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Capítulo 4

Roberta levanta mi barbilla con dos dedos, mirándome con mirada cómplice y entendiendo la situación en la que me siento, me manda a ordenar los libros que se han caído. Después de ordenarlos todos con extrema precaución, subo las escaleras, luego subo al último piso y admiro lo bien ordenados y limpios que están los estantes. Miro hacia la pared derecha, mirando el maravilloso reloj que destaca, dando un aire junto con los libros, antiguos y antiguos, que sin embargo te hace sentir como en casa.

- Clara, ven a comer, es hora de almorzar - escucho gritar a Berta desde abajo, como si estuviera en casa, pero de todos modos a la hora del almuerzo nunca hay nadie, así que le grito que pronto estaré allí para comer.

Después del almuerzo sigo leyendo "Orgullo y Prejuicio", uno de mis libros favoritos, lo leo una y otra vez y siempre lloro al final.

Me sumerjo en el libro imaginando en lugar del señor Darcy y Elizabeth, al maníaco y a mí, pero inmediatamente me recupero maldiciendo mi estupidez.

Como siempre, me sumerjo en su historia de amor sin darme cuenta de lo tarde que es y al final leo toda la tarde en lugar de ayudar a Berta y Gianni.

Me levanto, alisándome el vestido y la cola, sintiéndome dolorida por la postura que me he puesto, el suelo no es muy cómodo.

Camino entre los distintos estantes y vuelvo a colocar el libro en su lugar hasta llegar a la escalera de caracol rigurosamente ordenada que conduce al piso de abajo. Llego a Berta disculpándome por haberme dejado leer un libro y no ayudarla en toda la tarde, pero siendo magnánimo como siempre el problema ni se plantea. Saludo a Gianni y Berta con un beso en la mejilla y me voy a casa.

Nada más cruzar el umbral de mi habitación siento una repentina necesidad de una ducha caliente, que elimina la sensación de sus manos sobre mí, y una vez dentro de la cabina de ducha me froto la piel como si quisiera quitármela, tanto es así. que se ponga rojo. Utilizo el doble de gel de ducha y champú que uso normalmente y me lavo, enjuagando bien mi piel con la intención de enjuagar también los recuerdos de este horrible día. Dejé que el agua lavara las impurezas de mi piel y las huellas de sus manos en mis caderas; quién sabe si mató a alguien con esas mismas manos, no quiero ni pensarlo.

Salgo de la ducha y una vez seco y vestido con mi pijama voy a la cocina, donde mi madre ya ha preparado la comida, pero cuanto más miro la comida, más bilis me sube a la garganta, realmente no. tener ganas de comer.

- Clara, tienes que comer algo, mañana tienes un día ajetreado, ¡no podrás tener hambre en clase ni en el trabajo! - me regaña mi madre, pero realmente no tengo ganas de comer, no podemos hablar de eso.

- Mamá, ya te dije que no tengo ganas, por favor, no quiero comer esta noche. Si quieres comeré fruta, pero sólo esto - por suerte no responde, pero al rato me lanza una mirada que entiendo enseguida: quiere saber si he conocido a algún buen chico. Inmediatamente pongo los ojos en blanco y trato de encontrar una manera de no contarle sobre el encuentro con el maníaco, no puedo mentirle a mi madre.

- Mamá, basta, aunque hubiera conocido a alguien, ciertamente no te lo diría, porque empezarías a hacerme demasiadas preguntas, así que lo tuyo es un juego perdido desde el principio - Sé que soy dura con mi madre a veces, pero necesita entender que también es siempre mi madre, no mi mejor amiga, no puedo contarle todo lo que hago y con quién lo hago.

- Ya entendí que conociste a alguien, pero está bien si no quieres decírmelo, no tengo por qué saber todo lo que haces, solo: ten cuidado - y terminando la frase se inclina sobre el mesa dándome un beso en la frente.

La saludo y después de lavarme los dientes me voy a dormir, pero al no poder dormir abro la ventana de mi habitación y miro la luna brillando e iluminando una franja de tierra con una luz azul.

Respiro profundamente la brisa vespertina que me alborota un poco el pelo y disfruto de la tranquilidad que me regala la tarde. Me acerco a mi cama y, cerrando los ojos y escuchando el ruido de los grillos, espero a que Morfeo me reciba con los brazos abiertos.

Al día siguiente, me despierta la insistente alarma que me devuelve a la realidad, a la monotonía que ayer Hunter alteró durante media hora.

- Saluda al joven, ¡eh! ¡E invítalo a casa! - Escucho a mi madre gritarme desde la ventana como todos los días algo sobre chicos.

Hoy por fin tengo la facultad de medicina y pasaré toda la mañana escribiendo notas, pero si quiero ser médico, primero tengo que estudiar.

Después de cuatro horas escribiendo, ya no siento mi mano y mi querido bolígrafo está a punto de quedarse sin batería, diría que ambos necesitamos recargarlo.

Después del almuerzo voy a la biblioteca, donde Roberta me ofrece, como cada vez, el inimitable café.

Subo las escaleras, guardo algunos libros y barro el piso; Desempolvo aquí y allá y hojeo los libros: son preciosos, consiguen llevarte a un mundo paralelo al tuyo, puedes ser protagonista de una historia y personificarte en ella, sintiendo las emociones descritas; Las películas y las series de televisión tampoco están mal, pero con los libros puedes leer palabra por palabra, capturar cada movimiento descrito y estar ahí con el personaje, o ser el personaje.

Tomo el café aún humeante y lo llevo conmigo en busca del “orgullo y prejuicio”, que seguramente habrá sido desplazado por alguien. El único ruido que escucho son mis pasos, resaltados por el tacón de mis botas que decidí volver a usar, en caso de encontrarme nuevamente con el maníaco, para acercarme al menos a su hombro.

Encuentro el libro apoyado en un estante debajo de una ventana y miro hacia afuera: el cielo es azul y las nubes blancas son maravillosas, no hay sol, pero no importa.

Me dejé llevar por las emociones y los personajes, por el temperamento de Elizabeth y por el oscuro señor Darcy; Me encanta la forma en que Elizabeth siempre se venga de él. Estoy inmerso en mi mundo y no noto la presencia detrás de mí, hasta que una voz que no puedo olvidar susurra roncamente en mi oído, dándome mil escalofríos.

-Astilbe- _ _

 -clara-

- Astilbe - me susurra al oído una voz ronca, que a pesar de mí no puedo olvidar. Siento que los escalofríos suben por mi columna y sus manos agarran mis caderas y giran mi torso, haciéndome golpear su pecho y dejar caer el libro en el pequeño estante debajo de la ventana. Abro mucho los ojos e intento liberarme colocando las palmas de mis manos sobre su musculoso pecho para alejarlo de mi cuerpo, que en ese momento está pegado al suyo.

Nuestros cuerpos encajan perfectamente a pesar de su altura y siento mis pezones rozando su pecho; Me maldigo por llevar el top sin sostén, ¡tonta, tonta, tonta!

Miro hacia arriba encontrándome con dos agujeros negros que parecen succionarme y sé perfectamente que no podré escapar de ellos, cuanto más intento escapar más querrá succionarme hacia su abismo y como un ingenuo. Me dejaré arrastrar con él. No, esto no debe suceder.

Me recupero de mis pensamientos sintiendo la ira creciendo dentro de mí: él es un extraño y también es un mafioso, que ha matado y torturado a personas con las mismas manos con las que me toca, tengo que alejarlo de mí como tanto como sea posible. Ahora.

Intento alejarlo con todas las fuerzas que tengo, pero el efecto que obtengo es el contrario desde el momento en que mis manos se deslizan sobre su camisa blanca desabrochada en los primeros cuatro botones donde puedo vislumbrar sus músculos, y terminan detrás de él. sus hombros, me deslizo hacia adelante también con mi cabeza y me encuentro a unos centímetros de sus labios. Mi corazón late con fuerza en mi caja torácica, tiemblo por el miedo y la ira que siento, mi respiración se vuelve irregular y dificultosa, mis manos sudan y de repente siento calor.

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