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Capítulo 3

¿Cómo vería esto?

La verdad, no tengo la menor idea. Siendo introducida en aquel enorme estadio por cuatro chicos, sobre los musculosos brazos de uno de ellos. Desconocidos, sí, para mí lo son.

Sin saberlo, su música había salvado mi vida en el presente. Pero el futuro sigue siendo incierto, imposible de saber. ¿Cuándo duraran los efectos de aquel antídoto?

Esto solo sería una pequeña y pasajera aventura para ellos tanto como para mí. Al amanecer, volvería a caer en la cruel y fatídica realidad de la que era mi vida. Ya no queda mucho tiempo más para mi, todo terminará por hundirme en medio de lo desesperado de los tiempos. Sé que algún día terminaré ahogándome en mis penas, la locura terminará por alcanzarme; el final será inminente.

Ahora que mi voz se había ido, también la habían acompañado los clamores por ayuda. ¿Cuándo tiempo permanecería así?

Tal vez... ¿Por siempre?

¿Qué más anotará la vida en mi lista de desgracias por vivir? ¿Qué pasará cuando ya no haya ninguna?

Aquel chico de hermosos ojos y mantenidas trenzas al fin me ha dejado bajar de sus brazos. Mi equilibrio es torpe, haciéndome tambalear; al ver la inutilidad de mis pies, mi instinto me obliga buscar un apoyo firme.

Tomé el brazo de chico más cercano a mí, miré su mano topando con una hermosa obra de arte tatuada en su brazo. “Libertad 89”, libertad, eso era lo que menos había en mi vida.

Con su otra mano, el dueño de aquel brazo toma mi mano. Pasando ahora la hermosa obra de arte por detrás de mí, afirmándose de mi cintura.

Lo miré a los ojos y él me regaló una ligera sonrisa, dije en mi mente.

―Creo que su tobillo realmente está mal. Deberías haberla dejado sentada en un sillón Theo ―dijo él.

―Si la dejaba sentada en un sillón, él no podría ver su trasero, eso era justo lo que Theo quería... e hizo.

―Muy gracioso Imre ―dijo Theo sonriendo con sarcasmo.

―Creo que debería darse una ducha... y botar esa ropa; está demasiado rota y manchada ―dijo el chico de anteojos.

― ¿Te podrás sostener como para ducharte? ―me preguntó Vilh.

Intenté afirmar mi pie, pero fue imposible, lo miré y negué.

―Si puedes Lisa ―dijo Imre acercándose, tomó mi otro brazo, desprendiéndome ligeramente de Vilh quien me tomaba con todas sus fuerzas―... solo apóyate en el otro pie. Vamos, ¡Inténtalo!

Me afirmé del brazo de Imre y del de Vilh al mismo tiempo. Intentando cambiar el peso de mi cuerpo y apoyarlo en mi pie izquierdo. Imre soltó mi brazo al ver que me mantenía de pie, Vilh en cambio me tomó con más fuerza.

―Esa ropa definitivamente hay que botarla ―dijo Theo mirándome de pies a cabeza.

Su gesto pervertido me perturbaba, eso me hizo balancear y recurrir a Vilh nuevamente, prácticamente abrazándolo.

―Theo... ¡Basta! No la asustes ―dijo Vilh envolviéndome en sus brazos.

― ¡¿Qué?! ―reclamó como si no hubiera hecho nada― Yo solo dije que debe cambiarse de ropa.

Ahora fue Vilh quien me miró de pies a cabeza. Pero a diferencia de Theo su mirada no era significativa, solo observaba lo obvio.

―No había notado lo mal que esta. Pero... ¿Qué le ponemos? ―dijo Vilh.

¡¿Ponemos?!

Hablaba de mí como si fuera una niña o muñeca a la cual debían vestir.

― ¿No te incomoda? Tener a cuatro extraños hablando de ti sin poder decir nada ―dijo Garin. Yo asentí tímidamente, los cuatro sonrieron al mismo tiempo.

―Tranquila Lisa, no mordemos... bueno, Theo sí ―dijo Imre.

Theo lo mató con la mirada.

―Es muy delgada para nuestra ropa. La de cualquiera de nosotros ―dijo Garin.

―Theo... ¿No tienes algo de tus chicas de esta semana por ahí? ―preguntó Imre.

―Creo que ―Theo se detuvo y abrió los ojos en grande al ver que había caído―...No tengo nada ―dijo en seco―. ¿Podría usar una de mis camisetas?

―Creo que es lo único que tenemos. ¡Por el momento servirá ―esperen! Dijo “momento” ¡Como si esto fuera a durar más de un momento! ―... Después le conseguiremos algo ―y ahí estaba de nuevo, “después”.

¿Enserió pensaban que habría un “después”?

― ¿Cuál habitación le daremos?

―Vilh insistió en traerla, que de eso se encargue él ―respondió Garin.

―O se puede quedar conmigo, no me importa, ya estoy acostumbrado ―dijo Theo.

De nuevo me aferré a Vilh.

Ni loca me quedaría con él.

―Creo que no le agradas Theo ―dijo Vilh sobando mi espalda.

Aunque, sí, era cierto le tenía algo de resentimiento. No quería decir que no me agradara. Miré a Vilh y negué, dándoselo a entender.

― ¡Ves! Si me quiere. Además, tendrás que venir conmigo para buscar algo lo suficientemente grande que te esconda todo ―dispuso su mano para que yo la tomara. Lo miré con duda, no quería hacerlo. Vilh aun me tenía en sus brazos, sin intenciones de soltarme―. Si tienes miedo de caminar te cargo de nuevo.

Me solté de Vilh intentando caminar por mí misma, pero tan pronto lo hice Theo me levantó en sus brazos nuevamente, sin previo aviso. Me asusté y lo tomé con fuerza del hombro, no medí mi fuerza cuando introduje mi pulgar en el hueco de su cuello. Él se encogió, quejándose del dolor que le había ocasionado.

―Theo. Ten mucho cuidado con lo que haces ―dijo Vilh.

―Tranquilo. La tengo bien agarrada ―dijo caminando.

―No me refiero a eso ―dijo Vilh antes de que Theo se perdiera en el pasillo.

Entonces... ¿Qué fue lo que quiso decir?

― ¿Sabes? ―me dijo mientras caminaba― Nunca habíamos tocado en un estadio que fuera un hotel de 5 estrellas también. ¿Sabías que esto era así por dentro? ―preguntó y yo asentí― Es extraño... ¿Cómo es que sabes alemán? ¿Enserio entiendes todo lo que te digo? ―volví a asentir.

Él se detuvo frente a una puerta, hizo que yo tomara el pomo mientras buscaba las llaves.

Le hice señas para que me las diera y así lo hizo, yo las tomé para introducirla en el cerrojo. Abriendo la puerta.

Él caminó dentro de la habitación, dejándome sobre la cama, luego se alejó de mí.

― ¿Por qué traes toda tu blusa roja...morada? ¿Cómo te manchaste así? No estás herida... ¿o sí? ―dijo despegando sus ojos de la ropa y mirándome.

Yo negué con desesperación, este chico sí que hacía preguntas.

Si supiera que era la sangre de mi madre, a la que yo misma había asesinado. Jamás me ayudaría.

Theo volvió a perder su vista entre la ropa, esculcando entre sus desordenadas maletas. Yo ojeé un poco aquella enorme habitación, moví mi pie izquierdo y enseguida choqué con algo debajo de la cama.

Tomé del suelo lo que parecían ser carteles, empecé a bufar y resoplar debido a la gracia que me causaba lo que había escrito en ellos. Ya que mi risa no era audible, se reflejaba simplemente con pequeños quejidos, eso hizo que Theo me mirara.

― ¿De qué te ríes? ―dijo notándolo.

Yo acomodé rápidamente los carteles más interesantes. Los volteé a su vista.

Él solo me miró serio con una ceja en algo, yo lo señalé y él cruzó sus brazos.

― “Dios del sexo”. ¿Qué tiene? ―pasé al siguiente― “Theo... Hazme un hijo” ―repitió fastidiado. Yo volví a carcajearme― ¿Sabes cuantas chicas desearían estar ahora aquí conmigo, en mi cama? Como tú lo estas ahora ―yo comencé a negar aun riendo y, si, prácticamente me burlaba de ello. Al abrir los ojos me topé con su nariz justo frente a la mía, eso hizo que la gracia desapareciera bruscamente―. Te demostraré por qué esos carteles dicen lo que dicen.

Ante su cercanía me quedé totalmente congelada, los hombres me intimidaban demasiado lejos de los lugares públicos. Eso me dejaba indefensa, Theo se acercó más, besándome.

No sabía cómo tomar esto. ¿Estaba defendiendo su orgullo? ¿Era exceso de confianza o abuso?

Me preguntaba a mi misma como debía reaccionar mientras él continuaba aventurándose en mi boca.

Si quisiera correr, no podría, gritar...mucho menos. Golpearlo no era una opción. Intenté alejarme de él, cayendo sobre la cama; pero él me seguía, cayendo sobre mí.

Su mano intentó tocar mi vientre, fue ahí cuando reaccioné inmediatamente, estaba a punto de tocar mi herida de la cesárea de emergencia. Por alguna razón, aun no sanaba. Lo empujé, alejándolo de mí.

Al estar de pie se vio en un momento incomodo.

―Lo siento. Creo que fue demasiado ―enseguida lo noté.

Solo estaba defendiendo su orgullo, era de esos chicos que no sabían aceptar el rechazo. Aquellos que creían que todas las chicas se rendirían a sus pies cuando ellos lo quisieran.

No lo miré, sea como fuera, me lastimaba lo que había hecho.

Perdí mi mirada en la pared, él volvió dejando frente a mí la camisa que me daría.

―Creo que esta te servirá ―no me moví.

Me sentía fatal, y mi cuerpo no reaccionaba como yo quería.

― ¿Encontraron la camisa? ―dijo Vilh desde la puerta. Pude ver como se detuvo, mirando el nerviosismo de Theo y mi mirada vacía― Theo. ¿Por qué Lisa está así?

―No... Sé ―balbuceó mientras rascaba su cuello.

― ¿Qué le hiciste? ―preguntó acercándose a mí. Vilh colocó sus rodillas en la alfombra, tomando mis manos, buscando la forma de que lo mirara. Llevó una de sus manos a mi barbilla, obligándome a mirarlo― Intentó propasarse contigo ¿verdad? ―miré periféricamente a Theo, sin moverme un centímetro. Vilh enseguida retó Theo con sus ojos― ¿Por qué esto no me extraña? Theo, las grupies, lo entiendo. Pero... ¿Lisa? Es obvio que no te conoce. ¿Por qué no piensas un poco antes de hacer semejante estupidez?

Theo quitó la mirada de Vilh, no tenía palabras, sabía que tenía razón.

Vilh le arrebató a Theo la camisa de su mano, para luego volver a mi lado.

―Vamos... Te saco de aquí ―ayudándome a pararme―. ¿Quieres que te cargue? ―preguntó y asentí― Theo, espero que encuentres una buena forma de pedirle perdón a Lisa ―dijo mientras me alzaba.

Delicadamente me elevó en sus brazos; no eran tan fuertes como los de Theo, pero así era más que suficientes, no necesitaba más.

―Lo bueno es que eres pequeña y delgada. No pesas mucho ―dijo y sonrió. Sus impresionantes y perfectos rasgos me dejaban perdida en su rostro, él es, perfecto― ¿Llevas mucho tiempo muda? ―preguntó, yo negué― Me gustaría poder escucharte; que me contarás que fue lo que sucedió. ¿Por qué estás sola? ¿Por qué estabas ahí tirada, en estas condiciones?

Quité mi mirada de su rostro. Mis ojos empezaron a aguarse, no quería que él se diera cuenta de lo que yo era ni que me había llevado hasta ese destino, machada de sangre, huyendo.

No debía saberlo.

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