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4

Dos horas mas tarde, Liam, está recostado y en el suelo junto a una pequeña caja: el cachorro. Suspira, mientras observa el techo. Liam, jamás había sido débil y mucho menos ante una chiquilla quejumbrosa.

Cierra los ojos para finalmente quedarse dormido.

Al día siguiente, el timbre suena repetidas veces. Liam bosteza confuso, se pone de pie y ve al perro aún dormido. En cuanto lo toca, se da cuenta que no se mueve.

—Mierda –comenta preocupado. –Ni siquiera lo dejé afuera.

Baja corriendo las escaleras, al abrir la puerta, se encuentra con un rostro hermoso. Elena, lo observa con una sonrisa amable. Tiene en su mano izquierda una cesta de mimbre, y en la otra mano su teléfono.

—No… atendías –comenta Elena, timida con la vista en el suelo.

—Hola… —tartamudea un poco confuso, no sabe de que manera decirle aquello.

—¿Dónde está Perri? Compré alimento especial para el, y mira… —murmura, enseñándole la pequeña capa para el cachorro —¿no es tierno?

Sus ojos se vuelven dos medialunas, y Liam suspira. No comprende porque una chica tan joven, provoca eso en el. Sin embargo, muerde sus labios y asiente.

—Está… arriba –responde con dificultad y Elena, visualiza la escalera para avanzar. Liam, se interpone en su camino y ella, lo observa confusa.

—¿Ocurre algo? –pregunta dudosa, y el niega.

—Nada… ¿Qué… cosa puede ocurrir? –pregunta con las mejillas sonrojadas.

—no lo sé, estas en frente sin dejarme pasar… ¿algo le ocurrió a Perri? –pregunta y para sorpresa de Liam, ella le da un beso en los labios. Al distraerlo, rodea el cuerpo musculoso y avanza. Elena sube con el corazón en la garganta, abre las puertas de cada habitación hasta que lo ve.

—Perri… —susurra y sus ojos se cristalizan. Se da cuenta que Liam, se tomó el trabajo de llevarlo a su propia habitación y cobijarlo.

Se inclina frente al cachorro, y acaricia el suave pelaje. Pero el cachorro está muy tieso.

—Perri… —susurra y empieza a llorar.

—Lo siento… yo… cuando me desperté, el cachorro ya… no estaba vivo y… no sabía cómo decirte –responde con pena, se sienta en la cama, Liam.

—Gracias por darle este espacio, antes de morir –comenta Elena con los ojos llenos de lágrimas. Cubre al cachorro, con la manta y suspira

“Liam, no seas débil…”, piensa.

—Debemos… enterrarlo –pronuncia y Liam asiente. Sigue sus pasos, Elena sostiene a “Perri”, juntos bajan.

—Quieres… ¿enterrarlo en mí jardín? Es amplio y…

De pronto Elena lo abraza, con un brazo en el otro tiene a la mascota.

—Gracias… —susurra y Liam asiente. Llegan al exterior, y Liam se acerca debajo de la sombra de un árbol. Elena asiente, mientras se inclina al raz del suelo.

—Buscaré una pala –murmura Liam y Elena suspira. Pronto llega, hace un poso no tan profundo, y Elena observa a Liam.

—Es hora... –comenta.

Coloca al cachorro con la caja, y lo cubre con la manta comprada para él.

—No estuviste mucho en mí vida Perri, pero… espero que estos últimos momentos hayas sentido que eras bienvenido en un hogar…

—Descansa… —comenta Liam, antes de tirarle tierra encima. Aunque Elena, derrama un par de lágrimas, se siente tranquila.

Al ingresar a la casa Elena, observa a Liam. Él se encuentra en silencio, sosteniendo una botella de agua entre sus manos.

—Debo ir a casa.

Pronuncia Elena, con una sonrisa amable, se acerca y le acaricia la mejilla a Liam.

—Gracias Liam… —susurra y se aparta.

Los días pasan, no vuelve a llamar a Elena.

Elena, se encuentra en la mansión. Observa sus uñas cortas, y piensa:

“¿Habré espantado a Liam?”.

Se sentía triste, al no tener noticias de Liam. Había tenido la esperanza de encontrarse mas constantemente. Sin embargo, pasaron 8 días y aun, no había novedades del hombre. Se acerca Eduardo, al contemplar a su hija triste.

—¿Pasa algo cariño? –pregunta y ella niega.

—Nada pa… —murmura y vuelve a suspirar por aquel hombre. Pronto aparece Graciela, quien al observar a la joven dice:

—¿Corazón roto? –pregunta y Elena se ríe.

—No… —niega, pero Graciela, toma de la mano a la chica y se la lleva. Suben al auto y Elena rodea los ojos.

—Estoy bien, Grace –comenta y Graciela niega.

—Vamos al salón de spa, eso te relaja, no lo niegues amor –susurra su madrastra y Elena asiente.

Tras una tarde de relajación, vuelven. Está ingresando cuando ve a alguien conocido en la puerta, Liam.

—Liam… —susurra con alegría, Graciela al ver a su hijo suspira. Da un paso para acercarse pero Liam, es más rápido. Toma de la mano a Elena y dice:

—Vamos, hay olor a podrido aquí –espeta molesto hablando por su madre. Elena confusa, mira a su alrededor sin comprender la referencia. Liam no despega la mirada de su madre, hasta que se alejan. Graciela, solamente siente el corazón roto.

—¿A dónde iremos? –pregunta Elena con entusiasmo, y él dice:

—No lo sé, ¿Dónde queires ir? –pregunta y Elena abre la boca.

—A la playa –menciona y el asiente. Pronto llegan, Elena se quita las caras sandalias para pisar el suelo húmedo y arenoso.

Su sonrisa, contagia a Liam. Cierra los ojos al sentir el agua fresca, chocar contra sus dedos delgados. Abre sus parpados, y encuentra a Liam mirándola.

Pero enseguida gira el rostro confuso, por observar de esa manera a la chica. Mueve la cabeza de un lado al otro. Se quita los zapatos y siente el agua fría tocarlo. Sonríe sin poder evitarlo. Elena, toma la mano de Liam y avanzan a la playa. Liam con sorpresa siente sus pantalones costosos lleno de agua salada. Hace una mueca y dice:

—Me ensucié —espeta enojado y Elena abre los ojos.

—Lo siento, yo…

—Te llevaré a la casa… —comenta con enojo, y avanza hacia el auto.

Pero en lugar de eso, Liam dice:

—Tengo mis pantalones llenos de agua y… quiero casarme contigo.

Al decir esas palabras, Elena, lo contempla en silencio. Ambos están hasta las rodillas metidos en el mar. Ella sonríe con alegría y le da un fuerte abrazo. Quizas es muy pronto, pero Elena, no sabe si lo tiene. Su felicidad es inmensa.

“El chico de mi sueño ¡Me propuso matrimonio!”, piensa con inmensa alegría.

—¿Es muy pronto? –pregunta, inseguro de decirle la propuesta tan rápidamente, pero ella niega. Ambos se abrazan, hasta que Liam, la besa. Sus labios se juntan, Elena enrieda sus piernas en la cintura masculina.

Liam, siente su miembro erecto en ese instante. Sus piernas formadas, son hermosas. Su trasero, lo puede sentir con sus manos. Es imposible para Liam, no excitarse. Muerde los labios femeninos y gime, Elena siente un enorme calor de repente. Nunca se sintío de esa manera. Pero la lengua de Liam, continúa explorando la boca de Elena. Sus lenguas bailan al ritmo, del sonido de las olas.

Hasta que Elena, avergonzada por la situación, se pone de pie. Liam, suspira y el problema, será salir del agua.

—¿Por qué no sales? –pregunta confusa, al ver a Liam aún metido en el agua. Ella ya salió a la orilla.

—Avanza… avanza al auto enseguida voy… —menciona algo avergonzado. Elena no comprende, pero le hace caso.

Cuando LIam siente su miembro, en el lugar, avanza. Al llegar al auto, sabe que los asientos se mojaran, pero le da igual. Puede ver a Elena, dormida. Eso lo confunde, a penas es el medio día ¿por qué se siente tan cansada?

“¿Y si acaso tiene frío?”, se pregunta. Antes de arrancar, baja nuevamente. Abre el baúl del auto, quita una manta. Vuelve a ingresar, cubre a la chica con la tela. Ella se acurruca, enciende la calefacción.

Al llegar, dice:

—Elena, llegamos –murmura, y la empuja levemente, tocando su brazo. Pero Elena, aún tiene sus ojos cerrados. Aquello confunde un poco a Liam.

—¿Elena? –pregunta, y se acerca. Pero siente su respiración demasiado relajada.

—Duerme como un tronco, ¡Elena! –grita pero Elena, sigue inerte en contra del vidrio. Aquello ya preocupa a Liam, la sostiene del brazo pero cae como un peso.

—Mierda ¡Elena! –grita, rodea el auto y abre la puerta del copiloto. La sostiene entre sus brazos, y le pega una pequeña cachetada. Elena sigue sin responder. La toma entre sus brazos, ingresa a la casa después de una patada a la puerta.

—¿Qué ha pasado? –pregunta su padre preocupado, se acerca asu hija.

—No despierta ¡hice todo! –comenta exasperado, toca su cabello y da vueltas alrededor de Elena. La dejó en el sofá, su padre con toca la calma del mundo, se pone de pie. Toma una botella de alcohol, la acerca a su nariz.

Elena reacciona, y sus ojos se clavan en su papá.

—Listo –comenta con alivio Eduardo, Liam se siente confuso.

—Tengo… el sueño pesado –comenta Elena con una risita, y Liam sale afuera. Jamás en su vida se había asustado tanto. Siente lágrimas en contra de sus ojos, las quita de un manotazo.

—¿LIam, estás bien…? –pregunta, intenta sostener su mano, pero Liam la aparta.

—¡No respondías! –grita molesto y Elena se sobresalta.

—Lo siento… —comenta apenada y el niega.

—Lo lamento, no quise asustarte –responde y ella le da una sonrisa, sostiene su antebrazo.

—No te dejaré ir… tan fácilmente, además, debes pedirle mí mano a papá –aquello, si que Liam no lo esperaba. Observa a la hermosa mujer, tiene una enorme sonrisa divertida.

—No… eso no –susurra pero ella se encoje de hombros divertida.

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