo llegamos allí exactamente, pero el domingo me llevará por Florencia a visitar algunos museos-

La reacción de Fabio a mi declaración fue de sorpresa, luego soltó una gran carcajada claramente nerviosa.

-¿De qué cojones te ríes?- Le lancé el pañuelo de vuelta, golpeándolo directo en la cara. Esto solo aumentó su molesta carcajada.

"No, por favor, realmente no puede hacer eso", dijo, haciéndome fruncir el ceño.

Me devolvió el pañuelo. -Perdón, ¿a qué te refieres?-

-Una vez la obligué a jugar verdad o reto, en realidad logré que me dijera quién le gustaba y ¿adivinen qué nombre le puso?- Fabio enarcó las cejas, con el aire de quien cree saberlo mejor. -Solo tuyo, Matti. Ni siquiera sé cómo me las arreglé para no reírme en su cara ese día, lo juro. Y ahora me dices que estás saliendo. Imposible- Fabio siguió riéndose nerviosamente, mientras esa información comenzaba a dar vueltas en mi cabeza.

-¿Entonces le gusto mucho a Elena?- Pregunté sorprendida para confirmar.

Quiero decir, sabía que tenía un efecto en ella como en todas las otras chicas, pero pensé que la forma en que trataba a sus padres no hacía posible tal cosa. Pero ella era más tonta de lo que pensaba. Si lo hubiera sabido antes, me habría ahorrado mucho drama. ¿O tal vez eran solo los que le gustaban?

-¿Por qué? ¿Tienes algo en mente como siempre?- me preguntó Fabio, poniéndose serio de nuevo.

Le sonreí divertida. No respondí esa pregunta, cambié de tema preguntándole por Claudia y me dejó hacerlo, quizás con un poco de dificultad.

No creía que me interesara Elena, seguía siendo la sabelotodo de siempre que había obtenido de la vida lo que tanto deseaba tener. Pero saber que alguna vez le gusté seriamente tuvo un efecto extraño en mí. Recordé todas las veces que había estado cerca de ella, así como esa misma mañana, y me pregunté si esa cercanía había despertado algo en ella.

De repente sentí curiosidad por ponerla a prueba.

Me parecía que había vuelto a antes del verano de ese año, cuando aún podía disfrutar sin tener en mi conciencia el peso constante de la desaparición de una persona. Estaba saliendo con mi mejor amigo hablando de cosas normales, como gimnasia, universidad, trabajo, novias y chicas.

Fabio era mi mejor amigo desde la secundaria. Después del accidente fue el único que se quedó cerca de mí. Él no estaba allí esa noche, no vio cómo resultaron las cosas, pero aun así no me culpó. Dijo que eso había sido una desgracia, que tal vez ese hombre tenía que morir de una forma u otra ese día, y que ahora ya no podía evitarlo. Me dijo que tenía que superarlo y seguir con mi vida.

Pero, ¿cómo podría después de poner al hermano de un amigo en la cárcel? ¿Después de causar la muerte de una persona? ¿Cómo podría saber si la muerte de Fabrizio Russo ya estaba escrita en su destino o si simplemente la había provocado por una estúpida idea mía?

Fabio no podía entenderme, claro, nadie podía. Y lo acepté.

Sabía que tenía que enfrentarme solo a esas horribles sensaciones, porque lo único que podía hacer la gente a mi alrededor era decirme que mantuviera la calma como Fabio, que me pudriera en el infierno como la familia Russo, o decidir castigarme de por vida como mi padre.

De repente, su mascota se había convertido en el ser que lo había humillado.

-¿Estás seguro de que no quieres caminar un poco antes de ir a casa? Te comiste una explosión- se rió Fabio, haciéndome sonreír.

-No, está bien, nos vemos luego- Lo saludé, cerrando la puerta de su auto.

-También tienes el turno de la tarde, ¿no?- me preguntó entonces.

Asenti. -Es mi turno- agregué, encogiéndome de hombros.

-Entonces que decidiste hacer con Ava?-

-No sé, Fà. Por ahora esperaré e intentaré averiguar qué puede necesitar. Creo que ayudarla sin mostrarme es la solución correcta para sentirse mejor. Solo espero que haya decidido quedarse con Angel- Me pasé una mano por el pelo, un poco nerviosa.

Realmente lo esperaba.

-Sea lo que sea por lo que estoy aquí, no lo olvides. Aunque no a las seis de la mañana. Hagámoslo después de las nueve, ¿de acuerdo?- Fabio me dedicó una de sus sonrisas alentadoras, obligándome a corresponder.

-Sí, lo sé. Cuando no estás con Claudia eres la mejor amiga del mundo- Disparé mi flecha llameante, sabiendo que tenía razón. Pero también sabía que nunca lo admitiría.

-¡No es cierto! Te lo dije la otra noche... estábamos ocupados- movió las cejas hacia arriba y hacia abajo hasta que me dio asco.

-Sí, entiendo, ahora vete- Hice un extraño movimiento con mi mano para despedirlo y él se echó a reír.

Nos despedimos y luego se fue, dejándome afuera de la puerta de mi villa. Lo que parecía tomar cada vez más la apariencia de una prisión.

Me compuse, ajustándome la camisa y el cabello, luego entré.

Eran las cinco de la tarde y solo tenía un par de horas para compensar la falta de sueño de esa noche.

Yo lo hubiera aprovechado al máximo.

elena

Comenzar el turno de las nueve siempre había sido un problema para mí. Jamás tuve ganas de enfrentarlo, no después de pasar la tarde en la cama, descansada plácidamente.

Sin embargo, sabía que tenía que hacerlo.

Entré a la cafetería saludando a algunos clientes regulares, luego me fui detrás del mostrador.

-Mamá no puede venir- le dije a papá, saludándolo con un beso en la mejilla.

-Te llamaré más tarde-

El hecho de que mamá no viniera a la cafetería con tanta frecuencia como de costumbre me hizo sospechar mucho. Pero no supe que pensar, así que dejé el tema, me despedí de Dario que ya estaba ocupado haciendo magia con sus cocteles y me fui a la cocina.

Ya encontré a Mattia adentro, estaba preparando unos bocadillos.

Me abstuve de reírme de esa visión. Hasta el año pasado, nunca pensé que lo vería en la cafetería de mi familia haciendo sándwiches y sirviendo a los clientes.

Fue una buena venganza para mis ojos.

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