Él
No podía creerlo, frente a mí estaba el hombre más codiciado del país, y si no me equivocaba, era el dueño de la mirada del club. Estaba nerviosa, no sabía qué responder.
— ¿Te comieron la lengua los ratones? —preguntó con malicia. Este no era un hombre para juegos.
— ¿En qué puedo ayudarte? —pregunté seriamente.
—Así que en persona eres sumisa, me gusta eso. —dijo sonriendo. Este hombre tenía un ego enorme.
—Señor Simonovic, ¿cómo quiere que lo trate si usted me acusó de robarle el correo a su esposa o novia muerta? —dije seriamente. Su cara cambió automáticamente, por lo visto este era un tema delicado.
—Creo que alguien se levantó con el pie izquierdo.
—No, claro que no. Es solo que no esperaba que de verdad vinieras. Este no es un lugar para usted. —dije, viéndolo. Su mirada me tenía atrapada, era hermoso.
—Entonces te invito a almorzar, señorita de rostro bonito. No me defraudaste, eres hermosa. En realidad, te estaba viendo desde el club. Si hubiera sabido que eras la misma chica, no dejo que el idiota de tu acompañante te besara. Se notaba que no es de tu agrado. —dijo mirándome, todavía parado cerca de los libros de medicina.
—Así que no me equivoqué. Eras tú quien estaba esa noche en ese bar. Perdona si soy curiosa, pero ¿qué hace un hombre como tú en un bar de universitarios?
—El lugar es mío, voy a divertirme. —dijo como si nada. Este hombre era un caso.
Caminé directo a una mesa y me senté con él. Quería ocultar el temblor de mis piernas. Hablar con este hombre era mi oportunidad para terminar mi trabajo final. Aprovecharía esta oportunidad.
—Entonces, ¿qué dices? Vamos a almorzar mañana, porque según tengo entendido, este turno en la biblioteca es hasta las doce. —dijo relajado.
—Así es, por lo visto sabes mucho. —dije sonriendo.
—Te recuerdo que, aunque ahora tengo unos años más, también pasé por tu edad. Trabajé aquí en esta misma biblioteca con la terrible señora Margot. No sé si aún estará viva, pero mis días aquí fueron terribles. —dijo sonriendo.
—¿Así que trabajaste en la biblioteca? ¿El chico rico pagando servicio comunitario? Me supongo que estabas aquí por eso. —dije sonriéndole. La conversación no era para nada aburrida.
—Supones bien, fui un chico malo, así que tenía que pagar con algo. No podían expulsarme, incluso no pueden hacerlo ahora. —dijo riendo ruidosamente. Todos los que estaban en la biblioteca imitan el sonido de la lechuza.
—Lo siento. —se disculpó, aun riendo pero más bajito.
—Margot está viva, es mi tutora. Es terrible, pero tiene tres días dejándome sola. Es un milagro, algo le ocurre. —dije seriamente.
—Así que está viva. Debe de tener unos ochenta años. Esa mujer es inmortal. —dijo relajado.
—Opino lo mismo con respecto a tu invitación. No sé si aceptarla. La verdad, eres un desconocido y puedes secuestrarme. —dije sonriendo.
—¡Por favor! Si quisiera raptarte o matarte, lo habría hecho aquella noche en el club. Estabas muy tomada. —dijo relajado. Este hombre era de todo, menos de fiar.
—Buen punto, pero estaba así porque jamás había tomado ningún tipo de alcohol. Mi amiga se aprovechó de eso, aunque nadie me obligó. Toda la culpa es mía. Pero está bien, nos vemos mañana al mediodía aquí en la biblioteca. Me toca primer turno, así que estaré aquí. —respondi sonriendo.
—Entonces nos vemos mañana, debo seguir en mis asuntos. —dijo besando mi mejilla, tomándome por sorpresa.
Después de que se va, toco mi mejilla. Ese beso me calentó el alma. Se siente como cuando mi madre me abrazaba, en el lugar correcto.
La noche trascurre sin novedades. Pronto me graduaría y dejaría esta universidad. Tendría que decidir si quedarme aquí o volver a casa de mis padres. Me inclinaba por la primera opción. Quería mi propia independencia, necesitaba trabajar y ayudar con las deudas y la hipoteca. Tenía una misión y cada día faltaba menos.
Ya era hora de cerrar, así como todos los días me encargaba de asegurar las ventanas, guardar los libros y dejar todo listo para mañana. Después de asegurarme de cerrar bien, entrego la llave en vigilancia. Hoy se me había hecho un poco más tarde, así que me pongo mi chaqueta y camino rápidamente. Cuando voy atravesando el campus, unos chicos algo tomados se atraviesan impidiéndome el paso.
— ¿Te acompañamos, preciosa?
—No, gracias chicos. —digo un poco nerviosa.
—Vamos a divertirnos, ¿te parece? —habla uno de ellos, jalándome del brazo.
—Te dije que no. Suéltame. —digo un poco histérica.
—Tú decides, será por las buenas o por las malas. —dice el chico.
—Cristian, déjala. No quiere. Es la chica de la biblioteca. —dice el otro chico. Así que mi agresor se llamaba Cristian.
—Que la sueltes, no escuchaste. —dice una voz muy familiar. No puedo decir quién era porque estaba en la oscuridad. Además, venía acompañado de otras personas. Estaba muy oscuro.
No puedo pronunciar palabras. El miedo me tenía aterrada. Jamás me había pasado algo similar. Me parece que había visto la cara de estos chicos en la biblioteca un par de veces, pero no sé sus nombres.
— ¿Quién eres tú, su papá? ¿La chica quiere divertirse? —dice el tal Cristian.
—Creo que ya te hablé. ¿O prefieres que te enseñe a respetar? La chica a la que intentas obligar a no sé qué cosa es mi prometida. Así que, por favor, no lo repetiré. —dice Miguel, saliendo de la oscuridad, dejándome sorprendida. ¿Cómo que su prometida? ¿De qué estaba hablando?
—Señor simonovic, disculpe no sabíamos que era de su propiedad, — dice soltándome
—Yo no soy de la propiedad de nadie—digo molesta
—Amor por favor ven acércate—emirada
iendo su mano.
Camino directo hacia el, sin decir una palabra, su mirada me tenía helada, cuando estoy a su lado noto que se a quitado su gabardina colocando encima de mis hombros, estaba temblando ni siquiera me había dado cuenta.
—Chicos encárguense—dice miguel, un escalofríos cruzo mi cuerpo, no podía permitir que lastima a esos chicos
—Por favor, no los lastimes, están bajo el efecto del alcohol son solo unos chicos, por favor—o miro suplicante
—¡ESPEREN!, vámonos, dice dándole una orden a sus matones.- sentía un alivio, la cara del segundo chico el cual no sabía su nombre me daba las gracias en silencio,
Caminamos en silencio directo a el edifico de chicas, ¿cómo sabía que vivía aquí?
—Para la próxima, no me des ordenes delante de nadie, te recuerdo que el jefe soy yo, no me gusta que me impongan ni me supliquen, no soy un hombre de contemplaciones—dice serio
—Pues déjame decirte que yo no te mande a rescatarme, segundo no me importa si te gusta o no que t digan las cosas en público, pero no iba a dejar que golpearas a esos chicos, son solo unos adolescentes, los he visto estudiando en la biblioteca, y tercero me importa muy poco si te gusta o no que te impongan, no puedes venir a darme ordenes, por mi puedes ser el mismísimo papa, pero tengo identidad y carácter, hago lo que quiero no lo que me digan—digo sin pestañar, retándolo con la mirada
—Bien—dice dando la vuelta marchándose, lo veo subir a una de sus camionetas, ni siquiera sé cómo llegaron aquí, veníamos caminando y no sentí ningún ruido, cuando creo que van arrancar, lo veo bajarse nuevamente con una mirada decidida, va a matarme, estaba segura, pero hace una cosa mucho peor, me toma de la cara y me besa, al principio es beso es desbocado y hambriento pero luego se torna suave y gustoso, así que le respondo con todo gusto, volvía nuevamente a sentir aquella sensación , es como estar en casa.
Se separa lentamente de mi y pega su cabeza a la mía, su respiración esta acelerada, tienes los ojos cerrados, es como si estuviera librando una batalla con el mismo.
—No sé qué me está pasando—dice alejándose de mi
No digo ni una sola palabra, pues siento que su mirada traspasa la mía, descubriendo los secretos de mi alma, en cambio sus ojos no revelan nada el es un hombre vació, triste, siento mucha pena por él.
—Debo irme—dice marchándose, lo veo partir en sus cuatro camionetas, no entiendo porque debía andar tan bien acompañado, supongo que debe ser por lo que publicaron de él y la mafia rusa, esta era mi oportunidad, pero no quería traicionar su confianza o lo que sea que me estuviera dando, este mundo no era de fiar, prefería mejor alejarme, aunque me graduaría de periodismo, obviamente este tema me fascinaba, pero podía salir muy afectada, inclusive mi familia, por eso debía pensarlo bien.
Camino directo a mi habitación compartida, por suerte Daniela no estaba, no quería tener que explicar o contar nada, prefería mantenerlo en secreto, conocía a mi compañera, es una chica demasiado extrovertida, imprudente ni siquiera sé porque estudia medicina, es una carrera humanitaria y de dedicación, cosa que ella no tenía.