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Liam, se encuentra aliviado. El banco después de dos días, ya no le acosó. Sin embargo Eduardo, no era tonto, sí se negaba o hacía un movimiento en falos; quitaría toda la inversión. Decidió por medio de Eduardo, invitar a la señorita Elena a un paseo.
Una hora mas tarde, escucha un débil golpeteo en la puerta. Elena ingresa, tiene puesto un conjunto elegante, junto a un sombrero a juego. Lleva su cabello rubio en una trenza. Sus manos, están cubiertas por guantes de encaje, y sostiene una pequeña bolsita.
Sus mejillas se vuelven rojas al ver a Liam. Tiene la camisa desprendida, por las preocupaciones y su traje le acentúa sus músculos. Elena se muerde los labios, y liam la observa.
“Esos labios…”, piensa pero mueve la cabeza con disimulo intentando ignorar esos pensamientos.
—Hola Liam… que bueno verte… —murmura Elena, con una sonrisa tímida en el rostro. Se encuentra de pie, en el lumbral de la puerta.
—Pasa –espeta, sin emoción alguna y Elena con una sonrisa ingresa.
—¿Cómo has estado? –interroga nerviosa.
—Bien –comenta en un monosílabo.
—Oh… que bueno –murmura un poco incomoda, su sonrisa se borra. Sus hombros se juntan y sostiene con fuerza la cartera.
—Siéntate, ya termino.
—Bueno… —comenta con voz suave.
Elena aprovecha ese momento, para observar a su crush desde que era niña. Se siente feliz, de estar tan cerca de él. Sus movimientos son elegantes, sus músculos se contraen cada vez que sostiene una hoja entre sus manos y vuelve a la computadora portátil.
“¿Por qué tiene que ser tan guapo?”, se pregunta en silencio.
—Bueno… marchemos –menciona Liam y Elena, se pone de pie. Toma el antebrazo de Liam sin preguntar, LIam la observa con enojo.
“Maldita criatura, es igual a Eduardo. Los mismos ojos grises y apagados; esos labios color chicle; su piel pálida como un vampiro”, piensa enojado.
—¿Pasa algo? –pregunta insegura Elena. Liam suspira frustrado, a pesar de detestar la compañía de su enemiga, finge una sonrisa.
—Nada, digo… estoy bien –miente y ella vuelve a sonreír. Juntos en silencio llegan al estacionamiento. Liam está abriendo el vehículo, al mirar a su costado, no ve a Elena por ningún lado.
—¿Elena? –pregunta al aire, pero nadie le da ninguna respuesta –Mierda, encima tengo que buscar a esta niñita malcriada –espeta a regañadientes.
Pero su enojo se desvanece. A unos metros de distancia, la encuentra. Sostiene entre sus manos, un pequeño perrito. Está lastimado al parecer. Elena no duda un segundo, en quitar su costoso pañuelo y envolverlo en él.
—Lo han atropellado, es… tan pequeño. No debe tener más de dos meses –comenta con dolor, tiene la mirada fija en el cachorro.
—Bueno, vamos, déjalo ahí y… —pero Liam, se queda en silencio. Al ver los ojos llenos de lágrimas de Elena, algo en él, se conmueve.
Y Liam Cole, no era alguien para conmover, él jamás tenía sentimientos. Nunca había amado a nadie en toda su vida, menos a una niña malcriada.
Liam Cole, dio un suspiro mirando al cielo y se hincó de rodillas frente a la chica.
—Vamos a una veterinaria –siseo, algo confuso por la marea de sentimientos que lo invadían.
—Gracias Liam –espeta con agradecimiento, dándole una tierna sonrisa. Entonces LIam, quien cuidaba su deportivo como un tesoro y jamás. Pero jamás en toda su vida, subiría a un animal, lo está haciendo.
Mira de reojo a Elena, quien le habla palabras dulces al animal y suspira, sintiendo un escalofrió en su columna vertebral.
—Tranquilo bebé… —susurra Elena.
Pronto llegan, Liam se queda en el auto y Elena baja enseguida. Maldice, y baja junto a ella. Elena ingresa, y un veterinario se queda quieto al ver lo hermosa de la chica.
“Qué bonita…”, piensa el veterinario. Extiende una sonrisa en todo el rostro, pero se borra al ver el ceño fruncido de Liam. Quien está como una estatua a su lado.
—Hola… —menciona un poco nervioso por la mirada del acompañante.
—¿Puede ayudarme?, lo encontramos hace unos minutos, está herido es muy pequeño –murmura y extiende sus brazos, el veterinario lo sostiene.
—Veré que podemos hacer –murmura y ella sonríe.
—Lo debe curar, es su trabajo –comenta enojado Liam y el veterinario corre.
Elena, se sienta y suspira preocupada por el cachorro. Esconde su rosro, en la palma de su mano. Liam la observa en silencio, quiere ser malo con ella y distante.
—Bueno, es mejor marcharnos, que se encarguen. Pago y nos vamos –menciona y se pone de pie.
—Me quedaré aquí –comenta con decisión la pequeña rubia, de curvas prominente. Sus mejillas están rojas, al igual que su nariz. Liam asiente, se pone de pie y cierra los ojos.
“Mierda…”, maldice en silencio. Gira sobre sus talones y se sienta a su lado.
—Pensé que te irias –comenta Elena confusa, observando a su acompañante.
—Me… quedaré contigo –espeta y ella sonríe.
—Lamento… haber arruinado el paseo –comenta apenada, y pellizca sus dedos por ansiedad.
—No es tan… malo –murmura y traga saliva en seco, por su respuesta “amable”, algo que no quería para nada.
—Gracias… —susurra y sus ojos se achinan de manera graciosa. Sus ojos parecen dos medialunas, y Liam se pierde en esa sonrisa.
—De nada… —comenta y ella lo toma del ante brazo.
Una hora después aparece de nuevo el veterinario. Elena enseguida se pone de pie, se acerca corriendo al mostrador. Sus ojos brillan, Liam se percata de ello.
—Está bien, tenga –comenta el veterinario y ella le agradece.
Media hora más tarde, Elena tiene el semblante triste. Su nariz está roja y comienza a estornudar sin parar.
—¿Estas bien? –pregunta confuso Liam y Elena asiente.
—Soy alérgica, al pelo de los animales, bueno a la mayoría de las… —un estornudo interrumpe sus palabras y hace una mueca –mascotas.
—Bueno, te llevaré a tu casa –comenta Liam pero ella niega.
—No puedo, es decir: Papá no me dejará tener a Perri.
—¿Perri? –pregunta confuso.
—Sí, se llama así.
—Entonces ¿Qué harás? –pregunta dudoso. Elena lo mira con los ojos cristalinos, y Liam niega.
—Claro que no.
Dos horas más tarde, Liam deja la bolsa de medicamentos sobre la mesa. Mira con los brazos cruzados, el cachorro que acaba de orinar en la alfombra.
—Mierda, ¿en qué me metí? Maldito rostro adorable… —espeta enojado, por haber sido tan fácilmente convencido por Elena.
Mañana temprano Elena visitaría a Liam, para ver al perro.
—Vamos perro, te llevaré al jardín interno –comenta pero el perro lo ignora, da un aullido y suspira molesto.
—Vamos “Perri” –comenta haciendo una mueca y el perro le sigue, sin embargo cuando abre la puerta de vidrio suspira.
“Mierda LIam ¿y si le da frio? Está enfermo”, piensa.
—Mierda, ¿qué me pasa?