Capítulo 3
Por suerte lo había hecho sin pedir explicaciones.
-Hablo en serio, ¿qué te pasó?- Elena se unió a mí detrás del mostrador, mirándome con los brazos apoyados a los costados.
-Y quién sabe, a lo mejor estoy tramando algo a tus espaldas para vengarme de lo de anoche- Decidí ponerle ese gusano en la cabeza por diversión.
Elena realmente pareció pensar en ello. - No me asustas, Mattia. Te dije-
Humedecí mis labios, dando unos pasos hacia ella. Miré a mi alrededor para asegurarme de que su padre no estaba cerca, luego la miré a ella y apoyé ambos brazos en la pared detrás de ella.
Fijé mis ojos en los suyos por segundos que no sé por qué parecieron interminables, luego de repente recordé por qué me había acercado a él de esa manera.
-¡Buh!-
Elena jadeó, entrecerrando los ojos y privándome de ese color azul grisáceo. Me eché a reír, porque estaba seguro de que se asustaría. Parecía haber cambiado, pero de alguna manera seguía siendo la misma Elena de secundaria.
Cenicienta inmediatamente me dio una bofetada en el pecho, así que fingí un gemido de dolor, ganándome una mirada.
—Te odio —me señaló con el dedo—. Mordí mi labio inferior y tiré de él hacia abajo.
-Sí, lo soñé- sonreí.
Elena puso los ojos en blanco y luego fue a la cocina.
Vi esa puerta cerrarse por un rato, hasta que unas chicas me llamaron al orden.
Solo se rieron y uno de ellos incluso me dio su número. Me pareció oír a Elena en la mesa de al lado resoplando, pero no le di mucha importancia, me estaba divirtiendo.
Volví al trabajo y una vez que llegaron los dos suspiré aliviado. Ava, en este momento, debe haber estado encontrando a su caniche afuera de la puerta principal.
-Mario tengo que salir corriendo, nos vemos a las nueve, ¿vale?- dije quitándome el delantal y colocándolo sobre el mostrador.
-Bien bien. Ten cuidado- me dijo saludándome con una palmadita en el hombro.
Asentí sonriéndole, nunca nadie me lo había dicho -ten cuidado-. Lo miré por un rato, estaba sorprendido. Luego me obligué a apartar la mirada, me colgué la mochila y salí de la cocina.
Saludé a Elena antes de irme y ella levantó el dedo medio como siempre.
Salí de la cafetería a toda prisa e inmediatamente llamé a Fabio.
-¿En ese tiempo? ¿Lo hiciste? -pregunté de repente, embelesado por el entusiasmo.
-Primero me desconectas el teléfono en la cara, luego me llamas y ni siquiera me saludas. Estoy empezando a pensar que solo eres grosero, ¿sabes?-
-Pero si te lo advertí antes de desconectar- me justifiqué.
- Oh bien. De todos modos misión exitosa. Junté algunas cositas y las puse todas en una caja con el caniche. Ya sabes, es muy tierno, no se movió, estuvo genial. Quería guardármelo para mí, pero...
-Fabio, ¿Ava lo encontró o no?- Lo interrumpí, comenzando a ponerme nervioso.
Sí, Matt, sí. Puse la caja fuera de su puerta y observé desde arriba. Encontró la caja, miró a su alrededor un par de veces. Incluso pensé que al final me atraparía. Parecía confundida. Entonces finalmente la trajo-
¿Y?
-¿No dijiste nada después? ¿Te pareció feliz?-
-No lo sé, Mat. Te dije. Ella solo parecía confundida. Y luego no sé lo que dijo. No pude ponerme a escuchar a escondidas desde detrás de la puerta-
-Sí que pudiste, Fà- Me detuve en medio de la calle, suspirando ruidosamente.
-¿Y si solo la pongo más triste?-
-Oye, tú hiciste el tuyo, ¿de acuerdo? Tómalo con calma-
-¿Y si entendiera que fui yo? O mi familia. Tal vez no lo quiera, tal vez...
-Matti, deja de pensar en eso. Ahora vengo a buscarte y salimos a comer como antes, ¿vale?-
-No me importa- respondí de inmediato.
- Sí, está bien. ¿Dónde estás?-
Suspiré, mirando alrededor.
-No creo que puedas llegar aquí en coche. Sal de mi casa, ahí te espero- terminé diciendo. Sabía que si me negaba de nuevo, todavía aparecería en mi habitación.
-Está bien. No me haga esperar como siempre, prima donna- me dijo, quizás con la intención de hacerme sentir mejor.
-Ya están ahí, mira- le respondí siguiendo el juego, comenzando a caminar de nuevo.
Me despedí de Fabio y terminé la llamada, volviendo a guardar mi teléfono en el bolsillo.
Oré fervientemente a Dios para que mi regalo tuviera un efecto positivo en Ava, para que no lo malinterpretara todo y empeorara la situación. Que podría hacerla sentir bien por un tiempo.
Solo quería aliviar el dolor que le había causado.
Recé y recé y recé como nunca lo había hecho en mi vida, hasta que llegué a la puerta de mi villa.
El Audi de Fabio ya estaba afuera, en cuanto me vio empezó a encender y apagar las luces como siempre para saludarme.
Abrí la puerta del auto y me senté a su lado, tirando mi mochila en el asiento trasero.
-Mira, yo también le tomé una foto antes de dejarlo afuera de su puerta- dijo de inmediato, mostrándome su teléfono.
Lo había dispuesto todo impecablemente en una caja roja y el caniche, además de la chapa que le había grabado, también tenía un lazo rosa en el cuello.
"¿No crees que exageraste?" Pregunté, lamiendo mis labios.
Probablemente fue así, pero Fabio me dijo que no, que me tranquilizara y que todo saldría bien.
Traté de darle el beneficio de la duda.
Arrancó el motor y nos pusimos en marcha, llegando a una pequeña taberna en las colinas de Careggi, un lugar muy característico. Nos sentamos y pedimos nuestro almuerzo. No tenía mucha hambre, pero Fabio me obligó a comer y mi estómago finalmente cedió y se abrió por completo, recuperando también lo que no había comido en los días anteriores.
-Sabes, te extraño en el gimnasio. Estoy aburrido haciendo todos esos ejercicios solo- Fabio me hizo reír.