Capítulo 5
Retiro mis manos, pero antes de que pueda, una de las suyas agarra fácilmente mis muñecas, sosteniéndolas contra mi voluntad; la otra mano, precisamente la izquierda, se apoya en mi espalda, presionando mi pecho para que entre en contacto con el suyo. Deja escapar un gruñido y cierra los ojos cuando siente mis pezones firmes en contacto con sus pectorales, mis mejillas se ponen rojas de vergüenza y jadeo al sentir su erección empujando entre mis muslos con fuerza.
- Déjame, por favor – Me encuentro rogándole que me deje ir, me siento humillada y sucia por estar tan cerca de él, a pesar de que siento mis bragas empapadas y un deseo incontrolable de besarlo y sentir toda la suavidad de sus labios. sobre mi cuerpo, incluso en partes donde no debería.
- ¿ No estás feliz de volver a verme, Astilbe? - me dice volviendo a abrir los ojos y frotando su nariz contra la mía. Si no fuera él quien hace este gesto, lo tomaría como una caricia, pero sé que él nunca lo haría, aunque no lo conozca.
- Sí, extrañaba tu cuerpo, Clara - al escuchar mi nombre salir de sus labios, mis ojos se abren más de lo que ya están y siento el miedo apoderarse de mi cuerpo al tener la conciencia de que una vez que sepa mi nombre, él seguramente lo hará. He obtenido mi dirección y ya sabrán muchas cosas sobre mí. Tengo miedo de lo que podría hacerme si conoce mi identidad y me aterroriza que pueda hacerle algo a mi madre por faltarle el respeto.
Mi cuerpo comienza a temblar visiblemente y él frunce el ceño; libera mis brazos de su agarre de hierro, empujándome desde mis hombros hacia la pared detrás de mí, cerca de la ventana donde están colocados el libro y el café, que ya se habrá helado. Coloca las palmas de sus manos cerca de mi cabeza, atrapándome entre su cuerpo y la pared y acerca su mano derecha, colocando su pulgar en mis labios, pasándolo sobre ellos como si fuera un lápiz labial. Traza el contorno de mis labios y luego lo coloca en el centro de mi labio inferior, empujándolo hacia abajo tocando el interior del labio, cerca de los dientes.
Antes de que pueda morderlo, se quita el pulgar y se lo lleva a la boca, chupándolo, realizando uno de los gestos más excitantes que he visto en mi vida; Mis bragas ahora se están empapando y mi temperatura corporal aumenta, sintiendo un cosquilleo cada vez más insistente en la parte inferior de mi abdomen.
- Tus labios saben a café, Astilbe - Pongo los ojos en blanco ante el apodo, cuyo motivo aún no entiendo, y sólo ahora recuerdo que la ventana está cerca: esto significa que estirando el brazo puedo fácilmente Toma café y viértelo en la cara. El maníaco comienza a inclinar su rostro cada vez más cerca de mí, hasta que extiendo la mano y agarro el café, derramándolo sobre su rostro y sobre la camisa blanca en la que se forma una mancha marrón. Desconcertado se aleja levemente, frotándose los ojos donde probablemente se habrá metido algo de café y aprovecho para alejarlo de mí y salir corriendo.
Corro escuchando el sonido de mis botas golpeando el brillante piso negro y sus zapatos, que seguramente costaron más que mi salario multiplicado por diez, detrás de mí. Sus pasos se acercan cada vez más a mí y cuando me reflejo en el suelo por unos segundos, noto su brazo tratando de agarrar mi cabello, un pequeño grito sale de mis labios y aumento mi velocidad, haciendo slalom entre los distintos estantes. . Al llegar frente a la escalera que conduce al piso inferior, salto los dos primeros escalones y extrañamente no caigo, aterrizando perfectamente en el tercer escalón; Subo las escaleras de dos en dos y trato de desaparecer de su vista, escondiéndome debajo de la caja registradora.
Dejo escapar un pequeño grito cuando escucho pasos acercándose cada vez más, hasta ver dos zapatos de tacón y luego el rostro de Berta mirándome con una ceja levantada y una mirada curiosa.
- ¿ Podemos saber qué estás haciendo ahí abajo? Y sobre todo tienes que explicarme por qué corrías con el señor Pastro detrás, que actualmente te busca entre los estantes llamándote Astilbe, pero ¿qué clase de nombre es ese? Y sobre todo, ¿por qué tiene la camisa sucia? ¡No me digas que le derramaste el café que te preparé! - me pregunta Berta estirando sus brazos en mi dirección e intentando tomar mis manos para sacarme de mi escondite.
- Shh, no tiene por qué saber que estoy aquí, y sí, le derramé café en la cara, pero se lo merecía. No elegí el apodo y en cualquier caso tengo que esconderme de su enfado, quién sabe lo que me hará cuando me encuentre - reflexiono sobre mis acciones y debo decir que dejo que el instinto se apodere de mí cada vez que él estaba cerca de mí; Normalmente pienso mucho antes de hacer algo arriesgado como abofetear.
- No creo que esté enojado, se reía como loco y tenía cara divertida. ¿Estás seguro de que quieres quedarte allí? Si yo fuera tú buscaría un lugar más apartado. ¡Vamos, levántate, él viene aquí, muévete! - Me levanto de un salto golpeándome la cabeza debajo del escritorio que sostiene la caja registradora, ¡joder, duele!
Berta, que todavía logra sorprenderse por lo torpe que soy, se ríe y toma mis manos, acercándome a ella y levantándose.
- ¡ Si te atrapo será una mierda amarga para ti, Astilbe! - Escucho gritar a Hunter desde detrás de un estante al menos a cinco metros de nosotros. En cuanto dice estas frases, mirándome desde detrás de unos libros, empiezo a correr como si me persiguiera un demonio, pero él no se aleja mucho de la realidad.
Escucho su risa y sus pasos acercándose cada vez más a mí y cuando su mano agarra mi costado derecho, logro escapar de él una vez más y una risa sale de mi boca que se mezcla con la suya mientras corremos entre los innumerables estantes de este enorme biblioteca.
Me siento ligero y me estoy divirtiendo mucho, curiosamente. Sé que no debería disfrutar huyendo de un mafioso, pero él es más fuerte que yo y su risa es contagiosa. Siento la adrenalina correr por mis venas y su presencia avanzando detrás de mí hace que aumente, haciéndome sentir libre y ligera para correr y divertirme entre estos libros.
Muchas risas salen de nuestra boca y cuando logra agarrarme por las caderas y levantarme del suelo, girándome hacia él y rápidamente poniéndome sobre su hombro como si pesara cinco kilos, mi risa aumenta, sintiéndome como un niño.
Camina hacia la escalera conmigo sobre su hombro, como si yo fuera un saco de patatas, pasando junto a Berta y Gianni que, hoy con los ojos muy abiertos y conteniendo la risa, nos miran divertidos.
Baja las escaleras que conducen al piso inferior y se detiene en el lugar exacto donde nos encontramos y hablamos por primera vez. Me coloca en el suelo y agarrándome de los hombros me empuja lentamente hacia el estante, probablemente ayer se dio cuenta que había hecho demasiado ruido al dejar caer los libros. Al recuerdo del día anterior mis mejillas se tiñen de rojo y siento calor, además con la calefacción que Berta insiste en ponerse habrá treinta grados en mi cuerpo incluso en invierno, por eso cuando vengo a trabajar a la Biblioteca Tengo que vestirme ligero.
El maníaco me agarra la barbilla con una mano y la levanta, acercándose peligrosamente a mi cara; se inclina un poco más hacia adelante y nuestras bocas se tocan, lo que hace que ambos dejemos escapar un grito ahogado, lo que desencadena sensaciones que nunca antes había sentido. Mi mente inmediatamente piensa en lo asombroso que es el sonido de su jadeo y mi nombre pronunciado por esos labios perfectos. Empiezo a vagar en pensamientos incastos de él besando todo mi cuerpo, lamiendo, mordiendo y chupando tiras de piel, marcándome y reclamándome como suya, dejando que el mundo entero vea que le pertenezco. Mi mente, que recientemente descubrí que no es casta, divaga en pensamientos que normalmente definiría como obscenos, pero que en este momento están mojando mis bragas empapadas y aumentando el ahora familiar hormigueo en la parte inferior de mi abdomen.
- Entonces Astilbe, ¿aceptas? - pensando en todas las formas en que esos labios podían marcar mi cuerpo y esa lengua podía lamer partes que yo creía prohibidas para todos, pero que resultaron ser accesibles sólo para él, no me doy cuenta de que el maníaco acaba de preguntar Me hizo una pregunta y probablemente antes incluso pronunció un discurso. Logro liberar mi mente de escenarios que hasta ayer por la mañana consideraba indecentes, cuando el motivo de este cambio sacude mi rostro aún aprisionado por su férreo agarre en mi barbilla.
- ¿ Q-Qué? - balbuceo presa del pánico, esperando que no note el sonrojo en mi rostro.
- ¿ En qué estabas pensando, pequeña Astilbe? ¿Quizás de cuántas maneras podría complacerte? O de cuantas maneras me lo podrías dar? - hace estas preguntas con una lentitud asombrosa: al mismo tiempo con una voz ronca y excitada y un toque de diversión, casi como si me leyera la mente. Mi cara se pone morada y mis ojos se abren con sorpresa, ¡parece que puede leer mi mente! Mi respiración se acelera y siento los latidos de mi corazón golpeando mi cabeza mientras pienso en lo mal que me acabo de comportar, justo en frente de él. Pillado en el acto.