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Capítulo: 05

Cuando llegué al aula, fui a sentarme en mi lugar habitual. Yo, Emily, que estaba acostumbrada a charlar con mis amigos, era como una sordomuda, no tenía sentido del humor, cogí mi libro y me puse a leer. Ni siquiera tenía ganas de hablar con nadie. Estaba leyendo tranquilamente cuando sentí dos manos en los ojos, ¿te acuerdas de esos juegos en la escuela primaria? Cerraban los ojos y le pedían a la persona que dijera el nombre de la persona que tenía detrás.

No pude reaccionar porque no quería oír nada, era Juliette, mi novia con la que más hablo. Intentó discutir conmigo pero no le di la oportunidad de escucharme. Cuando insistió, cogí mis cosas y me fui a sentar a otro sitio. Necesitaba un confidente, alguien que me escuchara y me ayudara a salir de este lío en el que estoy metida desde anoche.

Todos mis compañeros se divertían menos yo, de repente la clase se calmó y era nuestra profesora que acababa de entrar. La saludamos y empezó a dar su clase. Se pasó horas hablando pero ese día yo no podía retener nada, tenía la cabeza totalmente en blanco, cada vez que intentaba preguntarnos si había alguna duda, yo respondía que no con mis compañeros.

Estaba tranquilamente copiando lo que acabábamos de hacer cuando la sirena del colegio me puso de mal humor. Quería salir corriendo del aula, no tenía miedo de la sirena sino de lo que tendría que pasar después en casa con mi padre.

Metí mis cosas en la mochila y salí. Él ya me esperaba fuera con su coche. Para impresionar a la gente, para demostrar a los profesores que era un buen padre, se acercó a mí, cogió mi mochila y me acarició la cabeza como si yo fuera un niño mimado o como si fuera muy, muy importante para él. Saludó a los líderes para demostrarles que era un padre. Cuando llegamos al coche, me tiró la bolsa a la cara.

La próxima vez que te quites la bolsa, ¿me ha entendido?

Sí, papá.

Cuando intenté arrancar el coche, alguien empezó a llamar a la puerta de mi padre. Tenía la cabeza gacha, no quería ni conocer a la persona, pero la voz del interlocutor me devolvió al interior. Era Juliette. Mi padre bajó la ventanilla, yo ya la miraba fijamente, ya temblaba detrás del coche.

Pequeña, ¿qué pasa? preguntó mi padre sonriendo.

Eres el padre de...

Terminó la frase mientras me metía el dedo. Mi padre asintió con la cabeza.

¿Qué ha hecho?

Hoy está callada en el colegio, señor, mi novia no está bien, señor. ¿Le ha pegado?

Otro nuevo problema, sí Juliette acababa de ir a buscarme un problema. Mi padre me miró con sus ojos.

¿Es verdad lo que dice Emily?

No, papá.

No es verdad, señor. Está mintiendo.

Muchas gracias, hija mía, puedes irte. ¿Cómo te llamas?

Me llamo Juliette.

Muchas gracias, Juliette.

De nada, papá.

Mi padre puso el coche en marcha y salimos del colegio. Mientras nos alejábamos, no dejaba de mirarme. Yo ya temblaba, todo mi uniforme estaba mojado de sudor.

Cuando llegué a casa, me dijo que me tumbara en el sofá que me castigaría severamente. Puse mi bolso en el suelo y rápidamente hice lo que me pidió para no despertar al león que dormía en su interior. Me quitó el silip que llevaba, no sabía lo que se le pasaba por la cabeza, cogió la llave de la puerta y la metió en la cerradura.

Si alguna vez gritas, me sentirás.

Mi padre me levantó suavemente y volvió a clavarme su vara mágica, agarró mis pequeños pechos y los acarició con ambas manos, podía sentir cosas dentro, era como si hubiera una corriente en mi cabeza o como si hubiera un bicho pasando por mi mente.

Sacó la lengua y empezó a chuparme la nariz, los ojos, las orejas y el estómago. Quiso meter su boca en la mía pero yo me negué. Insistió pero me negué. No quería dejarlo hacer, todavía era una niña pero en esos días odiaba demasiado que me besaran. Después de hacer lo suyo llevó su mano a mis nalguitas y las apretó, de repente soltó un fuerte grito y volví a sentir un líquido caliente en mi fuerte interior. Al final se retiró y me pidió que fuera a bañarme antes de venir a aprender mis lecciones. Cogió mi silip y me lo tiró a la cara. Cogí lo mío y me fui a tumbar a mi cama otra vez. Estaba cansada, cansada de esta vida de mierda, sólo tenía 13 años y ya estaba pasando por algo así con mi padre, algo de lo que ni siquiera sabía el nombre. Lo único que sabía con certeza era que mi padre estaba metiendo su pene en mi vagina.

Continuará.

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